DOCE MESES DESPUÉS DE LAS
ELECCIONES DEL 20D DE 2015. S.Obispo/ A.Puig
Decíamos el pasado noviembre que en lo
sucesivo “hablaríamos del gobierno”. A ello vamos.
Han transcurrido doce meses desde las
elecciones del 20D que dieron paso a su segunda y fatal vuelta el 26 J. Si tras
el 20 se cerró una “ventana de oportunidad”, el 26 llegó con portazo: es decir, cuatro años más de gobierno PP.
En el ámbito puramente electoral, los
resultados del 20D fueron excelentes sin embargo, la gestión de los mismos por
parte de la izquierda transformadora fue…un desastre. No lo analizan así los
partidos políticos que nos resultan más próximos (Podemos e Izquierda Unida)
pero es lo que se masca en la calle, en debates con la base electoral de esos
partidos, en tertulias informales con la ciudadanía de izquierdas: ¡Un
desastre!
Y precisamente, desde la libertad que nos otorgamos, no es tarde para hablar de
ello.
La historia del empoderamiento y la
contestación social al bipartidismo no empezó el 15M, por más que esa idea se
haya convertido en un lugar común con cierta fuerza hipnótica. Venimos de muy atrás, o como escribían hace años los italianos de Wu Ming “somos nuevos, pero somos los de siempre”. Lo
que sí resultó nuevo fue la decisión de hacer surf sobre la ola de huelgas,
mareas y conquista de las plazas, para lanzar un nuevo proyecto político
interesante pero que -por desgracia- se ensoberbeció vanamente al hilo de los
resultados de las últimas elecciones europeas. Un amplio sector de población alentó después los ayuntamientos del cambio,
nutridos en el país por gentes procedentes de viejas y nuevas opciones
alternativas, con frecuencia tan celosos de su autonomía como cargados de
intenciones radicales y honestas. Esos éxitos, que pretendieron capitalizar
aprisa y corriendo los expertos en surfear movimientos profundos (conocimos ese
ensayo de “representar” en Italia con
Refundación Comunista, capaz de asumir “la letra” del discurso altermundista,
pero no “su música”) informaban de cambios – a trompicones y con escasa
conciencia de las nuevas dificultades en un sistema atado y bien atado- que alentaron esperanzas electorales enraizadas, esperanzas que
hicieron posible el salto adelante en votos del 20D de 2015.
Pareció que el
espectro político institucional se diversificaba, que el bipartidismos se resquebrajaba y
que, efectivamente, las cosas del parlamento –y el gobierno- estaban en proceso
de transformación…Siempre que -como los apaches- la clase política emergente
pegase el oído al suelo y escuchase el nuevo rumor.
Sin embargo, la dislocada ambición de la
máquina electoral (Podemos) se despachó de inmediato con perfil gubernamental
mediante la demanda de la vicepresidencia
del gobierno a Sánchez y el avance de la lista de ministrables, en tanto que el
discurso de IU devenía tan ambiguo como cauteloso por no decir pusilánime.
Entre dimes y diretes se olvidaron muchas cosas que los profesionales de la
política alternativa no debieran permitirse ignorar.
La primera, que los ritmos de la lucha social
y la lucha institucional son diferentes siempre y que su interrelación
(positiva-negativa-neutra) no está dada de antemano, debe construirse-inventarse
en permanencia. De ello se desprende que si bien en la lucha social “no hay
atajos”, porque su finalidad emancipadora se construye molecularmente en un
zigzag histórico de avances y retrocesos que fijan surcos en la memoria, la
organización y los objetivos de autogestión-transformación a largo plazo, en la
lucha institucional los “atajos” suelen ser convenientes cuando no necesarios,
porque estimulan o desmotivan estados de ánimo de los sujetos transformadores y
además, hay “atajos” que favorecen la gestión
de parcelas de cambio o las cierran.
En ese sentido, creemos que era un atajo
institucional conveniente el abstenerse ante la investidura de Pedro Sánchez
como presidente cuando esa investidura
se gestaba.
Aquel PSOE –que se ha difuminado tras la
ofensiva de los barones y la defenestración de Sánchez- era un PSOE débil, con escasa iniciativa, atado al centro
derecha de C’s pero que había asumido
ciertos compromisos electorales sobre asuntos importantes como la
derogación de la contrarreforma laboral de Rajoy y el recorte de libertades
implícito en la ley mordaza. Al mismo tiempo se “comprometía” a asumir los resultados
de una moción a la mitad de la legislatura y en su caso, a convocar entonces nuevas elecciones.
