viernes, 16 de septiembre de 2016

Un anarquista llamado Durruti

Un anarquista llamado Durruti

“Hay que renunciar a todo menos a la victoria”

(Julián Vadillo Muñoz)

Se cumplen 120 años del nacimiento de José Buenaventura Durruti Dumange en las vísperas del 80 aniversario del golpe de Estado contra la Segunda República. Y aunque en muchos medios es recordado por su participación en la Guerra, lo cierto es que la actividad de Durruti en la misma fue más bien escasa, teniendo en cuenta que murió el 20 de noviembre en el transcurso de la Defensa de Madrid.
¿Donde radica la importancia de Buenaventura Durruti? Básicamente en ser una de las figuras más emblemáticas del movimiento obrero. Nacido en León el 14 de julio de 1896, Durruti desde muy joven participó en las sociedades obreras del ramo de la metalurgia. En este caso en la UGT. Pero pronto el joven Durruti va conociendo las ideas anarquistas hasta acabar afiliado a la poderosa Confederación Nacional del Trabajo. Esto en un periodo complicado, de pistolerismo por parte de la patronal que quería frenar el avance del movimiento obrero, que se veía también espoleado por el triunfo de la Revolución en Rusia.
Durruti fue de esos militantes que en esos momentos se separó de la CNT para crear grupos de acción que respondían con violencia política a la violencia patronal. Nació entonces Los Solidarios junto con Juan García Oliver, Francisco Ascaso, Ricardo Sanz o Rafael Torres Escartín. Sus acciones no pasaron desapercibidas: el atraco al Banco de Gijón en 1922 o el asesinado del Cardenal Soldevila en Zaragoza en 1923. Para “Los Solidarios”, Soldevila había sido uno de los instigadores del asesinato de una de las figuras más representativas del obrerismo libertario de aquel momento: Salvador Seguí.

La dictadura de Primo de Rivera provocó el exilio de Durruti y el resto de sus compañeros. No sin antes haber pasados largas temporadas en prisión por su implicación en las movilizaciones obreras de la época. Durante su exilio no cejó su actividad. Junto con Ascaso recorrió diversos países latinoamericanos. Argentina, Chile, Cuba, etc. Realizaron algún atraco o “expropiación” como se denominaba entre algunos anarquistas de la época, siempre para financiar las actividades del movimiento libertario y nunca como enriquecimiento personal. De vuelta a Europa fue detenido en París junto a Ascaso y Gregorio Jover acusados de intento de asesinato contra Alfonso XIII lo que les llevó a participar en una huelga de hambre.
Al proclamarse la República, regresó a España. Historiográficamente se ha vinculado siempre a Durruti con el denominado “faismo” que intentó ejercer un control sobre la CNT. Pero esa visión esta muy lejos de la realidad. Durruti y su nuevo grupo anarquista, “Nosotros”, no eran de la FAI, organización nacida en 1927 y que tenía como finalidad la extensión de las ideas anarquistas entre los trabajadores ibéricos de España y Portugal. Y aunque Durruti si tuvo una visión beligerante contra el gobierno republicano-socialista, la posición “insurreccional” de la CNT no se desarrolló hasta 1932. Los intentos de Alto Llobregat-Cardoner en 1932 o Casas Viejas en 1933 fueron ejemplo de ello. Durruti fue detenido y deportado a Guinea Ecuatorial. Para esas fechas era ya un reconocido militante obrero del anarcosindicalismo.
La victoria de la derecha, la represión ejercida contra el movimiento obrero y la victoria del Frente Popular, hizo recomponer las ideas al movimiento libertario. En marzo de 1936, Durruti dejó claro que gracias a los esfuerzos de los anarquistas se había recuperado la República de abril de 1931 y que había que exigir el cumplimiento de determinados compromisos. Igualmente, en fechas previas al golpe de Estado de julio, ante las propuestas de nuevas “expropiaciones” contra bancos, Durruti se opone por no considerar el momento idóneo para ello. Al movimiento libertario le tocaba otro papel de cara a la revolución en marcha. Poco a poco va apareciendo un pragmatismo en Durruti que es reflejo del propio pragmatismo de la CNT.
Si algo caracterizó al Durruti de aquel momento, fue precisamente su capacidad de reacción y dirección ante el golpe de Estado de julio de 1936. Gracias a personajes como él la sublevación encabezada por Goded en Barcelona fue derrotada. Una victoria que condujo al proletariado español a desarrollar una profunda revolución social con el control de los medios de producción, de consumo y de dirección política.

Y sin dudarlo un instante, Durruti formó su unidad de milicias que, junto al militar Pérez Farrás, se desplazó hasta el frente de Aragón con la idea de tomar Zaragoza. Objetivo nunca cumplido. Esa frase suya de “hay que renunciar a todo menos a la victoria” le llevó a desplazarse hasta Madrid cuando las tropas de Franco asediaban la capital de la República. Y allí encontró la muerte por una bala en la Ciudad Universitaria siendo todavía un enigma todo lo relaciona con su muerte.

A partir de ese momento surgió el “mito de Durruti”. Su figura se paseó por periódicos, carteles, pancartas. Su propio entierro fue una enorme manifestación. Sin embargo, y tal como el propio Durruti dijo, ni fue un héroe ni fue un mito (y tampoco un sanguinario como le presentó esos cuarenta años de dictadura). Durruti fue uno más de esos miles y miles de militantes obreros que enriquecieron las filas del poderoso anarcosindicalismo, que dependiendo de la época histórica leyó su realidad y adoptó determinadas estrategias, correctas o no. Un anarquista que, por testimonio de su compañera sentimental Emilienne Morin, siempre creyó en la igualdad de género. Una víctima más de una Guerra iniciada por un golpe de Estado perpetrado por un grupo de militares contra la República que condujo al país a la larga noche de la dictadura.


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