Pierre Rousset
En
febrero de 1968, las fuerzas de liberación impulsaron en Vietnam del Sur la ofensiva
del Têt (es decir del Año Nuevo). De una enorme amplitud, se desarrolló
sobre todo el territorio sud-vietnamita, Saigón incluido. Su trascendencia
internacional fue considerable, reactivó el movimiento anti-imperialista, el de
liberación nacional y aceleró la radicalización de la juventud en Japón y
Estados Unidos, pasando por Europa. Representó un giro en la guerra y en el auge
de las resistencia, también en el interior del propio ejército de Estados
Unidos.
Desde
1965 Vietnam se había convertido en el epicentro de la situación mundial.
Estados Unidos tomaron el relevo de los franceses. Prosiguieron una escalada
militar multiforme que al hilo de los años se hizo cada vez más mortífera, e
incluía el bombardeo masivo de las zonas liberadas del Sur, de Vietnam del
Norte, de Laos y, finalmente, de Camboya. Washington envió hasta 500.000
soldados sobre el terreno (en la intervención de 2003 en Irak no hubo nunca más
de 180.000). Los gigantes bombarderos B52 entraron en acción. El programa Phoenix
[ideado por la CIA y orientado a identificar y neutralizar la
infraestructura civil de la insurgencia] hizo más víctimas que actualmente los
drones. La mayor potencia mundial movilizó sus recursos económicos y
científicos. El conflicto abarcó todos los planos; incluso en el social: la
reforma agraria revolucionaria de las fuerzas de liberación tuvo su réplica en
una reforma capitalista de la agricultura. En muchos aspectos la extrema
brutalidad de aquella escalada no tenía precedentes y aún hoy continúa siendo
una excepción. Encarna la barbarie imperialista.
Si
Washington comprometió semejantes medios fue porque la dimensión de aquella
guerra iba más allá de lo local. Se trataba de poner freno, y después hacer
“retroceder” (contain and roll back), a la dinámica
revolucionaria iniciada en el Tercer Mundo con la victoria de la revolución
china (1949). El objetivo era el restablecimiento del orden imperialista bajo
hegemonía de EE UU en el mundo.
Las
raíces de la radicalización de la juventud en los años 60 fueron diversas. En
Francia, el régimen gaullista salido de un golpe de Estado (“10 años, ya
basta”), así como el tabú moral de fuertes tintes católicos se hizo
insoportable. A medida que los estudiantes de origen popular empezaron a
acceder a la universidad emergieron nuevas tensiones sociales. El año 68
presentó rostros diferentes según los países. Sin embargo, la movilización
contra la escalada imperialista en Vietnam constituyó un elemento aglutinador,
un rasgo de identidad compartido, una característica fundamental en numerosos
países. Está claro que todo ello no tuvo una dimensión tan amplia bajo los
regímenes dictatoriales o en Europa Oriental.
En
Vietnam, no era evidente emprender una ofensiva cómo la del Tet y provocó
intensos debates en el seno de la dirección del partido comunista. Finalmente,
la decisión adoptada fue la de una ofensiva en todas las direcciones,
constante, que pudiera (objetivo máximo) abrir la vía a levantamientos
insurreccionales o (objetivo mínimo) cambiase el curso de la guerra,
especialmente gracias a su impacto mundial. La ciudad de Hué (capital del
centro de Vietnam) resistió 26 días antes de ser reconquistada por la fuerzas
estadounidenses al precio de su destrucción. El asedio de la gigante base
militar de Khe Sanh por las divisiones del Ejército Popular fue un elemento de
diversión para encubrir los preparativos de la ofensiva del Tet propiamente
dicha. Los combates alcanzaron al centro de Saigón (incluyendo la embajada de
Estados Unidos) y se prolongaron durante mucho tiempo en los barrios populares.
