Martí Caussa
En
pocos días han aparecido dos
manifiestos de signo opuesto sobre la constitucionalidad del referéndum,
los dos firmados por centenares de juristas. Lo cual pone otra vez de
manifiesto que no hay una única interpretación posible, sino que es una
cuestión eminentemente política.
Esta
es una cuestión en la que VIENTO SUR ha insistido en otros artículos.
Por ejemplo, en esta entrevista
a Javier Pérez Royo: “El gobierno [de Rajoy] se ha obstinado en que esto es
un problema jurídico, pero no, esto es un problema político y aquí se está
haciendo política. Ellos hacen política a través del Tribunal Constitucional y
de la fiscalía. Han decidido que esto es un asunto cerrado: la Constitución es
la que es, y a quien dé un paso más allá le envían el Tribunal Constitucional o
la fiscalía, y se acabó lo que se daba. Punto. Esta es su estrategia y llevamos
así desde la sentencia del 2010 [contra el Estatuto].”
Intentar
convertir los problemas políticos en jurídicos no es nada nuevo, como recordaba
el profesor Jorge
Cagiao en una entrevista: “los diferentes actores, políticos, jueces,
profesores de derecho, han manipulado, en el sentido de que han trabajado, la
materia jurídica para llevarla a su terreno...Esto no es nuevo. Lo que yo digo
lo decía Hans Kelsen hace casi 100 años, cuando decía que hay muchos académicos
que no hacen una descripción objetiva del derecho sino política jurídica. Es
decir, tratan de influir no en los políticos, porque no lo necesitan, sino en
la opinión pública”.
Los
dos manifiestos aparecidos esta semana avalan la tesis de que estamos ante una
cuestión política.
Un
manifiesto, firmado por más de 500 juristas, no sólo afirma que el
referéndum es constitucional, sino que “una negativa continuada del Estado
legitimaría otras vías para que la ciudadanía de Catalunya expresara cómo
quiere decidir su futuro”.
Otro manifiesto, firmado por
200 juristas, no cita explícitamente la palabra referéndum, pero considera que
no hay otra vía que la establecida por el Tribunal Constitucional que, como se
comentaba antes, es uno de los principales obstáculos para permitir un
referéndum: “Cuestionar los fundamentos del Estado de Derecho, despreciando los
órganos encargados de aplicar las leyes, mediante sus resoluciones de carácter
jurisdiccional así como aquellas del máximo intérprete de la Constitución, no
es en ningún caso una opción lícita ni legítima”.
Pero
si se acepta que el referéndum es una cuestión política, la única alternativa
democrática es resolverlo políticamente. Insistir en la vía judicial, como
hacen el gobierno del PP y la mayoría del Parlamento, llevará inevitablemente a
la represión contra la mayoría del pueblo de Catalunya. La vía pactada
necesitaría de un gobierno y un Parlamento con voluntad política de negociarlo.
En ausencia de ello las alternativas para las fuerzas soberanistas son sumisión
o hacer el referéndum desde la legalidad catalana y aceptar el choque con la
legalidad española.
Esta
semana se ha dado un paso más en esta dirección.
Por
un lado se ha conocido la sentencia del Tribunal Supremo condenando a Francesc
Homs a un año y un mes de inhabilitación por organizar la consulta del 9N, que
se añade a las que condenaron a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau por el
mismo motivo. La consecuencia ha sido aumentar la indignación en la opinión
soberanista. Para muestra lo que escribe Antoni Bassas en el diario
Ara: “sentencias como la de ayer contra un cargo electo que puso unas urnas
sin valor vinculante son humillantes. Porque el 9N fue un día honorable y
porque nosotros no participamos en ningún delito. Nosotros no somos
delincuentes. Somos un país”.
Por
otro lado el Parlament aprobó una partida de los presupuestos destinada a la
organización del referéndum, sabiendo que esto implica ignorar las advertencias
del Tribunal Constitucional, que se presentará un nuevo recurso ante el mismo y
que las consecuencias serán, con toda probabilidad, nuevas condenas.
