Puerto
García y compañeras
Del artículo ¿Demócrata antes que feminista? Publicado
el 1 de septiembre de 2017 en (Zona Crítica) eldiario.es, de Barbijaputa.
No
tiene nada que ver lo que voy a referir en este artículo con el contenido del
de Barbijaputa, ni por supuesto pretendo hacer referencia a los más que
acertados cometarios de esta feminista, en esta y en muchas otras ocasiones.
Pero como ocurre a veces, algunas de sus frases me hacen pensar en la
conveniencia de saber utilizar “consignas” claras y precisas, ejemplo que
deberíamos seguir las feministas opinadoras que parece que últimamente somos
muchas.
En
efecto, me sumo a la consigna, ser feminista es predicar con el ejemplo, y eso
es lo difícil, predicar con el ejemplo y “Repensar
la Revolución 1917-2017”, era la propuesta de la VIII Universidad de Verano
de Anticapitalista que se ha celebrado hace pocos días en La Granja en Segovia.
Uno de los temas centrales sobre el que se ha debatido, tanto en foros,
espacios de formación, como en talleres, ha sido el FEMINISMO.
Temas
tan atractivos como “Retos del feminismo
para la transformación social”, título del foro, “Qué feminismo para que alternativa de sociedad” en el espacio
dedicado a formaciones, y talleres sobre “las
intersecciones entre género y raza, los encuentros y desencuentros entre el
feminismo y el LGTBIQ, o el análisis del feminismo y las clases sociales”.
Justifica de sobra, la importancia del transversal feminismo en la propuesta
revolucionaria y legitima, sin duda, el trabajo de lxs anticapis. Un trabajo
que se viene haciendo desde siempre, desde antes de ser lo que son ahora, y que
se mastica en el momento en que pisas este espacio. No hay un fallo de
organización, ni a la hora de presentar propuestas de contenido, ni a la de
ponerlas en práctica. La autogestión es un hecho. El empoderamiento también. El
trabajo en equipo para hacer que todo funcione es encomiable e incuestionable.
La perseverancia incansable de las militantes para mantener la hoguera,
siempre, continuamente, encendida y avivada, es de sobresaliente, porque encendida
la tienen muchos grupos políticos pero no todos la mantienen viva.
En
el caso concreto de Anticapitalistas, el feminismo permea la organización y la
ideología, no en vano venimos, yo también me incluyo, de dónde venimos
ideológicamente hablando. Pero sobre todo es encomiable que 100 años después
del triunfo de la revolución, en un momento crucial como el actual, alguien se
proponga “analizar cómo fue aquella para que la próxima sea posible”.
El
imaginario de las utopías del socialismo que advendrá, no es posible sin la
visión de las gafas violetas y también de algo más allá de la óptica del color
con que hay que mirar al mundo. La lucha (las luchas en general) de las mujeres
debe incorporarse a esta nueva realidad. Para incorporarlas es necesario saber
cómo buscar las estrategias, qué hacer para que sean nuestras y qué para
hacerlas indelebles. De esto, básicamente, es de lo que se habló en todos los
espacios.
El
reto del feminismo es hacerse permeable, es diluirse en la propia estrategia,
por eso se ha debatido sobre cómo somos “feministas y clase”, y de qué clase
somos las feministas, por eso se ha reflexionado sobre qué hacer ante los
nuevos problemas que amenazan con manchar de tinta las páginas en blanco de lo
que está por escribir; las nuevas formas de familias, “la deconstrucción de
inamovibles como la maternidad” en un momento político en el que casi todo es
oportunismo; de cuáles son los retos de una revolución que debemos bailar,
hombres, mujeres y el resto de sujetos sociales responsables, por acción y
omisión, de llevarla a cabo.
Las
propuestas y las ideas han sido muchas, suficientes para entretenernos la
cabeza durante muchos meses, a lo mejor hasta durante muchos años, días o
minutos. Sin embargo hay una transversal que no decae, las propuestas, las
maravillosas ideas, los objetivos y hasta las estrategias se argumentan en una
especie de eterno retorno (similar al sueño de la marmota) de conceptos muy
básicos, muy de primero de revolución, de primero de izquierda, y por supuesto
de primero de feminismo. Esto es lo que me hace pensar la frase de predicar con
el ejemplo, no hay que decirse ni feminista, ni revolucionario/a, ni
socialista, hay que serlo, interiorizarlo y practicar con el ejemplo.
Todas
las mesas han sido presentadas por mujeres jóvenes con una capacidad inmensa e
indiscutible, todos los espacios han sido paritarios sin excepción, todas las
propuestas, a las que hemos prestado orejas, han sido presentadas por mujeres y
hombres, y sin embargo, aún se han oído comentarios sobre la necesidad de
integrar las propuestas del feminismo en las nuevas luchas, el ecosocialismo
por ejemplo, también se han escuchado comentarios sobre la necesidad de hacerse
hueco en las proposiciones de las nuevas políticas, las mujeres debemos estar
ahí, representadas, no en formato de paridad ficticia, de paridad “tranquiliza
conciencias”, menos mal, pero si defendiendo nuestras propuestas porque es “una
necesidad”.
