jueves, 7 de septiembre de 2017

SER FEMINISTA NO ES DECIRLO. ES PREDICAR CON EL EJEMPLO


 Puerto García y compañeras

Del artículo ¿Demócrata antes que feminista? Publicado el 1 de septiembre de 2017 en (Zona Crítica) eldiario.es, de Barbijaputa.
No tiene nada que ver lo que voy a referir en este artículo con el contenido del de Barbijaputa, ni por supuesto pretendo hacer referencia a los más que acertados cometarios de esta feminista, en esta y en muchas otras ocasiones. Pero como ocurre a veces, algunas de sus frases me hacen pensar en la conveniencia de saber utilizar “consignas” claras y precisas, ejemplo que deberíamos seguir las feministas opinadoras que parece que últimamente somos muchas.
En efecto, me sumo a la consigna, ser feminista es predicar con el ejemplo, y eso es lo difícil, predicar con el ejemplo y “Repensar la Revolución 1917-2017”, era la propuesta de la VIII Universidad de Verano de Anticapitalista que se ha celebrado hace pocos días en La Granja en Segovia. Uno de los temas centrales sobre el que se ha debatido, tanto en foros, espacios de formación, como en talleres, ha sido el FEMINISMO.
Temas tan atractivos como “Retos del feminismo para la transformación social”, título del foro, “Qué feminismo para que alternativa de sociedad” en el espacio dedicado a formaciones, y talleres sobre “las intersecciones entre género y raza, los encuentros y desencuentros entre el feminismo y el LGTBIQ, o el análisis del feminismo y las clases sociales”. Justifica de sobra, la importancia del transversal feminismo en la propuesta revolucionaria y legitima, sin duda, el trabajo de lxs anticapis. Un trabajo que se viene haciendo desde siempre, desde antes de ser lo que son ahora, y que se mastica en el momento en que pisas este espacio. No hay un fallo de organización, ni a la hora de presentar propuestas de contenido, ni a la de ponerlas en práctica. La autogestión es un hecho. El empoderamiento también. El trabajo en equipo para hacer que todo funcione es encomiable e incuestionable. La perseverancia incansable de las militantes para mantener la hoguera, siempre, continuamente, encendida y avivada, es de sobresaliente, porque encendida la tienen muchos grupos políticos pero no todos la mantienen viva.
En el caso concreto de Anticapitalistas, el feminismo permea la organización y la ideología, no en vano venimos, yo también me incluyo, de dónde venimos ideológicamente hablando. Pero sobre todo es encomiable que 100 años después del triunfo de la revolución, en un momento crucial como el actual, alguien se proponga “analizar cómo fue aquella para que la próxima sea posible”. 

