miércoles, 27 de marzo de 2019

NOSOTROS, LOS ROJOS, Acacio Puig


 Nosotros los rojos, rehenes electorales en Castilla y León
Acacio Puig

Se aproxima la ristra de envites electorales de abril y mayo de 2019 y los rojos seguimos siendo rehenes electorales en esta comunidad de la España profunda y despoblada.
La ley d’Hont –cuya derogación siempre es motivo de lucimiento retórico parlamentario, pero no de iniciativas transformadoras desde la acción social directa- y las circunscripciones provinciales, amordazan nuestro voto y nos niega una libertad de opción que solo garantizaría la proporcionalidad estricta: una más de las trampas incluidas en  la gobernanza y por ende, en aquel atado y bien atado herencia de la dictadura.
Nuestro territorio ha sido históricamente región de emigración y despoblamiento; también de caciquismo y hegemonía conservadora. A lo largo del siglo XIX terratenientes e iglesia católica taponaron aquí la Revolución Industrial como  medio de impedir el anclaje de clase obrera y el consiguiente desarrollo organizativo-sindical. El catecismo ideológico conservador se aplicó a raja tabla: si la urbanización y la industria eran motores de la lucha de clases, lo rentable para aristocracia y oligarquías agrarias sería obstaculizarlas al máximo.

 Y ya en el siglo XX y a pesar de los limitados avances del pensamiento ilustrado expresados con la presencia de organizaciones en ciudades, agro y minería, el eco de ese pasado explica los resultados electorales republicanos de 1931 que  fueron muy insuficientes. Cinco años después, las candidaturas del Frente Popular expresaron el avance de las izquierdas pero perdieron en todas las provincias frente a las candidaturas de la derecha.
Los alzados del 18 de julio se asentaron desde el principio en estas tierras ganando  en cuarteles, guardia civil y policía,  batiendo a sangre y fuego todas las ciudades y pueblos mediante la feroz represión de una dictadura que sin encarar apenas resistencia armada, empezaría en 1936.
Ejecuciones extrajudiciales, juicios sumarísimos, exilios, encarcelamientos y paseos, campos de concentración y trabajo esclavo, liquidaron y amedrentaron a las izquierdas y al conjunto de la población durante una larguísima pos guerra en la que ni siquiera cabía el refugio en gestas milicianas. De aquella triste herencia están tejidos los 31 años de gobierno azul del PP sobre Castilla y León.
Actualmente la región, pobre en servicios públicos, incapaz de retener población, con sindicalismo y partidos de izquierda frágiles (más organizaciones de cuadros que otra cosa) resiste apenas vertebrada por un discutible sindicalismo agrario, desigualmente presente en cada provincia y  con frecuencia expresión burocrática de bases sociales de agricultores y ganaderos fundamentalmente conservadoras y centristas. Las excepciones confirman la regla.
 En Castilla y León, caracterizada como parte de la España vacía (la que ha sido deliberadamente vaciada, como garantía de hegemonía conservadora y vivero electoral de la derecha), el bipartidismo es abrumador y el peso de la derecha en las elecciones de 2016  patente en  prácticamente todas las provincias.
Con un abstencionismo importante (más de medio millón de personas),pero un  abstencionismo que sería infantil entender como expresión de resistencia y rechazo al dominio, en un mapa geográfico en que el PP duplicó  en votos y escaños al PSOE (18/9) la emergencia de Unidos Podemos (3) contó con resultados magros y difícilmente repetibles (el globo de “la ilusión y el sentido común” pinchó por entreguismo al savoir faire institucionalista y el abandonismo organizativo, movilizador y programático de esa oposición). La situación actual no es fácil.
Partiendo del  “empate” derecha-centroizquierda en León, Valladolid y en Burgos (situando generosamente como centro al PSOE y como izquierda a Unidos Podemos) los azules ganaron  en Palencia (2-1), en Zamora (2-1), en Segovia (2-1) en Ávila (2-1),  con un 1-1 en Soria y un 3-1 en Salamanca. Excepciones numéricas por logros de Unidos Podemos –pero apenas políticas- fueron Valladolid (2-1-1), León (2-1-1) y Burgos (2-1-1): en definitiva, Todo por Hacer y poco que valorar del disidente voto en blanco, que no llegó a las 12.000 papeletas.


