Carilda Oliver (Cuba)
Me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin porqué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada:
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mala promesa de veneno;
Y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
Carilda
Traigo el cabello rubio: de noche se me riza.
Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.
Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
mirando para arriba el sol se me convierte
en una luz redonda y celestial que canta…
Uso la frente recta, color de leche pura,
y una esperanza grande y un lápiz que me dura;
y tengo un novio triste, lejano como el mar.
En esta casa hay flores y pájaros y huevos,
y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
y sin embargo, a veces…¡qué ganas de llorar!
Carlos García
Te
busco
Quiero que bajes y me subas
los besos que tiré por la ventana,
las caricias que escondí bajo la cama
y el vino que extraje de tus uvas.
Quisiera con un soplo poder recuperarte
para tenerte toda entera como antaño,
hacer de nuestro amor un nuevo arte
que renazca y se renueve con los años.
Estoy buscando a tientas tu camino
para estrechar tu mano y no soltarme,
y entregarme puro y fresco como el lino
con el que alguna vez tú ya soñaste.
Busco tus surcos en la tierra
para plantar mi alma y que florezca,
como lo hacen los brezos en la sierra
cuando los moja y refresca la tormenta.
No hay nada que más me gustaría
que tus besos me buscaran sin descanso,
porque de ahí viene manando la alegría
que te quiero yo entregar como regalo.
Perdona
Perdona
por esas mentiras que nunca debí darte,
por no
haber encontrado las palabras que me sobran
por
abusar y abusar de los puntos y aparte,
por
creer que tus tierras de amor ya no se labran.
Perdona
por haber sido ese que nunca debí ser,
por
haber abandonado ese mundo que fue nuestro
por
haber sido de lo ruin un gran maestro
por
herirte sin tan siquiera rezar un padre nuestro.
Perdona
por hurgar en el bolso de tu alma,
por
haber apostado sin ti tu confianza,
por
haber malvendido el tesoro de tu calma,
por
haberte atravesado el corazón con una lanza.