PROSIONISMO Y
ANTISEMITISMO SON INSEPARABLES
Joseph Massad
(Traducción para Rebelión de
Loles Oliván Hijós)
El prosionismo es la única
forma respetable de antisemitismo hoy en día que goza, además, del
reconocimiento del gobierno israelí y de los prosionistas de todo el mundo.
En los últimos años y según
aumentan los logros de la Campaña
Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), las voces proisraelíes han expresado
mucha preocupación por los fundamentos “antisemitas” de todos los movimientos
que se oponen al colonialismo de asentamiento, al racismo de Estado y a la
ocupación militar de Israel.
Los proisraelíes que les
acusan quieren alterar la historia cuando afirman que el antisemitismo ya no es
de derechas sino una ideología endémica de la izquierda. Como estrategia, no es
nueva; sigue un viejo esquema promovido por el Estado israelí para atacar a los
palestinos y difamar a quienes desde la izquierda estadounidense y europea
comenzaron a criticar a Israel después de 1967.
Eliminar
a los palestinos
En las dos décadas que van
entre el establecimiento del colonialismo de asentamiento israelí y sus
invasiones de 1967 de Siria, Jordania y Egipto, la izquierda blanca
estadounidense y europea se dejó cautivar por el país y salió en su defensa
frente a las reivindicaciones de los palestinos expulsados y reprimidos cuyas
tierras y medios de vida había usurpado Israel.
La situación, sin embargo,
comenzó a cambiar tras las invasiones de 1967 con el surgimiento de los
movimientos por los derechos civiles y de liberación en Estados Unidos, y los
levantamientos estudiantiles de Francia y otros lugares. Una minoría de la
izquierda blanca de Estados Unidos y de Europa Occidental empezó a ser crítica
con Israel por primera vez y a inquietar a la dirección israelí y a los
círculos prosionistas estadounidenses y de Europa Occidental.
Si recientemente el gobierno
israelí ha dedicado enormes recursos financieros para debilitar esas críticas
–incluso con 72 millones de dólares para combatir el BDS – su respuesta en 1972
fue menos drástica si no menos efectiva. En una conferencia anual celebrada en
Israel y patrocinada por el Congreso Judío Estadounidense, el ex ministro de
Relaciones Exteriores israelí, Abba Eban, expuso aquel año la nueva estrategia:
“No nos equivoquemos: la nueva izquierda es la autora y la progenitora del
nuevo antisemitismo […] no hay distinción entre antisemitismo y antisionismo.
El antisionismo no es más que el nuevo antisemitismo”.
Si a los gentiles que
reprobaban a Israel se les tachó de antisemitas, Eban acusó a dos críticos
judíos estadounidenses (Noam Chomsky y I. F. Stone) de sufrir un complejo de
“culpabilidad por la supervivencia judía”. Sus valores y su ideología –es
decir, el anticolonialismo y el antirracismo– “están en conflicto y en colisión
con nuestro propia escala de valores judíos”.
La identificación que hacía
Eban de las políticas coloniales y racistas israelíes con la tradición judía
pasó a formar parte integral de la implicación establecida por el sionismo
entre los judíos de todo el mundo y las acciones e ideales de Israel.
Una
vieja alianza
Equiparar antisionismo y
antisemitismo no deja de ser una estrategia para ocultar y desviar la atención
del muy real y antiguo antisemitismo que siempre fue aliado del movimiento
sionista, una alianza que se remonta a la década de 1890 y que continúa hasta
nuestros días.
El fundador del sionismo,
Theodor Herzl, explicó en su panfleto de 1896, El Estado judío, que el proyecto
sionista comparte con los antisemitas el deseo de vaciar Europa de sus judíos
para enviarlos a un territorio colonial fuera de Europa.
Herzl sostenía que “los
gobiernos de todos los países azotados por el antisemitismo estarán muy
interesados en ayudarnos a obtener la soberanía que queremos”, y que “no sólo
los judíos pobres” contribuirán a un fondo de inmigración para los judíos
europeos sino también los cristianos que quieran deshacerse de ellos”.
Y añadía en sus diarios:
“Los antisemitas se convertirán en nuestros amigos más fiables; los países
antisemitas en nuestros aliados”.
