Josep Maria Antentas
1.
Sin plan. Este es el resumen de la estrategia
del gobierno catalán tras la proclamación de la República catalana el día 27 de
octubre. Recapitulemos: el gobierno catalán fue elegido tras las elecciones del
27S de 2015 con una irreal hoja de ruta de “desconexión” del Estado español,
mediante la aprobación de leyes sucesivas y de creación de “estructuras de
Estado”, en un plazo de 18 meses. Confrontado a la vacuidad de dicho
itinerario, en gran medida gracias a la insistencia de la CUP, el gobierno
catalán asumió en septiembre de 2016 la realización de un referéndum sobre la
independencia para finales de 2017. Se autoenmendaba así, sin jamás
reconocerlo, la hoja de ruta fijada en otoño de 2014 cuando declinó intentar
materializar el referéndum previsto para el 9 de noviembre, ilegalizado por el
Tribunal Constitucional, y optó por una consulta ciudadana no vinculante, como
paso previó a la conversión de las elecciones autonómicas de septiembre de 2015
en plebiscitarias. Tras un largo periplo se volvía a la casilla de salida, el
referéndum 1/. A
medida que se acercaba su fecha, el ejecutivo de Puigdemont fue avanzando en
los preparativos aunque siempre estuvo convencido, de puertas adentro, que no
podría llevarlo a cabo y que, en algún momento del trayecto, su marcha sería
abruptamente detenida por la intervención del Estado. Se trataba entonces de
aguantar hasta donde se pudiera. Y, al final, acabó llegando mucho más lejos de
lo que nunca imaginó y preparó.
2.
Sin marcha atrás
posible. El éxito
logístico del 1 de octubre (esquivar la persecución policial de urnas y
papeletas en particular) fue real. Pero el referéndum se materializó no por la
planificación minuciosa del gobierno y de la dirección de la Assemblea Nacional
Catalana (ANC), sino por la dinámica de auto-organización desde abajo que
arrancó tras el golpe represivo del 20S y que se aceleró los días previos a la
cita, con la ocupación y defensa de los colegios electorales. Tanto el gobierno
como la ANC se contentaban en conseguir abrir los centros de votación y
distribuir urnas y papeletas. Asumieron que la policía española impediría votar
y su objetivo era conseguir la foto de largas colas de ciudadanos ante
colegios electorales cerrados por la fuerza. Las cosas, es sabido, fueron de
otro modo. El referéndum tuvo lugar y la indignación por la represión propulsó
la jornada de movilización del día 3. Empezó entonces una política de titubeos
por parte de un gobierno catalán que no había previsto dicho escenario y que no
sabía como afrontar la escalada de confrontación que se preveía si proclamaba,
de una manera u otra, la República catalana y que tampoco nunca tuvo una
estrategia de alianza con los sectores no independentistas pero rupturistas que
se movilizaron los días 1 y 3. Tras la mal escenificada “suspensión” de la
declaración el día 10 y un intento fallido de convocar elecciones si el
gobierno español retiraba la aplicación del artículo 155 el día 26, el
ejecutivo de Puigdemont se vio forzado a proclamar la República catalana sin
plan alguno de qué hacer después para intentar convertir su declaración en algo
que fuera más allá de lo simbólico.
3.
La responsabilidad
irresponsable. Manejar
tiempo y espacio es fundamental para todo movimiento político y social. Desde
el día 3, el gobierno catalán y la ANC, gestionaron ambas variables de forma
pésima. Dejaron pasar el momentum inicial para adentrarse en una
política secretista y mal comunicada que fue desconcertando y desorientando a
no pocos de sus partidarios, proclamando finalmente la República bastante en
frío. Y tras ello, renunciaron a todo gesto institucional que transmitiera
voluntad real de ir hacia ella y, sobretodo, a la movilización callejera y a la
ocupación de espacios simbólicos y estratégicos. Desde el día 27 ha existido un
vacío de liderazgo absoluto y una ausencia de dirección. El ejecutivo de
Puigdemont ha irradiado una imagen de renuncia y de falta de ganas. Sin duda,
un manual estratégico en negativo. La historia de los movimientos populares
está repleta de situaciones similares en las que direcciones políticas y
sociales moderadas son incapaces de administrar coherentemente el movimiento
que lideran, achantándose en los momentos decisivos, desconcertando a su propia
base y, a la postre, dando alas a la reacción en nombre de la prudencia.
