El
pasado 24 de noviembre de 2.016 fallecia a la edad de 96 años Fernando Macarro
Castillo, más conocido como Marcos Ana, fue
militante comunista y el preso político que mas tiempo pasó en las cárceles
franquistas, un total de 23 años (1939 – 1962)
Con
tan solo 19 años fue encarcelado, sufrió torturas, codenado a muerte en dos
ocasiones y conmutadas ambas, la cárcel fue entre otras cosas la universidad
donde aprendió y conoció a poetas y escritores como Antonio Buero Vallejo.
Otro
gran poeta y luchador antifranquista escribió “la poesia es un arma cargada de futuro”, y por ello el mejor
homenaje que podemos hacer a Marcos Ana es
recordar dos de sus poemas más emblematicos
Decidme cómo es un árbol
Decidme cómo es un árbol,
contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros,
habladme del mar,
habladme del olor ancho del campo
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte sin cerradura
y sin llave como la choza de un pobre,
decidme cómo es el beso de una mujer,
dadme el nombre del amor
no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman de enamorados
tiemblos de pasión bajo la luna
o solo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mi rosa?
22 años, ya olvidé
la dimensión de las cosas,
su olor, su aroma,
escribo a tientas el mar,
el campo, el bosque, digo bosque
y he perdido la geometría del árbol.
Hablo por hablar asuntos
que los años me olvidaron.
No puedo seguir:
escucho los pasos del funcionario.
Mi vida
Mi vida,
os la puedo contar en dos palabras:
Un patio.
Y un trocito de cielo
por donde a veces pasan
una nube perdida
y algún pájaro huyendo de sus alas.
Yo denuncio
Yo no pido clemencia. Yo no pido
con un hilo de voz descolorida
perdón para la vida que me deben.
Odio la voz delgada que se postra
y el corazón que llora de rodillas
y esas frentes vertidas en el polvo,
hecha añicos la luz del pensamiento.
Yo no pido clemencia. Yo no junto
las manos temblorosas en un ruego.
Arden voces de orgullo en mi palabra
cuando exigen -sin llanto- que las puertas
de la venganza oscura se derriben
y a los hombres descuelguen de sus cruces.
Yo no pido clemencia. Yo denuncio
al dictador cadáver que gobierna
la vida de los hombres con un hacha
y ahora quiere dejar para escarmiento
mi cabeza cortada en una pica.
Yo no pido clemencia.
Doy banderas.
Paso de mano el golpeado
corazón de mi pueblo prisionero.
El segundo poema me ha puesto el vello de punta. Una gran muestra de valentia, y de lo mucho que se puede sufrir en la lucha
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