miércoles, 15 de febrero de 2017

¿POR QUÉ LA UNIÓN EUROPEA NIEGA EL ASILO A LXS REFUGIADXS?


Manuel Corbera Millán
Activista de LIBRES y de Pasaje Seguro

Los colectivos ciudadanos en defensa de las personas refugiadas nos movemos a menudo por un sentimiento de mera empatía, que intentamos contagiar al conjunto de la sociedad civil. Queremos ser los altavoces del desgarrador grito de socorro de quienes, tras haberlo perdido todo, se ven atrapadas ante las puertas cerradas de Europa. Queremos ser defensores de sus derechos humanos, evitar que se les olvide, denunciar el trato que reciben y, por supuesto, queremos acabar con esas fronteras blindadas que se están ganando a pulso el calificativo de asesinas. Todo ello está bien, es una prioridad.

Pero pocas veces nos paramos a pensar en las razones que están detrás de esta política de la UE. Uno de los días que estaba recogiendo firmas para el Manifiesto de Pasaje Seguro UC en la Universidad, una de las personas que se acercó a interesarse me preguntó ¿Tú por qué crees que los gobiernos de los países de la UE son tan reticentes con la acogida de los refugiados, si podrían quedar bien con poco esfuerzo? Me limité a enumerar los principales argumentos utilizados en los discursos oficiales: dicen –dije- que el coste es muy elevado, pero países mucho más pobres como Turquía, Jordania o Líbano han absorbido a la mayor parte de los refugiados; dicen que no hay espacio ni recursos para todos, pero somos una de las principales potencias económicas mundiales; dicen que entre los refugiados hay terroristas, pero no es ahí donde se encuentran los terroristas; dicen que podrían dar impulso a posiciones xenófobas, pero buena parte de su propio discurso es xenófobo… Todo ello son disculpas, concluí; lo cierto es que tenemos unos políticos egoístas, que quieren sacudirse los problemas del asilo. Cuando se marchó, no sé si convencida o no, me quedé pensando en que no había respondido bien; me había quedado en el discurso explícito, pero estaba seguro de que había razones no mencionadas, y que éstas eran las más importantes.

Cuanto más se indaga en esas justificaciones explícitas más se descubre su falacia y más evidente parece que ellas no son la causa última de la política de fronteras que parece querer transformar a la UE en una fortaleza frente a los refugiados.



El número de personas refugiadas que llega es insignificante para una comunidad de más de 500 millones de habitantes. Los poco más de 160.000 que la UE se ha comprometido a acoger apenas suponen el 0,03% de su población, y si consideramos el total de peticiones de asilo hasta 2015 (566.380 según datos de ACNUR) éstas sólo suponen el 0,11%. ¿Cómo se puede calificar a esto de avalancha o de crisis de refugiados? Solo el cierre de fronteras, que atrapa a las personas llegadas y las impide seguir hacia los destinos elegidos, ha provocado las terribles situaciones que conocemos y que se han visto agravadas por el frío glacial de este invierno. A fecha de enero de 2017 tan sólo han llegado 24.070 personas refugiadas, es decir el 13% de las que se habían comprometido a acoger. Mientras tanto, más de 70.000 siguen aprisionadas en Grecia, Bulgaria, Macedonia, Serbia…

Por otra parte, el coste de detener a las personas migrantes y refugiadas que intentan llegar a Europa y de deportar a quienes se considera ilegales, conlleva gastos tan enormes que podrían servir para proporcionar asilo a muchas personas. Desde el año 2000 Europa lleva gastados cerca de 2.000 millones de euros en blindar sus fronteras y 11.300 en expulsiones y repatriaciones. El mantenimiento de las vallas de Ceuta y Melilla cuesta (nos cuesta) más de 10 millones de euros anuales, y detener y deportar a las personas migrantes que llegan a España supone un gasto anual de 49 millones de euros. No es extraño que, en ocasiones, hayamos visto en el inmenso negocio que ello supone una de las causas de este blindaje de fronteras. Pero no es razón suficiente; también la política de asilo podría producir beneficios económicos.

En efecto, los mismos que han calculado que el coste de acogida para el período de 2015 a 2020 sería de 68.000 millones de euros, afirman que el beneficio que supondría en el mismo periodo sería de 126.000 millones, es decir, casi el doble de lo invertido.

