Revista Trasversales número 42, octubre 2017
La
vía de empobrecimiento y precariedad en que estamos llama al apoyo mutuo. Ahí están grupos vecinales por el
derecho a la vivienda, contra la exclusión, huertos urbanos, despensas
solidarias, centros autogestionados, grupos feministas, plataformas de
Afectados por la Hipoteca o por Hepatitis C, o Yo sí Sanidad Universal y muchos
otros nacidos antes o después del 15M. Un tejido social importante, aunque
inconexo.
La amenaza de los
despidos, la situación de muchas empresas y el desconcierto del sindicalismo
organizado ante una marejada que no había previsto ni preparado causaron cierta
"hibernación" en el ámbito laboral, aunque se han realizado
experiencias valiosas en ciertas empresas y han surgido espacios sindicales
que, partiendo de poco, han demostrado ser efectivos “desde abajo”, con
democracia y dando alcance social a la acción sindical.
La
precariedad y la inseguridad urgen al fortalecimiento del apoyo mutuo, con
participación de la legión de personas en precario, pero son también máquinas
de sufrimiento y desesperación que aíslan, que agotan fuerzas y tiempo, que enferman. Es una precariedad en la que están millones de
personas: la población desempleada que sobrevive de prestaciones escasas o
"chapuzas"; mayores sin más ingreso que la pensión no contributiva
que no da para pagar un alquiler modesto; trabajadores temporales o a tiempo
parcial; muchas familias unimarentales; quienes trabajan en sectores muy
desregulados, hipermodernos ("economía colaborativa", "economía
digital", "capitalismo de plataformas") o tradicionales
(hostelería, limpieza), "en negro", como asalariados, como autónomos
o trade (autónomos con un solo
pagador) o en "emprendimientos" de auto-subempleo. Además, la precariedad es una espada que cuelga sobre
el cuello de casi toda la población porque hoy es la norma del sistema, que
tiende a anular toda seguridad y a generar condiciones materiales y
simbólicas en las que nos sintamos impotentes e incapaces de unirnos.
Por si faltaba poco,
empresas depredadoras e influyentes en las administraciones públicas instauran
una competencia desleal que obliga a otras menos potentes a seguir el mismo
camino o desaparecer. La lógica de la
acumulación ininterrumpida de capital es despiadada, más cuando no se la limita
políticamente, y destructora de ética social.
En este clima, puede
pensarse que es imposible "organizarse
desde la precariedad". Pero hay muchas experiencias de organización y
encuentro en condiciones extremas de precariedad y dispersión, como las de CNT
en el primer tercio del siglo XX organizando jornaleros andaluces o inquilinos
pobres catalanes, o la IWW en Estados Unidos en la segunda década de ese siglo
organizando a los trabajadores-golondrina agrícolas.
Hoy no existen, con tal
capacidad, aquellas CNT o IWW, pero hay síntomas
de emergencia de lucha y organización desde la precariedad. Indicios de que
algo se mueve. Tal vez sean pequeñas oscilaciones que serán absorbidas o tal
vez los primeros brotes de algo importante. Profetizar es estéril, pero regar y
dar cuidado a esos brotes será útil.
En el ámbito laboral
tradicional se viven luchas parciales defensivas con fuerte repercusión
pública: espartan@s de Coca Cola o estibadores de toda España... Y ha saltado la liebre en sectores en los que
parecía que la fragmentación y precariedad bloquearían la resistencia.
Luchas que han tomado caminos no tradicionales: trabajadores de Eulen en El
Prat, repartidores de Deliveroo implicados en una movilización europea o
camareras de piso que nos animan a "organizar lo imposible".
Empresas-Plataforma como
Deliveroo o Uber rompen las relaciones laborales con la ficción de mediar entre
demandantes de servicio y "autónomos" que ponen los "medios de
producción" (bicicletas, motos, coches) -minimizando el capital fijo a invertir
por esas empresas- y asumen los gastos asociados a ello, sin sueldo fijo y con
ingresos que no dan para vivir y mantienen en la precariedad. Deliveroo no despide: te borra; y Uber
llama socios a los conductores ocasionales. Otras ocasionan graves problemas
sociales, pagando muy pocos impuestos; Airbnb, "mediadora" en
alojamientos, favorece los irregulares que crean problemas de inseguridad y
convivencia.
Pues bien, esos jóvenes en bicicleta con la caja verde
de Deliveroo, en principio sin vínculos y compitiendo por los encargos, han
sido capaces de iniciar un proceso de organización, de hacer asambleas y
huelgas, de coordinarse entre diversas ciudades e incluso con ciclomensajeros
de Alemania, Francia, Reino Unido, Suecia, Polonia, Italia y Bélgica, en
torno a reivindicaciones como la retribución mínima por hora o el seguro de
accidente. Quizá no crean en el sindicalismo, pero hacen nuevo sindicalismo. Lo
que empezó en 2016 con huelgas en Inglaterra ha tomado dimensión transnacional.
