viernes, 16 de septiembre de 2016

1972-1973. La LCR y la recomposición del sindicalismo clandestino en el sector madrileño de Gráficas.

1972-1973.
La LCR y la recomposición del sindicalismo clandestino en el sector madrileño de Gráficas.
 Acacio Puig




La Fundación Salvador Seguí se ha propuesto recopilar testimonios vivos de combates desarrollados durante la larga lucha antifranquista, testimonios que constituyen una invitación memorialista para los sobrevivientes de aquellos años sombríos.
Al hilo del reto y la convocatoria, nos propusimos recuperar  tramos de una historia en que participamos activamente (la anterior entrega, publicada en julio en afinidadesanticapitalisras.blogspot.com, contó con la entrevista a R. Calvo miembro en 1971  del comité de huelga de la construcción madrileña).
Esta  nueva crónica  rememora el lento proceso de recomposición del sindicalismo clandestino en el sector madrileño de las Artes Gráficas; un sector duramente dañado por la represión  -denuncias patronales, intervención  de la policía política, multas y juicios desde el inicio de 1970…Devastadores efectos muy perceptibles  durante los años 1971 y 1972.


Las Artes Gráficas madrileñas eran entonces un sector complejo y en transición en el que junto a pequeños talleres, que encontraban su clientela en la barriada, emergían con fuerza las primeras empresas gigantes que se asentaban en la periferia mientras continuaban su  andadura otras, metropolitanas y con historia sindical (como Hauser y Menet  que era  entonces el  modelo con solera de imprenta industrial madrileña hasta su  cierre, a fines de la década, abrasada por las deudas). También oficinas y talleres de periódicos (ABC, Ya, Arriba, Madrid…) y editoriales (Aguilar, Alianza…) formaban parte de la punta de lanza en la  recomposición sindical pendiente.
Junto a ello, nuevas editoriales y revistas, tan habituales en el franquismo tardío,  configuraban un  tupido tejido industrial-comunicativo, que concentraba mucha conciencia antifranquista. Un tejido que tras los cierres, concentración y  reconversiones, resulta difícil imaginar hoy en día.

Las Artes Gráficas condensaban mucha energía socio política. La fórmula organizativa más prestigiada se llamaba “Comisión Obrera de Gráficas” (así, en singular) que mantenía un periódico clandestino, “El Gráfico”.
Sin embargo, en 1972 la situación  era muy difícil y el vínculo sectorial más visible lo constituía la red de enlaces y jurados de izquierda que habían optado políticamente por enquistarse en el sindicato vertical y único, la CNS (Central Nacional Sindicalista). Por debajo de él, en la clandestinidad, sindicatos y partidos con inserción en Gráficas operábamos con cierta dispersión de esfuerzos que se esforzó en coordinar la OPI  (Oposición de Izquierda) una corriente  crítica que en aquel entonces surgió desgajada del PCE.

A la militancia de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) organizada en Gráficas  el que una nueva organización hubiera decido llamarse OPI ya nos resultaba algo próximo y familiar, de modo que atendimos inmediatamente el llamamiento a la reconstrucción sindical formulado por aquellos compañerxs. Ciertamente nuestros efectivos sectoriales se reducían a presencia en algunas pequeñas imprentas, sobre todo  ubicadas en distritos populares, también a la implantación en la sección de linotipias del periódico Arriba y en  alguna revista, como Comunicación XXI localizada en la calle Odonell de Madrid (diseño gráfico de Alberto Corazón, colaboraciones de dibujantes-humoristas como Enrius y…con muchísima menos frecuencia, yo mismo). Además, poco a poco establecíamos conexiones y simpatías con trabajadorxs de algunas editoriales como Aguilar a los que encontraríamos décadas más tarde como el fallecido Patón y otros compañeros insertos ya en Grijalbo.

