Concluye Galerías 4 (veinticinco
intervenciones artísticas en 25 celdas de la Antigua Cárcel de Segovia) una
nueva convocatoria anual expuesta desde el 9 de septiembre al 16 de octubre de
este 2016.
No podemos decir que los resultados hayan sido
meramente estetizantes, pero sí que las creaciones seleccionadas son solo
tangentes a la asignatura que nos escamotea
desde 1936 el franquismo y desde 1978 los nuevos grandes partidos del Régimen:
encarar la catástrofe humana, cultural y
material que supusieron cuarenta años de dictadura.
Existe un simbólico común al conjunto del Movimiento
Memorialista, el que se encarna en las demandas de Verdad-Justicia-Reparación,
pero no es fácil encontrarlo en Galerías 4. Y no se encuentra porque no está.
Los antiguos edificios carcelarios
constituyen un patrimonio de doble propiedad. Un patrimonio propiedad de los
represores, que arrebataron durante décadas la vida en libertad a la mayoría
mediante la dictadura, servicios de orden público del franquismo, poderes
judiciales e instituciones penitenciarias, cultura nacional católica y censura,
dominio sobre los cuerpos y terror. Pero existe un derecho patrimonial más
importante, el encarnado por de miles de hombres y mujeres asesinados,
encarcelados, torturados, por defender
los derechos esquilmados, por defender un futuro de Igualdad y Libertad para el
conjunto de la ciudadanía y los pueblos de España.
Los pactos que generaron una transición a la
medida de las necesidades del poder, no han hecho justicia a quienes
combatieron por los derechos de todos y los edificios carcelarios de
entonces lo atestiguan:
Cárceles emblemáticas demolidas en un vano
esfuerzo por enterrar la Memoria, como la de Carabanchel, arrasada por el pacto
Gallardón-Rubalcaba.
Cárceles entregadas en su mejor porción a los
herederos de cuerpos represivos nunca depurados, como la de Palencia, entregada
a la Policía Nacional mediante acuerdo entre Cosidó-Polanco para la instauración
de un fantasmagórico “archivo-museo policial”.
Cárceles “medio tono”, como la Provincial de
Burgos, transformada en centro cívico Clunia pero al menos señalizada desde 2007 por el grupo escultórico
que homenajea la lucha antifranquista de mujeres y hombres, gracias al esfuerzo
del fallecido compañero Gervasio y su
asociación de expresos junto a otros colectivos memorialistas del momento.
Cárceles en el frigorífico, como el actual Archivo Provincial de Ávila, antigua
cárcel de presos políticos cubierta con manto nuevo que impide saber de su
pasado.
Cárceles, cárceles y cárceles…
Y también Cárceles como la Antigua de Segovia
que mantiene su estructura, galerías y celdas…que acoge espectáculos de micro
teatro y desde hace años, este encuentro anual de artistas. Pero cárcel que
extiende la bruma sobre su historia porque nada en ella explica, señaliza,
recuerda, su función como penal de presos políticos.
No es extraño que los proyectos expuestos
eludan la historia reciente de nuestro país, una historia que, a pesar de las
fisuras y ventanales abiertos por estudiosos y asociaciones, se mantiene a buen
recaudo -en la vida, los archivos, la política y la escuela- acumulando las
telarañas del olvido cuando no de la tergiversación de un régimen “post-para”
franquista.
Porque pueden recrearse –como ocurre en
Galerías 4- ideas genéricas en torno a la privación de libertad, de claustrofia
y sueños de escape, el prisionero como objeto de vigilancia, pueden establecerse pasillos entre el manicomio y el
presidio… En fin, se pueden buscar metáforas, más o menos afortunadas del
encierro…pero al faltar los núcleos de la Historia y de la Vivencia, el resultado
entretiene, interesa, sorprende… pero no conmueve. Lo ahistórico en este caso
participa (aún sin pretenderlo) en la aculturación del visitante.
Y son precisamente esos testimonios artísticos,
ocupados en un tema y espacio muy caracterizados, los que cuando resultan tan ajenos
a lo esencial nos confirman que los herederos del franquismo están –muy a
nuestro pesar- ganando otra batalla en el siglo XXI: la batalla del tiempo, la
batalla del olvido, la del achatamiento de los vectores artísticos intensos,
dificultando que se impregnen de compromiso
vital con el momento, con lo ocurrido. Olvido, que como grillete, sigue encadenando
gran parte de nuestro presente.
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