Marco Rizzardini, internacionalista,
Sociólogo
Participación 73%.
Estos son los resultados derivados de las preferencias de l@s
italianos y conformados por una ley electoral, el llamado Rosatellum (1) que
cambió las reglas del juego durante el transcurso del partido. Irrelevante
electoralmente (1,1% y ningún escaño) el resultado de los “nuestr@s” es decir,
de los mejores y más combativos compañeros y compañeras precipitadamente
reunidos, a pocos días de las elecciones, bajo la sigla Potere al Popolo.
La lección es que se ha acabado el tiempo de los Comités Electorales que se despiertan
únicamente en visperas de elecciones.
El contexto
de estas elecciones.
Se llega estas elecciones del 4 de marzo de 2018 en contexto
definido por
a) el gobierno “técnico” de Mario Monti, el hombre que llevó
a cabo la primera operación clave que garantizaba la supremacía absoluta e
incondicional de los mecanismos de mercado, de las empresas, del beneficio
capitalista insertando en 2011 en la Constitución el Fiscal Compact, -el artículo 135 de allí- es decir el compromiso
constitucional del Estado italiano de no tener déficit en su presupuesto, es
decir consagrando los recortes al gasto social sine die y subordinando a ello todo tipo de derechos sociales.
b) el sucesivo gobierno de Renzi, que se vendió como
auténtico administrador delegado del “capitalismo nacional”: ninguno de los dos
intentos consiguió invertir la tendencia del declive de la “empresa Italia”
(análogo a la “marca España”), como les gusta definirla a estos líderes ultra
liberales;
c) la dimisión de Renzi tras hacer el ridículo en el
referéndum para la reforma constitucional
y el gobierno de Paolo Gentiloni, a partir de diciembre de 2016. Gentiloni,
de 63 años,
católico, hijo de una familia de condes y hasta entonces ministro de Exteriores,
conocido como 'el adaliz de Renzi' o
el 'Renzi sin Renzi'.
Matteo Renzi se hizo famoso dedicándose a pasearse por el
mundo (abrazado a Merkel, Obama y, últimamente, a Macrón) vendiendo la “marca
Italia” y exhibiendo sus “reformas”, sobre todas su infame Jobs Act, sin apenas resultados en cuanto a penetración en los
“mercados clave del futuro”.
Es importante recordar que según los datos del INPS (el INSS italiano) la aplicación de
esta devastadora reforma, ha supuesto entre 2015 y 2016 una reducción de más
del 33% de las contrataciones fijas y un aumento de más del 30% de los despidos
“procedentes”.
Las maniobras de M. Renzi para conseguir la modificación
regresiva de la Constitución italiana de 1947, considerada por JP. Morgan en su informe de 2013 como de
“fuerte influjo socialista” y con una perniciosa “tutela constitucional de los
derechos de los trabajadores”, representó un paso más en el intento de
perfeccionar el enorme proceso de reestructuración institucional volcado a
garantizar una mayor centralización del poder de decisión en el interior del
estado, limitando al máximo la intermediación política de partidos e incluso
gobiernos, y a debilitar definitivamente, y en última instancia borrar toda
memoria del “viejo” derecho del trabajo y de la negociación colectiva de las
organizaciones de trabajadores.
De todo eso quedó como herencia envenenada la actual,
desquiciante, Ley Electoral conocida
como Rosatellum.
El cuadro político tradicional en crisis
La crisis de
la democracia (crisis de representatividad, crisis de legitimación y crisis de
soberanía) es ciertamente mucho más grave de lo que se suele admitir. Los
equilibrios políticos dentro del mismo bloque burgués italiano son muy
inestables, y las elecciones se han celebrado en la fase de máxima
inestabilidad de la llamada “Segunda Republica”… a partir de estos resultados,
muerta.
A la derecha,
el Popolo della Libertà (PDL)-Forza Italia- ha vivido un interminable
proceso de descomposición y de guerra de bandas, mientras su antiguo padrino
Berlusconi ya es sólo un vejete incómodo y patético que ahora va de europeísta. Scelta Civica, el partidito instrumental
de Mario Monti, se ha desinflado al perder éste el gobierno. La neofascista Alleanza
Nazionale ha literalmente desaparecido, quedando el residual Fratelli di Italia de Giorgia Meloni, y la OPA hostil, lanzada
por la Lega Nord de Salvini, a todo
el archipiélago del centro derecha, a pesar de los pequeños reinos de taifas de
insaciables notables de la derecha histórica y grandes burócratas de la
administración parece que ha tenido cierto éxito, al menos electoral puesto que
se ha impuesto como primer partido de la derecha (18% votos).
El astro
Renzi, con su “populismo desde arriba” y su Partido Democrático, ya partido “burgués” de pleno derecho, sólo
ha brillado fugazmente: el PD ni siquiera es ya un partido: dos años duró el
reinado incontrovertido de su líder, coronado también por los bancos, la
patronal, la Comisión Europea, los medios de comunicación y las estructuras
universitarias “funcionales”. Su empecinamiento en ir a un referéndum en otoño
de 2016 para la “reforma constitucional”
y mantener un cuerpo normativo que
legitimara un premio de mayoría electoral prácticamente golpista y su grave
derrota, ha abierto la caja de Pandora.
