Referéndum pactado con el Estado o, si no es
posible, referéndum convocado por la Generalitat en base a la legalidad
catalana. Ésta es la principal novedad del debate sobre la cuestión de
confianza al presidente Puigdemont celebrado los días 28 y 29 de setiembre. Con
esta propuesta el presidente consiguió el apoyo de la mayoría del Parlament,
gracias a los 62 votos de su coalición (Junts pel Sí) y los 10 de la CUP. Se
rehacía así la unidad de las fuerzas independentistas, gravemente comprometida
por el veto de la CUP a
los presupuestos y que fue el origen de la cuestión de confianza.
La oferta de pactar un referéndum es válida para
cualquier gobierno que se forme a nivel de Estado y abarca todos los puntos
importantes: la pregunta, la fecha, el quórum necesario, el tiempo que debería
transcurrir antes de un nuevo referéndum y la gestión de los resultados.
Pero esta oferta no paraliza la actividad de la
mayoría independentista, que mantiene el compromiso de la resolución del
Parlament del 9 de noviembre de 2015 de culminar a corto plazo el proceso de
creación de una república catalana independiente. El gobierno español puede
modificar en cualquier momento este proceso si se aviene a negociar un referéndum,
pero no puede detenerlo si se sigue negando a negociar.
El dilema sobre qué tipo de referéndum se va a
realizar tiene un plazo de resolución. Puigdemont ha puesto en marcha el reloj
al anunciar que la votación sobre la independencia se realizaría en la segunda
quincena de setiembre de 2017. Faltan menos de doce meses.
Las razones del referéndum
La propuesta de referéndum sí o sí no estaba en
la hoja de ruta de Junts pel Sí, ni en la resolución del Parlament de noviembre
de 2015, ni siquiera en las
conclusiones de la comisión de estudio del proceso constituyente aprobadas
el pasado mes de julio; en esta últimas se hablaba de un ambiguo “mecanismo
unilateral de ejercicio democrático que servirá para activar la convocatoria de
la Asamblea Constituyente”.
Pero el debate sobre lo que inicialmente se llamó
un Referéndum Unilateral de Independencia (RUI) había ido adquiriendo una
importancia cada vez mayor, especialmente desde que la ANC (Asamblea Nacional
Catalana), la principal organización de masas del movimiento independentista,
aprobó en una consulta interna del mes de julio “exigir a las instituciones
catalanas que convoquen al pueblo de Catalunya a un referéndum para decidir
sobre la independencia”. Y esta reivindicación estuvo en el centro de las
manifestaciones del 11 de setiembre que, por quinto año consecutivo, reunieron
centenares de miles de personas.
La conveniencia de este referéndum puede ser
defendida con buenas razones: particularmente la insuficiente legitimación
democrática para proclamar la independencia que supone el 47,74 % de votos
obtenidos por los partidos independentistas en las elecciones del 27 de
setiembre de 2015; y la necesidad de apoyarse en el gran porcentaje (superior
al 80 %) de ciudadanos de Catalunya que opinan que debe permitirse un
referéndum sobre la independencia. Pero el argumento decisivo que ha convencido
al presidente Puigdemont ha sido la movilización del 11 de setiembre. Una vez
más se ha demostrado que el gobierno no controla al movimiento, sino que éste
es autónomo y tiene capacidad para cambiar la hoja de ruta del gobierno. La
mayoría de los medios de comunicación contrarios a la independencia explican el
cambio argumentando que el gobierno es prisionero de los 10 diputados de la
CUP, sin los cuales no tiene mayoría absoluta; pero en mi opinión, sin las
movilizaciones del 11 de setiembre estos 10 diputados no hubieran sido
suficientes para alterar la hoja de ruta del gobierno.
En realidad el presidente Puigdemont ha debido convencer
a una parte significativa de su propio partido, que se había mostrado
contraria al referéndum, en particular al expresidente Artur Mas, al diputado
Francesc Homs y a algunos miembros de su propio gobierno. El presidente ha
comprendido que para gobernar debe buscar consensos: en primer lugar con el
movimiento de masas independentista; en segundo lugar dentro de su propia
coalición, Junst pel Sí, tanto con ERC (que sube en las encuestas de voto) como
con los independientes; finalmente, aunque le pese, con la CUP, porque no puede
prescindir de sus diputados.
Dificultades para la unidad del soberanismo
El debate de la cuestión de confianza había
suscitado algunas esperanzas de conseguir avances en la unidad del soberanismo.
La base para hacerlos posibles sería precisamente la centralidad otorgada ahora
al referéndum.