Ante
este incremento de las tensiones sigue habiendo voces que, en público y en
privado, pronostican que en el último momento el gobierno de Junts pel Sí se
echará para atrás y en lugar del referéndum convocará nuevas elecciones. A estos
pronósticos se refería Vicent Partal en un editorial
de VilaWeb: “… si la insinuación pretende que, en realidad, la mayoría
independentista no quiere convocar el referéndum y que, sin necesidad de
presión exterior, no se votará, entonces creo que quien dice esto tiene un
desconocimiento profundo de la realidad política del país y, todavía más, de la
realidad social. Puede ocurrir que hagamos el referéndum. Puedo admitir la
probabilidad de que el estado español encuentre una manera violenta de
impedirlo. Pero lo que creo absolutamente imposible es que esta mayoría
parlamentaria y este gobierno, voluntariamente, no hagan el referéndum. No por
las amenazas de la CUP. Simplemente porque la ola de indignación popular que se
levantaría si esto ocurriera acabaría de un plumazo con toda la generación de
políticos independentistas que ahora están en el parlamento y el gobierno. Y
todos ellos lo saben.”
Hay
razones para pensar que, años atrás, Artur Mas decidió cabalgar el tigre del
independentismo para obtener réditos electorales y acabar domándolo; pero si
ahora Puigdemont y el PDECat decidieran descabalgar, lo más probable es que
acabaran devorados; y tienen inteligencia política para no hacerlo. En el otro
lado, Rajoy pudo pensar que el látigo del Tribunal Constitucional domaría el
tigre independentista, pero el resultado es que lo esta enardeciendo; y no
tiene la inteligencia política de admitirlo; por eso piensa en armas represivas
cada vez más potentes. Quizá consiga matar el tigre o debilitarlo muy
seriamente. O quizá no. Quizá el desenlace sea su caída y el principio del fin
del régimen del 78. En uno y otro caso las consecuencias serán muy importantes,
para Catalunya y para el conjunto del estado español.
23/03/2017
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"me dicen el Rhones"
ResponderEliminarA mí, la verdad, me da absolutamente igual tanto lo del referéndum como lo del separatismo catalán, del cantón cartagenero o de la guindalera eslovaca. Pero como "rojillo" de rojez marginal, residual y ácrata jamás he entendido que exista coherencia laguna en la reivindicación de nacionalismos en las izquierdas revolucionarias, y encima que estas se asocien con lo más reaccionario y corrupto de la derecha para cambiar un estado centralista por otro estado calcado del anterior, cuya finalidad - a fin de cuentas - es sólo desplazar los centros de poder y dominio (yo los considero complementarios) de unas oligarquías a otras. En concreto toda esta movida está sirviendo para que las masas pierdan la orientación de los acuciantes problemas que el cambio de paradigma neoliberal ha impuesto en la economía y en las conquistas del estado social con la "crisis económica", y que sagazmente la derecha catalana, con el recurso al patrioterismo más rancio y manido, está empleando para camelar a lo que queda de las izquierdas; esto sí me produce muy mala hostia.
!Patéticos! los bizantinismos en los que andamos perdidos.
"me dicen el Rhones"
ResponderEliminarInsisto en solitario a las pocas horas de la primera vuelta de las elecciones francesas (recordemos que la segunda será entre una tía de extrema derecha y un menda que admira la reforma laboral de Rajoy).
Mientras tanto
¿¡Que coño hace la izquierda!? ¿Donde está lo que se va perdiendo?¿Es posible así un pensamiento alternativo de izquierdas? o ¿Solamente queda ya cómo algo testimonial y en proceso de fosilización?, algo que complementa la egemonía del neocapitalismo y la pluralidad de su democracia.
En fin, pienso que como mínimo había que empezar a plantear - sin demagogias - el debate en polémica de lo que es la sociedad en la estamos, empezando por cuestionar si la presencia de la izquierda en tal sociedad se ha quedado sólo en los rituales conmemorativos como, por ejemplo, son las "procesiones" de primeros de Mayo u otros orgasmos hímnicos parecidos.