miércoles, 4 de enero de 2017

José Loredo Aparicio. Breve perfil de un revolucionario olvidado

Boni Ortiz

José María Joaquín Loredo Aparicio -ese era su nombre completo- nació en Sama de Langreo el 22 de agosto de 1897, en el seno de una familia urbana y pequeño burguesa, compuesta por su madre Eladia Aparicio Valdés y su padre Rafael Laredo Prendes que era Procurador de los Tribunales. Fue el tercero de cinco hermanos: la primera fue María Concepción que vino al mundo el 23 de agosto de 1884; el segundo sería Marcial nacido el 26 de diciembre de 1895; después el propio José María Joaquín, tras el que vendrían Luisa el 8 de diciembre de 1898, y Rafael que nació el 1 de noviembre de 1905.


Según cuenta su padre en un libro familiar autógrafo, en el que va haciendo un repaso detallado de cada uno de sus miembros, José Loredo Aparicio hizo sus primeros estudios en Sama de Langreo y también parte del bachillerato, del que iba examinándose en el Instituto de Gijón, acabándolo en octubre de 1912. En la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo inicia la carrera de Derecho en octubre de 1913, acabándola el 15 de junio de 1915 con sobresaliente y convirtiéndose a sus 17 años en el abogado mas joven hasta aquel momento. Tanto, que se vio obligado a esperar hasta 1920 para poder colegiarse, abrir bufete en la calle Campomanes 21 de Oviedo y ejercer una profesión que podría caracterizarse como familiar, ya que también la ejercieron su padre y su abuelo. Se casó en La Felguera el 7 de abril de 1921 con María de la Paz Álvarez Menéndez, natural de la villa de Luanco.
Precisamente sería en la Universidad ovetense donde inicia su actividad política, vinculándose a la juventud del recién formado Partido Reformista de Melquíades Álvarez que en aquella época se presentaba como el abanderado para la regeneración de España. Y justamente en El Reformista, su órgano de expresión, desarrollaría durante los años de 1914 y 1917, otra de las actividades fundamentales en su vida: las colaboraciones periodísticas, ideológicas y de opinión y que en aquellos primeros años, las hacía firmando con el pseudónimo de Pepe Rey, si bien, su primera columna la haría en el periódico Las Libertades fechado el 9 de octubre de 1910, con 13 años recién cumplidos.
Como muchos intelectuales de su época, formó parte de la masonería iniciándose en la Respetable Logia Jovellanos 337, como francmasón el 22 de agosto de 1919, tomando el nombre simbólico de “Sama”. Dos meses después leyó ante sus compañeros la Plancha sobre la Guerra de Marruecos donde fijaba sus posiciones contra la “herencia” principio trasmisor de la propiedad privada y del “colonialismo”, con claridad y precisión. Dos años después llegó a ser exaltado al grado 3º de Maestro Masón.
Por aquellos años la influencia del Octubre Rojo, no sólo había logrado penetrar en la CNT, con su adhesión a la III Internacional manifestada en el Congreso de La Comedia (diciembre de 1919), sino también en buena parte del Socialismo. Ya en el Congreso de la Federación Socialista Asturiana celebrado en el Centro de Sociedades Obreras de Oviedo, el sábado 19 de octubre de 1919, “se acuerda adherirse a la tercera internacional en el próximo febrero”, si los alemanes que apoyaron la guerra, no son expulsados de la II Internacional. Ese era el ambiente “probolchevique” que inundaba el socialismo al principio de 1920, y en especial a sus Juventudes de las que José Mª Loredo Aparicio era su presidente en Asturias y Lázaro García, otro “tercerista”, su secretario.
