María
del Mar Sangrador Salán, activista feminista y anticapitalista
Celebramos un nuevo 8 de marzo, día
Internacional de las Mujeres y este año
de 2017 asistimos a un llamamiento a una
huelga internacional de mujeres, a una jornada de lucha internacional para combatir
el neoliberalismo patriarcal y su carga de violencia doméstica, social,
política, sexual, cultural, racial.
El neoliberalismo imperante en las
últimas décadas no ha hecho más que profundizar la desigualdad, con un impacto
diferente en hombres y mujeres debido a la previa desigualdad de la que se
parte. Los recortes y las políticas
austericidas han supuesto que se incremente
para las mujeres la brecha salarial (del 22,5% respecto a los hombres), que se perciba menor salario (hoy la mujer debería trabajar
109 días más al año para ganar lo mismo que un hombre), que se soporte una mayor precarización laboral al registrar
tasas de temporalidad más altas (un 27% de los contratos de mujeres son temporales
por sólo el 8% de los contratos de los hombres), que registre más altas tasas de
empobrecimiento y de desempleo. Además
y como consecuencia de la menor
cotización a la Seguridad Social, resultado de los bajos salarios y los
trabajos a tiempo parcial, tenemos menos
cobertura en la protección por desempleo e inferior cuantía en la pensión de
jubilación ( al término del año 2016 las
mujeres cobraban 414 euros mensuales menos). Ni hablar de las cifras
escandalosas provenientes de la violencia machista que ya se ha cobrado 10 mujeres asesinadas en lo que va de año.
La política neoliberal de
desmantelamiento del estado de bienestar, de privatización de todos los bienes
públicos y comunes y de explotación de las personas y la naturaleza, viene acompañada de una estrategia de re-hogarización, de
un incremento de los trabajos
reproductivos y de cuidados nunca reconocidos y por supuesto no remunerados.
Los recortes en los servicios sociales provocan un incremento de la traslación
del ámbito público al privado de las tareas de cuidados, tareas que recaen
mayormente sobre las espaldas de las mujeres. Como dice Sandra Ezquerra: “El aumento de la carga total de trabajo de
las mujeres como resultado de la crisis sistemática y de su gestión por el
Estado, así como la intensificación de sus responsabilidades reproductivas no
constituye un mero efecto colateral coyuntural sino que más bien responde a una
estrategia política-económica de privatización y re-hogarización de la
reproducción en aras de la supervivencia de la economía considerada real”. (1)
Además
esta política de despojo y desposesión de derechos, significa por una parte que los
estados nacionales proveen y garanticen
menos los derechos y servicios sociales y por otra conlleva la creación
de un estado de excepción que incrementa las funciones policiales con el
consiguiente giro autoritario en las formas de gobierno, con el objeto de
frenar las protestas sociales. Todo ello
acompañado de una fuerte carga ideológica, que en el caso de las mujeres supone
un fuerte reforzamiento de la lógica patriarcal de la división sexual del
trabajo, que pone en la agenda la lucha contra el aborto, el reforzamiento del
binomio sexualidad-maternidad y el femicidio sistemático.
Algunos ejemplos de esta vuelta de
tuerca global contra las mujeres lo constituyen los crecientes femicidios y
casos de violencia de género que afectan especialmente a México y Argentina, el intento del parlamento
polaco de prohibir la interrupción voluntaria del embarazo, la reciente aprobación de la llamada “ley de bofetadas”
en Rusia. Y en España, los ataques del PP contra el derecho al aborto
existente.
Y frente a estos ataques hay que
destacar la masividad y radicalidad en la respuesta de las mujeres que parece
anunciar una nueva ola combativa de
luchas feministas. Cientos de mujeres el 7 de noviembre de 2015 en Madrid,
reclamaron el fin de la violencia machista,
masivas manifestaciones en Argentina y México contra la violencia
machista, la huelga de mujeres en Polonia contra la prohibición del aborto
y la
marchas de las mujeres de Washington contra las políticas misóginas,
homófobas y racistas de Trump, son
algunas muestran que evidencian que el feminismo está vivo y manda el mensaje
de que no hay marcha atrás en las posiciones conquistadas.
En este 8 de marzo, contra esta
estrategia neoliberal que nos empobrece y discrimina tenemos que construir un
feminismo para el 99%, un feminismo popular y anticapitalista, que nos sirva de
herramienta para afrontar la pobreza, que articule una nueva economía al
servicio de las personas, que reorganice colectivamente los trabajos, defina lo
que es común, permita el disfrute de una
sexualidad libre, diversa y plural, del derecho soberano a nuestro cuerpo. Que
tienda puentes donde otros levantan muros.
El feminismo anticapitalista, en
conjunción con otros movimientos laborales, sociales y políticos, debe ser ese
freno de emergencia imprescindible que
enfrente este capitalismo desbocado que
nos lleva a la barbarie.
(1) Sandra Ezquerra: “Acumulación por
desposesión, género y crisis en el Estado español”. Revista de Economía Crítica nº
14, segundo semestre 2012
A pesar de todos los golpes y descalificaciones que la lucha feminista ha recibido, cada vez son más las mujeres y los hombres que se declaran feministas y luchan en el día a día. Es, tal vez, una de las luchas que está más activa hoy en día. Sus resultados, sin embargo, no son tan buenos como uno desearía, pero no desfallecemos.
ResponderEliminarSuscribimos el artículo de María del Mar Sangrador y lo “socializamos” como manifiesto de Afinidades Anticapitalistas para este 8 de Marzo de 2017.
ResponderEliminarEn ese sentido, procuraremos su más amplia difusión durante los próximos días en otros medios alternativos.
Al hilo de uno de los aspectos que trata, el de la violencia de género, trasladamos el enfoque de Beatriz Gimeno (http://beatrizgimeno.es) que replica el número 40 de la revista amiga Trasversales (http://www.trasversales.net).
Beatriz previne contra dos desvíos. Uno sería el impasse del movimiento feminista si no vindica el cambio en las condiciones que provocan esa violencia y el otro, la asunción de “buen gusto” del rechazo a la violencia machista pero sin tomar medidas que combatan sus causas.
En ese totum revolutum se produce la mezcla de siglas y corrientes de pensamiento, año tras año, cada 25 de noviembre y durante los minutos de silencio municipales cada vez que mujeres de alguna localidad mueren asesinadas a manos de sus parejas.
Escribe Beatriz que no hace falta ser de izquierdas para sentir compasión por la suerte de los pobres, como no hace falta ser feminista para rechazar la violencia de género pero, SÍ hace falta SER DE IZQUIERDAS Y SER FEMINISTA para combatir la desigualdad y saber como hacerlo y para combatir adecuadamente la violencia machista.
Como Beatriz ha entrado, tras las últimas elecciones, en las Asamblea de Madrid se apoya en su experiencia al subrayar que el PP no se sonroja combinando su “apuesta decidida e inequívoca por la igualdad de género” y la reducción -al mismo tiempo- del presupuesto de igualdad, así como nombrando a una ministra de igualdad que está contra el derecho al aborto.
En definitiva, frente a un antifeminismo camuflado, especie de cajón de sastre torcidamente retórico y humanitarista (Beatriz lo llama “blanqueo” de políticas antifeministas) solo la lucha coherente, norma a norma en las instituciones junto al debate social y la permanente acción directa en la ciudad, la empresa y la escuela, pueden frenar los recortes económicos, jurídicos, las desigualdades laborales y políticas y en definitiva, la regresión ideológica y el recorte de derechos que supone la rehogarización de la mujer denunciados por María del Mar en este artículo.