Según las encuestas una mayoría muy amplia de la
sociedad catalana (superior al 80 %) está de acuerdo en que debe
permitirse un referéndum sobre la independencia, aunque discrepa en si sólo
puede ser pactado o también puede ser unilateral. Es lo que se acostumbra a
denominar como mayoría soberanista. Dentro de este bloque, la mayoría
(alrededor del 47 %) es partidaria de la independencia; pero estos
independentistas no son exclusivamente los votantes de Junts pel Sí y la CUP,
sino que, según la última encuesta del CEO, incluyen un 30,5 % de los
votantes de Catalunya Sí Que Es Pot, la coalición catalana de la que forma
parte Podem.
El hecho de que Puigdemont pusiera el referéndum
en el centro del debate parecía aumentar las posibilidades de alcanzar algún
acuerdo. Especialmente porque ya está claro que no hay posibilidad a corto
plazo de un gobierno español progresista dispuesto a pactar un referéndum. El
hecho que este año representantes de Podem, En Comú Podem y Barcelona en Comú
hayan asistido y llamado a asistir a las manifestaciones del 11 de setiembre
parecía un buen augurio. Pero finalmente no ha sido así y Catalunya Sí Que Es
Pot ha votado en bloque contra la cuestión de confianza, igual que lo hizo el
mes de julio contra las conclusiones de la comisión de estudio del proceso constituyente.
Esto no significa que no haya debate y puntos de
vista plurales en el mundo de los comunes. Pero se trata de un mundo no
homogéneo y con varias expresiones: Barcelona en Comú es la confluencia que
ganó las elecciones municipales y gobierna la ciudad con un acuerdo con el PSC;
Catalunya Sí que Es Pot es una coalición con 11 diputados en el parlamento
catalán que ha defendido un referéndum sólo si es pactado; En Comú Podem es una
coalición con 12 diputados en el parlamento español que fue la más votada en
Catalunya haciendo una fuerte defensa del referéndum. Personas significativas
de todas estas organizaciones han hecho públicos puntos de vista diversos, con
una horquilla de opiniones muy amplias, desde Joan Coscubiela, que anunció que
no acudiría a las manifestaciones del 11 de setiembre, a Jaume Asens que admite
la posibilidad de un referéndum no pactado en una entrevista que reprodujo
esta revista.
Los días 5 y 6 de octubre tendrá lugar el debate
sobre política general en el parlamento catalán y quizá sea la ocasión para
lograr algún acuerdo. Se habla, por ejemplo, de que Junts pel Sí podría apoyar
dos resoluciones sobre el referéndum: una con la CUP y otra con Catalunya Sí
Que Es Pot en la que no se dijera explícitamente que el referéndum solo puede
ser pactado con el Estado español.
El debate de los presupuestos y la presión
sobre la CUP
La cuestión de confianza de Puigdemont se originó
porque la CUP presentó una enmienda a la totalidad de los presupuestos de 2016
y éstos no se llegaron a discutir en el pleno. Por eso le presidente fue muy
duro en su discurso: “o se aprueban los presupuestos... o haré uso de mis
facultades para convocar elecciones. Por tanto aconsejo a quien tenga intención
de no aprobar los presupuestos que nos ahorre tiempo e incertidumbre y que
mañana no me otorgue la confianza que reclamo”.
Pero todo parece indicar que no se repetirá el
trágala de la vez anterior, que se negociará con la CUP y que no enviaran las
cuentas al parlamento hasta que no haya garantías de que se debatirán en el
pleno y que será allí donde la CUP presentará sus enmiendas. En este debate se
pondrán de manifiesto las diferencias de política económica y social entre
Junts pel Sí, por un lado, y la CUP y Catalunya Sí Que Es Pot por otro. Para
conocerlas tendremos que esperar al mes de noviembre.
Algo sobre perspectivas en Catalunya y España
Lo más probable es que en los próximos meses nos
encaminemos hacia profundización del conflicto entre el movimiento
independentista catalán y el Estado español.
Por un lado parece muy improbable un cambio de
actitud hacia el derecho a decidir y un referéndum sobre la independencia en
Catalunya de cualquiera de los partidos que se opone frontalmente a ello: PP,
C’s y PSOE. Por otro lado también parece muy improbable una desmoralización del
movimiento independentista, ya sea por desunión interna, ya sea por represión o
por una combinación de ambas.
En estas condiciones, si el movimiento
independentista no quiere claudicar, no le queda más salida que profundizar en
la vía de la desobediencia civil al Estado o, lo que es lo mismo, de la
obediencia exclusiva a las instituciones catalanas, como ya hizo en la consulta
del 9 de noviembre de 2014, en la resolución del Parlament del 9 de noviembre
de 2015 y en la aprobación de las conclusiones de la comisión de estudio del
proceso constituyente el pasado 19 de julio. Y como el gobierno no quiere
rectificar, va a optar por la represión de la desobediencia, como ya ha
empezado a hacer: en relación a la consulta del 9N, impulsando el procesamiento
de Artur Mas, Joana Ortega, Irene Rigau y Francesc Homs; y el envío de
requerimientos de la Audiencia Nacional a casi trescientos ayuntamientos;
también ha reclamado al Tribunal Constitucional que abra la vía penal contra la
presidenta del Parlament, Carme Forcadell.
