miércoles, 9 de enero de 2019

NEGRAS TORMENTAS..., M. Garí y J. Pastor


Negras tormentas en el horizonte
Manuel Garí y Jaime Pastor

Profunda reorientación de la derecha mundial
Al final de los gloriosos treinta de expansión capitalista con relativa paz social que permitió el pacto social del estado del bienestar en los países industrializados, las crisis cíclicas siguen poniendo en riesgo la estabilidad y continuidad de la expansión y la acumulación capitalistas. Ante las mismas, la burguesía encontró en las recetas anti keynesianas y neoliberales la solución de la mano de las victorias de Reagan y Thatcher y las derrotas del movimiento obrero. Pero, tras el amago de nuevos disturbios económicos el anabolizante fue dar rienda suelta a la financiarización de la economía capitalista globalizada, un incremento exponencial de la deuda mundial y la imposición de las clónicas recetas austeritarias del Fondo Monetario Internacional (FMI). En el caso de la Unión Europea, las antisociales y rígidas normas del Tratado de Maastricht y la disciplina del euro inauguraron el declive de la legitimidad del proyecto europeo.

La oligarquía financiera e industrial en todo el mundo está reorganizando sus herramientas políticas para mantener su hegemonía en un nuevo contexto posterior a la crisis de 2007/2008 y al inicio del declive como potencia económica hegemónica de EE UU. Y lo está haciendo en un marco cambiante caracterizado por una fuga hacia delante en los procesos de desregulación económica, privatización, extractivismo (con la aparición de un, valga la expresión nuevo neocolonialismo ecocida) pero cuya novedad estriba en la aparición de una nueva exacerbación de la competencia, llamémosle interimperialista, lo que ha dado lugar a una nueva combinación explosiva: globalización, multilateralismo y nacionalismo proteccionista. Trump no es simplemente el loco caprichoso de las fake news o de los oukase xenófobos de los twitts, es -por el momento- el modelo de gobernante para 2019, funcional para capitalismo norteamericano. Y, por extensión, son también funcionales los equivalentes en cada país en su búsqueda de salida para la nueva crisis de la globalización capitalista de las finanzas en la sombra.
Fin de época para la izquierda convencional
Pero con esta oleada de soluciones autoritarias de los de arriba contra los de abajo, también se han hecho evidentes los límites de las soluciones populistas en franco declive en América Latina y también han puesto al descubierto la impotencia y la inanidad de las alternativas progresistas de la izquierda socialdemócrata (reconvertida en social liberal) y del populismo de izquierdas crecientemente institucionalizado y asimilado al sistema, opciones que adolecen de falta de mordiente anticapitalista y de orientación ecosocialista, radicalmente democrática e impugnadora del sistema. Son fórmulas que confían todo a lograr gobernar sin impulsar a la vez la auto organización popular, por lo que se muestran incapaces de afrontar los nuevos retos y, por tanto, devienen inútiles para defender a las clases subalternas en este primer cuarto del siglo XXI.
Vivimos un fin de época de la izquierda del sistema que no ha impulsado soluciones a los dos principales problemas de la humanidad: la desigualdad social y el calentamiento global. La creciente acumulación de la riqueza mundial en cada vez menos manos mediante el método de intensificación de la explotación y la expropiación de las mayorías está originando lo que Antonio Ariño y Joan Romero (2016) califican, como ya hicieron otros antes, de secesión de las élites, particularmente de los ricos 3/; secesión que atraviesa tanto las fases de expansión como las de recesión y que no es ajena a la persistencia de las emisiones de gases de efecto invernadero y al fracaso de las reuniones internacionales del clima auspiciadas por Naciones Unidas como es el caso de la Cumbre del Clima de Katowic (Polonia) recientemente celebrada pese a conocerse que -como acababa de señalar Begoña MaríaTomé-Gil- esta misma semana conocíamos que el ritmo de crecimiento del CO2 ha vuelto a marcar un récord en 2018, rompiendo las esperanzas de que las emisiones hayan alcanzado su pico máximo. A pesar de llevar décadas de cooperación internacional no parece que las Naciones Unidas nos hayan conducido a un umbral de seguridad climática.Los compromisos que los 200 países han puesto encima de la mesa nos llevarán a un calentamiento de más de 3ºC a final de siglo” 4/.
En este panorama, una vez más, las soluciones vienen desde abajo, de quienes no esperan a que ni dioses, reyes ni tribunos les solucionen el problema. ¿Cuándo aprenderá la izquierda que no se necesitan hiperliderazgos sino pueblos organizados, movilizados y empoderados? Las clases trabajadoras, en las nuevas condiciones de las relaciones capital-trabajo presididas por la precarización, pérdida de derechos y empobrecimiento, están ofreciendo resistencias fragmentadas pero reales que se extienden por los intersticios del sistema y calan en Pekín (en defensa del salario y la salud laboral) y en París (chalecos amarillos), y a la vista está también de forma incipiente en el Estado español (Coca Cola, Amazon, Kellys, etc.), en forma de expresiones renovadas de la indignación y la organización. Y las mujeres, especialmente las mujeres. El movimiento feminista ha sido uno de los baluartes en la lucha contra Trump y Bolsonaro y en nuestro caso ha supuesto la activación, rejuvenecimiento y masividad de un movimiento que reacciona en la calle y con las ideas contra la violencia machista, pero que va más allá y se ha marcado como meta acabar con el heteropatriarcado y cuya dinámica anticapitalista tiene grandes posibilidades de desarrollarse frente al limitante feminismo institucional.