El imaginario de las utopías del socialismo que advendrá, no es posible sin la visión de las gafas violetas y también de algo más allá de la óptica del color con que hay que mirar al mundo. La lucha (las luchas en general) de las mujeres debe incorporarse a esta nueva realidad. Para incorporarlas es necesario saber cómo buscar las estrategias, qué hacer para que sean nuestras y qué para hacerlas indelebles. De esto, básicamente, es de lo que se habló en todos los espacios.
El reto del feminismo es hacerse permeable, es diluirse en la propia estrategia, por eso se ha debatido sobre cómo somos “feministas y clase”, y de qué clase somos las feministas, por eso se ha reflexionado sobre qué hacer ante los nuevos problemas que amenazan con manchar de tinta las páginas en blanco de lo que está por escribir; las nuevas formas de familias, “la deconstrucción de inamovibles como la maternidad” en un momento político en el que casi todo es oportunismo; de cuáles son los retos de una revolución que debemos bailar, hombres, mujeres y el resto de sujetos sociales responsables, por acción y omisión, de llevarla a cabo.
Las propuestas y las ideas han sido muchas, suficientes para entretenernos la cabeza durante muchos meses, a lo mejor hasta durante muchos años, días o minutos. Sin embargo hay una transversal que no decae, las propuestas, las maravillosas ideas, los objetivos y hasta las estrategias se argumentan en una especie de eterno retorno (similar al sueño de la marmota) de conceptos muy básicos, muy de primero de revolución, de primero de izquierda, y por supuesto de primero de feminismo. Esto es lo que me hace pensar la frase de predicar con el ejemplo, no hay que decirse ni feminista, ni revolucionario/a, ni socialista, hay que serlo, interiorizarlo y practicar con el ejemplo.
Todas las mesas han sido presentadas por mujeres jóvenes con una capacidad inmensa e indiscutible, todos los espacios han sido paritarios sin excepción, todas las propuestas, a las que hemos prestado orejas, han sido presentadas por mujeres y hombres, y sin embargo, aún se han oído comentarios sobre la necesidad de integrar las propuestas del feminismo en las nuevas luchas, el ecosocialismo por ejemplo, también se han escuchado comentarios sobre la necesidad de hacerse hueco en las proposiciones de las nuevas políticas, las mujeres debemos estar ahí, representadas, no en formato de paridad ficticia, de paridad “tranquiliza conciencias”, menos mal, pero si defendiendo nuestras propuestas porque es “una necesidad”.
Se ha marcado como objetivo la idea del “empoderamiento” de las mujeres, un tema que se debate junto con el de las “nuevas masculinidades”. Se proponen como decisivo el reto de hacer entender a las compañeras y compañeros que no se trata de una moda, sino de un testigo que recogemos de lxs revolucionarixs que nos han precedido, lxs de hace 100 años y lxs que han mantenido viva la llama de la revolución durante los 100 años.
En definitiva, todo ello recordaba a que hay mucho por hacer, también en el caso de la revisión, re-pensamiento y replanteamiento de alternativas auténticamente revolucionarias. El compromiso de muchas de las personas que están en puestos de responsabilidad en los nuevos espacios de decisión, tanto nacionales como regionales y locales es indudable, la interiorización de “todos” los discursos es otra cosa. La interiorización parece que está aún por llegar, no para todxs, eso sí, pero si es algo a tener en cuenta según se desprendía de las muchas intervenciones. Que se plantee el feminismo como la nueva moda de la que debemos aprovecharnos para tirar de un carro al que nunca se le pusieron demasiados bueyes delante, por el contrario, algún que otro palo en las ruedas, suena un poco “vintage”. Plantear como oportunidad la toma de conciencia de algunos hombres que muestran su indudable compromiso con la causa, con esta y con otras muchas, dejando nuevamente el feminismo en la categoría de “causa”, también suena a lecciones de primer curso para “hacer la revolución”. Pensar en las inmediateces, del tipo “no es importante saber de dónde venimos y quiénes somos” sino dónde queremos ir y cómo lo haremos, es como poco temerario, la historia lo demuestra. Hablar de la falta de compromiso del feminismo con el resto de luchas sin comprender que el feminismo es en sí mismo la lucha, y no sólo una parte de todas ellas, las inmediatas, las locales, las nacionales y las históricas, es entender el feminismo como una de las porciones de un todo, similar a las de cualquier caja de quesitos, cuando este movimiento se ha definido como amalgama para dar consistencia a esa transformación real que queremos bailar todas y todos, también los todes, (porque por ahí se están refrescando las ideas).
San Lenin y San Trosky me libren de decir que es el único movimiento que cuestiona la dicotomía entre “el querer hacer y el poder hacer”, entre el repensar y el actuar, aunque mantengo que sí es uno de ellos, y como a tantos, sus estrategias, a veces condicionadas por la inmediatez de las políticas, de las utópicas y de las públicas, exigen un análisis no condicionado por la búsqueda de formas de acción en el cortoplacismo, pensar así se asocia a esas palabras que nos duelen a muchxs, “De derrota en derrota hasta la victoria final”.
Pero no estoy diciendo, ni mucho menos, que no hayamos avanzado, que no se esté en una privilegiada posición de salida para seguir avanzando, en feminismo y en revolucionismo (me voy a permitir el lujo). Pero sí, que de todas las lecturas desde las emociones, que se hacen cuando se participa (se forma parte) de un evento de este tipo, una de ellas se explicaría, no sé si muy acertadamente, con la famosa frase de ¡anda, anda que no queda por hacer!. Mucho de lo que queda por hacer, tiene que ver precisamente con estos espacios de formación y análisis, de encuentro de transversalidades, de identificaciones de hechos y de conflictos, de replanteamiento de conceptos desde los propios conceptos y si, por qué no, de estrategias a partir del análisis de los procesos.
Esto que suena tan extraño a cualquier lenguaje de la izquierda que conocemos, es en definitiva, a mi juicio, uno de los pilares con los que debemos asegurar el necesario análisis. Saber de qué se parte para conocer donde vamos, pero también saber cuáles fueron los obstáculos, los palos de las ruedas del pasado para poder reconocerlos, dentro y fuera.
Las mujeres revolucionarias que estuvimos allí, somos conscientes de la importancia de hablar, de proponer, de compartir, de analizar, de revisar todo tipo de aspectos de esa revolución interior; también de la importancia de contarlo, de hacernos entender, de facilitar la participación real, no la edulcorada de algunos planteamientos “socialdemócratas”, del lenguaje y los términos con que se construyen y destruyen sociedades e ideologías, de la imperiosa necesidad que tiene la izquierda real de buscar la manera de hacer amalgama, y no queso en porciones.
En esta taxativa, lo de predicar con el ejemplo se alcanza, no como un objetivo, sino como el camino mismo.

Posdata: por si alguien de lxs que estuvimos lo lee, predicar con el ejemplo no tiene nada que ver con las camisetas. 

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