miércoles, 19 de abril de 2017

SCIASCIA, EL LÁTIGO DE LA TRAMA



R. Bistué

No, no es la Trama sino El Contexto el título de la novela negra que Leonardo Sciascia publicó en 1971. Sin embargo a día de hoy, La Trama podría haber sido título acertado y con tirón, dadas las circunstancias en que chapotea un sistema que aceleradamente se embarra en la carrera de corrupciones hacia… ¿quien  sabe donde?
El contexto se desarrolla en una ciudad sin demasiados perfiles, escasos apellidos y populares casas de comidas, transcurriendo entre gentes e instituciones opacas (judicatura, ministerios, policía, servicios de investigación política…) que manifiestan progresivamente su talla de gigantes mafiosos.
El fiscal Varga, los jueces Sanza y Azar, junto a Nocio (un intelectual “casi orgánico” de un partido democrático a palo seco y revolucionario “quizá más adelante”) el Presidente Riches, alto cargo político e incluso un grupúsculo izquierdista liderado por Galano, un caricaturesco personaje quizá del gusto de los aguijones del Pasolini de 1973 (Lo que dicen las melenas-Escritos Corsarios) deambulan a lo largo de 200 escasas pero intensas páginas.
 El tran-tran cotidiano se alborota por el impacto de una extraña escalada de asesinatos y será el inspector Rogas el encargado de investigarlos.
Rogas es un policía escéptico y solitario,  en cierto modo homólogo del posterior agente Smiley (Le Carré-El Topo, 1974) y como él reflexivo, algo misógino y sobre todo buen lector, lo que añade un sabroso suplemento literario a sus reflexiones y diálogos. La ventaja de Rogas es que –ajeno a los avatares de la guerra fría- no será un “caza rojos” desalentado tipo Smiley, sino un “caza tramas”.
Las pistas se entrecruzan y también los intereses, de modo que la complicada estructura de los aparatos de estado ejercerá las presiones y desvíos de la investigación de la verdad para de encubrir los hechos, darles una artera significación política y liquidar, sin escrúpulos, verdad y personas en pro de  supuestos “más altos intereses de la Nación”.
De modo que el inspector Rogas se verá inmerso en un laberinto de corruptelas y ocultaciones que le enfrentarán a la tarea de  “defender al Estado contra los que lo representan y lo detienen. Liberar al Estado encarcelado”. Inmersos en el pánico ante el desgarro de la Trama, los políticos encubrirán a los jueces, los jueces a los policías y la policía política a todos ellos… con aval de los políticos.
Ante Rogas se esclarecen  hilos emponzoñados y paralelos a las auténticas motivaciones de los crímenes, pero  su perspicacia le costará muy cara. Tanto como la colisión con el pragmatismo de izquierda que, en su complicidad sistémica, argumenta: “No podíamos correr el riesgo de que estallase una revolución…No en este momento”.
El 68 rampante  seguía definitivamente justificado y en marcha.

Leonardo Sciascia, siciliano, nació en 1921 en Recalmuto y fue maestro de escuela hasta su temprana jubilación a los 48 años. A partir de entonces se dedicó a lo que le interesaba, la literatura, el periodismo y la política. Sus novelas (muchas) ensayos y obras de teatro, le valieron un gran prestigio como hombre honesto y látigo de la corrupción política y las tramas mafiosas.
Durante años fue simpatizante comunista,  concejal con el PCI en Palermo durante los 75, 76 y 77. Más tarde, junto al Partido Radical, fue elegido eurodiputado y miembro del Congreso de la República, se mantuvo en política institucional activa hasta 1983. Murió en Palermo en 1989.

2 comentarios:

  1. Me alegra ver que no se ha olvidado Leonardo Sciascia, un autor querido que reivindicaba el derecho de ser “ensayista en la novela y novelista en el ensayo”.
    El destino del inspector Rogas, como recuerda Acacio, permanece oscuro, y eso suscitó no pocas hipótesis y discusiones. Pero del último intercambio de palabras entre Cusan, viejo amigo del inspector, y el vice secretario del Partido Revolucionario Internacional un dato emerge con toda seguridad: el sistema corrupto y perverso ha vencido una vez más. En El Contexto, pero a partir de allí también en otras novelas de Sciascia como Todo modo, Il cavaliere e la morte, Una storia semplice… el autor parece cada vez más pesimista: la revolución verdadera, la que nos debería de regalar la regeneración, la refundación, probablemente no tendrá lugar nunca.
    Y, lo que es más amargo, es constatar que treinta o cuarenta años después las cosas no son muy distintas de cómo nos las representaba en esa Italia Sciascia, con la corrupción que se extiende por doquier y los poderes mafiosos, más o menos ocultos, que son árbitros de nuestro destino colectivo.
    Sigue causándome admiración la habilidad de este escritor capaz de describir la situación confusa e sobretodo contradictoria de un mundo político, de un poder donde todo es el contrario de todo, donde un partido de la revolución es un partido que es todo menos que revolucionario, visto que su fin es mantener las cosas como están, donde políticos e intelectuales con ideas muy diversas se encuentran a cena como amigotes de toda la vita.
    El de Leonardo Sciascia es un pensamiento melancólico, doliente, atraído por la maraña de la realidad y a la vez animado por una obstinada pasión civil y fe en la razón. Por eso nos gustaba a los veinteañeros de entonces. Sin embargo ahora, puedo, tal vez, intuir ya más dimensiones o matices. Ver su iluminismo como "desvelado" y en parte todavía a desvelar. Y esto por dos órdenes de motivos: primero, el iluminismo de Sciascia parece ir más allá de la racionalidad strictu sensu; segundo, el nexo racional que ata el escritor siciliano a la racionalidad cada vez me parece más lúdico.
    ¿Qué pensaría de nuestro tiempo Leonardo Sciascia, un hombre que, recuerdo muy bien, odiaba definirse como intelectual, que odiaba en general toda forma de etiquetado y que propugnaba la verdad a ultranza, aunque fuera incomoda, y a toda costa?

    A veces echo de menos su capacidad de escepticismo exasperado y desencantado frente a un marco político donde reinan la arbitrariedad, la locura y el misterio. Hablar, en Sciascia, del espacio significa hablar del espacio político. Más bien, del espacio del Poder. Poder que aparece siempre bajo formas variadas, proteicas, y siempre inquietantes.
    Contradijo y se contradijo, parece ser, era el epígrafe que Sciascia hubiera deseado se pusiera sobre su tumba. Puede ser que no dejara nunca de ser un “burgués” nostálgico de Montaigne (no acaso suya es una de las citas iniciales de El contexto) y de la dignidad perdida, sin embargo, jamás podré olvidar su inmenso valor civil cuando, en el año 1977, frente a tantos canallas, vendidos y pseudo intelectuales, fue una de las escasa personalidades italianas que tomó partido contra la nueva inquisición, la represión y los arrestos masivos de militantes comunistas y revolucionarios italianos. Gracias Acacio por animar a su lectura.
    Brunilde

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  2. Gracias a tí BRUNILDE por un testimonio tan auténtico de lector entonces jóven y que hoy -con el mismo compromiso esencial de antaño- glosas a uno de los escritores itlianos que estimo imprescindible, por lúcido y solidario con los revolucionarios italianos del 77

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