Spain is not different
También aquí, y como se ha mostrado en las recientes elecciones andaluzas, la derecha no sólo se ha fortalecido, sino que se ha derechizado. Aunque Andalucía tenga sus especificidades cabe destacar a la vista de los resultados que la crisis de régimen no se ha cerrado. En el conjunto del Estado español sigue existiendo una importante volatilidad del sistema de partidos, una deslegitimación de poderes centrales del régimen de la reforma (monarquía y judicatura fundamentalmente) y una gran distancia entre los partidos y las instituciones por una parte y el grueso del pueblo por otra. La crisis del Estado con Catalunya, la persistencia de las aspiraciones democráticas del bloque soberanista –con la lucha por la hegemonía en su seno entre las distintas fuerzas que lo componen- frente a la judicialización del conflicto continúan y operan como factores desestabilizadores. En el caso andaluz y como producto de la decepción de un amplio sector popular de izquierdas que se abstuvo, la polarización se ha dado intra muros del régimen entre las fuerzas que lo defienden y mantienen, tanto en la versión PSOE, como en la PP y su excreción Vox, o en la variante Cs. Frente a ese bloque defensor del régimen del 78 -aunque su nuevo socio ultra derechista quiera revisarlo a fondo, por cierto en el mismo sentido que viene haciendo Casado pero con mayor crudeza posfranquista-, las fuerzas del cambio, Adelante Andalucía en concreto, pese a la ejemplar campaña realizada, no han podido movilizar a una parte de sus votantes entre las clases trabajadoras y aparecer como un polo de referencia frente al conjunto de las fuerzas del sistema porque no ha podido sacudirse el sanbenito que le llega del norte de Despeñaperros.
Efectivamente, Unidos Podemos a nivel estatal ha quedado reducido a una fuerza cada día más subalterna de las maniobras de Pedro Sánchez por mantenerse en el gobierno tras la moción de censura y en el caso de Podemos inciden cuatro fenómenos muy negativos que se han podido verificar en los meses anteriores: la paralizante dependencia del liderazgo de su secretario general que tiene, además, competencias ilimitadas en la práctica; la pérdida de pluralismo interno y ausencia de espacios de debate democrático; la imposición de reglamentos que atentan al principio de proporcionalidad en la representación tanto en los órganos internos como en la conformación de listas electorales; y la irresistible tentación de llegar a los gobiernos sin mayor orientación estratégica y programática, con lo que podríamos denominar un programa en mutación continua en función de la alianza con el PSOE en aras de cogobernar con el mismo.
Cuanto más se alejan las fuerzas del cambio del espíritu impugnador que las inspiró, hijo de la voluntad de miles de activistas del 15 M que querían ver plasmadas las demandas de las calles en los parlamentos y ayuntamientos, menos capacidad de cambio tienen. Cuanto más se homologan al resto de partidos y se suben al tanque del mainstream, menos espacio tienen, menos entusiasmo despiertan y menos apoyos generan. El problema real a resolver es que ni la moción de censura ni la alianza que la conformó, de momento, han dado frutos en el terreno de una mejora sustancial de las condiciones de vida de las gentes: mejora de la cantidad y calidad del empleo, aumento de la masa salarial, reactivación de los servicios públicos de calidad. Y ello determina los límites de la eficacia de los gestos y el discurso.
La pregunta siempre clave: ¿qué hacer?
El impulso de nuevas redes, sean moleculares y de base, sean con mayores grados de materialización y coordinación de las y los de abajo es el primer puntal que hay que poner en pie para hacer efectiva la lucha contra la pobreza, la desestructuración de la sociedad, la ideología del individualismo (mortal para las clases trabajadoras) y la precariedad laboral. Crear espacios de encuentro y cooperación es imprescindible para crear la textura de la resistencia social.
El impulso de la expresión autónoma de los movimientos sociales y el poner a su servicio cada uno de los hitos institucionales que se conquisten en el periodo electoral de 2019-2020 (si es que no se adelantan las elecciones generales), junto a la construcción de una alternativa municipalista participativa, democrática e impugnadora de la ciudad de los especuladores y favorable a la ciudad de las gentes, así como la promoción de un debate sobre la Unión Europea, su deriva neoliberal y xenófoba, deberían ocupar el grueso de los esfuerzos inmediatos de las fuerzas del cambio. Sin ello las fuerzas del cambio no serán catalizadoras reales del cambio.