El PD está
profundamente dividido y cada vez se asemeja más a un mero agregado gaseoso de lobbies y de agresivas facciones
estratégicamente discordantes. Sólo como ejemplo recordaremos que en los
primeros meses de 2017, se habían registrado
desacuerdos abiertos entre diferentes “almas” del PD sobre temas claves
como la política de impuestos, las privatizaciones, las ayudas a las familia
empobrecidas y a las mujeres trabajadoras, la reforma del catastro, la política
laboral (vouchers sí o no, el llamado
mini job o la potenciación del
trabajo a demanda) y la renovación del estatuto del funcionariado estatal.
De ese mismo
costado ya había salido recientemente Liberi e Uguali (LeU), liderados por
presidente del Senado Grasso y la diputada Boldrini, que ahora consiguen un
decepcionante 3,4 %.
Un desastroso
despilfarro de la herencia del abuelo Partido Comunista Italiano (PCI), ese
gran partido de izquierda, que en 1973 contaba con 1.623.082 afiliados y
mantenía 1.264.790 en 1990. En el año 1991 se escinde Rifondazione comunista con los mejores y más combativos cuadros
militantes, y lo que queda, ya como Democratici
di Sinistra junto con la Margherita
(democristianos progresistas) fundó el PD con un millón de inscritos en el año
2007. En el 2010 ya se habían reducido a 600 mil, a 500 mil en el 2011, hasta
llegar a los pocos más de 100 mil de 2014. Aunque, en las actuales primarias de
2017 se habla de cerca de 260 mil votantes inscritos. Lo que está claro es que,
a pesar de la gravedad y profundidad de la crisis, el PD, anclado en un
trasnochado “blairismo tardío” no tiene ninguna posibilidad de relanzamiento y
menos aún de ofrecer algo creíble para los millones de jóvenes precarios y
parados sin futuro. No se olvide que en Italia en los últimos siete años se ha
doblado el número de pobres que han pasado de 3 a 6 millones.
Al final, como
muchos sospechaban, la pretensión de Renzi de “desguazar la vieja política” ha
sido una total impostura y lo único que realmente y definitivamente ha desguazado era lo que
quedaba de una timorata y claudicante izquierda que, a pesar de sus cada vez
más endebles raíces en la sociedad italiana, sigue, como un “artefacto-fantasma”.
En cualquier
caso, tanto en la derecha como en la ex izquierda tradicional, parece bastante
improbable un nuevo equilibrio político estable así como parece bastante lejano
un bloque social compactado que sostenga
a cada sector.
El aumento de
la abstención y el gran auge de los votos al Movimento 5 Stelle surgido en el 2009, representan con toda
evidencia el desapego y malestar existente. A pesar de que en este momento el
movimiento liderado por Beppe Grillo y Di Maio no tenga para nada como ejes
centrales las temáticas obreras y laborales, sí hay que reconocer que ha sabido
vehicular la rabia y el descontento de muchos jóvenes precarios y de algunos
sectores proletarios frente a una Europa madrastra y al establishment italiano (también repleto de políticos corruptos,
mafias, banqueros sin vergüenza y ejecutivos súper pagados y despiadados).
También el M5S ha logrado
obviar la histórica división entre ciudad y campo (tradicionalmente más
conservador) en lo que a comportamiento electoral se refiere. Este M5S, que tras conseguir la
alcaldía de importantes ciudades como Roma y Torino, como preveían los sondeos,
ha alcanzado el 32, 6% de los votos y se ha coronado como la primera fuerza
política italiana, sigue siendo al día
de hoy un ovni, o, como mínimo un partido sin dirección política colectiva
formal y cuyo programa es una maraña de ingenuidad, ambigüedad,
ambientalismo y…anarco capitalismo.
Hay un gran desorden bajo el cielo italiano
Del 4 de marzo
sale una Italia también electoralmente dividida en dos: M5S al Sur (más del 40%
votos en Cerdeña, casi 50% en Sicilia y Apulia) y algunas grandes ciudades;
Derecha dura en el Norte. Sin embargo,
el balance es aún más grave, con un país partido en muchos trozos,
que se corresponden con casi total
exactitud a las diversas condiciones sociales maduradas no sólo en estos años
de crisis sino también en las décadas pasadas.
Como escriben l@s
compañer@s de Contropiano: “Leghista el Norte, donde queda algo que
defender (empresas que sacan beneficios y otras a riesgo de cierre, ocupación
precaria y mal pagada), “grillino” el Sur, donde se ha ya perdido casi todo y
el miedo de no poder remontar es concreto, manifiesto (los recortes al gasto
público, han segado, indirectamente, también las piernas al clientelismo).
Incertidumbre en el Centro, succionado por fragmentos en ambos lados”.
