viernes, 9 de diciembre de 2016


 DOCE MESES DESPUÉS DE LAS ELECCIONES DEL 20D DE 2015. S.Obispo/ A.Puig

Decíamos el pasado noviembre que en lo sucesivo “hablaríamos del gobierno”. A ello vamos.
Han transcurrido doce meses desde las elecciones del 20D que dieron paso a su segunda y fatal vuelta el 26 J. Si tras el 20 se cerró una “ventana de oportunidad”, el 26 llegó con portazo: es  decir, cuatro años más de gobierno PP.

En el ámbito puramente electoral, los resultados del 20D fueron excelentes sin embargo, la gestión de los mismos por parte de la izquierda transformadora fue…un desastre. No lo analizan así los partidos políticos que nos resultan más próximos (Podemos e Izquierda Unida) pero es lo que se masca en la calle, en debates con la base electoral de esos partidos, en tertulias informales con la ciudadanía de izquierdas: ¡Un desastre!
Y precisamente, desde la libertad que  nos otorgamos, no es tarde para hablar de ello.

La historia del empoderamiento y la contestación social al bipartidismo no empezó el 15M, por más que esa idea se haya convertido en un lugar común con cierta fuerza hipnótica. Venimos de  muy atrás, o como escribían  hace años los italianos de Wu Ming  “somos nuevos, pero somos los de siempre”. Lo que sí resultó nuevo fue la decisión de hacer surf sobre la ola de huelgas, mareas y conquista de las plazas, para lanzar un nuevo proyecto político interesante pero que -por desgracia- se ensoberbeció vanamente al hilo de los resultados de las últimas elecciones europeas. Un amplio sector de población  alentó después los ayuntamientos del cambio, nutridos en el país por gentes procedentes de viejas y nuevas opciones alternativas,  con frecuencia  tan celosos de su autonomía como cargados de intenciones radicales y honestas. Esos éxitos, que pretendieron capitalizar aprisa y corriendo los expertos en surfear movimientos profundos (conocimos ese ensayo de “representar” en  Italia con Refundación Comunista, capaz de asumir “la letra” del discurso altermundista, pero no “su música”) informaban de cambios – a trompicones y con escasa conciencia de las nuevas dificultades en un sistema atado y bien atado-  que alentaron esperanzas  electorales enraizadas, esperanzas que hicieron posible el salto adelante en votos del 20D de 2015.
Pareció que el espectro político institucional se diversificaba, que el bipartidismos se resquebrajaba y que, efectivamente, las cosas del parlamento –y el gobierno- estaban en proceso de transformación…Siempre que -como los apaches- la clase política emergente pegase el oído al suelo y escuchase el nuevo rumor.

Sin embargo, la dislocada ambición de la máquina electoral (Podemos) se despachó de inmediato con perfil gubernamental mediante la demanda de  la vicepresidencia del gobierno a Sánchez y el avance de la lista de ministrables, en tanto que el discurso de IU devenía tan ambiguo como cauteloso por no decir pusilánime. Entre dimes y diretes se olvidaron muchas cosas que los profesionales de la política alternativa no debieran permitirse ignorar.

La primera, que los ritmos de la lucha social y la lucha institucional son diferentes siempre y que su interrelación (positiva-negativa-neutra) no está dada de antemano, debe construirse-inventarse en permanencia. De ello se desprende que si bien en la lucha social “no hay atajos”, porque su finalidad emancipadora se construye molecularmente en un zigzag histórico de avances y retrocesos que fijan surcos en la memoria, la organización y los objetivos de autogestión-transformación a largo plazo, en la lucha institucional los “atajos” suelen ser convenientes cuando no necesarios, porque estimulan o desmotivan estados de ánimo de los sujetos transformadores y además, hay “atajos” que  favorecen la gestión de parcelas de cambio o las cierran.

En ese sentido, creemos que era un atajo institucional conveniente el abstenerse ante la investidura de Pedro Sánchez como presidente cuando  esa investidura se gestaba.
Aquel PSOE –que se ha difuminado tras la ofensiva de los barones y la defenestración de Sánchez- era un PSOE  débil, con escasa iniciativa, atado al centro derecha de C’s pero que había asumido  ciertos compromisos electorales sobre asuntos importantes como la derogación de la contrarreforma laboral de Rajoy y el recorte de libertades implícito en la ley mordaza. Al mismo tiempo se “comprometía” a asumir los resultados de una moción a la mitad de la legislatura y en su caso,  a convocar entonces nuevas elecciones.
Todo ello presentaba una situación novedosa y además vivida como  importante por “la gente”…aunque no lo fue para nuestros supuestos representantes políticos.