El debate político, la diferencia de líneas y el propagandismo se había puesto en marcha y, los artículos, charlas y conferencias sobre “Socialismo y Comunismo” proliferaban, firmadas o impartidas por José Calleja, Loredo Aparicio, Lázaro García y también de Isodoro Acevedo, en periódicos, ateneos y centros obreros. También publicaciones de pequeña tirada, ámbito local y vida efímera: “El Soviet” de Gijón (1918), “La Batalla” (1918-19) y “La Dictadura” (1920) ambas de Mieres y dinamizadas por Jesús Ibáñez, “El Comunista” de La Felguera (1919-20) cuyo administrador era Aquilino Moral,…
Será en abril de 1920, cuando se forma el inicial Partido Comunista Español (PCE), llamado despectivamente “el Partido de los cien niños”, a partir de la ruptura de los jóvenes socialistas, y justamente un año después, viejos militantes socialistas seguidores de la Revolución Rusa, rompen con el PSOE para formar el Partido Comunista Obrero Español, entre ellos los ya mentados Acevedo, Loredo, Calleja, Lazaro... La forzada y muy problemática unidad de ambos, impuesta por la IC, no se concretaría hasta finales del 21 con la creación de un único Partido Comunista de España (PCE).
En el verano de 1923, Loredo fue elegido por el Partido Comunista de España delegado al Consejo Central de la ISR, que era una especie de organismo ampliado entre congresos, celebrado en Moscú entre él 25 de junio y el 2 de julio de aquel año. De aquel viaje Loredo dio sobrada y definitiva constancia en una serie de dieciocho artículos publicados en El Noroeste durante todo el verano de 1923, bajo el título genérico de “En el país de los soviets”. Partió de Oviedo el día 3 de mayo en un viaje hacia la Unión Soviética que le obligó a cruzar toda Europa, llegando a Moscú el 16 de mayo y volviendo a estar en Oviedo el 18 de julio.
Durante esos años de la Dictadura de Primo de Rivera, Loredo realizó una destacada labor impulsando la creación de Ateneos Obreros y Populares en las cuencas mineras. Aunque todavía quedaba por cristalizar las diferencias en el seno de Internacional Comunista, la política ultraizquierdista y aventurerista, unidas a la deriva burocrática y autoritaria de un PCE con José Bullejos a la cabeza, comenzaba a expresarse con expulsiones masivas, aumentando su descomposición y sus complicaciones derivadas –entre otras cosas- por su ilegalización durante el periodo de la dictadura de Primo de Rivera. En Asturias una de las primeras medidas disciplinarias sería la expulsión de Eduardo Castro, que había sido Secretario Provincial en noviembre de 1925. Matías Suárez Fierro y Loredo Aparicio que mostraron su solidaridad con él, también fueron expulsados, dando paso al primer intento de crear una organización comunista al margen del PCE: Bolcheviques del Nalón, que resultó fallida. Los procesos de crisis de la Internacional Comunista y del Partido Comunista Ruso derivada de la pugna Stalin-Trotsky, estaban coincidiendo en el tiempo y en buena parte en su carácter, con el sufrido por el PCE en el periodo bullejista. Por decirlo de alguna manera, la suerte -es decir: la ruptura política y organizativa con el PCE-, estaba echada.
El 7 junio de 1931 se celebra en Madrid la II Conferencia Nacional de la Oposición
y, sus conclusiones fueron difundidas en el primer número de la revista Comunismo como editorial, con el definitivo título de Nuestros propósitos, llegando a decir: “(…) Lucharemos contra la escisión de nuestra organización (…) la OCE no es otro partido más (…) Cuando nuestra obra esté terminada, nuestros fines logrados Comunismo cesará su publicación y la Oposición Comunista de España no tendrá razón de existir” (Comunismo. Nº 1, 15 de mayo de 1931). Poco antes se había puesto en marcha la revista Comunismo que se definía como “Órgano teórico de la Oposición Internacional de España”. Pues bien, la intervención de Loredo Aparicio, posibilitó que se editasen en Asturias los cuatro primeros números, concretamente en una imprenta de Gijón. Sus colaboraciones en Comunismo fueron tres: Por la libertad y la democracia obreras (Nº 2,  15. Junio de 1931), El problema religioso en la República española (Nº 5. Octubre de 1931) y Las luchas de los mineros españoles (Nº 7, diciembre de 1931).


