Carta al nuevo Gobierno.
Que Billy el Niño sea juzgado
Rosa García (Miembro de
La Comuna)
Estimadas señoras y estimados señores del nuevo Gobierno
del PSOE:
Me
dirijo a ustedes en calidad de militante antifranquista, perteneciente al grupo
de personas que resistieron durante la larga dictadura franquista (y el
postfranquismo) y que se opusieron a la opresión y lucharon con todos los
medios que tuvieron a su alcance para conseguir la vuelta de la libertad y la
democracia a nuestro país.
Soy
una de los muchos represaliados, detenida y torturada en la Dirección General
de Seguridad por Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño (y otros infames
torturadores);
encarcelada y condenada, por el juez Gómez Chaparro, del abyecto
Tribunal de Orden Público, en 1976. Sufrí la doble represión reservada a las
mujeres: además de los golpes, los insultos machistas, las humillaciones y
amenazas de violación, los paseos nocturnos en coche. Lo normal para
estos depredadores bien pagados y bien mantenidos.
Sabía
a lo que me arriesgaba, por supuesto. La dictadura había llegado asesinando, se
había mantenido asesinando y se despediría asesinando. Después de la muerte del
dictador salí de la cárcel y fui indultada. La lucha seguía porque la
transición “pacífica” solo lo fue para los mismos poderosos del franquismo,
reconvertidos en “demócratas de toda la vida”; para el pueblo y para los
irredentos no hubo un solo día de paz, como no lo había habido durante la
dictadura. Los casi 200 asesinados entre 1975 y 1983 por las fuerzas de
seguridad del Estado y sus afines dan fe de esto.
La
transición no nos dio respiro, la lucha fue continua y continuada y lo sigue
siendo. Dejamos de lado nuestra memoria para hacer frente a los continuos
zarpazos del poder que no tenía (ni tiene) intención de ceder un palmo de sus
privilegios y necesitaba “pasar página” mucho más que nosotros. Los
torturadores fueron compensados por Martín Villa con medallas, premios y
ascensos. Los esbirros no torturan gratis, siempre exigen recompensa. Y la Ley
de Amnistía de 1977 les permitió dar carpetazo a la posibilidad de que tuvieran
que rendir cuentas de sus crímenes. A cambio de la libertad de los presos
políticos que aún quedaban en las cárceles, se pagó un alto precio,
escamoteando el derecho a la verdad, justicia y reparación de todos los que se
opusieron a la dictadura.
La
llegada del PSOE al poder en 1982, apenas cinco años después de la muerte de
Franco, llenó de esperanza a mucha gente. Poco dura la alegría en la casa del
pobre. El suflé se vino abajo muy pronto, con la represión de las luchas
sociales, obreras y estudiantiles, con las reformas laborales que implantaron
los contratos temporales y la precariedad, con la corrupción de la beautiful
people. Llegó el hastío de la gente y con él las huelgas generales, como la
del 14 de diciembre de 1988, que fue un éxito. Y se mantuvo el olvido sobre los
crímenes del franquismo.
La
generación de los que hicieron frente al fascismo, de los que sufrieron
torturas y prisión, de los que conocieron los bombardeos, los asesinatos y los
fusilamientos, de los que fueron esquilmados por falangistas, fue
desapareciendo, al igual que sus torturadores, ladrones, delatores y asesinos.
Y siguieron ocultos los cadáveres en las cunetas, los informes en los archivos,
las sentencias en firme, la pena y el dolor en el corazón de los que lo
sufrieron.
Una
tímida ley de compensación económica intentó paliar este desastre y dar
carpetazo al asunto. Se equivocaron, como siempre. Confundieron las
motivaciones de los torturadores con las de los torturados; de los asesinos con
las de los asesinados; de los fascistas con las de los revolucionarios. Y la
lucha por la verdad, justicia y reparación siguió.
El
presidente Rodríguez Zapatero entendió que había que dar respuesta a este
agravio infame y aprobó la Ley de Memoria Histórica que casi once años después
no ha conseguido sacar a los cadáveres de las cunetas, borrar todos los
símbolos fascistas, juzgar a los torturadores y asesinos, eliminar las
sentencias de los tribunales franquistas, en definitiva, hacer realidad lo que
se proponía en su artículo 1:
“La
presente Ley tiene por objeto reconocer y ampliar derechos a favor de quienes
padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, o de
creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura, promover su
reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar, y adoptar
medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre los
ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre
las diversas generaciones de españoles en torno a los principios, valores y
libertades constitucionales”.
Los
últimos años de gobierno del PP han supuesto un tremendo retroceso en todos los
aspectos de los derechos humanos y, cómo no, también en lo que a memoria
histórica se refiere. Los insultos y el desprecio a las víctimas, la supresión
de recursos económicos, las órdenes de la fiscalía general para frenar
cualquier reclamación, recuerdan la soberbia de los “ganadores” de la guerra
civil y su IMPUNIDAD. Sí, su impunidad, ahí radica su poder.
Doy
por sentando que la impunidad les favorece a los herederos del franquismo, pero
me cuesta aceptar que su partido, el PSOE, les haga el juego. Solo recordarle
las dos últimas oportunidades en las que ustedes nos han fallado:
Una
de ellas cuando su partido, junto con PP y Cs, votó en contra de la propuesta
de reforma de la Ley de Amnistía, presentada por Unidos Podemos, ERC, PNV y
Grupo Mixto, e impulsada por CEAQUA (Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella
Argentina), para que se hiciera posible juzgar los crímenes del franquismo. Un
duro golpe para mí y para tantos, se lo aseguro.