En cualquier caso, la gente de la OPI de Artes Gráficas tenía una concepción muy abierta del proceso organizativo (proponiendo el agrupamiento de sindicalistas del sector y  presencia de representantes de partidos… estos últimos con voz y sin voto) y una visión muy ágil de las tareas de extensión y popularización mediante el mitin relámpago en talleres, la distribución de propaganda y la llamada a la recomposición sindical; de modo que sintonizamos pronto y abordamos –en cuidadosos encuentros clandestinos- a gentes del PCE, de AST ya ORT y otras… gente disponible y en general, predispuesta a la actividad unitaria. Establecimos así una precaria coordinación e iniciamos la  gradual extensión a pequeños talleres (algunos eran propiedad de antiguos afiliados al PSOE que “nos dejaban hacer”) y  también a empresas grandes (ya llenas de “ejecutivos agresivos”) pero en las que, a veces, existían conexiones con gentes conocidas desde sus anteriores trabajos como maquinistas, administrativos… en imprentas más pequeñas ya extintas.
La combinación del mitin relámpago a pié de máquina, incluída la difusión de propaganda, la generación de confianza (“¡si nos lo proponemos, es posible!”) y el progresivo fortalecimiento de la estructura clandestina estable, resultó ser eficaz, cierto que en condiciones de reunión difíciles (cafeterías amigas, casas de militantes, iglesias…)

Poco a poco, el tesón daba resultados en la reorganización sindical (e incluso en la superación de ciertas rutinas, de modo que se hizo posible la participación de jóvenes sindicalistas en manifestaciones  digamos “exóticas” en una España casposa, como fueron las que como LCR impulsamos en Madrid en solidaridad con la lucha socialista y de liberación nacional de Vietnam… Manifestaciones tachadas por los menos jóvenes del sector  (aunque ciertamente con simpatía) de “expresiones románticas de  lucha”.

El producto de ese proceso reforzó el horizonte de convocar en 1973 un Primero de Mayo en Madrid lo más unitario posible y capaz de imponerse  a la tradicional represión policial de una conmemoración que el régimen había rebautizado como “la fiesta de San José Obrero”- Día del Trabajo.
De modo que  como fin de  aquella primera etapa, convocamos las clandestinas reuniones preparatorias del 1 de mayo desde la Comisión Obrera de Gráficas  y logramos reunir a lo más decidido de la militancia  madrileña de  ORT, la LCR, la OPI, el PCE i (después PTE que finalmente se separó de la iniciativa)… y también a incipientes organizaciones juveniles vinculadas a esos partidos, además de a sectores significativos del PCE junto a organizaciones sociales y políticas más pequeñas y algún grupo de afinidad libertario con base barrial en el barrio del Pilar.

Representó a la LCR en las negociaciones Ismael N. (Sebas) miembro de la dirección provincial. El resultado de los encuentros fue satisfactorio y novedoso. Novedoso porque no se pusieron trabas a la organización conjunta de la manifestación ni a la participación de cada colectivo con sus banderas y pancartas, porque se aprobó un manifiesto común y se dejó libertad de propaganda propia a cada cual y novedoso porque se aceptó garantizar la ocupación de la calle mediante la protección de un servicio de orden con tareas de autodefensa. Todo ello para hacer posible el ejercicio del inexistente derecho de libertad de manifestación.

El tema de la autodefensa, consistió en  consensuar el corte de las vías de previsible acceso policial mediante barricadas de coches cruzados y un servicio de orden en la cola de la manifestación, que logró crear una cortina de fuego (molotovs)  con el mismo objetivo, los servicios de orden laterales tenían la función de defender un cortejo compactado y evitar las detenciones al máximo.
En definitiva, ese era el nivel de “violencia” que  la LCR proponía como adecuado  por ser entendible, al menos por los sectores más conscientes de la gente en  condiciones de una dictadura crepuscular. Era el nivel de violencia que permitía ocupar la calle e imponer un derecho democrático prohibido por el régimen franquista.