Podemos llamar esta política la política de la responsabilidad irresponsable.
4.
¿Momento no
“procesista”?. La
proclamación de la República sin plan estratégico alguno para hacerla efectiva
es, en cierto modo, la culminación política del “procesismo” oficialista, es
decir, de la política de ganar tiempo en permanencia y de contornear el
enfrentamiento tras el inicio del procés en 2012. La senda hacia el 1 de
Octubre, después de la adopción del compromiso con la celebración de un
referéndum en setiembre de 2016, fue un giro forzado por el agotamiento de la
hoja de ruta “procesista”. La cita del 1 de Octubre acabó propiciando un
enfrentamiento con el Estado que de facto negaba la esencia misma del
procesismo pero que emergió del procesismo y fue gestionado por el procesismo,
aunque bajo la presión parcialmente desbordadora de los no procesistas. Fue un
momento no procesista dentro del procesismo, que abrió la puerta a una fase no
procesista pero administrada por el procesismo. Y culminó con un hecho no
procesista, la proclamación de la República, a la manera procesista, es decir,
simbólica y vacía.
5. Razones. Los límites
mostrados por el gobierno catalán en el momento de la verdad deben buscarse en
su naturaleza, composición de clase y cultura política. El PDeCAT es un partido
neoliberal que se vio empujado por la senda independentista porque no tenía
otra alternativa. Muchos de sus cuadros se han convertido en independentistas y
otros, como Puigdemont, siempre lo han sido. Pero es un partido de orden y con
una base social conservadora, poco amante de las rupturas y de los cambios
bruscos, pragmático y gradualista por naturaleza, ligado al mundo económico
(aunque sus vínculos con el gran capital hayan quedado resentidos por su deriva
independentista) y vulnerable a sus presiones, y que desconfía de la movilización
popular. ERC, por su parte, encarna a la perfección la síntesis entre una
genuina convicción independentista y una cultura política poco avezada a la
lucha, gradualista y con una base social de clase media progresista que, salvo
en algunos sectores ligados a la enseñanza, ha sido en gran medida ajena a las
grandes movilizaciones sociales por asuntos distintos a la independencia del
pasado reciente y carece de punch. Es en estas semanas decisivas cuando se han
condensado todos los límites estratégicos, de proyecto y de base social de las
fuerzas que ostentan el gobierno catalán y que sostienen al proceso
independentista en general (con la excepción de la CUP que encarna a una
sensibilidad minoritaria en su seno). Límites por otra parte bien visibles desde
el comienzo pero que no habían pasado todavía un test de estrés estratégico
determinante.
6.
Ambigüedades.Los hechos de septiembre y octubre han
dejado patente la ambigüedad del gobierno catalán respecto a la movilización
popular. La pésima administración por su parte de las expectativas de la base
social del movimiento entre los días 3 y 27 de Octubre no son más que el
reflejo de una concepción de la política avezada a las maniobras
institucionales y que carece de toda cultura de gestión de un movimiento de
masas. Más allá del gobierno, del 20S en adelante se han mostrado con fuerza
los impasses estratégicos de la propia ANC (y de Òmnium, aunque éste juega un
rol más secundario y en muchos aspectos ha tenido una política más audaz).
Desde su arranque en 2012 el procés ha supuesto un movimiento de masas
inaudito bajo el liderazgo social de la ANC. Pero la suya ha sido una
concepción vertical y controlada del movimiento, más favorable a una cultura de
la representación y la delegación que a la auto-organización. La dinámica de
desborde parcial (conviene subrayar lo de parcial para no exagerar) de los días
20S y 1-3 de octubre fue imprescindible para gobierno y ANC (y Omnium), pero a
la vez les generó temor y aprensión a la pérdida de control de la situación. Ante
el vacío de liderazgo mostrado por el gobierno catalán tras el 27S aparece un
segundo límite de la ANC: su subalternización a los partidos independentistas
mayoritarios y su incapacidad para asumir un rol de dirección con independencia
de éstos. Su política a partir de 2012 fue la de presionar al gobierno catalán
para que fuera avanzando, pero sin nunca desafiarle e incomodarle. Se plegó
dócilmente a la negativa del entonces presidente Artur Mas de intentar realizar
el referéndum del 9N de 2014 prohibido por el Tribunal Constitucional y aceptó
la propuesta de convertir las elecciones del 27S de 2015 en un plebiscito y la
irreal hoja de ruta posterior de la “desconexión”. Una hoja de ruta en la que,
además, la iniciativa quedó cada vez más en manos del gobierno y en la que la
ANC jugó progresivamente un rol de acompañante.
