Acacio Puig
La
generación que irrumpimos en el espacio comunista durante la década de los 60
del pasado siglo -“la generación del 68”- lo hicimos de la mano de un leninismo
que los partidos oficiales habían declarado herético en la práctica. Nos
nutrían documentos olvidados como Los Cuatro Primeros Congresos Mundiales de la
Internacional Comunista, otros
simplemente enterrados en el anatema (las obras de Trotsky y Rosa de
Luxemburgo) y también los procedentes de otras familias revolucionarias (desde
Malatesta a Marcuse).
El tiempo era propicio y se
engarzaban la insurrección húngara, las revoluciones anticoloniales, el ejemplo
de Vietnam y los comités internacionales de apoyo, los mayos del 68, o el
generoso combate de Guevara y tantos otros esperanzadores ejemplos en
Latinoamérica además del éxito de la Revolución maoísta…un encadenamiento en
fin, del “tiempo de las cerezas”. Tiempo Interrumpido por golpes militares pero
también por los claveles portugueses.
Llegó en “tiempo del reloj”
y lo que la revista Viento Sur caracterizaría, años después, como La década de los lodos y el chapoteo en
las lamentables políticas de gestión de marchamo socialdemócrata (liquidación
de amplios sectores públicos, contrarreformas laborales, GAL y guerra sucia,
OTAN sí y Bases también… en definitiva, la chienlit!
): Resistimos y reelaboramos propuestas políticas –aún a costa de marchar
por separado y golpear juntos, propuestas y desafíos llenos de sentido que bien
ilustra el esperanzador slogan del afiche recientemente editado por un viejo amigo: Porque fueron, somos / Porque somos, serán.
Los
tiempos han cambiado y ¿las tácticas?
A estas alturas del siglo,
creo sinceramente que “el asunto electoral” precisa reelaboraciones en el campo de la
izquierda transformadora y que dejarse llevar por inercias nos condena a un viaje a ninguna parte.
Si durante décadas nos
aferramos al espíritu de documentos como El
Partido Comunista y el
parlamentarismo (1920, 2º Congreso
de la Internacional), que matizamos y
paulatinamente corregimos en parte, parece que ya es momento de reconsiderar
–eso y otras herencias políticas- más a fondo,
tal y como hicimos con tantos
otros temas conceptualizados no solo en tiempos lejanos sino en otras
circunstancias.
La avalancha de candidaturas
a las últimas elecciones europeas (30 desde España), la lógica competitiva
entre candidaturas “progresistas” en Municipales y Autonómicas (de desastrosos
resultados), el desfase entre candidaturas y pedagógica difusión de sus programas
y la absorción “administrativa” propia de la gestión de campañas en detrimento
del uso del mismo momento para la construcción organizativa (la llamemos
partidos o de otro modo)… dejan muchas tareas pendientes que exigen avanzar colectivamente en la
reflexión y dar a luz los pertinentes balances y perspectivas. En ese sentido
van estas primeras notas.
1.-
Compartiendo con Manuel Garí –su artículo en viento sur digital, El voto útil en Madrid, lo reproducimos
es este nuestro número 30 de Afinidades- que la izquierda alternativa (es decir
la que pelea por otro sistema superador del capitalismo depredador de gentes y
planeta) si logra resultados institucionales puede y debe abordar prioridades
de gobierno, ofertando primero soluciones de emergencia a l@s de abajo que
abran paso a soluciones a medio plazo desde una perspectiva de clase (como se
intenta con cierto éxito desde la alcaldía de Cádiz) entiendo que el asunto es para mí más complejo que ese “conseguir mis objetivos”.
“Conseguir mis objetivos” se propone al inicio del artículo citado, como
piedra de toque definidora de la utilidad del voto, como una especie de estrella
polar orientadora en envites electorales de la izquierda alternativa. Y me
parece más complejo fundamentalmente porque la brecha entre militantes y pueblo
de izquierdas existe y es dato de obligada observancia. El cómo engarzar
nuestro largo plazo y el corto plazo de la mayoría social, constituye el reto
permanente de nuestra acción política…incluso durante las travesías del desierto. El voto útil para la izquierda militante “no” es el voto útil para el pueblo de
izquierdas: les separan los plazos y
eso se mide en opciones de voto y resultados. La izquierda militante, la que
tiene un proyecto anticapitalista global, tiene un horizonte y con él sigue –seguimos-
las etapas que nos tocan en esta larga marcha por la emancipación social, pero
el pueblo de izquierdas (ese electorado objetivamente
interesado en la liberación de las cadenas) quiere ver resultados y no le basta
con tener noticia del “horizonte que nos
ayuda a caminar” (como Galeano definía la utopía).