Cuando a principios del
siglo XX emergió en Gran Bretaña una oleada de antisemitismo por la admisión de
refugiados judíos que huían de los pogromos rusos, fue Herzl quien sugirió a
los funcionarios antisemitas británicos que si apoyaban el colonialismo de
asentamiento sionista en Palestina evitarían tener que admitir refugiados
judíos en Gran Bretaña.
El aliado británico de Herzl
en ese momento era el ex secretario de las colonias Joseph Chamberlain, quien
estaba convencido de que el dinero “judío” financiaría el imperialismo
británico si Gran Bretaña apoyaba el proyecto sionista.
Cuando el ex primer ministro
británico Arthur Balfour promulgó la Ley de Extranjería de 1905 [Aliens Act of
1905] en la Cámara de los Comunes para prohibir la inmigración judía desde
Europa Oriental, su preocupación era salvar al país de los “indudables males”
de la inmigración judía.
Al igual que Chamberlain,
Balfour tenía en mente otro destino colonial para los inmigrantes judíos. La
cuestión no es que Balfour fuera primero antisemita y que luego se volviera
projudío cuando emitió la Declaración Balfour de 1917, sino que fue su
antisemitismo el que activó sus puntos de vista prosionistas.
La
amalgama de Churchill
Los sionistas también
consideran a Winston Churchill otro héroe del “pueblo judío”. El antisemitismo
de Churchill también fue legendario. Identificó el comunismo como una
conspiración judía para controlar el mundo, y apoyó al sionismo, que ofrecía
una solución de asentamiento colonial al “problema judío”, porque debilitaba al
comunismo.
Se podría argumentar que
dejando aparte las propias declaraciones ideológicas y el oportunismo de Herzl,
quizás los primeros sionistas estaban en una posición débil y desesperada y que
lamentablemente tuvieron que aliarse con el diablo para realizar su proyecto,
lo que les hizo perdonar el antisemitismo de sus aliados.
Pero eso sería difícil de
sostener, no sólo porque el actual liderazgo israelí y sus aliados prosionistas
en Europa y Estados Unidos siguen celebrando a figuras como Chamberlain,
Balfour y Churchill, sino también –y lo que es más importante– porque tanto los
líderes de Israel como el liderazgo sionista previo a la creación del Estado
han seguido vinculando al país con antisemitas y colonos blancos de manera
constante desde su establecimiento en 1948.
Más aún: los dirigentes del
país, como hicieron los sionistas pre-estatales, siguen ignorando el antisemitismo
cuando proviene de fuerzas prosionistas, o al menos de fuerzas que no son
antisionistas. El silencio israelí, por ejemplo, ante el antisemitismo
McCarthyista de los años 50 en Estados Unidos, que denunciaba a los judíos como
comunistas y a los comunistas como judíos, de manera no muy distinta a la
amalgama que hizo Churchill, es sólo un ejemplo.
El movimiento sionista
eligió llamar a su Estado de asentamiento colonial “Israel”, el nombre que la
Torá dio a Jacob y cuyos hijos se convirtieron en el “pueblo judío”. No fue una
elección arbitraria. Al llamar así a su Estado, el movimiento sionista fundía
en su proyecto de asentamiento colonial a todos los judíos, aun cuando la
mayoría de los judíos del mundo no apoyaban el movimiento y se siguen negando a
vivir en Israel hoy en día.
Continuar
con el legado de Herzl
Si 'sionismo' se convierte
en otro término para designar el judaísmo y a los judíos, y si Israel es el
pueblo judío –y no sólo “su” supuesto Estado– todos los prosionistas serían,
por fuerza, no antisemitas. De hecho, si el antisemitismo clásico es el racismo
contra los judíos de la diáspora, entonces el movimiento sionista no tiene nada
de qué preocuparse ya que su objetivo declarado era y es, acabar con la
diáspora judía.
Es por eso que a los
antisemitas, siempre que sean prosionistas, Israel y sus partidarios los
consideran projudíos. Es a los que se oponen al sionismo y critican al Estado
de Israel, y a los que se oponen también al antisemitismo clásico que se dirige
contra los judíos de la diáspora, a los que se les califica de verdaderos
“antisemitas”.
Lo que ha estado ausente de
manera preocupante en el último respaldo oficial que han dado Estados Unidos,
Europa y Gran Bretaña a la ecuación del gobierno israelí que equipara
antisionismo con antisemitismo es una mención siquiera del antisemitismo
endémico de los círculos proisraelíes antes y después de 1967.