Conviene aclarar que durante todo este periodo la Oposición se consideraba como “parte del Partido Comunista”, estuvieran sus militantes fuera o dentro de él, y que sus planteamientos eran los de luchar por “la reorganización del PCE, por el restablecimiento en el interior del Partido de la democracia comunista, y la reintegración de todos los camaradas excluidos”. No se consideraban “otro partido” ni trabajaban así, es más la captación de militantes se hacía para el PCE. Esa II Conferencia era en realidad la constitutiva de la Oposición -ya que la primera se había realizado en febrero de 1930 en Lieja (Bruselas), con escasas participación, representatividad y poca trascendencia- y sería su punto de partida organizativo y político. En ella participó Andréu Nin que, apenas diez meses antes, había regresado de la URSS tras sus casi nueve años de estancia como dirigente de la Internacional Sindical Roja; en representación de Asturias acudió Loredo Aparicio.
Un año después se celebra la III Conferencia Nacional de la Oposición de Izquierda, en la que se daría un giro fundamental y un gran paso hacía adelante tanto organizativo, como político. Se celebró en Madrid entre los días 26 y 28 de marzo, realizándose seis sesiones que fueron presididas por Andreu Nin y Loredo Aparicio, actuando de secretarios Blanco Pascual de Galicia y Aurelio Solares de Asturias, dejándonos bien claro la importancia que sus compañeros daban a la delegación asturiana. Participaron cerca de cuarenta delegados entre los que se encontraban dos representantes de la Oposición Internacional y en ella se decidió entre otras cosas cambiarse el nombre por Izquierda Comunista de España (Sección Española de la Oposición Comunista Internacional), comenzando a actuar como un partido autónomo, con una estructura, un programa y una actividad especifica y diferenciada.
A finales de agosto de 1933 se celebró una Conferencia Regional de la Federación Asturiana de la Izquierda Comunista de España en la que Ramón Aller Alberdi (de Oviedo y dirigente del Sindicato de la Banca de UGT) junto a Loredo Aparicio defendieron la constitución de la IV Internacional, mientras que otros como Armando Alonso, Aurelio Solares y Manuel Fernández Sendón (Fersen: gallego del Comité Ejecutivo y por ello residente en Madrid, de paso por Asturias impartiendo numerosas conferencias en Ateneos Obreros), se oponían por entenderla prematura. Poco antes de esas mismas fechas en París se reunía el Pleno de la Oposición Internacional que cambiaba su nombre por el de Liga Comunista Internacional y que apostaba por la constitución de una nueva Internacional, abriendo el debate en todas sus secciones. Ignoramos si en el Pleno parisino hubo algún representante asturiano, pero en cualquier caso lo que sí queda demostrado era la fluida conexión y la agilidad, por la inmediatez del debate en la Conferencia de Asturias.
La deriva contrarrevolucionaria y “bonapartista” que iba tomando la República, desde la intentona golpista de Sanjurjo, hasta la represión de Casas Viejas, dejaba bien claro a la Izquierda Comunista de España que “sólo en el proletariado descansa la verdadera defensa de los principios de la revolución democrática iniciada el 14 de abril”, insistiendo en su formulación de la constitución de un Frente Único Proletario que parase el peligro fascista y avanzase en el proceso revolucionario abierto el 14 de abril.
A finales de 1933 en Cataluña se firma la primera Alianza Obrera, en la que no estarían ni la CNT, ni el PCE. En Asturias se da un primer paso definitivo con la Alianza Sindical entre la CNT y la UGT, el miércoles 28 de marzo de 1934, y tres días después se conforma la Alianza Obrera. El sábado 7 de abril, en el Centro de Sociedades Obreras de Oviedo se reúne el Comité de la Alianza y entre otros temas, se leen las cartas con las peticiones de ingreso del BOC y de la IC. La carta del BOC -con fecha del 4- estaba firmada por Marcelino Magdalena y Benjamín Escobar, facultando a Manuel Grossi Mier como su representante. La segunda de la Izquierda Comunista con fecha del lunes 2, estaba firmada por José Loredo Aparicio, Ignacio Iglesias, Aurelio Solares y Emilio García, facultando a este último como representante de la ICE en el Comité de la Alianza.
