domingo, 30 de octubre de 2016

SOBRE EL FUTURO DE SIRIA. Manuel Corbera Millán



Miembro de LIBRES (Asamblea Cántabra por las Libertades y contra la Represión) y de Pasaje Seguro Cantabria.

Después de la breve tregua de medidos de septiembre, la guerra ha continuado e incluso parece haberse recrudecido en algunos frentes como el de Alepo. Sólo parece haber servido –como suele suceder- para proporcionar impulso a quienes persisten en mantener este sinsentido, incomprensible a los ojos de la inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas  europeos. Con la información de que disponemos nadie –en caso de que a alguien le interesase pensar en ello- puede ser capaz de establecer una valoración propia, no mediatizada por la pobre, superficial y manipulada información  de los principales medios de comunicación. Las siguientes líneas son el resultado de una lectura atenta de numerosas noticias sobre el conflicto y de las reflexiones a las que me han movido. Con ellas pretendo, simplemente, provocar reflexiones en quien las lea.

A lo largo de estos cinco años de guerra los medios de comunicación mayoritarios, más que esforzarse por permitirnos comprender un conflicto de gran complejidad que está generando enormes sufrimientos en la población siria, han contribuido a la confusión, a presentar a todos los actores como equidistantes en la responsabilidad del conflicto. Cierto que cada vez más el Daesh, es decir, el Estado Islámico, aparece como el frente más bárbaro y sanguinario. Sus crímenes filmados en vídeo se instalan en nuestras retinas y nos llevan a aborrecer a sus ejecutores muy por encima del horror que debiera inspirarnos los miles de asesinatos con armas químicas o con barriles-bomba perpetrados por Al Assad. Claro que esos distintos sentimientos, fruto del diferente énfasis con que se nos presentan las cosas, resulta conveniente a algunas partes. El Daesh sabe que presentando públicamente sus horribles crímenes, provocan una reacción de miedo en todos los que consideran infieles, y particularmente en la ciudadanía occidental que, por otra parte, conoce de cerca las atrocidades de que son capaces. Y, curiosamente, ello resulta también útil a los poderes occidentales en tanto que les permite fortalecer la construcción de ese nuevo “otro” anunciado por Huntington en la teoría que formuló en los años noventa de “choque de civilizaciones”, muy presente sobre todo en EE.UU. El “otro” es el Islam, los musulmanes radicales, y por extensión  todos los musulmanes, también los que viven en el interior de nuestros Estados, también los migrantes y refugiados. Así se va construyendo cuidadosamente un discurso cada vez más xenófobo (islamófobo) que poco a poco va penetrando en la sociedad civil sin que ésta se de cuenta.

Lo que muy pocos medios rebelan es que quien más contribuyó a que el Daesh -que es lo mismo que decir la extrema derecha islamista- se convirtiese en una realidad, fue el propio Bashar Al Assad, el mismo enemigo a quien combaten. Fue el presidente sirio quien desde el principio presentó la guerra como la resistencia contra el yihadismo y quien, a la vez, excarceló a más de 1.500 islamistas radicales de sus prisiones. De ese modo Al Assad eligió a su enemigo en el conflicto, pretendiendo con ello conseguir que Occidente legitimara la represión contra su pueblo, que la aceptase como una lucha contra el terrorismo.

Pocos recuerdan ya, al cabo de 5 años, que el origen de la guerra se encuentra en la rebelión popular que exigía “pan y libertad”. Una rebelión que seguía la senda de las primaveras árabes norteafricanas, que se movilizaba no sólo contra la larga dictadura sino también contra las consecuencias del modelo neoliberal adoptado por el Estado desde que Bashar sucedió a su padre. Contra ella lanzó Al Assad su criminal represión.  Hoy apenas sabemos nada de aquella oposición dispersa en múltiples grupos que acabaron confluyendo en la Coalición Nacional de Fuerzas Revolucionarias y de Oposición, apoyada por el Ejército Libre de Siria formado a partir de muchos oficiales y soldados que desertaron del ejército del régimen. Allí no había yihadistas; era una oposición democrática, reconocida incluso por la propia Unión Europea como legítima representante del pueblo sirio. Sin embargo, cuando se vio atacada, se cansó de pedir ayuda, de pedir armamento antiaéreo para repeler los bombardeos del régimen y sus aliados, Rusia e Irán, sobre sus posiciones y la población civil.  EE.UU y la Unión Europea la tuvieron miedo, más desde luego que a Al Assadd; les parecía demasiado revolucionario su objetivo expresado en el lema: “pan y libertad”.

¿Qué fue de esa oposición? El silencio mediático o la confusión que generan para hacernos creer que la oposición es un totum revolutum dominada por el yihadismo, la han hecho casi desaparecer. Ha dejado de ser "oposición democrática" para denominarse en los medios "oposición moderada", calificativo que nada indica ya de sus objetivos ni de su legitimidad.

