Esta es la primera incursión que hacemos en el cine cubano, no muy conocido,
salvo películas como Fresa y Chocolate, o Guantanamera, dirigidas por el mismo
director, Tomás Gutiérrez Alea.
La muerte de un burócrata, fue realizada en el año 1.966 y fue producida y
distribuida por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos
(ICAIC), creado por el gobierno a los pocos meses de triunfar la revolución con
intención de usar el cine como instrumento de opinión y formación individual y
colectiva para hacer más profundo el espíritu
revolucionario, además de servir como forma de diversión y expansión
cultural.
El propio director de esta película fue unos de los impulsores del este
ICAIC.
La película es una crítica en forma de comedia-sátira con dosis de humor negro, sobre la burocracia y las
dificultades que se deben sortear para poder realizar una gestión por simple
que esta pueda ser y se basa en una forma de protesta del propio Tomás
Gutiérrez Alea, ya que él sufrió los percances burocráticos para resolver una
gestión muy simple; se refiere a este
incidente con humor diciendo: “pensándolo bien –me dije- mejor hago una
película y así no me meto en líos con la policía”.
La trama se inicia con el entierro de un “obrero ejemplar”, en
reconocimiento a sus méritos y labores que llevan a sus amigos a incluir su
carnet laboral en el ataúd. Hasta ahí todo bien, el problema llega cuando su
viuda, para poder cobrar la pensión, debe presentar dicho documento. El sobrino
del difunto de nombre Juanchin, vivirá unas alucinantes aventuras, por llamarlo
de alguna forma, para recuperar el carnet de la tumba de su tío.
Los propios títulos de crédito de la película nos introducen en el papeleo
burocrático, con autorizaciones de rodaje, fechas, etc.
Además, Gutiérrez Alea rinde homenaje con escenas de directores y actores
como Buñuel, Laurel y Hardy (el gordo y el flaco), Bergman, Harold Lloyd,
Kurosawa, Orson Wells, Monroe, Buster Keaton, Jean Vigo… y extiende la
dedicatoria a todos los que han intervenido en la industria del cine desde sus
comienzos con los hermanos Lumiere.
En una entrevista en 1.979, trece años después de su realización, Tomás
Gutiérrez Alea comenta sobre La muerte de
un burócrata: “decidí hacer la película a partir de una experiencia
personal. Puede sucederle a cualquiera. Me vi de pronto atrapado en los
laberintos de la burocracia a partir de unos problemas simples y elementales
que quise resolver. Perdí mucho tiempo en eso y decidí hacer justicia por mis
propias manos. De esa resolución salió una comedia, porque ¿no es ese el tono
más apropiado para expresar el carácter absurdo que adquieren las deformaciones
burocráticas y los formulismos vacíos
que no tienen nada que ver con la práctica revolucionaría?
Si viste Playtime (de Jacques Tati) visita en esta peli que nos propone Mariano, el 1.09...y encontrarás similitusd en la sátira a la prisa-musical-compulsiva.
ResponderEliminarLas dos películas (Playtime y Muerte de un burócrata) son del lejano 1966...Formidable la sátira (suave) a una Revolución como la cubana que empezaba a desconcharse y necesitaba ya "enfoscar" fachada e inyección de hormigón para vitalizar los cimientos.
Gran película esta LA MUERTE DE UN BURÓCRATA (busca tiempo para verla)