Pensar España
desde Marx
Por Víctor
Atobas *
Vivimos
tiempos convulsos. Resulta difícil saber qué demonios está sucediendo. Frente a
los discursos de los partidos y los medios de comunicación, es decir frente a
los análisis institucionales, propongo que apliquemos un método de
pensamiento que supuestamente todos ejercitamos día a día pero que, sin
embargo, no es tan usual como parece. Me refiero a la dialéctica, que hace
frente a la propaganda de Podemos indagando en los límites de nuestros propios
pensamientos. En anteriores ocasiones ya aplicamos ese método dialéctico.
En 2016 hicimos una propuesta para el segundo congreso de Podemos (1).
Posteriormente desarrollamos la crítica dialéctica para rebatir la hipótesis de
que dicho partido era la vacuna contra el fascismo en España (2).
Ahora toca desarrollar en un sentido más amplio el método dialéctico.
Casi el primer
paso obligado en un análisis dialéctico, consiste en aceptar que el observador
forma parte de la situación histórica por la que se está preguntado. No podemos
evadirnos como si fuéramos pájaros; carecemos de alas, estamos limitados por
nuestra época, pero eso no quiere decir que permanezcamos en una jaula. Una vez
reconocida nuestra posición limitada, el siguiente paso en el análisis dialéctico
es la elección de los determinantes, que son siempre económicos – aunque esta
vez leídos desde la economía deseante-. De nuevo, igual que en la propuesta
para el segundo congreso de Podemos, los determinantes son los mismos. Pues no
se ha producido una ruptura o discontinuidad de la situación histórica desde
entonces – lo que nos habría obligado a cambiarlos-. El deseo molecular sería
uno de esos determinantes, por una parte, vinculado a los deseos cotidianos y a
los movimientos sociales de base, y el deseo molar que corta, desplaza,
traduce, reprime o se apropia de esos deseos cotidianos o íntimos, y que dota
de extensión a las instituciones de dominio, sería el otro determinante. Luego
tomamos ese dualismo y lo convertimos en lo Uno. La interrelación entre el
deseo cotidiano y el molar o institucional es el movimiento dialéctico de la
sociedad. Por tanto, el deseo cotidiano y el molar o institucional no pueden
entenderse de forma separada. Mientras que el deseo cotidiano insiste y deshace
el deseo molar o institucional, éste actúa como la otra cara y persiste en su
extensión, desplazando y traduciendo los deseos cotidianos para dotarles de una
intencionalidad funcional a los intereses del dominio. Ambos planos del deseo
se encuentran en una relación dialéctica, eso es lo más importante. Y lo que es
más importante aún, a saber, que esa relación es histórica.
Si queremos
partir de Marx, debemos introducir dos ejes de análisis. Uno de éstos
sería el análisis de la dialéctica entre las clases, que es una cuestión
relacional, y que no debe interpretarse como un análisis de las clases como
grupos separados. Hay marxistas mucho más formados que yo en este sentido, que
están llevando a cabo dicho análisis relacional (3). Aquí nos
centraremos en el otro eje, a saber, el del contenido y la forma, que ya utilizamos en el artículo que rebatía la
hipótesis de Podemos como vacuna contra el fascismo. Este eje, traducido a
términos postmodernos, es el eje entre el contenido deseante – los flujos de
deseo- y la forma ese deseo “sedimentado” en el plano molar o institucional.
La
contradicción que debemos pensar es entre los deseos de la vida cotidiana y los
deseos molares, del orden institucional, que cortan, traducen y desplazan a
aquéllos. El movimiento dialéctico que señalábamos en 2016 fue precisamente
cómo los deseos del 15M, que habían tendido hacia el polo revolucionario
siguiendo la línea de fuga de “no nos representan”, fueron cortados y
traducidos por Podemos. Dicho partido operó un código de des-traducción del sistema
político del 78. Pero ese trabajo negativo, en una inversión dialéctica, se
revela como en algo positivo (productivo); es decir, esa des-traducción
del régimen del 78 fue a un mismo tiempo la traducción de los deseos cotidianos
o íntimos del 15M.
