Luis Suárez (miembro de La Comuna)
¿Vuelve
el franquismo?/¿Los presos catalanes son presos políticos o sólo vulgares
políticos presos?/¿Es concebible hablar de represión política en una
democracia?/¿Tienen derecho a la solidaridad unos presos que ni siquiera han
sido salvajemente torturados?
Entre
los efectos colaterales de la crisis
catalana han proliferado como setas, en medios y redes, dilemas como los
anteriores, expandiendo así el campo de batalla también al terreno ideológico y
poniendo a prueba nuestras convicciones democráticas.
¿Régimen
franquista o métodos franquistas?
Los
defensores del régimen del 78, con sus poderosos medios afines, muestran una
irritabilidad creciente ante cualquier mención al franquismo. Como mentarles la
bicha, vamos. Sin matizar, en general, entre dos muy distintas formas de
hacerlo: una es atribuir al actual régimen una naturaleza franquista o
neofranquista; y otra, afirmar que asistimos a un crescendo de provocaciones
del estado propias del franquismo.
Decir
que la situación actual, en general, está dando lugar a un nuevo franquismo es
simplemente un disparate en términos históricos y políticos. Ni la realidad
social y económica, ni el contexto internacional, ni la cultura y conciencia
políticas, permitirían en modo alguno, a corto plazo y sin una previa hecatombe
colectiva, un nuevo franquismo.
En
cambio, no tiene nada de extraño que, ante determinadas formas de represión
política o ideológica, de involución jurídica, de arbitrariedades judiciales, y
en general de crecientes ataques a las libertades, brote en el imaginario
social el fantasma del franquismo.
Hay
una primera y simple razón cultural: el franquismo está en nuestra memoria
colectiva como una herida abierta y sensible, al igual que lo está en Europa la
herida del nazismo y el fascismo. Es pura conciencia histórica, pedagógica y
preventiva. Terapia y profilaxis.
¿O
es que estamos los europeos ya inmunizados de tentaciones fascistas y, por lo
tanto, invocar esos sistemas políticos no es sino demagogia? Pues no lo parece,
desgraciadamente: si lo estuviéramos no asistiríamos a un general florecer de
pestilentes focos neo-nazis, xenófobos, antisemitas, negacionistas, etc., a lo
largo y ancho del territorio europeo.
En
nuestro caso esa herida sangra y supura más aún, pues a falta de la
imprescindible catarsis política que la transición evitó, el franquismo salió
indemne e impune del colapso de la dictadura; sus epígonos siguieron señoreando
el aparato de estado; sus crímenes nunca fueron investigados ni juzgados; sus
víctimas nunca fueron reconocidas ni reparadas.
Un
déficit democrático persistente que, por cierto, comporta un especial lastre de
ilegitimidad del actual régimen en las nacionalidades históricas, especialmente
Catalunya y Euskadi, donde el franquismo supuso una involución y humillación
adicionales sobre la identidad colectiva y derechos nacionales. Dicho de otra
forma: el vocablo franquismo, como sinónimo de terror y arbitrariedad, tiene
resonancias amplificadas en aquellos territorios.
Hablar
de pervivencias franquistas, con el Valle de los Caídos tal como lo erigió el
dictador a su mayor gloria, y con miles de asesinados en cunetas anónimas, no
es desgraciadamente un anacronismo. Bien lo corrobora también la impunidad con
la que los neofranquistas campan por sus respetos haciendo apología de sus
crímenes desde entidades subvencionadas con fondos públicos. Al igual que la
reiterada oposición de la judicatura a juzgar los crímenes del franquismo, a
pesar de las reclamaciones en este sentido de las víctimas y los organismos
internacionales de derechos humanos.
¿Políticos
presos o presos políticos?
¿Qué
es un preso político o preso de conciencia? Para entendernos, alguien
encarcelado por sus ideas o por su mera pertenencia a un determinado grupo
social, identitario o étnico.
¿Puede
haber presos políticos en un régimen nominalmente democrático? Salta a la vista
que la respuesta es sí, pues las democracias son, por definición, imperfectas,
y al igual que pueden padecer corrupción, fraude electoral, discriminación de
género o étnica, y otras muchas taras antidemocráticas, también sufren
violaciones de derechos humanos que incluyen la persecución política, racial,
cultural, social o de género.