7.
Golpe de efecto. La convocatoria fulminante de
elecciones en Catalunya por parte de Rajoy tras haber disuelto el gobierno
catalán pone negro sobre blanco la correlación real de fuerzas. Más que una
dualidad de poderes, lo que ha existido en Catalunya en los dos últimos meses
es una dualidad de legitimidades y no siquiera una dualidad asimétrica de
poderes, aunque incluía un germen de la misma 2/.
Con la convocatoria de elecciones Rajoy recuperó la iniciativa, mostró que la
legalidad del Estado español sigue vigente y empujó al independentismo por una
senda defensiva. Ésta demostración de fuerza por parte del gobierno español
contiene también, sin embargo, una muestra de debilidad relativa: la
imposibilidad de aplicar la vía dura consistente en suspender la autonomía
catalana durante un periodo largo para desmontar sus pilares fundamentales
(medios de comunicación públicos, sistema educativo...). Imposibilidad por ser
de difícil gestión y seguramente por presión de las autoridades europeas que,
probablemente, hayan presionado en pos de un desenlace indoloro más acorde con
su hipocresía oficial. Con las elecciones Rajoy ha ganado tiempo, marcado el
ritmo y evitado toda situación de ambigüedad sobre quien controla Catalunya,
pero ello no implica necesariamente que haya conseguido vencer al
independentismo en un sentido más profundo, pues la cita electoral puede volver
a dar una mayoría parlamentaria independentista.
8.
Resistencialismo
ofensivo. La polarización reactiva impulsada
ante la aceleración del proceso independentista en septiembre-octubre ha
favorecido, a corto plazo, a las fuerzas conservadoras en el Estado español,
provocando un cierre de filas del bloque pro-Régimen y de todo el aparato del
Estado, bajo hegemonía de los sectores más conservadores. Su proyecto de
restauración es una especie de resistencialismo ofensivo.
“Resistencialismo” porque es incapaz de afrontar una reforma desde arriba que
integre parcialmente las demandas de quienes hoy han quedado fuera del marco
político del 78 (la base social de Podemos y el independentismo catalán) y
genere otro reparto del poder político e institucional y una integración
económica y social del grueso de las clases medias y los trabajadores
cualificados y la juventud cualificada precarizada. “Ofensivo” porque es muy
agresivo y autoritario y acaricia la idea de aprovechar la crisis catalana para
recentralizar toda la estructura del Estado español y aislar y minorizar a
Podemos. Pero la propia lógica de este resistencialismo ofensivo a medio plazo
sigue ahondando las razones de fondo de la crisis del marco político creado en
1978.
9.
Futuros
bifurcados. La principal
complejidad de la política catalana es que el 15M y sus vidas posteriores, por
un lado, y el proceso independentista, por el otro, han trazado unas
expectativas de futuro bifurcadas, aunque sin duda con zonas de contacto. Dicha
bifurcación de horizontes expresa, en un sentido más amplio, la complejidad del
acople entre la cuestión social y la nacional en la política y la sociedad
catalanas. Y, en un nivel más concreto, se materializa en una falta de alianza
entre independentistas y federalistas defensores del derecho a la
autodeterminación, en un escenario donde la no normalización del ejercicio de
dicho derecho podría abonar un terreno de acción común. El límite político
fundamental del movimiento independentista fue disociar su objetivo de un
Estado propio del de una política concreta anti-austeridad y de regeneración
democrática. Obsesionado con no perder a la derecha catalana por el camino, a
los promotores del movimiento independentista les faltó, desde su arranque, un
análisis sólido de la estructura social catalana, de los sectores que todo
proyecto de cambio social necesita involucrar y de cómo dirigirse a la base
social de la izquierda no independentista, más allá de pensar que tarde o
temprano se convencerían o se adaptarían. República catalana compatible
con destino final independentista o confederal, proceso constituyente catalán y
plan de rescate ciudadano inmediato hubieran sido los tres elementos en base
los cuales intentar solventar la serie de contradicciones encadenadas que
emanan de la bifurcación de futuros entre lo que fue el 15M y lo que ha sido el
proceso independentista. Tan grave como la imposibilidad de hacerlo ha sido la
sorpresiva poca atención estratégica que los principales actores de la política
catalana le han dedicado durante estos cinco años. Intentar abordarlas
implicaba circular a la vez por dentro y fuera del procés, tarea sin
duda compleja y que la izquierda tendría que haber abrazado como propia.
