Amador F Savater
Pensar es
aprender de nuevo a ver y a dirigir la atención" (Albert Camus)
Se
siente lejana la filosofía. Como algo que incumbe a otros: los
"especialistas" que la escriben y la disfrutan. Que se hace en
lugares separados de la vida cotidiana: facultades, academia. Que se enseña con
largas peroratas y se aprende memorizando muchas citas. ¿Podemos piratear la filosofía? Mancharla de las
preguntas que nos pone la vida día a día. Llevarla a otros lugares, habitados.
Reapropiarnos de la capacidad de plantear problemas e inventar respuestas.
Filosofía
contra Historia de la Filosofía
En
el colegio aprendí muy poca filosofía (y tampoco mucha más en la Universidad).
En todo caso, algo de Historia de la Filosofía. Pero no es lo mismo. ¿Qué
quiero decir? Pues que allí no se enseñaban los "procesos de
pensamiento" propios de tal o cual autor (es decir, su manera singular de
plantear un problema e inventar respuestas), sino más bien los
"resultados" o las "conclusiones" a las que había podido
llegar. La filosofía se convertía de ese modo en un especie de archivo o de
armario en el que se distribuían por cajones las distintas ideas filosóficas.
Tal antiguo pensador griego afirmaba que "todo era agua", otro que
"todo era fuego", Platón dividía la realidad en un mundo sensible y
un mundo ideal, etc. Se nos mostraba algo inmóvil e inmovilizado. Y así ni
siquiera nos quedaban ganas de husmear en los cajones.
Menos
mal que siempre hay un "profe distinto". Una voz capaz de desviar de
los caminos trillados a quien la escucha activamente y cambiarle la vida.
En el colegio por ejemplo me acuerdo de Luis, que impartía de otro modo las
clases y nos hacía sentir capaces e inteligentes a los alumnos (sobre todo a
los que sacábamos peores notas y dedicábamos toda nuestra energía a diseñar la
siguiente trastada). Recuerdo que el último día de curso, Luis dedicó la clase
entera a recomendarnos a cada uno de nosotros un libro distinto (de filosofía o
de literatura), aconsejado con delicadeza y mucha gracia (ironía incluso en
algún caso). Me impactó advertir que Luis pensaba en cada uno de nosotros, como alguien
especial y singular, no como parte de una masa distraída a disciplinar y
aleccionar. Por supuesto, ese verano leí aquel libro con avidez, tratando de
descifrar en qué sentido podía contener un "mensaje" para mí.
En
la Universidad me acuerdo sobre todo de Carlos, que conseguía hacer pasar en
sus clases intensidades insospechadas para un aula de filosofía. Lo que hacía
Carlos en el fondo era muy sencillo (y a la vez un auténtico reto): mostrar el
camino de pensamiento de tal o cual filósofo (Platón, Marx, Freud). Es decir,
Carlos no "explicaba" a los autores (clasificando las ideas
filosóficas por cajones), sino que desplegaba sus mismos procesos de pensamiento. Reproducía (ante
nosotros, con nosotros) su razonamiento: cómo dedujo Platón la idea de Idea,
cómo llegó Marx a pensar la plusvalía, etc. Acompañado de ese modo, uno
recorría el mismo sendero de pensamiento abierto o creado por cada autor (no hay camino, se hace camino al
pensar).
Mostrar el proceso, y no sólo los resultados, tenía una eficacia pedagógica
insuperable: aquellos contenidos se me grabaron en la cabeza (porque de alguna
forma era yo quien había recorrido el camino), mientras que he olvidado
felizmente la mayoría de los demás, toda aquella lista de autores e ideas que
se trataba de memorizar para vomitar en el examen final.
Pensar
para no ser pensados
Sin
embargo, a mí no me interesaba realmente aprender filosofía como tal (ni
siquiera cursé esa carrera, simplemente me matriculaba en algunas clases de
libre configuración). Lo que me movía más bien era entender algunas cosas
relacionadas con mi vida y dar mayor consistencia a inquietudes políticas
incipientes. Por tanto, para bien y para mal, mi aprendizaje era muy autodidacta:
algo que pasaba reclamaba tal lectura, un libro llevaba a otro y así todo.