A pesar de la pequeña implantación de la ICE y del BOC, sus militantes jugaron un papel destacado, tanto en el proceso de constitución de la Alianza, como en la Revolución de Octubre. Loredo Aparicio que actuaba de abogado defensor de algunos de los implicados en el fallido desembargo de armas del bou Turquesa, fue miembro del Comité Revolucionario de Oviedo y Comisario de Abastos, por lo que una vez derrotada la revolución tuvo que huir “tirándose al monte”. Logro llegar a Madrid en donde estuvo escondido algunos días, pasando a Barcelona y desde allí llegar a Francia y después a Bélgica. Es de suponer que Loredo en el exilio y como viejo cuadro de la Oposición que era, estaría al tanto del debate entre los oposicionistas españoles y Trotsky, que se oponía frontalmente al proceso de constitución del POUM, planteando la entrada en el PSOE, para reforzar las posiciones revolucionarias existentes en su interior.
Volvió a España después de la amnistía proclamada tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, en las que según parece, rechazó discretamente la oferta del POUM para ser su candidato. No podemos afirmar si fue el pragmatismo o su “trotskismo oficialista”, lo que le llevó a acercarse al PSOE, a la UGT y colaborando en Avance de Javier Bueno, todo ello favorecido por su amistad con Amador Fernández “Amodorín”.
Lo cierto es que desde el proceso revolucionario abierto el 19 de julio de 1936, ocupó diferentes cargos dentro de las instituciones del Frente Popular. Fue nombrado presidente de primer Tribunal Popular, aunque no llegaría a presidirlo ya que antes de su constitución fue relevado, siendo nombrado Secretario del Consejo Provincial del Gobierno del Frente Popular, llegando a ocupar interinamente el cargo de Gobernador durante las ausencias de Belarmino Tomás, de quien se dice fue “su mano derecha”. En el verano de 1937 abandona Asturias, pasando a ocupar el puesto de Secretario general en la Embajada de la República Española en México, de la que era titular Félix Gordón Ordax. Cabe suponer que, ante la persecución que estaban sufriendo los “poumistas” y trotskistas, le fuese aconsejado por su amigo Amador Fernández, alejarse a la espera de la evolución de los acontecimientos derivados de los sucesos de mayo en Barcelona.
En México José Mª Loredo Aparicio siguió con su acción propagandista dando numerosas conferencias, y publicando algunos libros: El General Prim en México (conferencias pronunciadas en 1938, prólogo de Florentino M. Torner), La piedad de Franco, o La situación económica de España antes y después de la guerra. Un año después del final de la Guerra Civil española, se traslada Chile en cuya capital ejerció como profesor de literatura española, durante ocho años. Sabemos también que fue propietario de una librería en Santiago, como bien quedó constancia en esta pequeña crónica periodística firmada por Ramón Suárez Picallo y publicada en el diario La Hora de Santiago de Chile el 19 de diciembre de 1943: “(…) Acuse de recibo: Don José Loredo Aparicio, librero de la calle Bandera frente al Congreso, representante en Chile de la Editorial galaico-argentina “Emece”, de Buenos Aires, ha tenido la gentileza de obsequiarnos con un ejemplar de al cuarta edición de “Follas Novas” –la obra cumbre de Rosalía Castro– recientemente publicada por la citada editorial. Acusamos recibo y agradecemos, conmovidos, el precioso regalo. Porque Rosalía -¡Santa Rosalía!– la dulce musa del Sar, es deidad de nuestra cabecera, en las noches, sólo alumbradas por los recuerdos y por las saudades (...)”.
 A principios de 1948, se instala nuevamente en México DF y el 18 de marzo de 1948, al tomar un tranvía, un “coche-camión” del parque móvil del Gobierno lo atropelló mortalmente. No sería el único trotskista muerto por atropello de automóvil o camión. Desde entonces, el cuerpo de José María Joaquín Loredo Aparicio descansa en el Cementerio Español de la capital mexicana.



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