Mª Ángeles Fernández y J. Marcos//Publicado en CTXT
El
25 de marzo de 1936, más de 60.000 campesinos ocuparon 3.000 fincas de grandes
terratenientes. La acción pacífica fue legalizada por la República. La venganza
llegó rápido: la matanza de la plaza de toros de Badajoz.
Eran
las cinco de la mañana, el alba aún quedaba lejos, cuando miles de campesinos,
azada en mano, se concentraron de manera sigilosa en centenares de pueblos de
Extremadura. Corría el mes de marzo de 1936 y la reforma agraria durante siglos
negada se materializó en una exitosa ocupación de tierras. Entre 60.000 y
80.000 personas, según las fuentes de la época, decidieron que ya era hora de
voltear la realidad de Extremadura y poner la tierra en manos de quien la
trabajaba, rompiendo así una gestión del territorio mediante latifundios
dedicados al pasto que arrancó en el siglo XIII, con la mal llamada
Reconquista. Aquel 25 de marzo de 1936 es la “fecha identitaria del pueblo
extremeño”, para el escritor Víctor Chamorro. Aquel 25 de marzo de 1936 marcó
un antes y un después no sólo en la historia de la región, sino también de
España, aunque poco o nada se sabe de lo acontecido.
“Cuando
los eruditos de la historia anden buscando el hecho que señaló el gran hito de
la historia de España, algún dedo caerá, ciertamente, sobre nuestra
Extremadura, la región en la cual se ha verificado la primera ocupación de
tierras de forma multitudinaria”, publicó el periódico Claridad, vivo entre 1935
y 1939. No ha sido así, la guerra civil y sus inicios especialmente cruentos en
Badajoz, la represión franquista, la larga dictadura y el pacto de la
transición han silenciado un acontecimiento clave. De hecho, ni con el
surgimiento de las autonomías con sus símbolos, estandartes y fiestas se ha
recuperado la memoria de este momento y proceso. Ni tan siquiera como dato
aparece en los libros de texto.
“1º:
A las cinco de la madrugada del día 25 del actual, los campesinos de cada
localidad se concentrarán sigilosa y rápidamente en diversos puntos de las
afueras del pueblo; procurando todos ir provistos de azada y demás instrumentos
propios para efectuar un deslinde. 2º: Efectuada la concentración, con el mismo
sigilo y la misma actividad, emprenderán la marcha hacia las afueras de las fincas
que deben ser incautadas. 3º: Ya en ellas se trazarán las lindes convenientes
(…) 5º: Seguidamente, regresarán al pueblo y, una vez reunidos todos los
grupos, se dirigirán ordenadamente al Ayuntamiento (…) 6º: (…) para hacer
constar que la Clase Obrera acaba de tomar posesión de tales y cuales fincas en
nombre de todos los vecinos del pueblo (…) 7º: (…) al siguiente día y en los
sucesivos irán a las fincas incautadas todos los campesinos o una parte de
ellos, a continuar la operación de deslinde y a comenzar la del cultivo
adecuado…”.
Ésta
era la hoja de ruta de la ocupación, recogida en el libro La primavera del Frente Popular, del
historiador Francisco Espinosa. Firmada en Badajoz el día 20 de marzo de 1936,
alcanzaba nueve puntos en los que se instaba, entre otras cosas, a no causar
daños en las fincas --a las incautadas porque ya son de los campesinos y al
resto, porque lo serán algún día-- y a oír con respeto a la autoridad. Así, de
manera sigilosa y ordenada, bajo la dirección de la Federación Nacional de
Trabajadores de la Tierra, se tomaron 3.000 fincas en 280 pueblos de las
provincias de Cáceres y Badajoz, las más grandes del país. Esta vez hubo
victoria, triunfo, puños en alto y vivas a la República. Las derrotas
anteriores habían sido abono para mejorar la acción.
Siglos
de medievo
“Desde
que Extremadura surge con este nombre, en el siglo XIII, hasta el siglo XX se
perpetúa una Edad Media, un sistema de agricultura patriarcal, de dedicación de
la tierra más a las hierbas que al grano, porque aquí se alimentan todas las
ovejas de la Mesta de España, y los agricultores apenas tenían surcos y tenían
que marcharse. Hasta el año 1936 en Extremadura se instala el medievo”. Así
resume Chamorro siete siglos. Aunque se debe incluir algún matiz en el relato:
las desamortizaciones que supusieron la expropiación de los terrenos comunales
que existían. Esta semilla de desigualdad, retratada por novelas como Los Santos Inocentes, de
Miguel Delibes, originó la huelga general campesina o de la siega de junio de
1934, que se saldó con 10.000 detenidos en Extremadura, según algunas fuentes,
y 600 personas trasladadas a cárceles de fuera de la región. “De este
precedente de derrota van a aprender mucho los jornaleros a la hora de plantear
la siguiente lucha”, apunta Manuel Cañada, activista social y una de las
personas que con sus textos ha colocado la fecha en la agenda pública
extremeña.
Aquel
año, 1936, arrancó con un importante crecimiento del desempleo agrario, que
coincidió además con una crisis económica y con un largo periodo de lluvias que
impedía realizar las labores y, por tanto, acceder a un jornal, como recuerda
el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de
Extremadura (ARMHEX), José Manuel Corbacho. A la dura situación y a las
lecciones aprendidas hay que añadir la frustración por la lentitud en la
aplicación de la Reforma Agraria, aprobada en 1932. Intensos ingredientes para
el espeso caldo de cultivo de siglos de desigualdad e injusticia. Entrada la
primavera, en tiempo de floración y de inicio de la siembra, la tierra cambió
de manos en Extremadura. Y el Instituto de la Reforma Agraria sólo pudo
legalizar las ocupaciones. Los servicios provinciales del Instituto notificaron
que se habían asentado yunteros y jornaleros en unas 70.000 hectáreas de la
provincia de Cáceres y en unas 120.000 de Badajoz.