No lo dicen economistas sospechosos de izquierdismo, ni de ser defensores de los derechos humanos. Sino economistas como Antonio Spilimbergo del Fondo Monetario Internacional, Massimiliano Cali del Banco Mundial, o Philippe Legrain, ex asesor del ex presidente de la Comisión Europea Durao Barroso. Recientemente Standard & Poor´s sostenía que la llegada de inmigrantes ha supuesto un notable impulso al crecimiento en Turquía, Jordania y Líbano, es decir, en los países que han recibido la mayor parte de refugiados de Oriente Medio (más de 4 millones).

Por otro lado, los principales países europeos mantienen o han estado manteniendo políticas que alientan la inmigración. Políticas que buscan paliar el severo envejecimiento de la población europea que pone en riesgo el relevo generacional (argumento que suelen utilizar para avisar de la difícil sostenibilidad de las pensiones) y que parecen haber demostrado sus ventajas. Alemania cuenta entre su población con 6,6 millones de inmigrantes que han aportado a las arcas del Estado 22.000 euros. Los inmigrantes llegados al Reino Unido desde 1999 aportaron a la Hacienda pública un 34% más de lo que costaron. El impacto medio positivo en los países de la OCDE entre 2007-2009 supuso un 0,35% del PIB y en Suiza, Bélgica o España alcanzó el 0,46%.

Claro que la crisis puede haber cambiado las cosas. Ahora el desempleo y la deuda pública se han disparado. Este es uno de los argumentos fuertes de la extrema derecha, con el que va ganando adeptos entre la clase obrera. Marine Le Pen ha dicho que la llegada de refugiados es como escupir a la cara de los desempleados franceses y europeos. Y sin embargo, existen igualmente muchos estudios que niegan ese impacto negativo. Porque la cuestión está en que la capacidad de empleo no consiste en un número fijo de puestos de trabajo que tendrían que repartirse entre los nacionales y los inmigrantes. Depende de la marcha de la economía y, por tanto, de la capacidad de los Estados para contribuir a la salida de la crisis. Un informe del FMI –tras un estudio de proyección- concluía  que es precisamente cuando se produce un mayor grado de integración laboral de los refugiados y migrantes cuando sube el PIB, desciende el desempleo y baja el porcentaje de deuda con respecto al PIB.

No parece sostenerse, por tanto, la argumentación de que no hay recursos para todos. Y ello hace aún más incomprensible el empecinamiento de la UE en mantener sus fronteras cerradas a los refugiados.

Uno de los argumentos más falaces e infames que viene utilizándose en los discursos oficiales es el que sugiere la posibilidad de que haya terroristas entre los refugiados. Porque es bien sabido que el terrorismo viaja más bien en sentido contrario. Algunos magrebíes, argelinos o turcos de segunda o tercera generación, que viven marginados en sus propios países europeos que les sigue considerando extranjeros, a pesar de su nacionalidad y de que en muchos casos jamás conocieron el país de origen de sus ancestros, se han visto atraídos por el Estado Islámico, y se han desplazado a Siria o Irak a través de la frontera turca para unirse al Daesh. Personas así también formaron parte de alguno de los atentados cometidos en Europa. Pero ¿quién puede creerse que terroristas,  a los que se supone bien equipados y dispuestos a atentar en Europa, pasen por las penalidades de los campamentos y los más que exhaustivos controles de frontera? ¿No es más fácil pensar que esas personas, en caso de que quisieran entrar con esos fines -si es que no están ya dentro- viajasen en avión y con papeles convincentes?

El último de los grandes argumentos utilizados en los discursos, más mezquino aún que el anterior, es que la apertura de fronteras a los refugiados daría alas a la xenofobia populista. La verdadera pregunta es: ¿Están los partidos de extrema derecha en Europa ganando terreno a causa de la presencia o presión de refugiados, o lo están haciendo porque los gobiernos conservadores o socialdemócratas les abren los espacios para ello a través de sus propias declaraciones?

De hecho, es en el discurso no explícito –o explícito a medias- de los dirigentes políticos, donde se encuentra el verdadero porqué de esta política. Un discurso xenófobo, aunque envuelto en un celofán que le da apariencia de “políticamente correcto”. Un discurso que defiende lo de dentro frente a lo de fuera, y en el que “lo de dentro” no está delimitado solo por las fronteras físicas de la UE, ni siquiera de los Estados Miembros, sino por las intangibles fronteras que delimitan a los “genuinamente europeos” de los otros (cada vez más identificados con los musulmanes). Una operación que sirve para hacernos creer que los unos (los europeos) disfrutamos de unos privilegios que debemos defender contra quienes pueden arrebatárnoslos. “No podemos dejar que entren, porque no hay para todos”.