Durante
la ofensiva del Tet se combinaron todas las modalidades de una guerra popular:
operaciones de guerrilla, levantamientos, intervención del ejército regular
(basado inicialmente en el Norte)… Aparecieron muchos problemas que no fueron
forzosamente resueltos : ¿cómo organizar en semejante enfrentamiento a las
poblaciones desestructuradas refugiadas en los barrios de Saigón? ¿cómo
protegerlas de forma duradera frente a una mortífera contraofensiva
absolutamente indiferente a las pérdidas civiles?
Aunque
al comienzo fue cogido por sorpresa, Washington movilizó rápidamente sus
enormes medios militares así como las redes y las fuerzas del régimen de Saigón
para contrarrestar la ofensiva del Tet. El coste para el movimiento
revolucionario de Vietnam fue enorme: La infraestructura política y militante
del Frente Nacional de Liberación (FLN), que emergió a la luz del día, fue
golpeada con dureza y la amplitud de las pérdidas sufridas en cuadros en el Sur
tuvo consecuencias a largo plazo.
En
1968, la dirección vietnamita estuvo confrontada a un verdadero dilema. Era
necesario cambiar la marcha de la guerra porque de otro modo la escalada
militar estadounidense habría podido continuar sin límites: Por ejemplo, hasta
bombardear masivamente los diques en el delta del río Rojo, lo que habría
provocado la inundación de una vasta región densamente poblada. ¿Qué hacer?
Impulsar
una ofensiva espectacular pero puntual (unidades revolucionarias que se retiran
rápidamente tras ataques simultáneos en el conjunto del territorio) habría sido
mucho menos costoso, pero quizá no habría cambiado el curso de la guerra.
Comprometer duraderamente a tantas fuerzas era una apuesta muy arriesgada -y el
costo fue considerable-, pero el curso de guerra cambió.
La
ofensiva del Tet provocó un electroshock en Estados Unidos y en el
mundo. Puso al desnudo muchas mentiras de Washington. Mostró que esa guerra no
era democrática, ni estaba ganada, sino que era terrible, bárbara, y
estaba embarrancada. Dividió a la burguesía de EE UU, porque para los círculos
financieros su coste económico se hacía insoportable. La universidades
estallaron. Las protestas de los soldados estadounidenses adoptaron una forma
colectiva. Se hizo popular la reivindicación de “retirada inmediata” de las
tropas. Más que nunca, la población negra se reconoció en la lucha de
emancipación vietnamita : No quiero ir Vietnam. Porque yo estoy en Vietnam,
Diablos, ¡no ! ¡Yo no iré ! Diablos, ¡no ! ¡Yo no iré !.
En
Japón, el combate contra las tropas estadounidenses y contra la construcción
del aeropuerto de Narita se radicalizó con la movilización de los campesinos,
del movimiento pacifista y de la extrema izquierda. En Europa, en febrero, en
pleno auge de la ofensiva, se celebraron la conferencia de Berlín y la
manifestación internacional, teniendo como bandera emblemática :“El deber de
todo revolucionario es hacer la revolución [Ché]. En efecto,
el combate vietnamita se percibió, con razón, como la íntima combinación de una
revolución social y de una lucha de independencia nacional, cada una de ellas
dinamizando a la otra.A los ojos de la extrema izquierda, Vietnam simbolizó en
ese momento la actualidad de la revolución mundial. El contexto de la época era
profundamente diferente al de 50 años más tarde. En Europa, existían las
dictaduras de Grecia, España y Portugal; los contactos transpirenaicos debían
ser clandestinos. Muchos militantes conocidos (es menos el caso de las
militantes) sufrieron la prohibición de residencia en numerosos países; y para
viajar y tejer lazos entre movimientos fue necesario pasar discretamente
las fronteras. El apoyo a los soldados que desertaron de la bases estadounidenses
de Alemania exigió también mucha discreción. La vida cotidiana de los
miembros de organizaciones de extrema izquierda era muy diferente de los de la
socialdemocracia; los choques eran constantes con los grupos fascistoides, se visitaba
regularmente la comisaría, y terminar heridos o en prisión era siempre una
posibilidad.