La
guerra civil, la venganza
Poco
duró el revolcón histórico y estructural. En julio de ese año se inició la
guerra civil, siendo Extremadura una de las primeras comunidades controladas y
desangradas por las tropas franquistas. El 14 y 15 de agosto fueron asesinadas
y después calcinadas miles de personas en la plaza de toros de Badajoz. “Es la
venganza de los señoritos, de los grandes terratenientes”, sentencia Cañada,
quien habla de investigaciones que confirman que muchos protagonistas del 25 de
marzo fueron fusilados. La descripción es unánime. “Buena parte de aquellos campesinos
que participaron en las pacíficas ocupaciones de fincas de marzo del 1936 y en
el proceso fueron asesinados o encarcelados por la represión franquista como
castigo a su osadía, dado que existió una relación causa-efecto entre la
participación activa en estas ocupaciones primaverales y la posterior represión
fascista del verano”, apunta, por ejemplo, el presidente de la ARMHEX. La
historiadora Candela Chaves ha documentado que Badajoz es la segunda provincia
más afectada por la represión franquista. Mientras aún olía a quemado en la
capital pacense, se produjo “la recuperación de las fincas por sus antiguos
propietarios, poniendo de nuevo en marcha la antigua organización de los
cortijos de forma mucho más dura y humillante para los trabajadores vencidos”,
se recoge en el libro Extremadura saqueada, publicado por Ruedo
Ibérico en 1978.
Sin
cambios
El
resto, hasta hoy, es sabido: la falta de oportunidades obligó a emigrar a un
40% de la población en tan sólo 15 años, la renta per cápita es la más baja del
país (16.166 euros, un 30,6% inferior a la media nacional), mientras las
cifras de paro son las más elevadas de España (más
de un 28%). Y el silencio y el desconocimiento de esta reciente historia es
lacerante: “Extremadura fue un foco de atención de los tratadistas de los fenómenos
revolucionarios y de la antropología y sociología del campo. Y, sin embargo,
con la llegada de la democracia todo esto pasó al olvido”, apunta Víctor
Chamorro, quien lleva 50 años novelando sobre la región, de manera incluso
“tóxica”, dice. Ahora, la recién creada Asociación 25 de marzo está trabajando
para generar un debate sobre la importancia del empoderamiento de la
ciudadanía, de la identidad y, por qué no, de la redistribución de la tierra.
“Esta es una región periférica en lo económico, social, cultural y político. El
25 de marzo es un elemento constituyente de la identidad del pueblo extremeño,
y tiene una capacidad de transformación social enorme”, añade Cañada, quien
fuera coordinador de Izquierda Unida en la región.
Han
pasado 81 años de aquellas fechas en la que los ojos del mundo, a través de
muchos corresponsales, estaban en Extremadura. Y las explotaciones sigue en las
mismas pocas manos: la región sufre la “distribución más injusta de las
tierras” de todo el Estado, afirma el estudio Estructura de la propiedad de la tierra en España.
Concentración y acaparamiento, elaborado por la ONG Mundubat y
la Revista Soberanía
Alimentaria, Biodiversidad y Culturas, publicado en diciembre de
2015. Este informe dedica un especial interés a las situaciones de Galicia, por
su estructura minifundista, y de Extremadura, por todo lo contrario. Los datos
analizados demuestran que la media del tamaño de las explotaciones es de casi
41 hectáreas, un 83% más elevado que la media estatal. O recogen, por ejemplo,
que 163 grandes fincas (de más de mil hectáreas) poseen cuatro veces más tierra
que las 28.752 pequeñas fincas. Hay más: el 30% de la tierra sigue en manos del
1,38% de los productores.
“Debemos
destacar que algunas de estas grandes propiedades están en manos de
latifundistas en el más clásico sentido de la palabra: personas físicas, de
grandes familias o empresarios de alto nivel, absentistas en cuanto que su
residencia habitual, por supuesto, no está en Extremadura y que tienen esas
fincas como valores suntuarios y no como fuentes de renta o empleo”, recoge el
documento.
Nuevos
dueños
En
el pequeño aeropuerto de Talavera la Real (Badajoz), aterrizó en abril del año
pasado Mohamed bin Rashid Al Maktum. El primer ministro de Emiratos Árabes
Unidos y jeque de Dubái visitaba la tercera gran finca que ha comprado en la
provincia Badajoz. El hecho no es aislado. “Ahora estamos viendo cómo los
terratenientes extremeños se asocian a terratenientes extranjeros cuyas
fortunas vienen del petróleo y que compran enormes extensiones de tierra
extremeña”, afirma Chamorro.
En
febrero de 2015, el jeque Mansour Al Nahyan, dueño del club de fútbol
Manchester City y hermano del emir de Abu Dhabi, invirtió en otra parcela
pacense. Este jeque controla el fondo de inversión IPIC, dueño de la petrolera
española Cepsa y también de parte de la eléctrica portuguesa EDP, entre otras
compañías, como explican en
su web. Los anteriores dueños, la familia Mora-Figueroa Domecq, son una de
las mayores fortunas de España y también de las mayores beneficiarias de la
Política Agraria Común (PAC). Pero esto daría para otro reportaje.
Estoy leyendo unas deliciosas Memorias, que tambien describen el ambiente de aquellos años y la eterna lucha entre ricos y pobres.
ResponderEliminar"Historia de una Maestra" (Clero y terratenientes contra maestros republicanos) de Josefina Aldecoa; pero más que el intelecto la autora
pone el corazón, por éso me "entra" tanto. Es un libro breve.
Carmen Raso