¿Pero qué
ocurre ahora? A finales del año 2018. La percepción diferencial es otro momento
de la dialéctica; lo que ocurre ahora no tiene que ver con el polo
revolucionario hacia el que tendieron las vinculaciones o catexis del deseo del
15M, sino precisamente con la contradicción en el seno de los deseos de la vida
cotidiana. Es preciso aquí introducir la ambigüedad. Es posible que
dialécticamente el impulso del 15M vuelva a aparecer bajo otra forma distinta,
pero esa otra forma puede ser o bien revolucionaria, o bien fascista. Eso es lo
que nos estamos jugando hoy en día.
En este
momento debe operar la ambigüedad de la dialéctica. En cierta forma, Marx
vio los problemas como soluciones; las tendencias autodestructivas
del sistema, por ejemplo. Y nosotros haremos lo mismo, veremos los problemas
como posibles soluciones. Pero antes debemos dar otro paso dialéctico: el paso
al plano único. La descripción de la lucha de clases en España, realizado por marxistas mucho más habilidosos
que yo en eso, debería unirse entonces al análisis que realizamos de la
relación entre contenido (los flujos deseantes) y forma institucionalizada o
“sedimentada” de ese deseo. El paso al plano único, en dialéctica, quiere decir
el paso de lo diacrónico – las descripciones de los sucesos históricos o las
rupturas, fechadas temporalmente, por ejemplo las huelgas y otros conflictos de
la clase trabajadora- al sincrónico, es decir a lo sistémico. Los importante es
señalar el capital como mediación de nuestros deseos cotidianos. En términos
marxistas, la categoría de mediación – que expresa una relación- es básicamente
la mercantilización o la cosificación. Todo se convierte en mercancía.
Nuestros
deseos son traducidos por el capital. Pero los deseos cotidianos y íntimos
se fugan y deshacen esas traducciones del capital. Esto lo podemos comprobar en
un campo que aún lo está colonizado del todo por el capital; el campo de lo
estético. En las novelas encontramos los miedos y esperanzas de una época;
para la crítica marxista, las novelas son síntomas de la historia. Además, a
diferencia de la filosofía, la literatura no cosifica ni cierra por completo el
sentido. Resulta que buena parte de la narrativa postmoderna se caracteriza por
ser un síntoma del goce del consumismo. El mejor ejemplo lo encontramos en David
Foster Wallace, en cuyos relatos aparecen personajes que se gratifican
mediante el capital pero son incapaces de disfrutar de la vida y se vuelven una suerte de
enfermos mentales dependientes de los antidepresivos y los psiquiatras.
Por otra
parte, y esto no es casualidad, en la escena narrativa están apareciendo cada
vez más distopías que, sin embargo, reflejan algo muy distinto a los relatos de
Wallace. Cualquiera que sea el contenido de esas obras, el impulso que subyace
es el del deseo molecular. La forma de esas novelas aparece bajo su poder
negativo, narrando los síntomas ocasionados por el poder destructivo del
capital en el plano de las relaciones humanas y con respecto el medio ambiente.
Esa forma negativa, en una inversión dialéctica, puede tornarse positiva; lo
que mueve a esas obras es el deseo de escapar de la lógica del capital; fugarse
y alcanzar un territorio donde nuestro deseo no sea traducido por el capital,
donde no seamos obligados a competir con el Otro. En el panorama narrativo
español, por ejemplo, y aunque no sea una distopía, podemos mencionar la obra
de Isaac Rosa Final feliz (2018), en la que se muestra cómo el
amor ha cambiado por mediación del capital; ya no amamos al Otro por lo que es,
sino por lo que nos aporta.