Nunca en soledad, siempre en compañía de amigos y compañeros de colectivos
políticos universitarios, pasándonos libros y referencias, compartiendo
nuestros descubrimientos, volviéndonos nosotros también "autores" en
artesanales fanzines.
A
lo largo de los años, siempre enredado con otros, he seguido insistiendo más o
menos en la misma relación con el pensamiento: precaria y desordenada,
movilizada desde preguntas o pasiones vitales, sin aspiración a
"saber", sino más bien a construir una mirada propia, como parte de
una pelea por
la autonomía.
Hay que pensar si no queremos ser pensados por otros, si no queremos limitarnos
a vivir según las categorías establecidas.
Una
definición clásica de la filosofía (que podemos encontrar en los diálogos
platónicos) dice así: es el
diálogo de uno consigo mismo. Lo podemos traducir y entender del
modo siguiente: pensar es el esfuerzo por recuperar y mantener una relación de intimidad con nosotros mismos.
Es decir, por plantear nuestros propios problemas e inventar nuestras propias
respuestas (que no "soluciones"). No delegar el relato sobre lo que
somos. Pero parece preciso añadir algo a la definición clásica: no se trata de
una conversación solitaria, algún tipo de monólogo o soliloquio, sino que se
desarrolla con otros, en compañía de otros, a través de otros, tomando
("robando") las palabras de otros para construir las nuestras.
Llegamos
así a la "filosofía pirata", que es el nombre que le vamos a dar aquí
a esta otra relación con el pensamiento de que venimos hablando. Aunque sería
mejor hablar de "piratear la filosofía", porque se trata de una
acción, de una práctica y no de una doctrina (ni siquiera pirata). Le decimos
"pirata" porque agarramos la filosofía desde algo no filosófico. La abordamos más
bien, es un abordaje. Ese "algo" puede ser una pregunta, un problema,
un choque con la realidad, una pasión... Es algo que nos afecta vitalmente en
todo caso y nos empuja a pensar.
Cuatro
calas para el abordaje
Planteo
ahora cuatro calas (ensayos, tanteos) para pensar este abordaje pirata de la
filosofía:
—
La filosofía digamos oficial (no pirata) se piensa a sí misma persiguiendo lo
verdadero, contra las ilusiones que nos engañan y dominan (opiniones, dogmas,
mitos, supersticiones, ideologías, etc.). La verdad no tiene que ver contigo o
conmigo, es un "discurso de nadie" nos explicaba precisamente Carlos
en sus clases. "La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero",
decía en ese mismo sentido el Mairena de Machado ("conforme" responde
Agamenón y "no me convence" dice el porquero).
La
filosofía pirata relaja esta preocupación por la Verdad y lo Verdadero (y
relaja también la crítica de esa pretensión, que es lo mismo pero al revés). Se
trata más bien de pensar (desde) ese "algo" que nos pone en
movimiento: situación, problema, pregunta. Construir una mirada sobre el mundo
a partir de ahí. Poner algo en perspectiva. Organizar un punto de vista situado
en un lugar concreto, pero que puede alcanzar muy lejos.
—
Pensar, según la filosofía pirata, tiene que ver con activar la imaginación sensible (considerada desde
la filosofía oficial como la fuente misma del error y de la ilusión). Piratear
la filosofía es relacionarnos con los afectos disimulados en los textos,
despertar sus deseos dormidos. Es interferir el discurso (cualquier pedazo de
discurso) con nuestras experiencias: colocar junto a las palabras que leemos o
escuchamos nuestras propias vivencias. Nada de "buena distancia"
pues. Entender no exige nuestra "inmovilización" (transmisión sin
emoción, recepción desafectada, imparcialidad), sino justo lo contrario: el
paso de energía afectiva de un texto a un cuerpo que lee, de un cuerpo que lee
a un texto.