10.
Bifurcaciones en
la izquierda. Dentro
del independentismo la CUP, por supuesto, ha representado un proyecto que iba
mucho más allá del independentismo “puro y simple” y ha defendido un
programa que no sólo ligaba la cuestión nacional y la social y enfrentaba las
aporías del independentismo oficial, sino que planteaba una opción abiertamente
anticapitalista y rupturista, que marcaba además una contratendencia a la
creciente institucionalización de la mayoría de las “fuerzas del cambio”
emergidas en 2014 y 2015. Pero quedó demasiado atrapada en su honesto y sincero
papel de garante que el proceso independentista fuera hasta el final y no tuvo
una política ofensiva de discusión y emplazamiento hacia la izquierda, y su
base social, que circulaba por fuera del proceso independentista. Por su parte,
la izquierda exterior al independentismo como Catalunya en Comú practicó una
política expectante y pasiva. Señaló muchos problemas reales de la propuesta
independentista oficial, entre ellos, la vacuidad de la idea de la
“independencia” como panacea, la dificultad de materialización del proyecto
independentista, la polarización identitaria que podía generar, y el
silenciamiento de otras cuestiones y conflictos bajo la omnipresencia del
debate nacional. Pero su falta de implicación real en el proceso le ha impedido
intervenir sobre los problemas señalados. Su política representa una especie de
paradoja de la pasividad, según la cual las contradicciones y aspectos
negativos de una situación que justifican una política pasiva no hacen sino
aumentar como consecuencia de ésta última. Ésta espiral infernal de la
pasividad tiene un aspecto de profecía autocumplida y en cierta manera
refleja una suerte de nostalgia estratégica por una realidad inexistente
en la que ni el proceso independentista ni la cuestión nacional estuvieran ahí.
11.
Escenarios.La senda hacia el día 21 es todavía
difícil de vislumbrar. El encarcelamiento de los miembros del gobierno catalán
que no están en Bruselas muestra que las elecciones no van a celebrarse, para
bien y para mal, en un contexto normalizado. Precisamente, esta es la clave de
la situación. Impedir que la dinámica impuesta por Rajoy se convierta en
normalidad resignadamente aceptada. El golpe contra el gobierno catalán llega
tras un enorme vacío de liderazgo y de crisis de dirección. El mensaje grabado
desde Bruselas el jueves día 2 por parte del presidente Puigdemont criticando
las detenciones condensa la incapacidad mostrada estos días por el gobierno: a
la lógica condena a la ofensiva represiva le siguió una genérica llamada a la
movilización, pero sin ninguna propuesta concreta ni definición de ningún tipo
de horizonte. A las primeras reacciones tras la detención (concentraciones ante
el Parlament y plazas centrales de varios municipios) parece que van a seguirle
una convocatoria de huelga para el día 8 y una gran manifestación el día 11.
Aún es pronto para calibrar la magnitud que todo ello va a tener, pero con
medio gobierno arrestado y el otro sin iniciativa política, tanto ANC y Omnium,
como las fuerzas políticas independentistas y las contrarias a la represión del
Estado, deben tomar un rol de liderazgo y fijar una agenda clara de
movilización enmarcada en una perspectiva estratégica que le de sentido. Los
preparativos electorales no ayudan a concentrarse en ello. Si por arriba hay
una agenda definida, la dinámica por abajo, impulsada por los Comités de
Defensa de la República (CDR) podría volver a ser importante. Los CDR pueden
jugar, como lo hicieron entre el 20S y el 3 de octubre, un rol de desborde
parcial de las estructuras oficiales. Pero no parece que tengan fuerza para
desencadenar una agenda propia de lucha desde abajo si desde arriba no se
emiten señales que empujen en esta dirección y, al contrario, se emiten
síntomas de parálisis y desconcierto.
12.