La preocupación de Eban por
el “nuevo antisemitismo”, como era de esperar, nunca se expresó cuando se
trataba de antisemitas proisraelíes y prosionistas.
Israel también apoyó al
dictador paraguayo Alfredo Stroessner, que lanzó campañas antisemitas contra
los judíos paraguayos que se oponían a él al mismo tiempo que apoyaba a Israel
porque le proporcionaba armas.
Igualmente, Israel se alió
con los líderes golpistas argentinos a finales de los años setenta y ochenta y
les proporcionó ayuda militar al tiempo que atacaban a disidentes judíos a los
que hicieron desaparecer, torturar y asesinar.
Un
'ataque verbal'
Esta fue también la posición
del gobierno israelí hacia los evangélicos estadounidenses. Jerry Falwell,
fundador de la Mayoría Moral, una organización cristiana fundamentalista de
derechas que fue el partidario más poderoso de Israel en la derecha cristiana,
identificó al anticristo como judío. Sin embargo, cuando murió en 2007, los
líderes israelíes y los jefes de las principales organizaciones judías
estadounidenses proisraelíes elogiaron el apoyo de Falwell a Israel, “a pesar
de” algunas “diferencias” que habían tenido con él.
Si en 1972 lo que preocupaba
a Eban eran los gentiles que se oponían a Israel y un par de intelectuales
judíos, para 2007 la preocupación prosionista aumentó porque la cantidad de
judíos estadounidenses que condenaban a Israel se incrementó notablemente.
David Harris, director
ejecutivo del Comité Judío Estadounidense, publicó un ensayo en el que declaró:
“Quizá la característica más sorprendente –y angustiosa– de esta nueva
tendencia es la participación pública de algunos judíos en los ataques verbales
contra el sionismo y el Estado judío”. Y añadía que quienes se oponen al
derecho de Israel a existir, “sean judíos o gentiles, deben ser confrontados”.
En el pasado más reciente,
los líderes de Israel no sólo no han criticado a los movimientos de la derecha
supremacista blanca europea y estadounidense con los que Israel está aliado
sino que también han seguido ignorando su antisemitismo, que –como era de
esperar– se les perdona porque apoyan a Israel y al sionismo.
La historia se ha repetido
recientemente en el apoyo de Israel a los antisemitas ucranianos, a los
antisemitas húngaros y polacos, e incluso a los antisemitas alemanes y
austriacos. Esto ha sido importante en el nuevo impulso israelí para que se
criminalice la crítica contra Israel en la UE y en Estados Unidos.
Armar
a milicias neonazis
Esto comenzó cuando la
Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto adoptó en 2016 una
definición funcional del término 'antisemitismo' que incluía “manifestaciones
[…] contra el Estado de Israel concebido como una colectividad judía”. Cuando
el pasado mes de diciembre la UE adoptó una medida que incluía en la definición
del antisemitismo las posiciones antisionistas y las posiciones críticas con
Israel, fue el gobierno derechista austríaco, que incluye a miembros de un
partido neonazi, el que presionó para que se adoptara.
En Hungría, el primer
ministro israelí Benjamin Netanyahu llegó incluso a reprender al embajador
israelí en Budapest por una declaración que expresaba una leve preocupación por
el racismo anti-judío de Orban. Por orden de Netanyahu, el Ministerio de
Asuntos Exteriores israelí se retractó de la declaración.
En Ucrania, Israel está
armando a las milicias neonazis, especialmente al Batallón Azov. El líder de
Azov, Andriy Biletsky, declaró en 2014 que “la misión histórica de nuestra
nación [...] es dirigir a las razas blancas del mundo en una cruzada final para
su supervivencia”. Una cruzada contra los hombres inferiores [untermenschen]
liderados por los semitas”.
En Alemania, el partido
Alternativa por Alemania, que es una organización de extrema derecha que obtuvo
casi 100 escaños en las elecciones generales alemanas de septiembre pasado y
cuyos críticos dicen que promueve ideas neonazis, alarmó a la comunidad judía
del país. Alternativa para Alemania también apoya a Israel; su vicepresidenta,
Beatrix von Storch, nieta del último ministro de finanzas de Hitler, declaró en
The Jerusalem Report que “Israel podría ser un modelo a seguir para Alemania”
como país que “se esfuerza por preservar su cultura y tradiciones únicas”.
