jueves, 8 de diciembre de 2016

LA NOVELA EL ASEDIO, O EL EMPACHO DOCUMENTALISTA DE P-REVERTE. R. Bistué

Mi propensión a huir de los autores de éxito (como A. P-Reverte) arrinconó hasta el pasado noviembre la lectura de su  novela El Asedio, editada por Alfaguara en 2010 (www.alfaguara.santillana.es). Un grueso volumen de más de 700 páginas que inserta homicidio patológico en trama de novela histórica: la vida del Cádiz de 1811, cercado por el ejército napoleónico y refugio de patriotas que se ocupan en dar a luz una nueva constitución.

El conjunto, prometedor desde la inicial descripción de una escena de tortura con austera precisión quirúrgica, se enrevesa hasta el sofoco por el recurso a prolijas fuentes documentales que asfixian el relato. De esa sobredosis informativa da cuenta el extenso capítulo final de agradecimientos.

Bien está la reconstrucción del mundo burgués comercial gaditano, que prosigue sus quehaceres en la ciudad asediada, también el repaso pormenorizado de las indumentarias y costumbres civiles y militares de la época, que encuentran contrapunto en toscos guerrilleros de faja y faca, cripticos ilustrados, bigotudos sargentos gabachos y científicos convertidos en escépticos artilleros napoleónicos.
Sin embargo como decíamos, sobra el exhibicionismo de jerga náutica que obliga a  leer en oblicuo o a eternizarse en consultas al diccionario cuando no a las asignaturas más clásicas de las escuelas de la Armada. Aunque bien es verdad que semejante derroche –con frecuencia reiterado cada poco y al pie de la letra- permite que la novela alcance el grosor requerido por el mercado editorial con tanta precisión como los decretos de  la agroindustria sobre el diámetro óptimo  de frutas y verduras para su comercialización a gran escala.

A duras penas se abre paso  -entre la tempestad de utillajes que desbordarían tanto a Joseph Conrad como a Margarita Rivière- la peripecia del criminal y su perseguidor (un  comisario chapado al modo de la DGS española… con los tics de un Conesa o un Saturnino Yagüe).
Pero la proliferación de increíbles pistas falsas, en un juego de artificio más próximo a Agatha Christie que a Dashiell Hammett, diluye todo el interés de la trama policíaca en un circense “más difícil todavía” que aboca al  desenlace  fofo, a pesar del recurso del autor a  la más gratuita casquería.


(Y pese  ello, P-Reverte escribe páginas excelentes…)

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