No
hay más que ver, para constatar esa aparente paradoja, el trato que se infringe
en Europa a migrantes o solicitantes de asilo; y, más allá, pensar en algunas
democracias formales como Israel y su política respecto al pueblo palestino,
Turquía y los kurdos, Marruecos y los saharauis, o numerosos países americanos
con sus poblaciones originarias. Todo ello para hacer el relato breve, claro,
porque habría muchos otros ejemplos.
Por
otra parte, en esto de la persecución de delitos se da mucho la mixtura y la
fórmula creativa, un poco como en la cocina posmoderna. Me explico: leyes
suficientemente ambiguas, interpretadas interesadamente, permiten al estado
perseguir a personas formalmente por infringir la ley, aunque realmente por sus
ideas. Sucede aquí con la legislación relativa al terrorismo o a su apología, y
la conversión de una trifulca de bar en terrorismo, o un chiste sobre un
atentado contra un capo franquista de hace 40 años en apología del terrorismo.
Hay,
por lo tanto, presos que parecen comunes pero son políticos, y presos que son al
mismo tiempo comunes y políticos, pues ambas condiciones no son incompatibles.
De hecho, si nos atuviéramos a su acusación oficial los presos políticos no
existirían: ningún gobierno los reconoce como tales.
Todo
lo cual parece una obviedad, sino fuera porque ante el encarcelamiento de los
líderes catalanes, algunos parecen no entenderlo al sostener que: a) los presos
políticos son por definición sólo los de la dictadura; b) si un preso está
acusado de delitos concretos, no puede ser un perseguido político. Falso a) y
falso b).
Se
ha señalado también que ese criterio discriminatorio entre categorías de presos
no deja de ser bastante selectivo: muchos de quienes niegan el pan y la sal a
los presos catalanes por haber promovido una movilización pacífica, apoyan de
manera incondicional a los opositores venezolanos, en calidad de perseguidos
políticos, cuando en muchos casos están acusados de acciones violentas de todo
tipo, incluyendo asesinatos.
Una
persecución muy politizada
Los
políticos catalanes presos han desafiado efectivamente la legislación vigente,
y esta es la acusación formal por la que están encarcelados. Pero eso no impide
que su persecución tenga, además, claras connotaciones ideológicas y políticas.
Salta a la vista repasando los antecedentes y circunstancias del caso: por una
parte, la legislación que han vulnerado, asentada en la constitución del 78, es
a todas luces obsoleta y, en algunos aspectos, antidemocrática; y una buena
parte del pueblo catalán lleva muchos años reclamando en vano su revisión.
Los
políticos encarcelados han defendido sistemáticamente, durante años, esas
mismas opciones soberanistas e independentistas, perfectamente legítimas; su
procesamiento se inscribe en la respuesta política del estado frente a esas
opciones y a la masiva movilización ciudadana: la fiscalía general y la
Audiencia Nacional no son precisamente neutrales o apolíticas, sino que vienen
demostrando una sistemática docilidad progubernamental.
Los
desorbitados cargos presentados, la inmediatez de su procesamiento y orden de
detención, las escasas oportunidades de recurso, y la negación del derecho
fundamental a la libertad provisional, expresan un ensañamiento de los órganos
jurisdiccionales que sólo se explica por motivaciones políticas.
La
represión del soberanismo catalán no es un fenómeno aislado: debe situarse en
la perspectiva de la creciente conculcación por el estado de la libertad de
expresión y su empeño por criminalizar la protesta o la disidencia en
cualquiera de sus formas.
En
suma, son presos cuyo encarcelamiento tiene tintes políticos, más allá de los
cargos penales de los que están acusados; y en ese sentido deben considerarse
presos políticos, o, si se prefiere, presos también políticos.
Para
cargarse de razón, algunos medios contrarios a reconocer la condición de
políticos de estos perseguidos han tenido la infeliz ocurrencia de echar mano
de la autoridad de algunos veteranos represaliados del franquismo.
El
insólito tribunal de los presos políticos de verdad
Hemos
presenciado así un triste espectáculo: medios que sólo se acuerdan de las
víctimas del franquismo para utilizarlas espuriamente; y víctimas que se
prestan a esa manipulación exhibiendo su historial militante y de represaliado.