Y llegan las generales de 2019 y los retos en esta Comunidad están acotados por la necesidad de no regalar “los restos” al tripartito autoritario y neo fascista que hilvanan PP-C’s-Vox. En el movimiento memorialista es un lugar común el dicho de “tener presente la historia para no volver a repetirla”. Una frase que solo sirve a medias, porque el animal humano no es precisamente sabio y se caracteriza por repetir errores desde el paleolítico. Pero sí hay una experiencia contemporánea que importa tener presente en comunidades como esta, políticamente muy rezagadas.
Y es la triste experiencia del bienio negro republicano. La brutal represión de la insurgencia Asturiana y la liquidación de cualquier atisbo de Reforma Agraria, se visibilizaron dramáticamente en 1933-1934. Hoy, la amenaza de un “cuatrienio negro” delimita responsabilidades dentro de las posibilidades, de quienes habitamos la España vacía y somos rehenes de una situación en la que los logros mediante la movilización social (“la lucha está en la calle y no en el parlamento”, “solo la lucha paga”) van a un ritmo lento, tan lento que no lograría  impedir - en el medio plazo- nuevas legislaciones reaccionarias. El sustrato de partida y el recorrido de estos cuatro años entiendo que  nos condenan al “voto utilitario”.
Todo ello determina lo que llamamos voto cautivo de un sector social rehén. ¿Cómo expresar electoralmente el rechazo a la constitución, las políticas neoliberales, el patriarcado, las mordazas a la libre autodeterminación de las naciones sin estado y tantas otras “delicias” propias del sistema capitalista? ¿Cómo en un territorio colonizado por la ideología de derechas? ¿Cómo expresar el rechazo a las liquidadoras políticas social liberales del PSOE? ¿Y al adaptacionismo de Unidos Podemos que ha malgastado un capital de apoyos y resultados nunca vistos anteriormente en el Congreso?
Creo que  en Castilla y León no hay más opción que votar centro (socialdemocracia) para frenar a la derecha  y en las provincias en que sea factible y razonable obtener resultados, votar lo que llamamos izquierda y exigir que lo sea. Regalar restos sería irresponsable. Testimoniar a ese precio la disidencia, demasiado costoso. Abstenerse, catastrófico, como recientemente comprobamos en Andalucía…Porque la derecha convierte rápido en leyes su reaccionarismo. Habitamos provincias “de retaguardia”, en una Comunidad hasta hoy hegemonizada por el PP y no creemos en  milagros. No queda otra que ser consecuentes con “nuestras condiciones objetivas” y continuar los combates sociales en marcha ganando posiciones (o al menos, manteniéndolas).
¿Contribuye esa opción a mantener un nuevo modelo de “bipartidismo” regional y en las Cortes? Probablemente sí. La opción por el mal menor consolida temporalmente la polarización entre socialdemocracia(s) y derecha(s). Aunque quepa mantener-ampliar las incipientes “cuñas” alternativas (algunas ya muy importantes como vemos en Catalunya o Andalucía).
Pero, es que sigue pendiente –como una larga marcha- la construcción de izquierda transformadora mediante labores de convergencia y apoyo mutuo en ámbitos  de rediseño estratégico-propositivo de intervenciones sociales y sindicales, debate profundo fraterno y constructivo y también, en la creación de trincheras institucionales en estrecha conexión con lo anterior. En ese diseño las pretensiones de “asaltar pronto los cielos” se revelan tan ilusorias como fácilmente reversibles, precisamente porque nuestro proyecto va más lejos que los sistémicos. Necesitamos modular la zancada política.
Ejercer “la libertad” electoral encontrará –en estos momentos- espacios más apropiados en el curso de las Elecciones Europeas en las que el distrito electoral único ofrece más posibilidades y limita riesgos.
No es necesario subrayar –pero lo haré- que  desde esta comunidad autónoma de C y L no veo más opción electoral que votar como rehén a un centro neoliberal y constitucionalista (el PSOE) y eso no es agradable para un anticapitalista favorable a las independencias de Catalunya y Euzkadi… pero, entre la peste parda (PP-C’s-Vox) y la gripe aviar (PSOE) me avengo temporalmente a la segunda, que deja resquicios  quizá aprovechables entre siembra y siembra del aguarrás socialdemócrata.
(Y dicho sea lo anterior sin voluntad de “pedir el voto a…” sino de argumentar el mío desde Segovia. Nos guste o no, esta pelea -generales 2019- va por provincias y es consecuencia del fatídico diseño perpetrado por el régimen del 78 ¡Que cada palo aguante su vela!)


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