Un
"buen profesor" de filosofía pirata (que puede ser simplemente un
amigo o una amiga) sería quien favorece "buenos encuentros" entre
algo que nos pasa y nos pone en búsqueda, y un pedazo de discurso que nos puede
ayudar. Encuentros amorosos, singulares, respetando los tiempos y los ritmos de
los cuerpos que se atraen (cuerpo de letra, cuerpo físico), no acercamientos
banales, mecánicos o instrumentales. El filósofo pirata es más una
"celestina" que la "partera" que dice Sócrates.
—
Piratear no significa repetir el viaje del otro, sino emprender nuestro viaje a
partir del viaje del otro: abrir una bifurcación o hacer una deriva. En la
filosofía oficial, entender significa repetir sin transformar (y es lo que se
valora con la máxima nota en un examen). Un "buen alumno" tiene pues
algo de robótico: repite lo mismo, reproduce en serie, replica sin alterar. El
texto teórico se plantea así como un modelo a ser imitado. Piratear la
filosofía es, por el contrario, abrir posibilidades inéditas a lo que leemos o
escuchamos. Hacer una variación propia a los autores que trabajamos. No hacer
lo ya hecho, sino re-hacer.
El
investigador no es un autómata que imita, sino un viajero que va abriendo su
propio recorrido, agrega o plantea otros axiomas, experimenta nuevas conexiones
y combinaciones (este pedazo de filosofía y este pedazo de cine y este pedazo
de conversación y...). La filosofía pirata tiene forma de patchwork (muy distinto al copy-paste carnicero): teje con
cuidado distintos jirones, añade nuevos pedazos de realidad a la realidad.
—
Por último, la filosofía pirata se hace entre amigos. ¿Quiénes son aquí los
amigos? Son los afectados por lo mismo (pregunta, problema o pasión), aunque no
sean afectados de la misma manera. La amistad pirata es el vínculo de afecto
entre quienes se necesitan unos a otros para pensar juntos lo que les pasa (y
no pudrirse en soledad o "ser pensados" por los poderes que pretenden
clasificar y dirigir las conductas humanas, los diferentes modos de
conducirse). "Entre amigos" no equivale a "colectivamente":
es más el vínculo tenso y vivo entre lo personal/singular (la afectación de
cada quien) y lo común/compartido (aquello que permite encontrar siempre nuevos
amigos).
Comunidades
de afectados por tal o cual problema, amigos que necesitan pensar (desde) una
diferencia sexual, mental o corporal, etc. Cualquiera de estos grupos de amigos es un barco pirata a la deriva, a la
búsqueda de galeones españoles que asaltar para liberar el tesoro del
pensamiento y ponerlo al servicio de la vida.
La
copia infinita
Cuando
uno se hace pirata de la filosofía descubre casi inmediatamente que hay y ha
habido otros muchos "hermanos de la costa", que la filosofía está
llena de ellos, que algunos nombres de los que pasan por autores oficiales
fueron piratas en su día (y pueden ser de nuevo perfectamente pirateados). Y se
pregunta: ¿no serán precisamente esos piratas los "salvadores" de la
filosofía, es decir, quienes la mantienen viva?
Busquemos
ahora la analogía con los piratas contemporáneos. ¿Qué es lo que estos hacen?
Multiplicar las cosas, como en el milagro de los panes y los peces. Multiplican
los programas informáticos, los CD's y los polos Lacoste. Ya Platón advertía
por esto mismo contra los sofistas: "Cuidado, eso no es filosofía. Lo
parece pero no lo es". El peligro de los piratas es la calidad de los
simulacros que producen (las artes retóricas de los sofistas, en este caso). Me
imagino a los dueños de Lacoste hablando un poco en los mismos términos:
"Cuidado, ese polo que se vende por la calle no es Lacoste. Lo parece pero
no lo es". Es un simulacro, muy parecido (incluso puede ser que lo hayan
hecho las mismas manos y en el mismo taller), pero falso. No está bien firmado,
no se vende donde debiera, etc.