Finalmente la manifestación, -la más unitaria aquel año en Madrid- tuvo lugar en la mañana del Primero de Mayo,  recorriendo parte de  la Calle López de Hoyos, Cartagena… Y agrupando (según la prensa de la época) a algo más de medio millar de personas…Doblemos al menos la cifra, porque entonces las cuentas cicateras de policía y medios eran  todavía  mucho más roñosas que hoy y la censura establecía límites precisos a los datos de cualquier movilización contra el régimen. Finalmente intervino con brutalidad la policía (Grises y Brigada Político Social) y hubo detenciones, poco más de quince personas.
En cualquier caso, el objetivo había sido cubierto con éxito y en aquella época el impacto o no en medios, nos preocupaba mucho menos que la realización de experiencias colectivas que supusieran un paso adelante en conciencia y organización  de la oposición real al franquismo.

Al consultar la  parca hemeroteca de mayo de 1973 se constata el mísero tratamiento periodístico del acontecimiento que protagonizamos aquel día (acontecimiento, porque llevábamos años en Madrid en que el Primero de Mayo se limitaba en buena medida a  las llamadas del PCE  a concentrase en la Plaza de Atocha y dar vueltas a la misma hasta que empezaban las detenciones, cargas y dispersión…dicho sea sin menoscabo de esas y otras iniciativas de izquierda, valientes pero minoritarias).

La situación represiva se enrevesó mucho más durante la noche.
Manifestaciones-comando, integradas por militantes del FRAP y sus organizaciones afines, ejecutaron al subinspector de policía Fernández Gutiérrez -en el entorno de Lavapiés-Tirso de Molina- e hirieron a otros dos.
No nos corresponde  evaluar – tantas décadas más tarde- la interpretación  que entonces dieron esos compañeros   a  la autodefensa obrera y popular. Nuestro periódico Combate número 16, a fines de mayo, se ocupó ampliamente de ello (Autodefensa y violencia revolucionaria en el crepúsculo del franquismo). Por lo  que hemos comentado más arriba, nuestra concepción respondía a otros criterios y parámetros.

La represión durante esa jornada y días posteriores, superó las 150 detenciones en Madrid. La noticia de los acontecimientos en Lavapiés (calle Ave María y aledaños) copó las primeras páginas de la prensa del régimen, las cortes suspendieron sesión y crearon una comisión de encuesta. El presidente de la misma, Labadie Otermin, inició su informe con un exasperado “La paz está siendo perturbada por los enemigos vencidos en 1939”. Las  posteriores manifestaciones (legales, por supuesto) que proliferaron durante días  “se calentaron” al son  del  himno de la falange Cara al Sol.

Un par de semanas más tarde, fatídicos hilos sueltos, dieron con los huesos de quien esto escribe y sus compañeros de piso en Vallecas, en la Dirección General de Seguridad y después en la Prisión de Carabanchel. Aterrizábamos en la cárcel muy maltrechos y con la mochila completa: asociación ilícita, propaganda ilegal y terrorismo, en total una primera petición fiscal de 13 años.
El interés de la policía política se centraba en nuestro caso en la militancia política en la LCR y pasó completamente  de nuestra actividad sindical.

Una vez en la cárcel, un compañero de partido se preguntaba por las razones del éxito de nuestra manifestación unitaria en López de Hoyos… ¿”un golpe de suerte”? Yo creo que algo más que eso: presencia militante en el sector, generosa complicidad de compañeros de otras corrientes políticas, acuerdos, entrega colectiva y conciencia de que estaba llegando el momento de arriesgar más en la recomposición y fortalecimiento de la lucha contra una dictadura terminal.
En fin, algo más que suerte: una cuidadosa atención a los detalles y a la laboriosa actividad clandestina pero lo más unitaria posible en aquellas circunstancias.

(Recordando, entre otros, a los compañerxs  José Luis, Bureu y Carlos de OPI, Royo de ORT, Pimentel y Luis del PCE, Luis, Alfredo y Sebas de LCR… por su dedicación al relanzamiento del sindicalismo clandestino antifranquista y a tantos que hicieron posible el éxito de la manifestación del 1ª de mayo de 1973 en López de Hoyos-Madrid).




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