La
identificación con la lucha del pueblo vietnamita ayudó a construirse a la
extrema izquierda y -en sectores mucho más amplios- anunció la radicalidad de
Mayo del 68.
En
Francia, gracias a los lazos establecidos durante la guerra de Argelia en las
redes de solidaridad con el FLN, el Comité Vietnam National (CVN) agrupó desde
el primer momento a numerosos componentes: personalidades autónomas del
PCF, cristianos sociales, americanos venidos a París a protestar contra la
guerra, extrema izquierda, sin papeles…. Sin embargo, las principales
corrientes maoístas hicieron grupo aparte y la UJCML lanzó los Comités Vietnam
de Base (CVB). El PCF animó una amplia coalición que incluía a numerosos
sindicatos. El CVN proponía la unidad pero el Partido Comunista rechazó
colaborar con los izquierdistas. Por su parte, los vietnamitas
trabajaban con todo el mundo.
En
Francia, la crisis del régimen gaullista y la agudización de las tensiones
sociales latentes, la herencia aún fresca de la experiencia del combate contra
la muy sucia guerra argelina francesa, fue una de las particularidades en los
años 60 y del 68. En el recuerdo más lejano estaba la resistencia a la
reconquista colonial de Vietnam emprendida en 1946-1954 para reconstituir el
imperio. Todo ello constituyó la armadura en la que se desarrolló la
solidaridad anti-imperialista en los años sesenta. El Comité Intersindical
Universitario desempeñó un papel clave en esa transmisión.
A
contrapelo de la ofensiva del Tet, Washington se vio forzado a aceptar el
principio de las conversaciones de paz. Realizadas en París, fueron
cuartipartitas: por un lado, gobierno norvietnamita y gobierno provisional del
Sur; y, por otro, Estados Unidos y el régimen de Saigón. El PCV rechazó la
presencia de las grandes potencias. Extrajo lecciones de las
negociaciones de Ginebra, en 1954. En ellas China y la URSS habían ejercido
presiones considerables para que aceptase un compromiso (la supuesta división
temporal del país) que estaba muy alejado de lo que las fuerzas de liberación
tenían derecho a esperar teniendo en cuenta la relación de fuerzas sobre el
terreno. El exorbitante precio de ese compromiso fue la Segunda Guerra de
Indochina, bajo hegemonía de Washington que no firmó los Acuerdos de Ginebra.
Esta
cuestión tuvo una importante repercusión en el movimiento de solidaridad,
especialmente en Europa. Tradicionalmente, la consigna central del Partido
Comunista Francés era la paz; Pero ¿qué paz? En cambio, tras la experiencia
de Ginebra, la izquierda radical, el movimiento estudiantil, las personalidades
autónomas del PCF se movilizaron a favor de la victoria de las
fuerzas de liberación. ¡No más compromisos injustos a Vietnam! El PCF realizó
finalmente una honorable rectificación y la coalición que pilotaba en ese
momento pasó a denominarse Comité Nacional de Acción por la Victoria del Pueblo
Vietnamita.
Aceptar
las conversaciones de forma obligada, no quiso decir que se comprometieran a
verdaderas negociaciones. De hecho, Washington aún intentó ganar la guerra o,
al menos, destruir ese país que se le resistía hasta tal punto que no pudiera
levantarse jamás. Así pues, la escalada militar continuó prosiguió pues, pero
el contexto internacional y la situación interna en Estados Unidos hizo
imposible el recurso a medidas límite como el bombardeo masivo de los diques en
el delta del río Rojo (si bien algunos fueron atacados y fragilizados), o
incluso, por qué no, el uso de la bomba atómica.