Evidentemente la desaparición de esta oposición democrática es ficticia; sólo se encuentra oculta detrás de la tramoya mediática. Ciertamente ha sido duramente reprimida, en ocasiones desde el exterior como en el caso de los kurdos desde la Turquía de Erdogan. Ha sufrido -y sigue sufriendo- muchas bajas y muchas personas que se levantaron pacíficamente contra Al Assad en aquella primavera árabe han engrosado las filas de los refugiados que abarrotan los campos de Turquía, Jordania y Líbano, o que intentan llegar a Europa. Otras muchas, sin en embargo, siguen en el país, a veces desplazadas de sus lugares originarios (se calculan en 6 millones) por haberlo perdido todo. Son casi siempre los más pobres, los que carecían de medios para pagar sus pasajes hacia refugios más seguros. No les queda más remedio que organizarse y resistir. Movimientos de solidaridad con los que más sufren, heroicos, como el de los voluntarios de la Defensa Civil Siria (los ya famosos cascos blancos) que se juegan la vida para ayudar a sus conciudadanos afectados por los bombardeos. Pero también es el caso de comunidades enteras que se auto-organizan para seguir viviendo. En un reciente libro de Robin Yassin-Kassab y Leila Al-Shami titulado Burning Country: Syrians in Revolution and War, se menciona la existencia de más de 400 consejos locales y provinciales que gestionan democráticamente áreas liberadas del régimen y los yihadistas. Son sin duda brotes de esperanza dentro del paisaje de horror, que resisten con todo en su contra.

La tregua que comenzó el lunes 12 de septiembre fue calificada por la mayoría de medios de precaria y poco esperanzadora. ¿Quién podía creer en una tregua precedida (y ya sé que no es una novedad) por bombardeos y ataques del régimen y sus aliados, como si pretendiesen avanzar el trabajo que se interrumpiría durante el alto el fuego? Una tregua que ni siquiera suponía el fin de todas las hostilidades, ya que los bombardeos continuaron contra el Estado Islámico y al Frente de Conquista del Levante (antes Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda) que dominan una parte importante del territorio en el que vive atrapada muchísima población inocente. La propia delimitación de las áreas libres de bombas controladas por la oposición no estaban del todo claras, entre otras cosas porque es evidente que Al Assad y Rusia no distinguen del todo entre "oposición radical" y "oposición moderada".

La coalición occidental rompió la tregua poco antes de que expirase, atacando -según dicen por error- a las tropas gubernamentales sirias en Alepo. Desde entonces Al Assad y sus aliados rusos e iraníes han iniciado un incremento de las operaciones en ese frente que han tomado especial crudeza en las dos últimas semanas. Activistas sobre el terreno, de la confianza de Amnistía Internacional, aseguran que se están empleando bombas incendiarias, bombas racimo (prohibidas internacionalmente) y bombas anti-búnker para atacar a la población civil. Más que un ataque contra el yihadismo -sostienen- parece dirigido a la aniquilación total. Al dictador no le importa el coste en vidas, sobre todo cuando sabe que está eliminando también a sus opositores civiles. Por eso bombardea los hospitales e impide la llegada de ayuda humanitaria. Ganar esa larga batalla podría suponer acercarle a la victoria.

Quizás con ella llegue la paz, quizás EE.UU y sus aliados occidentales consideren ya la guerra agotada y reconozcan a Al Assad. Pero ¿qué clase de paz será? ¿Podrán con ella los seis millones de personas desplazadas en el interior del país y los 4 millones de refugiados externos regresar a sus lugares de origen de forma segura? Está claro que en el Estado que surja tras la guerra habrá un gran negocio de reconstrucción para los Estados aliados -probablemente de ambos lados- y para el propio régimen. Pero para nada están claras en qué condiciones la población civil podría reconstruir sus vidas. Muchas sombras se ciernen sobre el futuro a imaginar. El Estado sirio postbélico será, seguramente, una nueva edición de la dictadura de Al Assad, que convencerá a comunidad internacional deseosa de dejarse convencer de que iniciará reformas, de que perdonará a la oposición moderada, para a los pocos meses olvidarse de las garantías dadas. Su poder absoluto se verá reforzado por la presencia del terrorismo islámico, nunca erradicado y siempre a mano para justificar desmanes contra cualquier tipo de oposición democrática. Un Estado inseguro al que muy posiblemente muchos refugiados temerán volver.

Ojala el futuro sea otro. Por el momento la guerra continúa.

(Santander, 19 de octubre de 2016)


2 comentarios:

  1. https://www.facebook.com/events/350349368662299/
    convocatorias SIRIA NO A LA GUERRA

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  2. https://www.facebook.com/events/350349368662299/
    SIRIA NO A LA GUERRA

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