Por E. Nabal Aragón –militante LGTB
Vaya por
delante, que Dios me libre de defender al Orgullo Oficial LGTB que recorre las
calles de Madrid y que ha convertido en una macro fiesta empresarial lo que
empezó siendo una jornada de lucha y más, viendo el resultado y los alarmantes
retrocesos, debería volver a serlo.
Cosas como el “Orgullo Indignado” o “Alternativo”, ninguneadas
por los políticos al uso, son cada vez más necesarias cuando se frivoliza con
temas como la violencia machista, lesbo y
homofóbica para no espantar las divisas del turismo. En fin, pero lo más
llamativo de todo es que ahora Manuela Carmena se dispone a multar al Orgullo
Gay, en el que ella iba en cabeza junto a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias,
porque tanto ruido superó lo permitido por las ordenanzas municipales. A esta
izquierda- casi incapaz de renovarse en
temas de diversidad sexual- le acaba saliendo la vena más arcaica cuando se
trata de referirse a cuestiones LGTB. Aquí y allí solo somos una parte del
electorado. Se ha hecho muy poco contra la transfobia en los centros de
trabajo, ahora en campaña electoral apenas se nos menciona, y el hecho de que las
izquierdas se confundan pidiendo lo mismo para nosotros/as no dice mucho en su
favor. Pancartas inocuas y marcianos llamamientos a una “normalidad” que no
existe.
Nosotras
acusamos que tras ese ruido algo hortera pero legítimo (anda que no hacen ruido
mucho más contaminante las manifestaciones fascistas autorizadas en Madrid, las
celebraciones futbolísticas o las fallas
de la oronda doña Rita Barberá) oculta un silencio preocupante, no solo de la
derechona ligada a la Iglesia sino de gente como Carmena que sigue en una
posición amable y tolerante pero que si bien les daría pudor verse vinculados a
la secta de la “hembra en casa y con la pata quebrada” apenas hacen casi nada
para que no recorten nuestra pluma y pisoteen con violencia nuestros derechos.
Es como cuando una pareja gay o lesbiana se besa en un bar, siempre parece que
se están pasando, porque son una pareja gay o lesbiana. Las ofensas simbólicas
no son tan brutales como las declaraciones criminales de la Iglesia oficial
pero son más dolorosas cuando vienen de gente progresista que, después de
tantos años guardando un silencio cauteloso, ahora se multa también a si misma
por hacer demasiado ruido. Para algunos han hecho demasiado poco. La pena es
que ese ruido fuera el chunda-chunda de una discoteca y no fuera dirigido a
unas autoridades que se hacen las sordas cuando les hablas de la
discriminación, del exilio rural, de que Cristina Cifuentes no se ha gastado un
duro en prevención de VIH, en que los despidos y las agresiones en las calles
no hacen sino crecer, aunque algunos colectivos hipersubvencionados callen por
conveniencia. Pero ese silencio suyo como el de otros es mucho mas escandaloso
que el ruido de una manifestación que hace tiempo que dejó de serlo porque los
políticos de postín y los intereses empresariales se encargaron de
desactivarla. Mucho ruido y pocas nueces, señora Carmena.
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