Las
fuerzas de liberación de Vietnam lanzaron finalmente un llamamiento a todos los
componentes de la solidaridad internacional para que se movilizaran y forzaran
a Washington a firmar los Acuerdos de París: un compromiso, pero esta vez un
compromiso ganador, que se logró en 1973. Las tropas estadounidenses se
retiraron progresivamente de Vietnam (s bien los bombardeos se concentraron en
Camboya…). En 1975 se hundió el régimen de Saigón.
Estos
años de fuego constituyeron una verdadera escuela de internacionalismo para
nuestra generación militante. Se experimentó la utilidad –y, por tanto, la
necesidad- de la solidaridad. Adoptó mil formas, mil rostros, mil expresiones y
su diversidad reforzó su eficacia (ver http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article10123).
El
internacionalismo no es una noción abstracta o una simple teoría, un estado de
ánimo, un sentimiento, la sensibilidad de una comunidad que lucha, aunque haya
de todo eso. Desencarnado es impotente, queda reducido a proclamaciones vacías
de compromiso.
El
caso francés muestra sin embargo hasta que punto esa solidaridad puede ser
frágil. Después de la huelga general de Mayo 68 los CVN y CVB desaparecieron y
la extrema izquierda se concentró en su implantación obrera. Sin embargo,
estábamos lejos de esa victoria vietnamita que proclamábamos. El momento
político francés permite comprender por qué sucedió. Para un ala del
maoísmo ya no era cuestión apoyar a los vietnamitas; se les consideraba
demasiado próximos a los Soviéticos. Esto les lleva a colocarse al lado de los
Jemeres rojos. Para la mayoría de nuestra generación militante no fue el
resultado de una decisión cínica sino de un brusco giro de las prioridades
y de los entusiasmos.
La
interrupción brutal de las movilizaciones de solidaridad también fue
irresponsable en el sentido fuerte del término; una irresponsabilidad
dolorosamente resentida por una parte de los componentes del CVN.
Por
supuesto, la mejor ayuda que podíamos aportar a los vietnamitas habría sido hacer
la revolución en casa, pero eso no estaba al alcance de la mano, incluso mucho
más de lo que creíamos en ese momento. La crisis de Mayo fragilizó el campo
imperialista sin que ello redujera la importancia de un movimiento específico
de solidaridad, como lo muestra la dureza de los años indochinos de 1968 a
1975. Lo sabíamos, la reconstitución de un movimiento de solidaridad pero no
fue fácil.
La
representación vietnamita en Francia hizo todo lo que pudo para ayudar. Para
desgracia del PCF, entonces pasivo, el GRP (Vietnam del Sur), Laos y los
Jemeres rojos participaron incluso en un mitin de la Ligue communiste en
solidaridad con indochina. En gran parte, el arco de fuerzas que animaron el
CVN se reconstituyó para fundar en 1971 el Frente Solidaridad Indochina (FSI),
que multiplicó las iniciativas hasta 1973. Solo que después de 1975 no logró
superar la política de estrangulamiento proseguida durante años por el
imperialismo, como consecuencia de los conflictos inter-burocráticos China-URSS
y la crisis chino-indochina.
En
Francia incluso la propia concepción del movimiento anti-imperialista fue
objeto de divisiones en el seno de la extrema izquierda. ¿Se trataba ante todo
de popularizar en casa la ejemplaridad del combate revolucionario llevado en
Vietnam (“Osar, luchar”) ? ¿En realidad, debía ayudarnos a construirnos el
pueblo vietnamita? La brújula que guía la solidaridad, si esta palabra tiene un
sentido, son las necesidades de los que luchan allá abajo. Es verdad que
respondiendo lo mejor que pudimos a ese reto nos construimos, pero como organización
internacionalista.
1/02/2018
Pierre
Rousset, anima el
sitio Europe
Solidaire Sans Frontière y forma parte de la dirección de la IV
Internacional
1968 | Mundo | Vietnam | Solidaridad | Antimperialismo
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