Si, como parece probable, la crisis aumenta de
intensidad no va a afectar sólo a Catalunya, sino a toda la sociedad española,
porque no va a ser posible mirar hacia otro lado cuando la represión pase de
ser una amenaza para convertirse en una realidad. Va ser una represión contra
demandas democráticas y contra desobediencias pacíficas, una represión que sería
perfectamente evitable sin cometer “ilegalidades” (como opinan
numerosos juristas en relación al referéndum), simplemente con la voluntad
de profundizar la raquítica democracia que nos dejó la Transición. Porque
aceptar el derecho a decidir y resolver cuestiones importantes por medio de
referéndums no es sólo adecuado para resolver la relación entre Catalunya y
España, sino para muchas otras cuestiones: cómo afrontar la deuda sin recurrir
a la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución, cómo asegurar el
derecho a la vivienda o soluciones alternativas a los recortes en sanidad y
educación, etc. Lo que el conflicto catalán ha puesto sobre la mesa es que ha
llegado la hora de más y mejor democracia, de dejar de utilizar la Constitución
como un blindaje contra la participación de la gente en cuestiones decisivas,
de acabar con modificaciones antidemocráticas decididas por unos pocos y abrir
la vía a la participación popular en un proceso constituyente.
La resolución del conflicto entre Catalunya y el
Estado español y la profundización de la democracia estarán íntimamente
ligadas. Y todo va a depender de la reacción de la sociedad civil, de la gente
de Catalunya y de España.
abundando en lo "incorrecto" difundimos este texto propio publicado hace un año.
ResponderEliminarBurgosdijital: Catalunya ¿Monarquía española o República catalana?
burgos-dijital.blogspot.com/2015/11/catalunya-monarquia-espanola-o.html
10 nov. 2015 - El debate celebrado el 9 de noviembre en el Parlament de Catalunya tiene la enorme trascendencia de clausurar un histórico baile de ...
(1)
ResponderEliminarCATALUNYA: MONARQUÍA ESPAÑOLA O REPÚBLICA CATALANA
El debate celebrado el 9 de noviembre (de 2015) en el Parlament de Catalunya tiene la enorme trascendencia de clausurar un histórico baile de máscaras y abrir puertas a lo importante. De modo que lo urgente es poner sordina al histérico trompeteo que identifica “desconexión” y Apocalipsis y hacer caso omiso al carnaval mediático, los titulares escorbúticos y las argumentaciones de camorristas de taberna afectos al régimen del 78, a su Constitución y a la Corona para pasar a organizar apoyos y solidaridades con el proceso independentista abierto.
Hay momentos políticos en que los matices estorban, la conciliación es cortina de humo y es bueno recuperar el denostado “trazo grueso” porque separa el grano de la paja. Este es uno de esos momentos y exige encarar las circunstancias, porque en definitiva, la disyuntiva votada y aprobada es esta: En Catalunya… ¿Monarquía española o República Catalana? Pues claro que sí: ¡República Catalana!
Con la Monarquía Española están los beneficiarios de la transición, es decir los neofranquistas del PP y sus sobrinos de C’s que nunca asumirán la barbarie del alzamiento militar fascista que junto al genocidio, esclavizó económica, política y culturalmente durante 40 años, a la inmensa mayoría en beneficio de su dominio y corruptelas y después, permanentizó -con la transición pactada- otros 40 años más de subdesarrollo de gentes y pueblos, mediante nuevos expolios encubiertos como las recurrentes “crisis”.
Están también los aparatos políticos socialdemócratas, que surgidos de la nada tras su profunda reconversión en la década de los 60 del pasado siglo, se encaramaron a espacios de poder asumiendo el lampedusiano “que todo cambie para que todo siga inalterable”…esa “involución tranquila” de la que han obtenido tantas prebendas y pasarelas aunque ya infectadas de progresivo declive.
En medio quedan los tibios, quienes (¡a buenas horas, mangas verdes!) siguen -o comienzan- difundiendo “el derecho de las naciones sin estado a la autodeterminación”. En Catalunya ya lo han pagado electoralmente a pesar de la alianza “pot” y ahora se quejan del procedimiento empleado por Junts y la CUP por que no cubrieron el protocolo de consultarles. Debieran preguntarse ¿para qué iban a hacerlo, conociendo la respuesta?