Lo que va en la misma línea
del demagogo neonazi estadounidense Richard Spencer, quien se refirió a su
misión como “una especie de sionismo blanco”. Israel, añadió, es “el más
importante y quizás el más revolucionario Estado étnico, y es a quien recurro
para que me guíe”. Israel y sus dirigentes no han respondido a sus
declaraciones.
Ataques
a sinagogas
Cuando el presidente
estadounidense Donald Trump dijo a los judíos estadounidenses en la festividad
de Janucá desde la Casa Blanca en diciembre de 2018 que su vicepresidente tenía
un gran afecto por “vuestro país”, Israel no se opuso, como tampoco se opuso a
que Trump dijera a un grupo de judíos estadounidenses hace unas semanas que
Netanyahu es “vuestro primer ministro”.
El apoyo a Israel de los
grupos supremacistas blancos estadounidenses va de la mano de su propaganda
antisemita, ya sea en Charlottesville o en Pittsburgh, donde el pasado octubre
un supremacista blanco masacró a 11 fieles judíos en una sinagoga, o en San
Diego, que el mes pasado, en otro ataque a una sinagoga acabó con la vida de
una persona y con varios heridos.
El antisemitismo de derechas
prosionista sigue amenazando la vida de los judíos en Estados Unidos y en
Europa. Mientras que los judíos progresistas estadounidenses y europeos,
cristianos, musulmanes y personas de todas las religiones se han unido a
movimientos antisionistas y a movimientos que se oponen a las políticas
racistas y coloniales de Israel comprometiéndose a combatir el antisemitismo,
los judíos y gentiles proisraelíes forman parte de movimientos pro-sionistas
cuyo antisemitismo amenaza la existencia física de los judíos estadounidenses y
europeos.
Ya es hora de que las
organizaciones judías europeas y estadounidenses prosionistas publiquen
informes especiales sobre el antisemitismo prosionista como vienen haciendo
cuando atacan a los antisionistas. El antisemitismo y el antisionismo no son lo
mismo, como Eban, el gobierno israelí y sus partidarios quieren que creamos; de
hecho, los que sí van de la mano y son inseparables son el antisemitismo, el
prosionismo, el racismo y el procolonialismo.
Celebrar
crímenes de guerra
De hecho, el prosionismo es
la única forma respetable de antisemitismo hoy en día que goza del
reconocimiento del gobierno israelí y de los prosionistas de todo el mundo como
una bendición para el Estado de Israel.
Cuando los prosionistas
celebran las invasiones y los crímenes de guerra israelíes como un logro judío,
Israel y sus partidarios los vitorean, pero cuando los antisionistas denuncian
los crímenes e invasiones israelíes como crímenes del gobierno israelí, y
decididamente no como crímenes del pueblo judío, son Israel y sus partidarios
prosionistas quienes los llaman antisemitas.
Israel se define a sí mismo
como el “Estado judío” e insiste en que el robo de la patria del pueblo
palestino, la colonización de sus tierras, la expulsión y los bombardeos se
llevan a cabo en nombre del “pueblo judío”. Afirma que lo que hace es por
mandato de su ética “judía” y, después de todo esto, afirma que quienes
condenan a Israel están condenando a los judíos.
Irónicamente, son la mayoría
de los críticos de Israel, en contraste con la mayoría de sus partidarios,
quienes rechazan las afirmaciones israelíes de que Israel representa a todos
los judíos y quienes insisten en que las leyes racistas y las políticas
coloniales israelíes representan al gobierno israelí y no al pueblo judío.
Cuando los palestinos
resisten frente al colonialismo y al racismo israelíes, no resisten al carácter
“judío” de Israel sino a su naturaleza, instituciones, leyes y prácticas
racistas y coloniales.
La amalgama prosionista del
antisionismo con el antisemitismo no es sólo una falsa ecuación para combatir a
quienes critican a Israel; es, ante todo, la justificación del antisemitismo
prosionista y proisraelí. Quienes se preocupan por la vida y la seguridad de
los judíos de la diáspora y del pueblo palestino deberían responder a esta
campaña de propaganda declarando con confianza que el prosionismo es
antisemitismo y que no se debe hacer ninguna distinción entre ambos.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256242&titular=prosionismo-y-antisemitismo-son-inseparables-y-siempre-lo-han-sido-
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