Rosa de Luxemburg, tan lejos-tan cerca
Acacio Puig
En enero de
este 2019 se cumple el centenario del asesinato de la revolucionaria Rosa de
Luxemburg, víctima de la socialdemocracia alemana y su gobierno -Ebert y su
“ejecutor” Noske- que aplastaron la Revolución iniciada en Noviembre de 1918, asesinaron en enero de
1919 a Rosa y Karl Liebknecht, desmantelaron militarmente la insurgencia en
Berlín y cuatro meses más tarde, en mayo, ahogaron en sangre la República de
los Consejos Obreros de Baviera.
Para un
sector significativo de mi generación política -la de 1968- Rosa fue una figura
mal conocida en la España de los años 60. Apenas las referencias divulgativas,
que aparecían colateralmente en la revista Triunfo
al hilo del desarrollo de la “nueva izquierda” y escasas lecturas, como Les spartaquistes (1966) y Le Spartakisme, les dernières années
de Rosa Luxemburg et de
Karl Liebknecht (1967)
de Gilbert Badia, que circulaban entre la joven militancia francófila
de la década.
Cierto que existía
un pequeño colectivo político bastante ecléctico, tan abierto en pensamiento
como “elitista” en afiliación, llamado Acción Comunista, grupo que se inspiraba
–entre otros- en Rosa de Luxemburg, pero su impacto en las vanguardias
juveniles de entonces era escaso en ciudades como Madrid. Además, la capacidad
de edición y difusión por AC de clásicos del marxismo era muy limitada. De modo
que Rosa, Liebknecht y el Espartaquismo fueron entonces más una referencia mítica que un
pensamiento político que incidiera en nuestros análisis y acciones.
Aunque desde
fines de los años 60 Grijalbo editó en México obras fundamentales de Rosa (Huelga de Masas, partidos y sindicatos, La Revolución Rusa, Reforma y Revolución…)
fuimos muchos los que solo encontramos el tiempo de conocerlas cuando ya
estábamos en cerrados en las cárceles de la dictadura (algunos de esos libros
formaban parte de las bibliotecas comunales y otros pasaban la censura so
pretexto de “lecturas para proseguir estudios” de humanidades, económicas o
ciencias políticas, a que nos apuntábamos entre aquellas paredes y
rejas). En aquellas difíciles circunstancias, el contexto de conocimientos
generales más fiables lo encontramos en libros como el de Pierre Broue sobre la
Revolución Alemana, que había sido editado en castellano en 1973.
Decíamos en
Afinidades Anticapitalistas número 25 (diciembre de 2018) que pretendíamos estimular
a lo largo de este año aproximaciones a Rosa, los espartaquistas y la “intermitente”
revolución alemana iniciada en Noviembre, al concluir la Gran Guerra, y
manifiesta hasta 1923. Quizá no tanto eruditos estudios como aproximaciones
personales y/o parciales a un período tan apasionante como vivo, heroico y que
forma parte de la memoria de las subversiones acontecidas durante el siglo XX. Y
este es el caso, sin grandes pretensiones pero con voluntad de dejar constancia
del impacto militante que tuvo al menos en una parte de la generación del 68, aquella “revolución que no pudo ser” como la denomina
Tino Brugos en Viento Sur, número 161 de
diciembre 2018.
En ese
sentido retomaremos lo que supuso para algun@s de nosotr@s la inmersión en el
libro La Revolución Rusa y en
consecuencia nuestra distancia respecto a las críticas leninistas-trotskistas “al
luxemburguismo”, una crítica siempre fraternal perfectamente sintetizado por
Trotsky en su artículo de 1932 Fuera las
manos de Rosa de Luxemburgo; distancia puntual respecto a una teoría política que constituía entonces
nuestro mejor referente. Pero “distancia”, porque Rosa, con su análisis escrito
en 1918, vislumbraba buena parte de lo que décadas más tarde nuestra corriente
acuñaría como “errores institucionales
del partido bolchevique”
(señalados por Ernst Mandel en La
Burocracia). De modo que Rosa nos interpelaba, proponiéndonos superar cualquier
determinismo a la hora de considerar los excesos autoritarios que endosaba la incipiente
dictadura del proletariado.
Rosa nos
invitaba pues a pensar el socialismo revolucionario desde una óptica tan
distante del sectarismo como de la canonización acrítica, extremos siempre amenazantes en el contexto del combate
clandestino frente a la dictadura, la represión, la información limitada y todas
las mordazas imaginables al ejercicio del pensamiento libre.
Ciertamente nos
resultaba difícil compartir su posición contraria al derecho de
autodeterminación. Además de considerarlo un principio garante del derecho a
decidir de naciones secularmente oprimidas por el nacionalismo gran ruso zarista y valorar ese derecho con mayor peso
estratégico que la hipotética amenaza de
fragmentación nacional en tareas de defensa de las conquistas de Octubre,
además, digo, constatábamos como elemento endógeno la incidencia de una
resistencia antifranquista muy pujante en Euzkadi y Catalunya que constituían
frentes ejemplares en el combate durante el franquismo tardío.