Resulta de un cinismo extremo el recurso de los grandes perdedores de las elecciones catalanas (PSC-PP) a recordar “el fracaso de plebiscito” para poner en cuestión en consecuencia, la legitimidad del nuevo poder legislativo catalán. ¡Ahora recuerdan “sus señorías” que la soberanía reside en el pueblo y no “en las mayorías absolutas”!
No lo han tenido nunca en cuenta hasta hoy.
No, cuando pactaron el continuismo franquista con la Ley de Amnistía-punto final y la constitución monárquica y centralista. Tampoco cuando se desmanteló la siderurgia, naval y extractivas… contestadas por grandes movilizaciones sociales (Ah! Señor González).
(2) sigue Catalunya, monarquía española ó...
ResponderEliminarMenos aún consideraron el escaso margen obtenido por los vencedores en el “referéndum” sobre la OTAN que no hizo temblar el pulso a la hora de la plena incorporación a la estrategia de destrucción y el derroche en gastos militares.
Qué decir de la concepción patrimonial de los bienes comunes y los servicios públicos, de la que han hecho gala sucesivos gobiernos de los dos signos (privatizaciones del sector público, participación en guerras de agresión como Irak, Afganistán, contrarreformas laborales sucesivas, endeudamiento especulativo y reforma constitucional al dictado de la troika… rescates a fondo perdido de la banca…).
En todos esos casos, que ilustran el calvario social de la mayoría, esas señorías nunca dudaron de su derecho a disponer de lo que solo debían “administrar”. Su derecho, apuntalado por mayorías absolutas, pactos o coaliciones no ha conocido freno. Pero ahora…se horrorizan ante lo que llaman “ruptura catalana con la democracia española” y piden “Firmeza ante la insurgencia” (como ladra la prensa de centro como el País 10-XI-2015…y avala el desparrame verbal de todos sus hijos putativos mediáticos).
Argumento no menos discutible es el que esgrimen gentes de izquierda señalando la prioridad de graves problemas sociales, laborales…los propios de la explotación capitalista… como para pensar en “particularidades nacionales”.Eso está muy bien y es muy cierto ¡pero no cuela! El nacionalismo español constituye “el machismo político” que se ejerce históricamente sobre las naciones sin estado y como decíamos el pasado 5 de octubre ese nacionalismo español (¡capitalista también claro!) ha ejercido su “violencia de género” históricamente desde la centralización monárquico-compulsiva impuesta por los Reyes Católicos.
Catalunya ya fue Marca Hispánica con Carlomagno, se extendió al mediterráneo de la mano de sus reyes Jaimes…y sus comerciantes (actividad siempre más digna que el expolio del oro de las Américas) y fue cuna no solo de un activo movimiento obrero desde el siglo XIX sino también de ilustres republicanos como Pi y Margall, (presidente de la Primera República en 1873 y organizador del Partido Federal en 1894) y Lluis Companys (President en 1933, condenado a 30 años de cárcel por proclamar en 1934 el Estat Catalá, amnistiado en 1936… de nuevo President de la Generalitat y exiliado, entregado por los nazis a la dictadura de Franco en 1940… para su fusilamiento en Montjuic).
Es decir, entre capitalistas anda parte del juego. Pero los anticapitalismos son más fuertes en Catalunya… ¡debemos jugar!
Pero es que además “la desconexión” territorial es un derecho inalienable (el imperialismo europeo lo ha explotado en su beneficio en las antiguas democracias populares como Checoslovaquia, Yugoslavia… y el cinismo no abrió la boca) y la “desconexión integral” ha sido gran aportación de Samir Amin en cuanto a estrategias de ruptura con las cadenas de dependencia neocolonial que se imponen por mediación de las instituciones financieras internacionales (campaña 1995/FMI-50 Años Bastan). Por tanto, el concepto “desconexión” nos agrada a “los antisistema”, a los anticapitalistas sin apellidos.
La Catalunya “peninsular-ibérica” tiene todo lo necesario para ser un país viable (¿no lo es Holanda, Suiza… incluso Albania?) y su dimensión es muy idónea para que sea más viable que otros macro-conjuntos estatales, aparatosos e “inviables”.
En ese asunto de “viabilidades” sigue viva la idea Samall is Beautiful (Lo pequeño es hermoso) del filósofo-economista del desarrollo Schumacher. Sus propuestas de Tamaño Intermedio (para la administración de lo político) y Tecnología Intermedia (para un desarrollo económico al servicio de las necesidades humanas) establecen puentes con el mejor marxismo libertario.
Con mayor motivo, cuando existe una herramienta anticapitalista en desarrollo como es la CUP y unas organizaciones republicanas en proceso de oxigenación, como las agrupadas en Junts…Lo pequeño es hermoso y además posible.