Todo ello presentaba una situación novedosa y
además vivida como importante por “la
gente”…aunque no lo fue para nuestros supuestos representantes políticos.
El resultado de
esa investidura hubiera supuesto la derrota institucional de un PP que se tambaleaba más que nunca,
acogotado entre el malestar social, la corrupción galopante y la crisis de
liderazgo. Sacar al partido popular del gobierno hubiera sido vivido por el
electorado de izquierda como un logro y como consecuencia de lo que venía
mascándose en la calle. El resto, la lucha social, hubiera seguido su larga
marcha.
En tanto que Podemos e IU, junto a otras
formaciones ubicadas en la izquierda política y/o soberanista, podrían
(deberían) haber iniciado tareas urgentes y pendientes -autónomas y en unidad
de acción en lo institucional y en lo social.
En el caso de Podemos, la construcción
simultánea de redes organizativas de base –que son absolutamente precarias- y
la organización de su oposición institucional, estaba a la orden del día. En el
caso de IU, el reajuste ordenado de sus efectivos y el paso del propagandismo
“movimientista” a la acción social y sindical coherente, también. En ambos casos
el estudio de una agenda de unidad de acción y apoyo crítico mutuo, no debería
haber esperado.
Es en ese aspecto que resulta cuando menos “chusco”
el reconocimiento hace meses por Echenique de “un momento nuevo” (el propio
para “los círculos activos”) cuando esa
labor estaba tan huérfana y era tan necesaria en los meses transcurridos entre
el 20D y el 26J. Es más, desde la época de Vista Alegre. ¿Qué decir de las
teorizaciones sobre “el partido movimiento” que pretenden diferenciar moderadxs
y radicalxs en Podemos cuando lo urgente
es construir partido-construyendo movimiento y viceversa?…es decir ¿un partido
en movimiento o un partido aparato?
Nada de eso ha ocurrido.
Los barones “socialistas” impusieron la
reaccionaria agenda que tanteó antaño Zapatero. En su peor versión, los
González, Ibarra, Solchaga y las camarillas andaluzas embelesaron -con el vía
libre al PP- a su aparato y de mala gana a su afiliación. Los grandes jefes no
pierden, porque defienden “su sistema” y “su modelo alternante”. Pero empiezan
a estar perdidos como partido con profundo desgaste de credibilidad “¿progresista?”.
Podemos e IU no han dado continuidad visible a su alianza electoral y en el caso de
Podemos, el resultado de su último debate madrileño resulta descorazonador
porque expresa el sectarismo interno de
la muy vieja política… ¿Como defender la pluralidad y el debate democrático de
ideas cuando una oposición minoritaria -pero que se apoyó en casi la mitad de
quienes participaron en el pasado rifi-rafe capitalino- resulta tener una
presencia menos que testimonial en la nueva dirección madrileña de Podemos?
Pero lo más
preocupante es
escuchar al electorado de izquierda que se siente (nos sentimos) golpeado por
sus históricos referentes socialdemócratas, por la arrogante gestión podemita,
por la artrosis política de IU y como resultado del conjunto, sufre el peso de un gobierno de la derechona que, (para ir “abriendo apetito”) recurre a un
Constitucional servil para limitar la actividad legislativa del Congreso de modo
que NO pueda aprobar proposiciones de ley en contra del PP.
¡De nuevo la constitución del 78 como hacha
de guerra!: de acuerdo con ella, el Gobierno podría vetar las proposiciones de ley que supongan
desajustes en los Presupuestos o cualquier aspecto vertebral de su política “de
partido más votado”.
Menos malo- y más sencillo- hubiera sido
estar en momento de exigir al vetusto y
deteriorado “primer partido de la oposición”, el cumplimiento de las promesas derogatorias insertas
en su programa electoral, incidir en sus grietas y apoyarse en la actividad
social que necesita todos los estímulos posibles.
Sin ilusiones, presionando, desbordando,
desenmascarando…Apoyando, si hubiera motivos para ello.
En fin, como decía alguien: La Bestia Avanza
y mientras, jugamos al YO-YO.