La Italia de la desconfianza, del cabreo y
del “rencor” parece haber barrido en estas elecciones lo poco que quedaba de la
vieja “clase política” de la segunda república. Ha hecho caer a Renzi, y ha
sepultado a Bersani y a D’Alema al mismo
tiempo que a su alter ego de un
cuarto de siglo, Silvio Berlusconi. No ha habido juegos de prestidigitación ni
promesas clientelares que hayan podido parar el tsunami provocado por
convulsiones telúricas tan profundas que no presentan, sin embargo, todavía rastros en la superficie del
conflicto social.
A simple vista, en Italia más del 60% de l@s votantes han
expresado la intención de resistir al tele populismo zafio de Berlusconi y al
fascismo. Piden, con diferentes modulaciones, derechos sociales garantizados,
parar la corrupción, respeto al medio ambiente, una nueva idea de Europa y el
fin de la austeridad.
Ingenuamente se podría creer que con buenas
negociaciones, amplitud de miras, racionalidad política y sensibilidad social
sería posible y auspiciable un acuerdo de mínimos entre M5S, PD y sus alianzas
y LEU. Incluso la lista liberal- europeísta de Emma Bonino (2, 5%) podría
apoyar. Allí está el ejemplo portugués. Y hoy mismo, día 5 de marzo, tras el
anuncio de la dimisión de Renzi del PD, la oposición interna se ha apresurado
hablar de posibles contactos con el M5S…
Sin embargo,
la Comisión Europea, el BCE, Gentiloni y el mismo Renzi maniobrarán para que
gobierne la derecha, con la escusa de la «responsabilidad» y de la lucha contra
el populismo. Harán que prevalezca el miedo frente a cualquier cambio.
¿Demasiado vergonzoso? Al tiempo...tenemos también, en estos mismos días, el
triste ejemplo de Alemania y del SPD.
Otra paradoja: ninguno de los responsables de
los mayores partidos podrá respetar los
“compromisos” asumidos a lo largo de la sucia y triste campaña electoral si
pretende acercarse a las debilitadas palancas de gobierno. PD y berlusconianos
han jurado que jamás harían gobierno con “los populistas”. Salvini y compañía
han prometido ir al gobierno sólo con los aliados-competidores de la coalición de centroderecha.
Por otra parte, es muy difícil que pueda
seguir adelante la llamada “solución indolora” deseada por la Comisión Europea:
mantener en pie el ejecutivo de Gentiloni (o un gobierno “técnico”) con una
mayoría “renzusconiana”, remendada como sea. Sería a todas luces un gobierno de
perdedores. Aunque, nunca se sabe. Hace unos días la Comisión Europea
recomendaba “keep calm and carry on”
renovando su confianza en Gentiloni y en el presidente de la República Italiana
Mattarella.
En cuanto a Potere al Popolo, queda claro que no se revierte una tendencia
con simples actos de voluntad. Habrá que examinar los votos colegio por
colegio, tendrán que reunirse las asambleas territoriales reales, y eso
evidenciará muy probablemente lo que ya aparecía claro a lo largo de una
campaña electoral en la que fueron censurados por todos los medio de
información: donde hay una iniciativa político-social verdadera (comité de
lucha, formas de solidaridad reconocibles, sindicato combativo, etc.) el
“bloque social” responde de alguna manera también en el terreno electoral. Allí
donde esta actividad no existe o no consigue visibilizarse, es inútil
presentarse y pedir el voto en nombre de un ideal o un símbolo.
En este momento, marcado por el fracaso y el descrédito
de las élites, por decirlo con brutal franqueza, el auténtico punto de fuerza de la gran
burguesía italiana y alemana, así como del dominio del capitalismo de los
oligopolios en crisis es la enorme debilidad del movimiento proletario y
popular.
De eso depende que se consolide el espanto o se genere
algo nuevo que de aliento al principio esperanza, es decir una representación política digna, reconocida por las
masas y con posible crecimiento en el
conflicto social que, desde ya, deberá
enfrentarse a las insaciables maniobras
económicas “lagrimas, sudor y sangre”.
La nostalgia
no es una virtud revolucionaria. La guerra de trinchera, involucrada en la
guerra de posición, es dura, larga e irregular. Además, como siempre ha
sido, no se dirime únicamente en la
arena electoral.
(1)Cuando la “reforma” constitucional semigolpista
renziana fue derrotada en las urnas en 2016, el diputado Ettore Rosato –a la
hora de construir artefactos diabólicos siempre hay un democristiano– recibió
entonces el encargo de elaborar una ley con prima para los partidos coaligados,
que complicase un poco las cosas al Movimiento 5 Estrellas, que no tenía muchos
posibles aliados a su alrededor.
Así nació el Rosatellum, la ley con
la que se votó el domingo 4 de marzo y que casi nadie en Italia sabe explicar
muy bien cómo funciona. A grandes rasgos: el 37% de los escaños se asignan en
colegio uninominal mayoritario, el 61% bajo sistema proporcional, el 2% para
los italianos en el extranjero. Y un complicado juego de poleas entre listas
coaligadas
Muy interesante compagno Marco. ¿Desarrollarías análisis más específico de Potere al Popolo.
ResponderEliminarLa foto de la Asamblea Territorial en Soverato (¡eso sí es una Asamblea y no las minucias que vivimos en la actual PAÑA! PAÑA! estimula a seguir más de cerca a esa candidatura.