2.-Las
confrontaciones electorales fueron
definidas por el leninismo como el gran momento para presentar Programa. Decía
el citado congreso de la Internacional en su apartado 14º “La campaña electoral misma debe ser desarrollada NO en el sentido de
obtener el máximo de mandatos parlamentarios, SINO en el de la movilización de
masas tras las consignas de la revolución proletaria”. En definitiva,
campañas electorales en las que la prioridad era hacer propaganda…y a estos
efectos, tanto me da que sea propaganda de gestión honesta y alternativa del
presente, como propaganda socialista por
la emancipación.
No pienso que debamos
encarar las campañas electorales sin contemplar las mejores y seguras posibilidades
de “ganar mandatos”, porque siempre es
mala cosa decepcionar al electorado de izquierdas que nos considerará –si
apostamos sin posibilidades- simplemente gente irresponsable; si vendemos humo desde
luego que nos pasará factura. No acumularemos más que desencanto social a
cambio de satisfacción militante. No incidiremos, precisamente porque el propagandismo (que no la propaganda) no
es nunca un atajo válido, sino atajo a la marginalización de nuestra
credibilidad y de nuestra acción política.
3.-
La sicología del electorado de derechas es muy diferente de la de nuestra
potencial base electoral.
La España de derechas quiere
que “representantes” le gestionen sus asuntos sobre la base de ley y orden por
encima de cualquier otra consideración y traga con la ideología de “la
eficacia”…incluso cuando sufre en carne propia la supuesta eficacia de los
amos. Siempre vota y le preocupa poco el distribuir su voto entre las
candidaturas disponibles de la derecha.
La España de izquierdas se
apunta a la justicia social igualitaria como valor y aunque no sea
participativa, fantasea con la participación y aspira a la unidad. Ante la
diversidad de candidaturas de “sus partidos” se desalienta y se abstiene. No
hila tan fino en programas como creemos la izquierda militante y su adhesión
organizada a partidos, sindicatos y asociaciones es muy limitada. Lo
constatamos ya durante las luchas frente al franquismo tardío y medimos mal la brecha entre combatividad y
conciencia…no era un problema de coyuntura sino de estructura… precisamente el
problema en que se fundamenta la importancia de organizar la clase para sí, para que florezca la autoorganización. Se ilusiona, con
“las máquinas electorales” y con los “cambios tranquilos” socialdemócratas,
tanto como se desilusiona si no vive cambios reales. En los reflujos…cultiva el
pragmatismo electoral o simplemente pasa de todo.
En definitiva “una de las
dos Españas ha de helarte el corazón”. Como siempre ocurrirá en la sociedad de
clases.
Contribuir
a crear las condiciones institucionales menos desfavorables.
Consecuencia de lo anterior,
entiendo las elecciones como la posibilidad de crear las condiciones menos
desfavorables a la organización y la acción de la gente de abajo (l@s
trabajador@s) y por tanto, las gentes menos responsables de la destrucción del
Planeta. Y con mayor motivo, en condiciones malévolas (ley electoral y
circunscripciones al gusto del poder) que dislocan el derecho a ganar de las
gentes de abajo.
Cuando nuestras candidaturas
puedan lograr mandatos parlamentarios…
¡Adelante y a toda máquina! Desde la institución -incluso en minoría- “nuestr@s” electos pueden corregir la gestión
y también esclarecer, mediante la denuncia…pueden y deben ampliar su inicial
relación de fuerzas apoyando y apoyándose, en la presión extraparlamentaria.
Cuando esa posibilidad es dudosa…lo más radical es siempre lo menos malo,
adaptándose puntualmente a la conciencia existente y al realismo del pueblo de izquierdas, por ramplón que pueda parecernos.