El resultado de esa investidura hubiera supuesto la derrota institucional de un PP que se tambaleaba más que nunca, acogotado entre el malestar social, la corrupción galopante y la crisis de liderazgo. Sacar al partido popular del gobierno hubiera sido vivido por el electorado de izquierda como un logro y como consecuencia de lo que venía mascándose en la calle. El resto, la lucha social, hubiera seguido su larga marcha.

En tanto que Podemos e IU, junto a otras formaciones ubicadas en la izquierda política y/o soberanista, podrían (deberían) haber iniciado tareas  urgentes y pendientes -autónomas y en unidad de acción en lo institucional y en lo social.
En el caso de Podemos, la construcción simultánea de redes organizativas de base ­–que son absolutamente precarias- y la organización de su oposición institucional, estaba a la orden del día. En el caso de IU, el reajuste ordenado de sus efectivos y el paso del propagandismo “movimientista” a la acción social y sindical coherente, también. En ambos casos el estudio de una agenda de unidad de acción y apoyo crítico mutuo, no debería haber esperado.
Es en ese aspecto que resulta cuando menos “chusco” el reconocimiento hace meses por Echenique de “un momento nuevo” (el propio para “los círculos activos”)  cuando esa labor estaba tan huérfana y era tan necesaria en los meses transcurridos entre el 20D y el 26J. Es más, desde la época de Vista Alegre. ¿Qué decir de las teorizaciones sobre “el partido movimiento” que pretenden diferenciar moderadxs y radicalxs en Podemos  cuando lo urgente es construir partido-construyendo movimiento y viceversa?…es decir ¿un partido en movimiento o  un partido aparato?

Nada de eso ha ocurrido.
Los barones “socialistas” impusieron la reaccionaria agenda que tanteó antaño Zapatero. En su peor versión, los González, Ibarra, Solchaga y las camarillas andaluzas embelesaron -con el vía libre al PP- a su aparato y de mala gana a su afiliación. Los grandes jefes no pierden, porque defienden “su sistema” y “su modelo alternante”. Pero empiezan a estar perdidos como partido con profundo desgaste de credibilidad “¿progresista?”.
Podemos e IU no han dado continuidad visible  a su alianza electoral y en el caso de Podemos, el resultado de su último debate madrileño resulta descorazonador porque expresa el sectarismo interno  de la muy vieja política… ¿Como defender la pluralidad y el debate democrático de ideas cuando una oposición minoritaria -pero que se apoyó en casi la mitad de quienes participaron en el pasado rifi-rafe capitalino- resulta tener una presencia menos que testimonial en la nueva dirección madrileña de Podemos?

Pero lo más preocupante es escuchar al electorado de izquierda que se siente (nos sentimos) golpeado por sus históricos referentes socialdemócratas, por la arrogante gestión podemita, por la artrosis política de IU y como resultado del conjunto, sufre el  peso de un gobierno de la derechona que,  (para ir “abriendo apetito”) recurre a un Constitucional servil para limitar la actividad legislativa del Congreso de modo que NO pueda aprobar proposiciones de ley en contra del PP.
¡De nuevo la constitución del 78 como hacha de guerra!: de acuerdo con ella, el Gobierno podría  vetar las proposiciones de ley que supongan desajustes en los Presupuestos o cualquier aspecto vertebral de su política “de partido más votado”.

Menos malo- y más sencillo- hubiera sido estar en momento  de exigir al vetusto y deteriorado “primer partido de la oposición”, el  cumplimiento de las promesas derogatorias insertas en su programa electoral, incidir en sus grietas y apoyarse en la actividad social que necesita todos los estímulos posibles.
Sin ilusiones, presionando, desbordando, desenmascarando…Apoyando, si hubiera motivos para ello.

En fin, como decía alguien: La Bestia Avanza y mientras, jugamos al YO-YO.

1 comentario:

  1. de A.WALDEN
    Comentario: "Enhorabuena por el artículo, como esto tiene que ser un breve comentario sólo diré, al relance del análisis, que coincido en pensar que el tiempo entre el 20D y el 26J ha sido una ocasión perdida para la izquierda de este país. El objetivo era claro, quitar a la derecha y derogar las leyes de dictado neoliberal que implementaron. El resultado, una situación fallida, y el advenimiento de lo que tiene demasiada pinta de ser ¿una nueva nomenclatura de idolillos mediáticos?"
    Esperemos que no sea así.
    A. Walden

    ResponderEliminar