En
el "pirateo" hay un efecto de circulación, multiplicación, democratización,
accesibilidad, devaluación de los códigos propietarios y el copyright (el nombre-marca del autor, el valor
único del original). Y esta copia infinita –que no es copia, sino variación– es
en realidad la "salvación" de la filosofía. Porque pone un lujo –la
posibilidad de pensar lo que nos pasa en lugar de vivir simplemente según el
pensamiento de otros– al alcance de cualquiera.
* Este artículo
parte de las notas leídas en el encuentro organizado por la asociación
"Escuela y Autogestión" y realizado en la librería Muga de Vallecas
el lunes 20 de febrero de 2017. Se nutre del diálogo posterior con tantos
amigos y amigas filibusteras que estuvieron allí: Paco, Marinete, Marta, Irene,
Acacio, Soledad, Juan, Frauke, Jun, Jaime...
** El autor más
pirateado para este texto es Jean-François Lyotard, en especial la última parte
("Economía de este escrito") de su libro Economía
libidinal.
*** Durante
tres años, entre varios amigos (Marga, Raquel, Eva, Óscar y yo), hicimos Una Línea sobre el Mar, un
programa dedicado a este tipo de filosofía profana y amateur que llamábamos
entonces "filosofía
de garaje".
Autonomía del pensar, que necesaria es para encontrarnos con nuestros iguales y poder practicar la libertad , alejándonos del individualismo y de la soledad.
ResponderEliminarPero cuesta tanto reflexionar y no ser pensado por otros. Se muestra tan distante algunas veces la filosofía pirata como el horizonte del mar observado desde las arenas finas del pensamiento
Necesario artículo, la verdad. Tanto como el amor y la amistad.
Cabaña
Sí, es cierto, un tipo que aún intento conocer venía a decir:"El pensamiento reflexivo es encontrarse a menudo con el camino que otros ya han transitado, si bien es en tal análisis propio donde reside el incesante descubrimiento de lo distinto; por ello, nada ni nadie puede esperar a tener un conocimiento completo para crear ese pensamiento singular".
ResponderEliminarEse fulano, seguro que ya no puede volver a afirmar lo que dijo porque también sé que sabía que el pensamiento es irrepetible; la doctrina no, pero la reflexión sólo perdura simbolizada en la convencionalidad de la palabra como secuela de sí misma. ¿Vale para esto aquello de que "no se puede sumergir uno dos veces en el mismo río"?
Se me ocurre apuntar también que sólo cuando el pensamiento se subasta se puede piratear.
"me dicen el Rhones"
¡Eeeh!..., ¿hay alguien ahí?
Eliminar"me dicen el Rhones"
M quedo con la frase "Piratear no significa repetir el viaje del otro, sino emprender nuestro viaje a partir del viaje del otro", que asumo en mi mente como una especie de "conversación" de pensamientos, donde los unos a los otros nos empujamos e inspiramos.
ResponderEliminarPara mí, pensar es también escuchar y recapacitar sobre lo que otros dicen. Muchas veces si uno se encierra en sí mismo acaba pensándose poseedor de la verdad :)
Magda
Amador...¿dices algo a los afines que te comentan?
ResponderEliminarNo seas perezoso, coñe!
Jeje, hola Acacio y otr@s afines!
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Estoy muy de acuerdo con lo que decís:
-sobre la dificultad de pensar para no ser pensados. El capitalismo (y en general toda dominación) se basa en buena medida en esta dificultad: preferimos descansar en los sentidos establecidos que arriesgarnos a inventar otros.
-sobre la distinción entre reflexión (singular, autónoma) y doctrina (repetitiva, heterónoma). En las doctrinas puede uno bañarse una y mil veces (son siempre-iguales). Pero no en las reflexiones, siempre distinta y nuevas.
-sobre la necesidad de inspirarnos en otros para encontrarnos a nosotros mismos. Nuestra verdad resuena con otros, en conversaciones. Resplandece (y nosotros mismos la advertimos muchas veces) al ser compartida.
Un abrazo grande, herman@s de la costa!
Amador