Acacio
Puig
Se aproxima la ristra de
envites electorales de abril y mayo de 2019 y los rojos seguimos siendo rehenes electorales en esta comunidad de
la España profunda y despoblada.
La ley d’Hont –cuya
derogación siempre es motivo de lucimiento retórico parlamentario, pero no de
iniciativas transformadoras desde la acción social directa- y las
circunscripciones provinciales, amordazan nuestro voto y nos niega una libertad
de opción que solo garantizaría la proporcionalidad estricta: una más de las
trampas incluidas en la gobernanza y por
ende, en aquel atado y bien atado herencia de la dictadura.
Nuestro
territorio ha sido históricamente región de emigración y
despoblamiento; también de caciquismo y hegemonía conservadora. A lo largo del
siglo XIX terratenientes e iglesia católica taponaron aquí la Revolución
Industrial como medio de impedir el
anclaje de clase obrera y el consiguiente desarrollo organizativo-sindical. El
catecismo ideológico conservador se aplicó a raja tabla: si la urbanización y
la industria eran motores de la lucha de clases, lo rentable para aristocracia
y oligarquías agrarias sería obstaculizarlas al máximo.
Y ya en el siglo XX y a pesar de los limitados
avances del pensamiento ilustrado expresados con la presencia de organizaciones
en ciudades, agro y minería, el eco de ese pasado explica los resultados
electorales republicanos de 1931 que fueron
muy insuficientes. Cinco años después, las candidaturas del Frente Popular
expresaron el avance de las izquierdas pero perdieron en todas las provincias
frente a las candidaturas de la derecha.
Los alzados del 18 de julio se
asentaron desde el principio en estas tierras ganando en cuarteles, guardia civil y policía, batiendo a sangre y fuego todas las ciudades y
pueblos mediante la feroz represión de una dictadura que sin encarar apenas
resistencia armada, empezaría en 1936.
Ejecuciones extrajudiciales,
juicios sumarísimos, exilios, encarcelamientos y paseos, campos de concentración
y trabajo esclavo, liquidaron y amedrentaron a las izquierdas y al conjunto de
la población durante una larguísima pos guerra en la que ni siquiera cabía el refugio
en gestas milicianas. De aquella triste herencia están tejidos los 31 años de gobierno
azul del PP sobre Castilla y León.
Actualmente la región, pobre
en servicios públicos, incapaz de retener población, con sindicalismo y
partidos de izquierda frágiles (más organizaciones de cuadros que otra cosa)
resiste apenas vertebrada por un discutible sindicalismo agrario, desigualmente
presente en cada provincia y con
frecuencia expresión burocrática de bases sociales de agricultores y ganaderos fundamentalmente
conservadoras y centristas. Las excepciones confirman la regla.
En Castilla y León, caracterizada como parte
de la España vacía (la que ha sido deliberadamente vaciada, como garantía de
hegemonía conservadora y vivero electoral de la derecha), el bipartidismo es
abrumador y el peso de la derecha en las elecciones de 2016 patente en prácticamente todas las provincias.
Con un abstencionismo
importante (más de medio millón de personas),pero un abstencionismo que sería infantil entender
como expresión de resistencia y rechazo al dominio, en un mapa geográfico en
que el PP duplicó en votos y escaños al
PSOE (18/9) la emergencia de Unidos Podemos (3) contó con resultados magros y
difícilmente repetibles (el globo de “la ilusión y el sentido común” pinchó por
entreguismo al savoir faire institucionalista y el abandonismo
organizativo, movilizador y programático de esa oposición). La situación actual
no es fácil.
Partiendo del “empate” derecha-centroizquierda en León,
Valladolid y en Burgos (situando generosamente como centro al PSOE y como
izquierda a Unidos Podemos) los azules ganaron en Palencia (2-1), en Zamora (2-1), en Segovia
(2-1) en Ávila (2-1), con un 1-1 en
Soria y un 3-1 en Salamanca. Excepciones numéricas por logros de Unidos Podemos
–pero apenas políticas- fueron Valladolid (2-1-1), León (2-1-1) y Burgos
(2-1-1): en definitiva, Todo por Hacer y poco que valorar del disidente voto en
blanco, que no llegó a las 12.000 papeletas.
