Fernando
Pérez Peña
Conocí Riaguas de San
Bartolomé por primera vez hace ya casi 20 años por eso que llamamos el azar de
la vida. Desde el primer momento tuve claro que este iba a ser uno de mis
lugares preferidos y que, aunque a efectos administrativos no me quede más
remedio que estar censado en Madrid, uno en realidad es de aquellos lugares en
los se siente feliz. ¿Y por qué? Porque estamos hablando de un
territorio que posee un patrimonio cultural, histórico y medioambiental
impresionante; hay pueblos preciosos como Ayllón, Riaza o Maderuelo, todos
ellos de gran valor histórico-artístico, espacios naturales para recorrerlos
una y mil veces como las hoces del Río Riaza, paisajes de postal como el que se
observa desde el alto de Valdevacas, sabinares milenarios en Hornuez, hayedos en Riaza…. Y
Riaguas, con el paseo arbolado que recibe (recibía) al visitante y por el que era un placer pasear en primavera
y verano y disfrutar de su colorido en otoño. Por todo esto no dudé ni un
momento en comprar un pequeño terreno y construir una casa.
Pero desde hace escasamente
tres meses algunas cosas importantes han cambiado. Lo que ha pasado en Riaguas
es dantesco, en torno al mes de diciembre se han talado 163 árboles. El
resultado salta a la vista: han destrozado el pueblo.
Tomo prestadas las preguntas
del responsable de Ecologistas en Acción
que hace escasas fechas publicó un artículo sobre este tema en el Norte de
Castilla: ¿era esto necesario?, ¿no se podía hacer de otra forma? Como las
repuestas son tan obvias no me voy a detener ni un segundo en contestarlas. Por
supuesto que no era necesario y de serlo es evidente que se debería haber hecho
de otra forma. Remito al mencionado artículo, de una claridad meridiana.
Tampoco voy a detenerme un segundo en rebatir comentarios como los que dicen
que los árboles talados eran muy peligrosos para los coches y para las personas o que tienen un ciclo de
vida y que pasados unos años hay que cargárselos todos, así sin más. ¿No son
peligrosos los otros árboles que están en la misma carretera a la altura del
puente de Alconada?, ¿No lo son los que bordean las calles de las ciudades?,
¿Por qué se han cortado también árboles de menos de 30 años que no estaban en
la carretera de Alconada a Riaguas?
No soy un experto en leyes y
por tanto desconozco si la barbaridad de talar de golpe 163 árboles sin ningún tipo de estudio
ni de propuesta alternativa se puede tipificar como delito ecológico. Si no lo
es desde luego debería reformarse la normativa para que se incluyera.
Desconozco también si existe una figura jurídica que tipifique el daño moral.
Porque este es real y desgraciadamente irreparable. Daño moral es el que sienten personas que al pasear por donde
antes existía la arboleda se le saltan las lágrimas de pena, de abatimiento. Daño moral es tener la
sensación de que ya no estás en tu
pueblo. Daño moral es, en fin, sentir que tampoco las generaciones
venideras van a poder disfrutar de este
patrimonio medioambiental.
Llegados a este punto no
solo sirve lamentarse, la pregunta primordial que debemos hacernos es ¿quiénes
son los responsables? En primer lugar yo acuso a la Diputación de Segovia.
Desde luego a su presidente y al responsable de acción territorial. Personas
que deberían preocuparse por el bienestar de los pueblos que componen la
provincia y que, evidentemente con
Riaguas han hecho todo lo contrario. Este es un caso, uno más, que da la razón
a todas aquellos que argumentan que esta institución no sirve realmente para
nada.
¿Y qué decir de los
responsables del Ayuntamiento de
Riaguas? No han defendido en ningún momento el patrimonio medioambiental que
existía en el pueblo, tampoco han sido capaces de explicar que se ha hecho con
la madera (¿se vendió?,¿se regaló?) ni de exigir la replantación en un
municipio cuya masa forestal no llega al 5% del terreno disponible.
Por el contrario he de
agradecer sinceramente a una serie de personas que desde el primer momento
están ayudando para que se aclare por qué y cómo se ha destruido la chopera y
si alguien se benefició de ello: en primer lugar a ecologistas en acción que nos dieron su apoyo de manera
desinteresada al minuto siguiente de contactar con ellos. Muchas gracias a su
presidente por el artículo publicado en el Norte de Castilla. Gracias a los
representantes del PSOE y Ciudadanos en la Diputación por recibirnos
inmediatamente. Incluso la responsable de Ciudadanos se pasó por el pueblo con
carácter previo a la reunión para ver con sus propios ojos la locura cometida.
Gracias, por último, a la representante de Podemos en la Junta de Castilla y León por
visitar también el pueblo y por su disposición a ayudarnos en todo aquello que
necesitemos.
Somos muchos los que no nos
conformamos, los que vamos a poner todo de nuestra parte para que el pueblo
vuelva a tener un paseo arbolado. Esperamos contar con el apoyo necesario.
Albert Walden
ResponderEliminarComentario
Aprovechando que los dos artículos anteriores tratan sobre un tema de insistente actualidad, quiero hacer unas pequeñas reflexiones en torno a la frase "hagamos los bosques", ilustrándolas con algunas experiencias propias centradas en las estepas cerealistas castellanas y en sus parameras.
Visto el cariz y la anticipación que está tomando la intensidad y la frecuencia de las anomalías climáticas,cada vez va a ser más urgente implementar remedios para, al menos, paliar los efectos largamente previstos del experimento atmosférico que la época del "Antropoceno" está generando. Una de las actuaciones claramente más necesarias es la repoblación de estos secarrales con especies autóctonas de árboles y arbustos tanto heliófilos como xerófilos (habitantes de lo extremo) que aún puedan proteger de la erosión y generar suelo nuevo.
Se está acabando el tiempo para los actos de concienciación festiva, el árbol plantado como alegoría de esperanza y vida es en muchos casos mera representación protocolaria, lo que se necesita es empezar a recuperar las miles de hectáreas en fase de aridización de estas tierras, y eso no pasa ya por algo tan insuficiente y fotogénico como suelen ser "los días del árbol" o cosas parecidas.
Pongo como ejemplo de repoblaciones efectivas con modestísimos recursos, las prácticas que en algunos pueblos de Castilla hicieron nuestros abuelos o los suyos, sembrando pequeñas propiedades con bellotas de encina o deslindando las fincas con sámaras de fresno, creando un paisaje y unos ecosistemas de bosques isla, o campiñas de bosque galería equiparables ecológicamente a la importancia de la tradicional y milenaria dehesa; claro, que aquella gente seguro que tenían un sentido de la trascendencia -aunque no lo exteriorizaran - que en los tiempos actuales, súbditos de lo inmediato, no tiene cabida.
Por estos campos quedan pocas sombras de fértiles jardines, sólo la contemplación de los "chaparros" o de las complicadas sabinas luchando cada primavera con sus nuevos brotes por la tierra de Castilla deleitan al caminante.
Termino con unos párrafos literarios interesantes.
"Sobre los inacabables páramos, donde la erialidad mineral ha mimetizado de vacío todas las lejanías, todas las escondidas presencias, una incertidumbre se puede observar entre las inesperadas desenfiladas de los diluyentes derrumbes. En el baldío socavado por la erosión, alguna vez se remansa la dispersión para permitir la vegetalidad de alguna escabrosa breña; agrupamientos relícticos que contienen toda la potencialidad del tropismo vegetal y toda la expresividad del suceso contemplado en el contraste de su singularidad universalista.
En las desoladas parameras las carrascas son las selvas".