Perspectivas
electorales.Es
complejo dibujar los contornos del posible resultado electoral, aunque podría
no suponer una alteración muy significativa de lo que aconteció en las
anteriores en 2015. El independentismo ganó, sin duda, apoyos a raíz de la
represión del referéndum del 1 de octubre. Pero los zig-zags del gobierno
catalán entre el 1 y el 27 de octubre y su parálisis tras esta fecha han
desconcertado a parte de su base social. En sentido contrario, el bloque
españolista consiguió por primera vez en cinco años emerger como una fuerza
social con peso en la calle y con la convocatoria del día 21 encontró un
objetivo para el qué pelear. Más que en las simpatías hacía una opción u otra,
la clave del resultado estará en la capacidad de movilización de sus
partidarios. Este es el punto débil de las fuerzas independentistas. Es por
ello que la campaña para el 21D debe ponerse en relación con la existencia o no
de una dinámica de movilización extra-electoral relevante.
13.
Unilateralidad y
fraternidad. La
contraposición entre una vía unilateral (acumular fuerzas para la ruptura desde
Catalunya) y laopción de construir una mayoría política de cambio en el
conjunto del Estado ha sido una de las grandes vías muertas estratégicas de la
política catalana (y a partir de ahí de la política de española). En realidad,
unilateralidad y fraternidad deberían ser vistas como complementarias. Sin un
movimiento independentista (y/o simplemente partidario de un referéndum)
unilateral, no habría ninguna fuerza política española que defendiera el
derecho a la autodeterminación de Catalunya y un referéndum pactado. Unidos
Podemos lo apoya como respuesta a una realidad planteada desde Catalunya. Y, al
revés, un esquema de ruptura unilateral como el que plantea el independentismo
despreocupado de lo que suceda fuera de Catalunya es muy poco audaz, pues
olvida que sólo en un escenario de crisis política global en el Estado el
independentismo catalán puede tener éxito. Más que una contraposición
estratégica entre dos enfoques antagónicos el desafío es encontrar un punto
de fuga estratégico, basado en una compleja dialéctica centro-periferia. Lo
que implica de alguna manera ligar, sin mezclar, el proyecto independentista y
el de la ruptura del Régimen en todo el Estado. En un escenario donde el clímax
independentista en Catalunya está siendo utilizado por parte del PP y todo el
aparato del Estado para cerrar filas en clave reaccionaria, ésta es una
cuestión decisiva. Buscar alianzas y ganar simpatías fuera de Catalunya es, si
no el principal, uno de los grandes desafíos del independentismo catalán (y de
quienes sin ser independentistas acompañan al movimiento en su desafío
democrático al Estado). Y ello sólo se puede hacer de tres maneras: ligar
explícitamente la defensa del proyecto de República catalana a un deseo de que
en el futuro haya también una República española hermana; no desvincular la
apuesta por la independencia de un posible futuro confederal; y, en lo
inmediato, ligar la reivindicación independentista con la defensa de medidas
políticas anti-austeridad que despierten las simpatías de las clases populares
españolas. Propuestas que, hoy por hoy, están totalmente fuera de la agenda
estratégica de la dirección política del independentismo 3/.
14. ¿Plebiscitarias again? El
independentismo no ha definido todavía como va a enfocar las elecciones
convocadas por Rajoy. Cabe la posibilidad que las encare como un nuevo
plebiscito sobre la independencia (como ya hizo con las últimas del 27S de
2015) con el argumento de que una eventual mayoría independentista en unas
elecciones consideradas legítimas por los partidarios del “No”, por el Estado
español y por la Unión Europea, pondrían al gobierno de Rajoy en una situación
muy compleja. Hay un elemento de verdad en este argumento. Pero, a la vez,
presenta varios problemas. El primero, es que un debate entorno a
“independencia sí, independencia no” corta el bloque que se gestó entorno al 1
y el 3 de octubre que iba más allá del independentismo y que incluía sectores
de izquierdas democrático-rupturistas. Algunos de estos pueden ahora votar a
partidos independentistas, como la CUP o ERC. Pero otros lo harán por fuerzas
que defienden el derecho a la autodeterminación pero no la independencia, como
Catalunya en Comú. El segundo, es que no es evidente que en una contienda donde
se vota a partidos y no sólo la independencia, el independentismo consiga
seguro el 50% de los votos (obtuvo el 47’7% en 2015) y en cualquier caso, el
marco plebiscitario le empuja a pelear por una victoria mínima. El tercero es
que no queda claro cuál es el siguiente paso tras una posible victoria del
independentismo. Decir que el 21D servirá para “validar” la declaración de
independencia del día 27 de octubre es una forma elegante de salir al paso,
pero no propone ningún plan de acción real para el día después.
