Régimen del 78: los pilares
de carga y el huevo maduro
Alejandro Pacheco. LQS. Enero 2019
La
Transición impuso un modelo autoritario de democracia. El código penal y la
coerción son el alma del régimen del 78…
Desde
febrero de 1981, cuando la coreografía de golpe de Estado de Tejero coronó la
Transición, la vida política de España era un suave balanceo de corrientes
entre dos orillas: el PP y el PSOE. Los pilares de la treta. A los lados, nada.
En el medio está la virtud. La exaltación del centro. Aún hoy, en las
encuestas, una gran parte de la población se define como centro: centro
derecha, centro izquierda, siempre centro. Si no eres centro, pierdes. Si no
eres centro, no lo digas. Si te preguntan: centro. La virtud del centro, la
tontuna del centro. Hasta hace un rato…
Física elemental: A
medida que los dos pilares que soportan una carga se aproximan hasta
convertirse prácticamente en uno solo y la masa soportada se expande
horizontalmente, la capacidad de sustentación disminuye y aparecen derrumbes de
carga a ambos lados. Se hace necesario entonces aumentar el número de elementos
sustentantes en los puntos de quiebra; es decir, a derecha e izquierda.
PP
y PSOE se han acercado tanto que han llegado a ser lo mismo. Salvo detalles
estéticos y accesorios, sus políticas de gobierno han sido esencialmente las
mismas, puesto que obedecen a los mismos intereses y los mismos patrones:
iBEX35, unión europea, fondos de inversión, coaliciones y compromisos
internacionales… La crisis ha reducido sus márgenes de maniobra porque ha
reducido lo que era su base social principal, aquellos que se miraban al espejo
y veían a un tipo con clase (media). A medida que su capacidad de consumo
menguaba y caían al barranco de los marginados; a medida que, de la fantasía
del Estado del bienestar, pasaban al estado de malestar permanente, y se veían
como lo que eran: trabajadores pobres y precarios, abandonados por un Estado
que mantenía su meliflua retórica paternalista; a medida que todo eso pasaba,
el descontento, la insatisfacción, el distanciamiento y la incredulidad han
crecido. Y con ellos, la crítica, la rebeldía, la acción de protesta o
reivindicación.
La
mendicidad respecto al Estado se mantiene bastante intacta, por desgracia.
Unos, le piden más dureza, más fortaleza, más orden, para vencer el miedo.
Otros le piden más caridad, un poquito de compasión. Unos y otros, le siguen
pidiendo el milagro. La fe es así de adictiva. Pero la caridad cuesta dinero y,
por otra parte, los poderosos también tienen miedo, de modo que es la primera
opción, la represión, la que se impone.
La
Transición impuso un modelo autoritario de democracia. Tres apuntes al
respecto: uno, la idea de democracia negociada y concedida desde las
instituciones del Estado y sus prohombres; dos, el miedo como mecanismo de
aceptación; tres, la idea de que más que un conjunto de derechos a ejercer en
libertad, es un conjunto de obligaciones a respetar. El código penal y la
coerción son el alma del régimen del 78.
El
sustrato cultural, iconográfico, identitario, de lo español mantiene vivas sus
raíces franquistas puesto que, en lugar de combatirse, se han normalizado y
reproducido. Lo que siempre ha estado ahí, se ha desplegado ahora. Como la yema
y la clara del huevo, dos elementos aparentemente homogéneos y únicos, se diferencian
hasta convertirse en plumas, alas, patas, pico, órganos, etc. cuando se dan las
condiciones adecuadas… Así ha pasado con la derecha: todo estaba dentro, pero
ahora toca diferenciarse y aparece “la extrema derecha”. ¿Cuáles han sido “las
condiciones adecuadas”? Que hacían falta. ¿Para qué? Como punta de lanza de la
tendencia global derechizante y, a la vez, para apuntalar más por la derecha el
edificio en crisis, la monarquía del 78, aumentando su base de sustentación. De
hecho se ha integrado con normalidad en lo que se ha autodefinido como bloque
constitucionalista: PSOE, PP, C´s y VOX, cuyos rasgos comunes son la unidad de
España, la negación del derecho a decidir y la autodeterminación, la
judicialización (y militarización) de la política, la politización de la
justicia, la exaltación de los cuerpos represivos, la criminalización de la
disidencia, la censura, la obediencia al IBEX35 y el acérrimo vasallaje
monárquico. El constitucionalismo del 78 es, ni más ni menos, que
antidemocracia.
El
peso del edificio se desplaza a la derecha, pero esa zona, como siempre, está
bien apuntalada y cómoda. Son el dinero y el poder. El principal problema le
viene de la izquierda, de la movilización social progresista, de las consultas
populares que cuestionan la monarquía, de los que hacen bandera de la
democracia real, la autodeterminación y el derecho a decidir sobre todo. Ahí sí
necesita el Régimen encontrar puntales que lo sustenten. ¿Lo tienen ya? En
parte, sí. Del todo, no. Hablamos de sectores importantes de Podemos, la
apoteosis del sí pero no y del no pero sí. Han abandonado por completo la
movilización como generador de fuerza y conquista políticas, se han acomodado a
las reglas del figurante parlamentario, subalterno del PSOE, incapaz de nada
sin él. Hablan del “orden” y de “la bandera”, de recuperar y defender las
instituciones… En los momentos más críticos para la monarquía del 78 (1 de
octubre, por ejemplo) se han puesto de su parte, descalificando las iniciativas
democrático-rupturistas, nadando entre dos aguas y apoyando de hecho el statu
quo constitucional, con apenas algunas críticas formales e inanes. Ese sector
de Podemos es el puntal de izquierda del Régimen, y éste lo necesita, lo
alimenta y lo alimentará.
Claro
que no todo es así, hay muchas más militancias y militantes. Nada está cerrado.
La crisis de la monarquía es real. No sabemos cómo evolucionará, pero sabemos
que hay que seguir empujando, como dice L’Estaca,
hasta que caiga y lo haga por obra y en beneficio de la mayoría social, rebelde
y libre.
*
Miembro de la Asamblea de
Redacción de LoQueSomos
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