Triste
y al mismo tiempo absurdo: ¿Por qué habrían de ser los ex-presos políticos de
la dictadura los más indicados para dictaminar si los actuales presos son o no
políticos? Ni la situación actual es la del tardofranquismo, ni el concepto
actual de preso político puede ser igual al de entonces, ni los ex-presos políticos
son necesariamente expertos en derechos humanos. A modo de analogía valga
pensar que las formas de corrupción política actuales, siendo muy distintas a
las que se daban en el franquismo y su capitalismo primitivo de amiguetes, no
dejan por ello de ser también corrupción.
Las
formas actuales de persecución política tienen necesariamente que ser
diferentes a las de la dictadura, y de la misma forma que algunos de los
represaliados del franquismo han exigido en estos días no banalizar la
represión franquista, hay que exigir que no se banalice la represión política
actual comparándola, para minusvalorarla, con la del franquismo.
Pues
al igual que sucede con la corrupción, cualquier cantidad de represión política
es ya demasiada.
Una
izquierda dogmática y cómplice
Este
no es en cualquier caso un debate inocente o intranscendente: considerar
política la represión ejercida contra la dirigencia independentista y sus
legítimas aspiraciones, nos obliga a la solidaridad a quienes nos consideramos
demócratas y defensores de derechos y libertades, al margen de la coincidencia
o no con su ideología y propuestas.
Inversamente,
quienes desde la izquierda rechazan su naturaleza política con argumentos como:
son nacionalistas, ergo no de izquierdas; son delincuentes, por lo tanto no
perseguidos políticos, lo hacen como coartada para negarle su solidaridad y
no exigir su puesta en libertad.
Mientras
que esta postura no puede sorprender en el caso del PSOE, que apoya servilmente
la ofensiva antidemocrática del gobierno en Catalunya, la postura de los
ex-presos y representantes de otra supuesta, y minoritaria, izquierda, expresa
una lamentable combinación de sectarismo y dogmatismo político, por una parte,
y de complicidad represora por otra, muy funcionales para la derecha
españolista.
La
mayoría de las víctimas del franquismo no somos sectarias
Debe
quedar claro que hay otros veteranos y veteranas víctimas del franquismo, la
mayoría, que sí consideramos a los encarcelados presos políticos, y así lo
hemos hecho saber por ejemplo desde nuestra asociación, La Comuna, a través de
un comunicado que lamentablemente no ha tenido ni de lejos la repercusión de
las opiniones contrarias.
Todas
las víctimas catalanas de la ofensiva estatal, perseguidas por defender
opciones democráticas y legítimas, coincidan o no con el ordenamiento
constitucional, cuentan con nuestra decidida solidaridad, por encima de las
posiciones políticas particulares de cada cual.
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ResponderEliminarESTE TRIBUNAL SUPREMO NO ES MI TRIBUNAL
Escuchar a la acusación encarnada por un hombre de VOX, da mucha lástima un país como este que "olvida" la memoria de los aparatos represivos de la dictadura y la actividad de sus clases empresariales y finacieras al tiempo que niega la MEMORIA de sus todas sus víctimas.
De Vigo, "el bien peinao" portavoz del Gobierno, completa el panorama de la falsificación y el uso permanente de doble lenguaje-neolengua sobre el atropello cometido contra Catalunya en la persona de sus consellers, ciudadanos y portavoces de ANC y Omnium y sigue afirmando que en este "estado de derecho" la separación de poderes es evidente.
Espero las próximas elecciones con la añoranza de que los farsantes que encarnan el triparto constitucionalista (PP-PSOE-Cs), sean barridos de las instituciones del Parlament.
Y que pena! tanto revuelo por una performance que alude al castigo popular a Mussolini (los muñecos colgados boca abajo)...mientras se aplaude una política gubernamental que formaliza todas las dimensiones del TERRORISMO DE ESTADO...todas y en toda regla.
21 diciembre.
ResponderEliminarCon la CUP- ¡PRINCIPADO REPUBLICANO!
Con ERC - ¡Moler a VOTOS a quienes nos molieron a PALOS!
¡hay que sacar del PARLAMENT a los "constitucionalistas!