R. Bistué
La
extraordinaria novela de Agota Kristof, publicada en Booket hace unos años,
compendia tres novelas cortas editadas por primera vez en Suiza, en 1986. Todo
un éxito desde entonces de esta exiliada húngara que pasó a Suiza en 1956
y trabajó durante unos años como obrera
en una fábrica de relojes.
Coincide esta
aproximación a Claus y Lukas con la
conmemoración del 60 aniversario de la abortada revolución húngara de 1956 que recordamos
en afinidades anticapitalistas el mes pasado, porque la biografía de Agota
estuvo profundamente marcada por aquellos hechos en que participó junto a su
primer marido: fue la derrota y el desplome de las expectativas
regeneracionistas la que les llevaron al exilio.
Los gemelos
Claus y Lukas (que son uno y dos, al tiempo) son los autores del gran cuaderno autobiográfico,
un diario de dos niños exiliados
al campo por la fuerza de los acontecimientos y embutidos en el fragor de la
segunda guerra mundial. Obligados a endurecerse para encarar la tragedia bélica,
levantan cruel acta de su vida cotidiana. Así pasarán pronto de ser víctimas a verdugos de su abuela, usar al padre desertor
como cebo, para facilitar la huída que
les separará en cierto momento o el chantaje
a un sacerdote pederasta para aliviar el hambre de dos mujeres sumidas en la
miseria.
Más tarde, los gemelos encararán su vida entre
la añoranza y el fantaseo de la existencia del ausente: Claus en occidente y
Lukas en un incierto lugar de los que
definiría Isaac Deutscher como “Polbulgaria”. Cada cual construyendo el imaginario castillo de la existencia del otro sobre
arenas movedizas y peligrosas. El telón de fondo será un Este anodino y un
Oeste de plástico.
Agota,
lectora de Thomas Bernhard (TB) y como él practicante de un realismo crudo, decía
en 2007: “TB me hace reír mucho. Sé que es despiadado pero me hace reír porque
cuenta las cosas como son”… y efectivamente, ella también contó las cosas como
fueron, con crueldad y desde el vacío y
la insatisfacción compartida en las dos mitades de Europa, por Claus en
occidente y por Lukas en “Polbulgaria”
inmersos, cada cual a su modo, en la frustración de personas aplastadas por castrantes mordazas
sistémicas que aliviarán mediante la escritura.
En ello detectamos
una genial metáfora de la Europa
desgarrada, derrotada por la guerra y el reparto pactado en los acuerdos Yalta
y Potsdam. Una Europa escindida a la fuerza y por decreto, entre los
representantes de un perverso “capitalismo democrático” depredador, consumista
y alienante y los de un “socialismo democrático popular” no menos
primitivo, espartano y autoritario. Cada bloque imaginando al opuesto desde el
desconocimiento, cada bloque sumido en
una ceguera ajena a cualquier horizonte
emancipador.
Agota
Kristof nació en Csikyánd-Hungría en 1935 y falleció en Suiza en 2011. Su trilogía El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira se ensamblan en Claus y Lukas, una novela que además
de leerse de un tirón porque apasiona, ayuda a repensar la historia del pasado
siglo y emplaza algunas balizas
necesarias para orientar nuestro presente.
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