El verdadero objetivo no es impedir su entrada, sino mantener esa imagen dual, reforzándola incluso, presentando a los migrantes y refugiados como hordas bárbaras que acechan las fronteras de Ceuta y Melilla, de Italia, Grecia, Bulgaria y Serbia, dispuestas a cualquier cosa con tal de conseguir realizar el sueño europeo, de disfrutar de nuestro estado del bienestar.


Con ese discurso pretenden reforzar el papel de los Estados y de la propia UE, defensores de nuestros privilegios, protectores de nuestra integridad frente al terrorismo que se nos puede colar por unas fronteras mal blindadas. Con ello orientan nuestra mirada hacia otro lado  y ocultan su incapacidad para salir de una crisis interminable.

Con frecuencia los movimientos de apoyo a los refugiados solemos decir que la UE está traicionando con esta política sus principios, la defensa de los derechos humanos y de la democracia. Pero esos principios (si alguna vez los tuvo) no los traicionó cuando se convirtió en fortaleza frente a los refugiados. La ciudadanía europea ha dejado de vivir en democracia y en Estados que respetan los derechos humanos desde que el capitalismo neoliberal se convirtió en hegemónico y reconfiguró el funcionamiento y los principios de la Unión. Los tecnócratas que controlan el Banco Central Europeo, la Comisión Europea,  el Mecanismo Europeo de Estabilidad, personas a las que nadie ha elegido, imponen el rescate de los bancos, obligan a transformar las deudas de los bancos privados en deudas públicas, fuerzan a los Estados a llevar a cabo políticas austericidas de recorte de lo público (sanidad, educación, prestaciones sociales, pensiones…). Los representantes elegidos de los partidos que gobiernan hoy por hoy en cada Estado, son en realidad representantes de las élites del neoliberalismo, que acatan obedientes sus dictados y nos imponen las reformas que garantizan sus beneficios al tiempo que nos recuerdan la “imposibilidad de cambiar las cosas”. ¿Qué espacio queda para la democracia? Cuando nuestras calles se llenan de indigentes, cuando las familias son expulsadas de sus casas ¿Qué derechos humanos puede atribuirse a esta UE podrida?

No son las personas inmigrantes y refugiadas quienes ponen en peligro nuestro futuro, el de las clases populares. Ya una vez en la Historia se acusó a los judíos de ser los causantes de los males que engendraba el capitalismo. Hoy parece haberles tocado a los musulmanes. Lo cierto es que nuestro futuro y el estado del bienestar están siendo atacados desde dentro de la UE, y no por musulmanes, inmigrantes y refugiados, sino por los gobiernos que impulsan las privatizaciones de los servicios sociales, que realizan reformas laborales que convierten la precariedad laboral en normalidad, que rebajan los salarios y las pensiones, que nos empobrecen e impiden a los jóvenes planificar su vida.

Quienes llaman hoy a las puertas de esta Europa deshumanizada, de esta Europa dominada por las élites financieras del capitalismo neoliberal, no son nuestros enemigos. No pretenden despojarnos de nada. Después de todo vienen huyendo de conflictos en los que distintas potencias regionales y mundiales se disputan la hegemonía sobre sus recursos. Son víctimas del mismo sistema, generador de la guerra y el hambre que les ha arrojado a nuestras fronteras. Exigir a nuestros gobiernos que les acojan y defender sus derechos como personas, no solo es un acto de solidaridad imprescindible con quienes sufren por causa de las guerras; es también la manera de expresar nuestra indignación con quienes desde la UE se han propuesto incrementar su sufrimiento para utilizarlo como el escaparate que nos permita reconocer nuestros supuestos privilegios, que nos haga sentir protegidos por nuestros Estados y la UE, que nos haga olvidar los continuos ataques a nuestros derechos y libertades y el desmantelamiento del estado del bienestar.

1 comentario:

  1. Aquí la url del video filmado durante un debate público en la PANTERA ROSA (ZARAGOZA)
    https://youtu.be/ngOm8UDUazI

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