Las
Kellys son camareras de piso y limpian las habitaciones de los hoteles. Se han
organizado "desde abajo"
en un sector precario e invisibilizado, muy mal retribuido y subvalorado. Los
hoteles -con dignas excepciones- se desembarazan laboralmente de ellas mediante
empresas multiservicios que rebajan salarios y categoría profesional. Ellas, saliéndose
de cauces tradicionales, han logrado un gran impacto social y están ya en varias
ciudades. Interesantes y reveladores son los vínculos establecidos con
trabajadoras de las residencias de Vizcaya, que llevan más de 300 días en
huelga.
También hay experiencias de organización y lucha desde
la precariedad social en torno al derecho a la vivienda, contra los
desahucios sin alternativa habitacional y por una nueva legislación. Ahora
están surgiendo sindicatos de inquilinos,
al menos en Barcelona y Madrid, donde en los últimos 24 meses el alquiler por
m2 ha subido un 38% y un 25%. Y hay experiencias de organización de personas
desempleadas o sin techo, y de grupos contra la exclusión, con menos
visibilidad pero que a veces ponen en un brete a gobernantes acostumbrados a
actuar en la sombra y a mentir sin desmentidos ante la atonía de su
"oposición". Queda mucho por hacer, con paciencia y persistencia.
Sin embargo, el reto planteado
no es sólo la auto-organización social desde la precariedad, que es vital, sino
también la construcción popular de un
tejido social muy inclusivo. El reto es romper el espinazo al proyecto que
quiere abandonar a su suerte a un tercio de la población y neutralizar al resto
de las clases populares en la resignación y el miedo, en el marco de una
inseguridad generalizada.
Las problemáticas
laborales y sociales se entrelazan, porque afectan a casi toda la población,
como trabajadores y/o vecinos, figuras hoy indisociables; por ello, la defensa
de la libertad y la igualdad tiende a tomar aspecto de sindicalismo social. Necesitamos tejer una alianza social muy
amplia, sin esperar a que se tejan alianzas políticas, aunque bienvenidas sean
éstas si se dan en un sentido positivo.
Ese sindicalismo social incluyente es decisivo para acumular las
fuerzas necesarias que derroten o detengan el plan oligárquico de consolidación
de un régimen autoritario y sin compromisos sociales. Un puzzle complejo, con
espacios de larga tradición y otros recientes, con puntos de vista y prácticas
diferentes, pero eso no es debilidad, sino fuerza.
¿Podrán
fortalecerse y expandirse esos espacios? ¿Podrán dar más amplia dimensión a su
actividad vinculándola con otras similares? ¿Se podrá vincular la lucha contra
la pobreza con la cuestión del empleo y la garantía de ingresos mínimos? ¿Se
decidirán las organizaciones sindicales a crear secciones de acción
barrial/municipal/social, dando cauces de actuación a sus afiliados sin empleo
o con pocas posibilidades de intervención laboral? ¿La gente de los barrios y
pueblos se comprometerá en la defensa del tejido productivo, de los empleos y
de los servicios públicos de su zona? ¿En qué medida lograremos construir un
"vínculo ético" y un compromiso de solidaridad en el sindicalismo
social y dotarle de medios de expresión en un lenguaje riguroso pero claro y
sencillo, sin "politiqueo"?
Esas
preguntas no son adivinanzas, son tareas.
ES EN LA
CALLE DONDE PASAN COSAS
COMPAGNIE JOLIE MÔME
aproximacion a la letra de "ES EN LA CALLE DONDE PASAN COSAS"
ResponderEliminarPuedes votar, firmar peticiones
debatir en la tele
o pensar desde tu sillón...
Pero es en la calle donde pasan cosas.
(...)
Un voto en una urna
no cambia gran cosa
porque es en la calle donde pasan cosas
(...)
Cuando ocurre algo
ocurre en la calle
Cuando se bloque el sistema
ocurre en la calle
(...)
Huelga General
Todxs juntxs
(...)
Cuando se mete en vereda a los reyes
eso ocurre en la calle
Y cuando se da la vuelta a la tortilla
también ocurre en la calle
(...)
No podrán con nosotrxs
Todo ocurre en la calle
que es donde pasan cosas.
Sorprende que diez días después de la publicación del editorial del último TRANSVERSALES no haya aparecido aquí ni un solo comentario a un tema absolutamente central en la estrategia neoliberal de atomizar-dinamitar el movimiento obrero.
ResponderEliminarEn cualquier caso, felicidades y ¡caña! a lo largo de los próximos numeros de Afinidades.