Es decir, ante la duda el mejor criterio
es no presentar candidatura propia y apoyar la menos desfavorable.
La historia algo enseña. Las
victorias electorales del pasado siglo se lograron en este terruño –y ni
siquiera en todas las regiones… Castilla y León fue un ejemplo paradigmático de
región políticamente atrasada, en que los golpistas de 36 se impusieron desde
el primer día- mediante las candidaturas unitarias del Frente Popular. Así lo
entendió la izquierda de la izquierda, tanto el POUM como en la práctica, la
CNT. Cierto que la victoria electoral solo abrió el camino…El resto fue
tránsito contradictorio y doloroso en que lo esencial era no perder el norte
del Socialismo… ¡y se perdió! Pero no se perdió precisamente por el éxito
republicano inicial en abril de 1931. De
modo que mejor nos hubiera ido en Municipales y Autonómicas aplicando esa
receta.
Porque en definitiva es más
cuerdo “hablar del Socialismo todos los días” (y cuando digo “el socialismo” me
refiero también a la defensa intransigente
y organizada de todos los derechos) que hacerlo una vez cada cuatro años (el
“socialismo para los días de fiesta” o a día de hoy, la defensa global de los
derechos a vivir)… ¡Sobre todo, cuando “la fiesta” la pagamos tod@s!.
¿Y
en las europeas?
Pues en las europeas, (con la ventaja del
distrito único pero en la chapucera Europa-del-Capital- con un parlamento deliberativo pero poderes
fácticos omnipotentes… y un ejecutivo tan incontrolable como el BCE) lo más
útil, además del portugués “¡Que se joda la Troika!” es buscar los eslabones más débiles y usar a
fondo los micrófonos y medios de comunicación disponibles para agitar,
sensibilizar, denunciar y proyectar la Europa que queremos.
Se desperdiciaron las
huelgas generales griegas y se está desperdiciando la heroica movilización
continuada de los chalecos amarillos,
que ni siquiera se avalaron solidariamente en el último Primero de Mayo; cierto
que los chalecos han merecido una cita programática de la candidatura Lutte
Ouvrière (Fr.), la candidatura apoyada por la dirección del NPA… aunque se
trate de una cita “molestamente pedagógica” para recordarles lo que bien saben,
es decir que detrás de Macron están los grandes jefes, la banca, las multinacionales…el
gran capital.
En esa búsqueda de eslabones débiles me complace
haber apoyado la candidatura Ahora Repúblicas, la candidatura vertebrada
esencialmente por ERC, Bildu, BNG. Sus 1.257.474 apoyos
han reforzado la izquierda en Euzkadi, Catalunya y Galiza además de avances
significativos en la comunidad valenciana y espacios testimoniales listos para su uso en el resto del
estado.
Ha sido la única candidatura
republicana y eso es importante como torpedo en la línea de flotación del
Régimen del 78 y su religión constitucional -tan monárquica, centralista y en
absoluto garantista. Régimen cemento de “derechitas cobardes” (PP y C’s) y
“derechita bocazas” (Vox)… religión que cuenta -claro está- con el resistible apoyo de la socialdemocracia.
Y además, Ahora Repúblicas ha sido la candidatura que llama presos políticos a
quienes los son y exiliados a quienes también lo son. En definitiva… Ah, ça ira, ça ira, ça ira!.
Apoyar a sus 3
europarlamentarios va a ser una estimulante responsabilidad.
Reforzar
las izquierdas alternativas
Porque claro está que
existen (en el estado español y en toda Europa) son diversas, como diversas son
sus denominaciones de origen, aunque
su coordinación y capacidad de acuerdos deje bastante que desear.
En cualquier caso la cocina de una izquierda alternativa
plural y convergente, una izquierda capaz, que resulte acorde a las necesidades
eco-sociales pendientes, requiere Horno
de Leña y Puchero de Barro (en “lo social” y en “lo institucional”)…requiere
tiempo, paciencia, rectificación de errores y buen hacer.
El resto es espectáculo y
simple fast food…y de eso, ya vemos que hay de sobra y alimenta muy
poquito.
Seguiremos… seguimos.
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