El
más reciente cuando Pablo Iglesias exigió en el Congreso al exministro de
Interior, Zoido, que retirara la medalla al torturador Billy el Niño. Yo estaba
presente en la tribuna, junto a otros torturados por este indigno, y su grupo
parlamentario se mantuvo indiferente, ni siquiera aplaudió, como si no fuera
con ustedes, como si no quedaran miles y miles de militantes del PSOE en las
cunetas. Me llenó de rabia, se lo aseguro.
No
menciono la estúpida actitud de Albert Rivera, ese falangista reciclado, ese
mercenario político, ese Zaplana decolorado, burlándose de las lágrimas de
Pablo Iglesias. No merece ni el agua que gastaron en bautizarle.
Hace
un año, miembros de La Comuna de los presxs y represaliadxs del franquismo me
plantearon la posibilidad de iniciar una querella contra Antonio González
Pacheco, Billy el Niño. La Comuna lleva años peleando por conseguir la Verdad,
Justicia y Reparación para los represaliados y perseguidos por la dictadura
franquista. Es una de las organizaciones promotoras de la Querella Argentina
contra los crímenes del franquismo y forma parte de CEAQUA.
Apenas
había comentado mi paso por la DGS con nadie y el recuerdo de lo que había
pasado lo tenía a buen recaudo, guardado en un rincón de la memoria, donde no
molestara. El silencio sobre lo pasado era habitual entre los militantes porque
es un bálsamo reparador, desde luego; y sirve para desactivar la onda expansiva
del terror. Tiene una poderosa razón de ser. Pero también es el motor del
olvido y ese es el problema. El olvido es un cáncer para la historia. Hay que
recordar para conocer y conocer para recordar.
Así
que me decidí a poner la querella, pasando por el duro trance de recordar
momentos, emociones, sufrimientos… Me ayudaron mis abogadas del grupo ALA
(Asociación Libre de Abogadas y Abogados) que generosamente nos defienden y las
psicólogas de SIRA (red de apoyo terapéutico, jurídico y psicosocial en
contextos de violencia) que valoran y dan forma a nuestro relato. El 1 de marzo
de este año mi querella fue presentada en el Juzgado de Instrucción número 10
de Madrid, a cargo de la juez María Antonia de Torres. Tan sólo tres meses ha
necesitado para decidir que “no procede admitir a trámite la querella” porque
no considera que exista un delito de lesa humanidad ya que, según esta juez, no
existen indicios de que dichas torturas “se cometieran como parte de un ataque
generalizado o sistemático contra la población civil”.
No
soy abogada, pero se me ocurre que la falta de conocimientos históricos de esta
juez (y de los jueces que han optado por la misma excusa planteada por la
Fiscalía General del PP) es de gran envergadura. ¿Qué parte de dictadura no han
entendido? ¿Para qué se organizó y mantuvo una policía política durante todo el
franquismo (y después), cuyo único trabajo consistía en torturar y maltratar a
los detenidos para obtener información? Está demostrado por infinidad de
investigadores e historiadores, además de los que la sufrimos, que la tortura
fue un método sistemático, generalizado y constante, empleado por la policía
contra todo el que se atreviera a luchar contra la dictadura. Sólo falta que la
Justicia de este país se ponga a la altura de la de los países democráticos y
sea capaz de aceptar lo que es una verdad irrefutable.
Pero
yo me siento afortunada porque tuve la suerte de nacer en una familia de
luchadores republicanos y comunistas que sufrieron las embestidas de la bestia
fascista sin rendirse: mi abuelo fue fusilado y desaparecido y mi tío pasó 14
años en las cárceles de la dictadura por defender la República. Tuve la suerte
de vivir en un barrio obrero que siempre luchó para conseguir unas condiciones
de vida dignas. Tuve la suerte de trabajar con gente que exigía sus derechos.
Tuve la suerte de conocer a mujeres valientes que reclamaban sus derechos
pisoteados y también se enfrentaban a lo que les pusieran por delante para
defender el derecho de sus hijos a una escuela, a poder llegar a fin de mes, a
tener agua corriente y alcantarillado en sus casas. Sí, hasta para eso había
que enfrentarse al franquismo. Tuve la suerte de estar en la universidad en los
años más duros del tardofranquismo, con desalojos policiales diarios de la
facultad, con días de lucha, saltos, manifestaciones, asambleas, panfletos,
carteles… Lucha, lucha, lucha. Tuve la suerte de conocer la ira, la rabia, el
orgullo y el deseo de acabar con un franquismo caduco, cruel, atrasado que se
resistía a dejarnos respirar.
Sí,
tuve mucha suerte porque aprendí a luchar con tantas y tantos revolucionarios a
mi alrededor.
Me
gustaría seguir siendo afortunada y poder ver a los torturadores en el
banquillo, en especial a Billy el Niño. Me gustaría que se le retirase la medalla
al “mérito” policial, a él y a los demás esbirros. Me gustaría que las
magníficas y valientes personas que lucharon y dieron su vida por la libertad,
la justicia y la democracia reciban su merecido reconocimiento.
Me
gustaría, en fin, poder confiar en que su Gobierno no va a condenarnos otra vez
al olvido.
Yo he dado el paso, ahora espero el
suyo.
Un saludo revolucionario.
A los pocos días de haber leído la carta de Rosa, me entero que el torturador de Billy el niño, tiene cuatro medallas, lo que le supone un 50% más de jubilación y todo ello, por el macabro instinto de "joder la juventud y la vida" a un montón de luchador@s antifranquistas.
ResponderEliminarJuzgarle, por genocida y asesino, quitarle el 50% de la jubilación, pues es inaceptable que much@s trabajaor@s se han deslomado currando toda su vida, para que luego tengan una jubilación de miseria.
Tanto billy el niño como sus secuaces se pueden meter las medallas por donde les quepan, pero que les quiten la pasta que suponga en las pensiones.