15. Hipótesis constituyente. Sin
duda el 21D tendrá, se promueva o no, un aspecto plebiscitario. Y es normal. A
la vez poseerá también un elemento básico defensivo: el rechazo al artículo 155
y la exigencia de libertad y amnistía para todos los arrestados y encausados.
La cuestión estriba en como fijar también un proyecto en positivo, que incluya
la dimensión democrática y anti-represiva y un plan de resistencia
institucional tras el 21D pero que vaya más allá de ello y, a la vez, permita
trazar alianzas entre el bloque independentista y los sectores no
independentistas partidarios del derecho a decidir, como Catalunya en Comú. Es
ahí donde entra la hipótesis constituyente. En este sentido lo más deseable es
que todas las fuerzas democráticas opuestas al bloque de Ciudadanos, PP y PSC
pudieran establecer algún tipo de acuerdo que, más allá del aspecto
anti-represivo básico, implicara una hoja de ruta constituyente para una
República catalana cuyo horizonte final fuera compatible tanto con la
independencia como con una propuesta federal/confederal. En suma, juntar
fuerzas para la ruptura actual dejando el destino final abierto. El marco
constituyente, es necesario reconocerlo, no está exento de problemas. El más
importante es que requiere un difícil acuerdo entre el bloque independentista y
Catalunya en Comú por ahora inexistente. El segundo problema es que, en
ausencia de una ruptura institucional real, puede convertirse en retórico y dar
alas a iniciativas institucionales y sociales simbólicas. Frágil e incierta, la
hipótesis constituyente como punto de encuentro entre
federalistas/confederalistas e independentistas sigue siendo la gran vía
inexplorada de la política catalana. Para que tenga sentido, claro, es una vía
que debe trascurrir paralela a la defensa de medidas sociales de urgencia y
tangibles que amplíen la base social de las fuerzas democráticas opuestas al
bloque reaccionario, dentro y fuera de Catalunya. Lucha defensiva anti-represiva
y perspectiva común en positivo son las piezas a encajar en esta difícil
coyuntura y que difícilmente pueden disociarse si se quiere establecer alianzas
sólidas.
16.
Dilemas. ¿Batalla meramente defensiva contra la
represión y el articulo 155, lucha por un proyecto de República, o
autosatisfacción procesista en la defensa de una República imaginaria?
¿Contraposición de proyectos entre independentistas y defensores del derecho a
decidir u horizontes de ruptura convergentes? ¿Batalla exclusivamente catalana,
supeditación centralista a la política de ámbito Estatal o articulación
dialéctica centro-periferia? Sin duda, un triple dilema estratégico tan
complejo como ineludible. Y... ¿tan irresoluble como decisivo?
5/11/2017
Josep
Maria Antentas,profesor
de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), forma parte
del Consejo Asesor de viento sur.
1/
Para
un balance de las idas y venidas del “referéndum” como objetivo del
independentismo catalán ver: Antentas, Josep Maria (2017). “El referéndum y sus
vidas anteriores”. 19 de Junio. Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article12720
2/
Desarrollo
un poco más esta cuestión en: Antentas, Josep Maria (2017). “Días decisivos”,
25 de Septiembre. Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article13036
3/
Desarrollo
un poco más esta cuestión de la fraternidad y la unilateralidad en el punto 4
del artículo: Antentas, Josep Maria (2016). “Catalunya ¿puntos de fuga o
contraposición de estrategias?”, 21 de Septiembre Público.es. Disponible
en: http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2016/09/21/catalunya-puntos-de-fuga-o-contraposicion-de-estrategias/;
y también en los puntos 4,6, y 9 de: Antentas, Josep Maria (2017). “1 de
octubre: terciando en el debate Llonch-Garzón”. Público.es. Disponble
en: http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2017/07/18/1-de-octubre-terciando-en-el-debate-llonch-garzon/.
En este último artículo hay también una discusión más general de las virtudes y
límites de las posiciones mayoritarias de la izq
21 diciembre.
ResponderEliminarCon la CUP- ¡PRINCIPADO REPUBLICANO!
Con ERC - ¡Moler a VOTOS a quienes nos molieron a PALOS!
¡hay que sacar del PARLAMENT a los "constitucionalistas!
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