El impulso desde el más absoluto respeto a su autonomía, ritmos y experiencias de un movimiento feminista capaz de hacer frente al neomachismo que reacciona agresivamente ante los avances de las mujeres y que tiene muy altas dosis de lgtbfobia, así como el trabajo por reforzar su capacidad para combatir todas las formas de discriminación salarial, social, cultural y política de las mujeres, son condiciones imprescindibles para asentar un pilar básico del bloque social contrahegemónico, el de la mitad de la población oprimida y discriminada: las mujeres.
El impulso de la reactivación de las herramientas sindicales para lograr derogar las reformas laborales, el fortalecimiento de la negociación colectiva, la disminución de la jornada laboral, la creación de puestos de trabajo y el reparto del trabajo existente, puede permitir la vuelta a la escena de la clase trabajadora con un papel político propio.
El impulso de la demanda democrática de un referéndum sobre la forma de Estado para acabar con uno de los pilares básicos de la transición diseñada por los franquistas e impuesta en la Constitución de 1978: la monarquía encarnada por la familia-empresa de los Borbones, supone dar pasos reales en el desmantelamiento del régimen, la ruptura democrática y la exigencia de proceso(s) constituyente(s).
La cuestión de Vox
Sin despreciar el peligro potencial que encierra Vox y cuyo primer efecto es que está marcando el paso a la derecha y llenando de forma desproporcionada la agenda mediática, conviene desarrollar análisis más detallados que los que de forma precipitada y desde el PSOE de forma simplona se han hecho de lo que representan Abascal y sus caballeros. El partido de Abascal ha catalizado el destape de sectores exfranquistas, la expresión del malestar de una parte de las clases medias tradicionales cuyas desgracias pueden atribuir no a sus causantes sino a los sectores más vulnerables de la sociedad, caso de la migración, el islamismo o las mujeres, así como la búsqueda abstracta de seguridad contra los factores que atentan contra su identidad nacional, caso de la cuestión catalana, o simplemente el hartazgo ante la falta de ejemplaridad de los políticos. Pero si no acertamos en cómo pararlos, si los convertimos en el único objetivo a batir, cosa que les refuerza, sí que pueden llegar a ser peligrosos si su actual autoritarismo ultraliberal acaba conectando, cosa que todavía no ha hecho, con sectores populares desesperados.
La primera cuestión a tener en cuenta es que Vox forma parte del sistema, no en vano es un desgajamiento de viejos militantes del PP (Abascal o Bardají son paradigmáticos), es hijo político del régimen de la reforma, de sus concesiones, de sus tareas democráticas y antifranquistas inconclusas, de la contradicción entre poder ser demócrata y no ser antifranquista porque no hubo ni ruptura democrática ni proceso constituyente propiamente dicho, al reducir todo el cambio al legal alumbrado en pactos secretos. La segunda cuestión a considerar es que el principal muro de contención del partido ultra no será el que permiten los juegos reglamentarios institucionales, sino que será la creación de una amplia alianza transversal y plural con capacidad de movilización de masas que abarque a las organizaciones feministas, sindicales, estudiantiles y de cuanta gente lucha por los derechos nacionales, las libertades y los avances sociales. La tercera es que las formas de lucha antifascista no son únicas ni homogéneas y todas ellas deben ser complementarias desde la aspiración común a reconstruir un tejido asociativo alternativo en nuestras ciudades, barrios y pueblos.
A modo de conclusión provisional
Parafraseando a Ulrich Beck, que afirmó que “cuando el orden mundial se desmorona, la gente empieza a pensar”, podemos concluir que la primera obligación que tenemos es precisamente pensar con nuestra cabeza, combatir la pereza intelectual, huir de las metáforas y los paralelismos históricos simplones, analizar en concreto desde una mirada holística y, lo que es más importante, trazar una hoja de ruta. Ensayar, equivocarnos, corregir y avanzar. Y tanto para pensar colectivamente como para actuar de forma cooperativa y conjunta, es necesario constituir esa nueva izquierda de la que habla Fraser.
Y, en definitiva, tanto frente a Vox como frente al conjunto de las fuerzas de la derecha y a los pilares del régimen de la reforma, la cuestión para la izquierda a construir es poner en primer lugar, frente a un neoliberalismo cada vez más autoritario la agenda social y democrática, factor precipitante de procesos de unidad real de las fuerzas preexistentes y cimiento fundamental del bloque contrahegemónico. Sólo en ese contexto la lucha electoral puede contribuir a un proyecto ilusionante, capaz de generar un nuevo horizonte destituyente, republicano y rupturista frente a la ola reaccionaria y a la subalternidad respecto al PSOE. Esa es la base de la (re)construcción de las fuerzas del cambio que necesitamos, las que demandaban tantas y tantos activistas del 15 M y que, con más motivos que entonces, nos toca recuperar y renovar.

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