Se
ha marcado como objetivo la idea del “empoderamiento” de las mujeres, un tema
que se debate junto con el de las “nuevas masculinidades”. Se proponen como
decisivo el reto de hacer entender a las compañeras y compañeros que no se
trata de una moda, sino de un testigo que recogemos de lxs revolucionarixs que
nos han precedido, lxs de hace 100 años y lxs que han mantenido viva la llama
de la revolución durante los 100 años.
En
definitiva, todo ello recordaba a que hay mucho por hacer, también en el caso
de la revisión, re-pensamiento y replanteamiento de alternativas auténticamente
revolucionarias. El compromiso de muchas de las personas que están en puestos
de responsabilidad en los nuevos espacios de decisión, tanto nacionales como
regionales y locales es indudable, la interiorización de “todos” los discursos
es otra cosa. La interiorización parece que está aún por llegar, no para todxs,
eso sí, pero si es algo a tener en cuenta según se desprendía de las muchas
intervenciones. Que se plantee el feminismo como la nueva moda de la que
debemos aprovecharnos para tirar de un carro al que nunca se le pusieron
demasiados bueyes delante, por el contrario, algún que otro palo en las ruedas,
suena un poco “vintage”. Plantear como oportunidad la toma de conciencia de
algunos hombres que muestran su indudable compromiso con la causa, con esta y
con otras muchas, dejando nuevamente el feminismo en la categoría de “causa”,
también suena a lecciones de primer curso para “hacer la revolución”. Pensar en
las inmediateces, del tipo “no es importante saber de dónde venimos y quiénes
somos” sino dónde queremos ir y cómo lo haremos, es como poco temerario, la
historia lo demuestra. Hablar de la falta de compromiso del feminismo con el
resto de luchas sin comprender que el feminismo es en sí mismo la lucha, y no
sólo una parte de todas ellas, las inmediatas, las locales, las nacionales y
las históricas, es entender el feminismo como una de las porciones de un todo,
similar a las de cualquier caja de quesitos, cuando este movimiento se ha
definido como amalgama para dar consistencia a esa transformación real que
queremos bailar todas y todos, también los todes, (porque por ahí se están
refrescando las ideas).
San
Lenin y San Trosky me libren de decir que es el único movimiento que cuestiona
la dicotomía entre “el querer hacer y el
poder hacer”, entre el repensar y el actuar, aunque mantengo que sí es uno
de ellos, y como a tantos, sus estrategias, a veces condicionadas por la
inmediatez de las políticas, de las utópicas y de las públicas, exigen un
análisis no condicionado por la búsqueda de formas de acción en el cortoplacismo,
pensar así se asocia a esas palabras que nos duelen a muchxs, “De derrota en derrota hasta la victoria
final”.
Pero
no estoy diciendo, ni mucho menos, que no hayamos avanzado, que no se esté en
una privilegiada posición de salida para seguir avanzando, en feminismo y en
revolucionismo (me voy a permitir el lujo). Pero sí, que de todas las lecturas
desde las emociones, que se hacen cuando se participa (se forma parte) de un
evento de este tipo, una de ellas se explicaría, no sé si muy acertadamente,
con la famosa frase de ¡anda, anda que
no queda por hacer!. Mucho de lo que queda por hacer, tiene que ver
precisamente con estos espacios de formación y análisis, de encuentro de
transversalidades, de identificaciones de hechos y de conflictos, de replanteamiento
de conceptos desde los propios conceptos y si, por qué no, de estrategias a
partir del análisis de los procesos.
Esto
que suena tan extraño a cualquier lenguaje de la izquierda que conocemos, es en
definitiva, a mi juicio, uno de los pilares con los que debemos asegurar el
necesario análisis. Saber de qué se parte para conocer donde vamos, pero
también saber cuáles fueron los obstáculos, los palos de las ruedas del pasado
para poder reconocerlos, dentro y fuera.
Las
mujeres revolucionarias que estuvimos allí, somos conscientes de la importancia
de hablar, de proponer, de compartir, de analizar, de revisar todo tipo de
aspectos de esa revolución interior; también de la importancia de contarlo, de
hacernos entender, de facilitar la participación real, no la edulcorada de
algunos planteamientos “socialdemócratas”, del lenguaje y los términos con que
se construyen y destruyen sociedades e ideologías, de la imperiosa necesidad
que tiene la izquierda real de buscar la manera de hacer amalgama, y no queso
en porciones.
En
esta taxativa, lo de predicar con el ejemplo se alcanza, no como un objetivo,
sino como el camino mismo.
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