En este
preciso momento es necesario volver a la dialéctica de Marx, quien veía los
problemas como posibles soluciones. Cuando estamos inmersos en el análisis de
la relación entre forma y contenido, deberíamos contar ya con un análisis de la
dialéctica entre las clases sociales en el Estado español. El empleo asalariado como forma de
institución social está llegando a su declive histórico; esto podría parecer
algo negativo, millones de personas se quedarían sin empleo y por tanto su
identidad se vería fragmentada. Eso ya está sucediendo y es terrible. Pero al
mismo tiempo podría convertirse en algo positivo; a saber, el cumplimiento del
deseo de auto-realizarnos como personas y no como cosas destinadas a producir,
consumir y ser controladas hasta la muerte, deseo que se encontraba
imposibilitado por el empleo que nos quitaba el tiempo. De modo que la
izquierda, si realiza una análisis diaĺéctico, debería buscar cuáles son las
potencialidades de la postmodernidad. Claro que dicha labor plantea muchos
problemas, pues los sindicatos y los partidos de izquierdas dependen de la
identidad como trabajador. Sin embargo, en vez de quejarnos de la época que
vivimos – la postmodernidad-, o apelar a la nostalgia, deberíamos entender que
los problemas pueden ser las soluciones.
La tarea de la
dialéctica no es ofrecer un programa ni una fórmula mágica; no trata de
inventar un nuevo tipo de pensamiento, sino mostrar precisamente cuáles son los
límites de éste. Pensamos los límites desde las contradicciones de nuestra
época, y en este sentido la ambigüedad que introduce la dialéctica parece
bastante útil a la hora de pensar. El impulso del 15M sigue latente en la
sociedad, pero debemos prestar atención al hecho de que contenido está
adquiriendo una forma virulenta y fascista, pues como referíamos las
vinculaciones del deseo cotidiano oscilan entre el polo revolucionario y el
paranoico o reaccionario, y dependen al mismo tiempo de las
territorializaciones y traducciones operadas por el poder en el plano molar o
institucional. Resumiendo, la ambigüedad de dicho impulso deseante significa
que éste puede tender hacia la revolución o hacia el autoritarismo y el
fascismo.
En la época
que nos ha tocado vivir hay potencialidades tan grandes como el cumplimiento
del viejo deseo de escapar del empleo asalariado y poder auto-realizarnos como
personas y no como cosas. Lo que le ocurre a la izquierda española es que
depende de la vieja personalidad, asociada a la modernidad, del trabajador con
empleo estable que desarrolla una biografía lineal. El debate lanzado por
Manolo Monereo (4) le seguía el
juego a la extrema derecha en el sentido de que desplazaba los dos ejes del
análisis marxista: el eje de la dialéctica de las clases, del estudio de la
clase trabajadora como relación respecto a la clase burguesa, fue sustituido
por Monereo por una apelación a la “clase obrera nacional” en la que la
política sólo podía pensarse en términos de amigos y enemigos de esa “clase
obrera nacional”; por tanto, el inmigrante aparecía como un competidor de los
trabajadores españoles, un enemigo. El otro eje marxista que desplazó Monereo
fue el del contenido – los flujos deseantes- y la forma. Pero cabe peguntar
qué uso hace la clase trabajadora de la forma partidista. ¿Por qué el deseo del
15M era fugarse de esa forma? Eso sería preguntarnos por los límites en los que
nos sitúa la representación, la mediación que nos convierte en espectadores
pasivos de la política. La conclusión es que debemos pensar
dialécticamente; y eso quiere decir pensar los límites de nuestro propio
pensamiento. La izquierda necesita que la gente piense.
NOTAS:
1. Atobas, V
(28/12/2016), Podemos: deseo y populismo, Kaos en la Red. (Enlace https://kaosenlared.net/podemos-deseo-y-populismo/
) Nota: A pesar de que Deleuze era un filósofo no dialéctico, en ciertos
momentos su pensamiento se mueve de forma dialéctica. En el artículo es posible
apreciar el método dialéctico en la
relación entre el deseo molecular y el molar.
2. Atobas, V. (7/12/2018), Entender el fascismo
en España: ¿Marx o Podemos?, Kaos en la Red. (Enlace: https://kaosenlared.net/entender-el-fascismo-en-espana-marx-o-podemos/)
3. En especial
mencionaremos las publicaciones Viento Sur, Sin Permiso y New Left
4. Monereo, M.
(5/9/2018), ¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad, CuartoPoder. (enlace: https://www.cuartopoder.es/ideas/2018/09/05/fascismo-en-italia-decreto-dignidad/)
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