Por ello nos
resultaba imposible compartir la conclusión de Rosa sobre “el derecho de autodeterminación como fraseología hueca y pequeño
burguesa”.
Y tampoco compartíamos
las críticas a la Reforma Agraria bolchevique, porque “la tierra para quien la
trabaja” (una tarea democrática pendiente que tomó a su cargo la Revolución)
nos convencía como la clave de la alianza obrera-campesina en las Repúblicas
Soviéticas, desde luego nos convencía tanto como significativo déficit político
endosable a la Segunda República Española, de la que –críticamente- nos
sentíamos herederos.
De modo que
frente a las críticas de Rosa entendíamos que era necesario “cabalgar el tigre”
y asumir la reforma agraria en la URSS como un proceso necesario, difícil y que demandaba mucha
pedagogía práctica, previa al estratégico avance socialista hacia la
nacionalización de la tierra.
De modo que
los aspectos más asumibles y estimulantes de las posiciones de Rosa fueron aquellos
relacionados con el nuevo aparato de estado -los soviets-y con sus
apreciaciones sobre Asamblea Constituyente, sufragio, libertades y derechos… y
contra el endurecimiento del aparato del partido bolchevique, hacia dentro de
sus estructuras y hacia el resto de formaciones políticas participantes en la
Revolución.
Respecto a
la disolución de la Asamblea Constituyente (“todo
el poder a los soviets”) por los
bolcheviques –que Rosa aprobaba- proponía también la preparación de elecciones
a una nueva Asamblea Constituyente como garante de expresión mediante sufragio
del conjunto de la población.
Frente a
razonables temores bolcheviques sobre el atraso político de la ciudadanía de
“la rusia profunda” y su rechazo de la democracia representativa burguesa, Rosa
glosaba los avances de la conciencia del pueblo en las históricas Revoluciones
francesa e inglesa. En ambos casos detectaba, que en tales situaciones de
revolución, se combinó el peso creciente de las propuestas políticas de
izquierda y la credibilidad suscitada por instituciones parlamentarias
(representativas) en las que “los de abajo” querían una presencia decisiva del
tercer y cuarto estado.
Rosa,
generalizaba aquellos hechos como los que podrían (deberían) caracterizar la nueva situación en la nueva Constituyente
que proponía.
“el farragoso mecanismo de las
instituciones democráticas” (de que hablaba Trotsky) cuenta con un poderoso
correctivo, es decir con el movimiento vivo de las masas, con su inacabable
presión. Y cuanto más democráticas son las instituciones, cuánto más vivo y
fuerte es el pulso de la vida política de las masas, más directa y completa es
su influencia, a pesar de los rígidos programas partidarios, de las listas
electorales (…)” (R. L)
Todo ello
para esgrimir la radical defensa de los derechos de sufragio de las clases
populares como un valor inalienable del movimiento socialista, tanto dentro
como fuera de los soviets.
Y eso nos
hacía pensar (en la España de la década de los 70 del pasado siglo y
precisamente en un período en que el trabajo asalariado se había masificado,
frente a la estratificación social propia del inicio del siglo, que aún conoció
Rosa y en la también apoyaba su defensa de la estructura de tipo parlamentario)
en la justeza de la fórmula Gobierno de
los trabajadores, garante de las más amplias libertades, atento a la
creatividad colectiva y tendente al estímulo de la autogestión generalizada. Una propuesta
que, por cierto, no excluía ninguna hipótesis sobre los aparatos estructurales
del estado de transición.
Al tiempo y
conociendo ya los límites y deterioro temprano de las estructuras soviéticas de
tipo consejista -y cuestionando la hipotética “inevitabilidad” de la hegemonías
en ellas de políticas radicales de clase, cosa que había ocurrido en los
inicios del Octubre soviético, pero no en la Alemania de Ebert. Por eso, nos
parecía muy probable que, como Rosa sugería, el futuro socialista exigiría la
coexistencia prolongada de estructuras estatales tan complejas como combinadas:
Unas, de democracia socialista directa (tipo consejos) y otras de democracia
socialista representativa (tipo parlamentos), y todas ellas sometidas a control
social siempre, integrando principios de revocación y limitación salarial como
avanzó en 1871 la Comuna de Paris.
Sería pues,
pensábamos, desde esas estructuras estatales complejas, desde las que cabría
pensar en procesos de “extinción” de nuevo estado de trabajador@s y no desde
estructuras únicas (los soviets) en situaciones de partidos únicos (el
bolchevique) y deslizamientos a posteriores políticas chauvinistas (el
socialismo en un solo país). Factores que en lugar de avanzar hacia la
extinción del estado lo habían transformado en un mastodonte opaco,
burocratizado, autoritario y conservador.