Y
llegan las generales de 2019 y los retos en esta
Comunidad están acotados por la necesidad de no regalar “los restos” al
tripartito autoritario y neo fascista que hilvanan PP-C’s-Vox. En el movimiento
memorialista es un lugar común el dicho de “tener presente la historia para no
volver a repetirla”. Una frase que solo sirve a medias, porque el animal humano
no es precisamente sabio y se caracteriza por repetir errores desde el
paleolítico. Pero sí hay una experiencia contemporánea que importa tener
presente en comunidades como esta, políticamente muy rezagadas.
Y es la triste experiencia
del bienio negro republicano. La brutal represión de la insurgencia Asturiana y
la liquidación de cualquier atisbo de Reforma Agraria, se visibilizaron
dramáticamente en 1933-1934. Hoy, la amenaza de un “cuatrienio negro” delimita
responsabilidades dentro de las posibilidades, de quienes habitamos la España
vacía y somos rehenes de una situación en la que los logros mediante la
movilización social (“la lucha está en la calle y no en el parlamento”, “solo
la lucha paga”) van a un ritmo lento, tan lento que no lograría impedir - en el medio plazo- nuevas
legislaciones reaccionarias. El sustrato de partida y el recorrido de estos
cuatro años entiendo que nos condenan al
“voto utilitario”.
Todo
ello determina lo que llamamos voto cautivo de un sector social
rehén. ¿Cómo expresar electoralmente el rechazo a la constitución, las
políticas neoliberales, el patriarcado, las mordazas a la libre
autodeterminación de las naciones sin estado y tantas otras “delicias” propias
del sistema capitalista? ¿Cómo en un territorio colonizado por la ideología de
derechas? ¿Cómo expresar el rechazo a las liquidadoras políticas social
liberales del PSOE? ¿Y al adaptacionismo de Unidos Podemos que ha malgastado un
capital de apoyos y resultados nunca vistos anteriormente en el Congreso?
Creo que en Castilla y León no hay más opción que votar
centro (socialdemocracia) para frenar a la derecha y en las provincias en que sea factible y
razonable obtener resultados, votar lo que llamamos izquierda y exigir que lo
sea. Regalar restos sería irresponsable. Testimoniar a ese precio la
disidencia, demasiado costoso. Abstenerse, catastrófico, como recientemente
comprobamos en Andalucía…Porque la derecha convierte rápido en leyes su
reaccionarismo. Habitamos provincias “de retaguardia”, en una Comunidad hasta
hoy hegemonizada por el PP y no creemos en milagros. No queda otra que ser consecuentes
con “nuestras condiciones objetivas” y continuar los combates sociales en
marcha ganando posiciones (o al menos, manteniéndolas).
¿Contribuye
esa opción a mantener un nuevo modelo de “bipartidismo” regional y en las Cortes? Probablemente sí. La
opción por el mal menor consolida temporalmente la polarización entre
socialdemocracia(s) y derecha(s). Aunque quepa mantener-ampliar las incipientes
“cuñas” alternativas (algunas ya muy importantes como vemos en Catalunya o
Andalucía).
Pero, es que sigue pendiente
–como una larga marcha- la construcción de izquierda transformadora mediante
labores de convergencia y apoyo mutuo en ámbitos de rediseño estratégico-propositivo de intervenciones
sociales y sindicales, debate profundo fraterno y constructivo y también, en la
creación de trincheras institucionales en estrecha conexión con lo anterior. En
ese diseño las pretensiones de “asaltar pronto los cielos” se revelan tan
ilusorias como fácilmente reversibles, precisamente porque nuestro proyecto va
más lejos que los sistémicos. Necesitamos modular la zancada política.
Ejercer “la libertad” electoral
encontrará –en estos momentos- espacios más apropiados en el curso de las
Elecciones Europeas en las que el distrito electoral único ofrece más
posibilidades y limita riesgos.
No es necesario subrayar
–pero lo haré- que desde esta comunidad
autónoma de C y L no veo más opción electoral que votar como rehén a un centro
neoliberal y constitucionalista (el PSOE) y eso no es agradable para un
anticapitalista favorable a las independencias de Catalunya y Euzkadi… pero,
entre la peste parda (PP-C’s-Vox) y la gripe aviar (PSOE) me avengo temporalmente
a la segunda, que deja resquicios quizá aprovechables
entre siembra y siembra del aguarrás socialdemócrata.
(Y
dicho sea lo anterior sin voluntad de “pedir el voto a…” sino de argumentar el
mío desde Segovia. Nos guste o no, esta pelea -generales 2019- va por provincias
y es consecuencia del fatídico diseño perpetrado por el régimen del 78 ¡Que
cada palo aguante su vela!)
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