Recordamos
en este aniversario una de las luchas obreras mas significativas de las habidas
durante la primera fase de “la larga postguerra”, la desarrollada en las
cuencas mineras asturianas. Hubo otras de la misma envergadura pero este mes de
marzo de 2017 se cumple el sesenta aniversario de una movilización autónoma y
generalizada, duramente reprimida, que desbordó los controles del sindicato
único-CNS y sembró esperanza y resistencia durante la noche franquista.
(1957-2017, varias fuentes- el blog Acebedo)
El
desarrollo y extensión de las huelgas de 1957 y 1958, al margen de la represión
subsiguiente (detenciones, palizas, despidos) se destacan por el hecho de que
fueron verdaderas movilizaciones de masas y tuvieron características sindicales
ya modernas.
La
reactivación de la inquietud laboral inició en la cuenca gijonesa un largo
ciclo conflictivo que hundía sus raíces en el cambio que se estaba produciendo
en el mercado de carbón como consecuencia de la competencia de los combustibles
líquidos.
Ante el desmoronamiento de las
defensas autárquicas, la patronal minera inició un proceso de reconversión en
el sector, que incidía negativamente en las rentas de los trabajadores.
La
primera réplica a los planes patronales se manifestó en enero de 1957 en La
Camocha, al reducirse totalmente el rendimiento de los trabajadores durante
varios días en demanda de una mayor retribución de los destajos. A esta
reivindicación se sumaba además el malestar general de los mineros por el
incumplimiento de la legislación laboral y por la ineficacia de la
representación sindical.
Paralelamente,
en la cuenca del Nalón, algunos delegados sindicales venían transmitiendo,
acompañados en ocasiones por comisiones de mineros, la inquietud laboral que
suscitaba la desaparición de numerosas primas, restricción que se veía
compensada por los incrementos salariales recogidos en la reglamentación que
empezó a regir el 1 de noviembre de 1956. Este descontento se desbordó al
reducir la patronal el número de "guajes" (ayudantes de picadores),
que motivaron reducciones de la producción en toda la cuenca.
Esta
insatisfacción determinó que a partir del nueve de marzo de 1957, un grupo cada
vez mayor de los picadores del Pozo María Luisa completaran la jornada sin
haber extraído ni una sola pieza de carbón, resultando inútil la actitud
contestataria de la patronal que advirtió que los salarios se abonarían en
conformidad con el rendimiento, y posteriormente fue igual el fracaso de las
autoridades sindicalistas para paliar este conflicto entre los picadores del
sector.
Tras el fracaso de los intermediarios,
dos secciones de la Guardia Civil se emplazaron en las inmediaciones del pozo
con la intención de forzar la reanudación de los trabajos, solución que siguió
fracasando puesto que a pesar de que los mineros siguieron bajando al interior
ninguno de ellos hizo caso de las herramientas de trabajo, aprovechando además
la circunstancia para encerrarse en el pozo, decidiéndose a abandonarlo únicamente
en el momento en que la patronal se avino a aumentar la retribución sin ejercer
ningún tipo de represalias.
Cuando el día 25 se comunicó la
resolución de los contratos laborales, se anunció la militarización del pozo y
se realizaron varias detenciones, los mineros volvieron a encerrarse el día 26
al finalizar la jornada, siendo secundados inmediatamente por el resto de los
trabajadores de la cuenca del Nalón. Mientras duró el encierro, las
inmediaciones y las localidades adyacentes fueron escenario de frecuentes
choques violentos, ya que la fuerza pública pretendía disolver cualquier
concentración de personas. Grupos de mujeres e hijos de los mineros, se
congregaron en tal número que pudieron interrumpir durante varias horas el
tráfico, sembrando un clima de inquietud y de tensión en la región que ya no
solo afectaba al sector hullero. Las manifestaciones y protestas se sucedieron,
de forma intermitente, hasta el día 26, fecha en que los trabajadores
encerrados abandonaron.
El día 1 de abril se reanudaron los
trabajos sin haber obtenido los mineros ninguna compensación; con todo, se
empezaron a superar los temores que habían alejado a la minería asturiana de la
creciente corriente de contestación laboral que venía emergiendo en diferentes
focos del país desde el comienzo de la década. Este resurgimiento de clase
quedó patente en la mayor participación obrera en las elecciones sindicales de
1957, y que permitió que por primera vez, algunos enlaces sindicales se
hicieran eco del rechazo laboral y de la tensión en el sector.
Así, al comenzar 1958, en aquellas
instalaciones huyeras donde mayor refrendo habían obtenido las candidaturas
alternativas, los trabajadores del interior empezaron a abandonar sus faenas
una vez cumplida la séptima hora de jornada. Tras persistir diez días en la
misma actitud, las empresas afectadas resolvieron reducir la jornada al tiempo
exigido, por primera vez se obtenía una reclamación.
Con este precedente los mineros pierden el temor a las represalias y comienzan una nueva huelga como respuesta al despido de ocho trabajadores del pozo María Luisa. Esta se puede catalogar como una huelga de solidaridad, pero en último término también tuvo origen en reivindicaciones de carácter económico, ya que los ocho picadores habían iniciado un descenso del rendimiento como respuesta por la rebaja salarial. La paralización afectó a cerca de 20.000 trabajadores que por primera vez protagonizaban de consenso una huelga, conocedores de que esto implicaba un acto ilegal de resistencia laboral.
Con este precedente los mineros pierden el temor a las represalias y comienzan una nueva huelga como respuesta al despido de ocho trabajadores del pozo María Luisa. Esta se puede catalogar como una huelga de solidaridad, pero en último término también tuvo origen en reivindicaciones de carácter económico, ya que los ocho picadores habían iniciado un descenso del rendimiento como respuesta por la rebaja salarial. La paralización afectó a cerca de 20.000 trabajadores que por primera vez protagonizaban de consenso una huelga, conocedores de que esto implicaba un acto ilegal de resistencia laboral.
Ante este desafío se clausuran las
explotaciones mineras afectadas, y se declara en la zona estado de excepción,
suspendiendo durante cuatro meses los artículos 14, 15 y 18 del Fuero de los
Españoles, que garantizaban la libertad para fijar la residencia, la inviolabilidad
del domicilio y la obligación de entregar al presunto delincuente a la
autoridad judicial antes de cumplir 72 horas de su detención. Esta declaración
vino acompañada de una intensa actividad policial, reforzada con dotaciones de
la Guardia Civil y de la Policía Armada, que se saldó con la detención de cerca
de 300 huelguistas. Aunque la situación laboral se fue normalizando
paulatinamente tras la publicación de una nota por el Gobierno Civil en la que
se ordenaba la apertura de las instalaciones, las medidas represivas no
cesaron. Muchos desterrados, confinados a regiones empobrecidas donde se les
negaba la posibilidad de trabajar, fueron subsistiendo gracias a la aportación
familiar y a la solidaridad de las organizaciones clandestinas. Las secuelas de
este conflicto contribuyeron en gran medida a alimentar el descontento laboral
que se potenciará en la siguiente década.
Me ha resultado muy interesante, tal vez porque viniendo de Mallorca, la minería me resulta una gran incógnita, y las luchas obreras relacionadas con ella me fascinan.
ResponderEliminarPor otros motivos nuestra amiga Jeannine García (francesa-memorialista, hija de T.Garcia exiliado libertario de CNT/Minero) también nos comunicó su interés en esta recuperación de las luchas de la cuenca.Procuraremos que tengan cabida en nuestros mensuales.
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