Entre las muchas majaderías
que se han propalado en estos días sobre el Mayo 68 francés, una de las más
repetidas es que “París era una fiesta”, una orgía convocada por unos pipiolos hedonistas,
por “unos pijos que hacían el amor en las barricadas”. Ojalá tal arte hubiera
sido frecuente pero no. Lamento ser un aguafiestas pero, como reza Quevedo
“pues amarga la verdad / quiero echarla de la boca”: claro que el 68 fue una
sublevación y, por ende, una jocunda apoteosis pero se nos olvida que la
represión causó mucho sufrimiento.
Examinemos el lado oscuro del 68:
Para empezar, debo subrayar
que hubo no menos de cinco asesinados (Mathérion,
Tautin,
Blanchet, Beylot y Lanvin) por las fuerzas del Orden y por los paramilitares
gaullistas. A ellos, hay que sumar cantidades ingentes e ignotas de heridos e
incapacitados. Y, por supuesto, los encarcelados, procesados y condenados a
prisión duradera, amén de los desaparecidos, exiliados y deportados.
Todo un abanico de
represaliados cuyos nombres propios y cantidades generales nunca sabremos con
la exactitud que merecen. Porque el Estado francés tendría mucho o poco de
democrático pero de transparente no tenía nada –ni tiene. Las dificultades que
sufren los historiadores comienzan con la cerrazón de los archivos oficiales,
sean expurgados o sean virginales, y salvo casos raros como el del judío
antisionista M. Rajsfus, terminan con el desinterés de la academia por temas
como éste a los que clasifica como ‘anecdóticos’.
Un ejemplo: el día 3
de mayo, parece documentado que fueron detenidos 596 estudiantes y que 27
sufrieron prisión provisional o preventiva (garde
à vue). Dos días después, siete fueron juzgados por el tribunal nº 10,
abierto aunque era domingo. Esta relativa abundancia de datos se refiere sólo a
uno de los primeros días de la sublevación pero se apaga para los restos
durante el mes y medio siguiente. La pregunta es obvia: si en un solo día hubo
centenares de arrestados y procesados, ¿cuántos hubo durante todo mayo-junio
68? Según las estadísticas oficiales de la Francia metropolitana, el número de
presos y presas paradójicamente descendió de 1968 (34.083) a 1969 (33.427); por
otra parte, en el 68 los procesados, comunes
y mayistas, ascendieron a 85.399.
¿Significa esto que hubo muchos procesados pero pocos condenados a largas
penas? Pudiera ser pero es sólo una hipótesis. Y un dato significativo que
mostraría tanto los efectos de la semilla del diablo Mayo como la peculiar atención que Francia prestó a
los más jóvenes: entre 1968 y 1985, los chavales encarcelados ascendieron el
27%, un incremento que no se corresponde con el aumento de su peso demográfico
que sólo fue del 14% (M-D Barré)
Todo ello olvidando
los rumores de que, tras la genuflexión en Baden-Baden del general De Gaulle al
conspicuo torturador Massu (29 mayo), hubo planes para detener a 50.000
activistas y encerrarlos en estadios. Todavía no tenemos pruebas de semejantes
macro-redadas pero, en cambio, sí sabemos que los paramilitares gaullistas (barbouzes, CDR, SAC) hicieron de las
suyas cuando declinaba la agitación -por ejemplo, asesinando el 29 junio a Marc
Lanvin.
Para medir las formas
extremas de represión, a falta de documentación veraz, sólo tenemos los
testimonios personales. Para Víctor Hugo, mayo es el mes de “les longs jours,
lumière, amour, délire!” pero, en los largos días de aquel 68, las granadas
lacrimógenas habían conseguido que el aire de las calles parisinas fuera una
espesura acre y el cielo, un desconocido pintado de azufre. Doy fe. La nada
saludable cárcel de La Santé, se nos aparecía en los delirios más ominosa que
nunca; no olvidemos que todavía existían los pudrideros penales de Guayana y de
Nueva Caledonia y, sobre todo, que la guillotina funcionó por última vez once
años después del 68 y que la pena de muerte sólo fue abolida en 1981. Pero,
mientras evitábamos la cercanía de aquellos muros literalmente negros de
podredumbre, al amigo PA los maderos (flics)
le sacaron un ojo, a la copine CA la
violaron en un furgón policial y al colega JLC, le propinaron una descomunal
paliza a cuyo lado las torturas que había sufrido en la España de los grises y los sociales le parecieron meras azotainas.
Muchos soixante-huitards podríamos testificar
cientos de casos parecidos e incluso aportar nuestras propias cicatrices como
muestra de que el 68 francés fue tan gozoso como doloroso. Y tan
concienzudamente represor como para que los marginados entre los marginados
tardaran tres años en alzar su voz; igual que ocurrió con los grupúsculos
feministas y los sexo-diversos, los primeros motines de presos organizados
ocurrieron en Toul 1971 y, sobre todo, en Nancy 1972 (P. Artières)
No dudo que en aquel
mayo 68 nacieran muchos idilios –vuelvo a dar fe. Por mero cálculo de probabilidades,
tuvo que haberlos entre los millones de jóvenes y de maduros contestatarios.
Pero no por ello voy a suscribir que “el placer exige dolor”, memez que dejo
para los poderosos, es decir, los auténticos sado-maso. Mejor diría que
intentamos deleitarnos en el 68 pero que los gobernantes nos pusieron todas las
trabas imaginables. Rezongaban que debían exigirnos un elevado precio por
inmiscuirnos en una economía del deseo que ellos limitaban a los productos
susceptibles de consumo, mercadeo y publicidad. Una fétida economía contra la
que, justamente, se elevaron las barricadas. Una contabilidad B-Z en la que los
mayistas nunca quisimos entrar ni individual ni, sobre todo, colectivamente.
Por ello y contra todos los cálculos, ¡gozamos!
Según lo entiendo yo, esto es otra manera de desprestigiar a los de abajo y sus luchas. Algo así comoÑ ¨mira estos, son como monos, sólo les interesa el sexo¨. Al igual que con los hippies e incluso el 15M.
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