Es más, la
defensa radical de la libertad de prensa y de partidos que hizo Rosa en su
crítica al autoritarismo rigorista bolchevique (aun en aquellas circunstancias ciertamente
duras y excepcionales) constituía precisamente una de las cualidades de esa
“visión de águila” que Trotsky atribuía a Rosa y que se nos presentaba como
clave temprana del proyecto de Democracia Socialista por el que combatíamos:
“La libertad sólo para los que apoyan
al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea)
no es libertad en absoluto.
La libertad es siempre y
exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de
ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es
instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta
característica esencial y su efectividad desaparece tan pronto como la
“libertad” se convierte en un privilegio especial”. (R. L)
…Fueron palabras
que a much@s de nosotr@s –jóvenes trotskistas- nos
confirmaban la premonición en 1918 de lo que la historia de la
degeneración estalinista de la Revolución Soviética, había mostrado.
Una
degeneración que como señalan los compañeros Lowy y Besançenot en su libro Afinidades Revolucionarias, por una
solidaridad entre marxistas y libertarios tuvo ya siniestros episodios
iniciales en la ilegalización de partidos como los social revolucionarios y la
persecución de anarquistas, la liquidación de Kronstadt (sin escuchar
recomendaciones y propuestas de mediación de la libertaria Emma Goldman) o el
enfrentamiento y derrota militar de Néstor Makhno y su caballería libertaria en
Ucrania. Errores que iniciaron el camino peligroso de la degeneración
burocrática de la URSS y del largo
proceso que culminó en la contrarrevolución capitalista.
Y aún así,
la precisión, fraternidad y densidad del debate crítico, ensayado por Rosa
frente a sus camaradas rusos, siempre estuvo impregnada por la admiración expresada
en las primeras líneas de su libro La
Revolución Rusa:
“La Revolución Rusa constituye el acontecimiento
más poderoso de la Guerra Mundial.
Su estallido, su radicalismo sin
precedentes, sus consecuencias perdurables, son la condena más evidente a las
mentiras que con tanto celo propagó la socialdemocracia oficial a comienzos de
la guerra como cobertura ideológica de la campaña de conquista del imperialismo
alemán” (R.L)
Creo que
sigue siendo esa precisión, fraternidad y densidad del debate lo que, cien años
más tarde, nos sigue resultando ejemplar y lo que frecuentemente echamos de
menos en este siglo XXI.
Texto
completo de la Revolución Rusa de Rosa Luxemburg en:
Los tiempos de Rosa
ResponderEliminarPensando sobre el articulo de Acacio, me preguntaba: que tenemos hoy dia en comun con los tiempos de Rosa? Pensandolo mucho, he llegado a la conclusion que tanto ayer como hoy vivimos una crisis del capitalismo. En consequencia de una crisis economica mundial se deestabilizan las sociedades.
Las consequencias de tal crisis se cargan a la poblacion y disgregan la sociedad en pobres y extremadamente ricos. Eso aumenta con tal indole que la inestabilidad social y politica favorece una radicalisacion hacia la derecha.
El fundamento de una confianza y participacion en la economia erosiona y se transforma en un clima de exclusion y antagonismo social. El orden neoliberal del oeste expresa y resulta de una "elite" de poder. Esa quiere abrir las estructuras de su poder solamente hasta cierto punto en el cual su propia posicion no esta en peligro.
En la "democracia" de hoy no se trata de una participacion autentica o de un cambio de estructuras de poder sino en la participacion de los beneficios que dan propiedad y poder en manos de "elite" a los demas ciudadanos. No es lo mismo si la paz social fuera vivido desdel fondo de la sociedad. La paz social esta comprada.
Hoy se ahoga la democracia en cabildeo, manipulacion de la prensa y engano deliberado y demagogia populista.
Ese sistema que tenemos responsabiliza unicamente el individuo de su exito o incapacidad. Lo hace de una forma universal, situada fuera de la responsabilidad del individuo y asi imposible de cumplir. De esa forma se hacen culpables las victimas mientras los culpables verdaderos se esconden.
Hoy dia tenemos mas en comun con los tiempos de Rosa Luxemburg que nos damos cuenta a primera vista.En sus tiempos tambien aumentaba la polarisacion politica. Tanto hoy como ayer, a los especuladores y agentes indirectos del sistema neoliberal les gusta presentarse como salvadores designados. Naturalmente, situado en la ultraderecha.
La diferenciacomparado con los tiempos de Rosa: nunca el sistema opresor disponia de metodos tan sofisticados para espiar, amenazar y hacer callar a una oposicion autentica.Si les falla todo, ,lo llaman "terrorismo" a la resistencia y lo criminalizan.
Antano las instituciones del sistema empezaron a criminalizar el enemigo politico negandole acceso al abrir cuentas bancarias. Sin una cuenta corriente, es practicamente imposible mantener funcionar a un partido. Pues, ahora varios bancos cierren las cuentas corrientes del MLPD (partido marxista leninista aleman)Actualmente el banco regional de Baden Württemberg (LBBW). El dia 21 de enero, manana, se abre un juicio con lo cual la MLPD denuncia esa practica. Tiene lugar en Stuttgart en el tribunal administrativo a las 15 horas, Schellingstraße 15.