Víctor Atobas
Rajoy, obsesionado con que Aznar salte de nuevo
a la escena y le quite los votos de la extrema derecha que hasta ahora ha
aglutinado el PP, ha demostrado que desea reencarnar a Franco; parece dispuesto
a todo y esa podría ser su tumba política. En Catalunya ahora mismo se está
fracturando el simulacro de la democracia, pues lo real aflora en las calles, es
el deseo de los catalanes: votar, independizarse, protestar contra el
franquismo rampante. El problema radica en que esos deseos han sido traducidos,
por ejemplo se ha vinculado el referéndum del 1-0 con la democracia pero, en
caso de celebrarse y de que ganara el sí, de qué democracia se trataría la
nueva República Catalana, tras un proceso dominado por la burguesía de
Barcelona, sino de otro simulacro democrático que escondería la dominación y la
haría más o menos aceptable. Me refiero al reino de la representación, de los
políticos y de las cámaras, donde se construye lo que sucede noticia a noticia,
alocución a alocución, pues el lenguaje adquiere aquí la función de ordenar,
nos dicen: creed esto, esto es realmente lo que sucede, acaso no ves que te lo
estamos retransmitiendo en directo. Se abre la batalla de los discursos, y al
final no queda nada real, nada verdaderamente democrático en nuestras vidas. Como
mucho una reunión de vecinos.
En el simulacro democrático, el modelo se impone
antes que lo real. Por eso el independentismo de izquierdas habla de hacer
realidad la república en las calles en un sentido concreto, es el devenir
catalán que sueñan y construyen hermosamente nuestras compañeras de las CUP,
esa tierra que ahora está sostenida únicamente sobre la movilización social. Lo
real aflora cuando el simulacro ya no funciona, ya no produce credibilidad, ni
goce, ya nadie se cree eso de la democracia. Al fondo suenan las televisiones y
las radios, dando órdenes sin parar. El tema catalán aburre. Y no vamos a
pasarnos la vida debatiendo de Catalunya, hay que hablar de lo social, por qué
no decirlo, con Baudrillard; lo social es la imagen de la muerte, de lo que
está muerto que es la sociedad, porque si la mejor forma de socialización, como
dice Baudrillard, es el capital (por ejemplo, el capital corporal en un
discoteca, el capital cultural en una facultad), entonces qué es lo que queda
sino la plaza del mercado, el yo te doy a cambio de. Y lo peor es que nuestros
cuerpos son como puestos ambulantes de esa plaza que se abre cuando abandonamos
la soledad. Lo más paradójico es que muchas personas deseamos acudir al mercado
para dejar de sentirnos tan solas. Ay, no nos duele Catalunya, ni España, sino
el nihilismo.
Lo político, es decir las relaciones entre las
personas, hace mucho tiempo ya que se muere. El deseo es el último grito
desesperado de lo político, el deseo es la fuerza de amar que solo se produce
en sociedad cuando las relaciones entre tú y yo ya no son mediadas por el
capital (sea éste del tipo que sea). En la acción colectiva no hay nada de eso
sino mucha gente diferente ejercitando la facultad transcendental de la
sociedad; la libertad. Concluyendo, no
queda otra salida que la movilización permanente y la pugna por saturar de
deseo, de realidad, la democracia representativa, siguiendo así la línea de
fuga que se aventuró a seguir en sus primeros compases la primavera
quincemayista. No nos representan.
Creo que la llamada LEY se ha revelado como el gran grillete que atenaza (y consuela) la inactividad de amplias mayorias listas para bailar al son del poder.En el caso catalán se esgrime la Constitución del 78 -un tótem intocable aunque solo queden vivos un exiguo % de quienes la votaron o de quienes la rechazamos. Tampoco la "ley" admite más referéndums sobre el tema que sea si no están convocados por el gobierno de turno...Grave zancadilla a quienes pensamos que los derechos de Referendum y Propuesta son consustanciales a los derechos cívicos propios de una democracia avanzada, dicho sea sobre otros muchos asuntos diferentes al derecho a la Autodeterminación (por ejemplo: monarquía o República, Plan energético,Prioridad o no del Pago de la Deuda... o sus expresiones vindicativas en ámbitos municipales: tren o carretera, etc.).
ResponderEliminarEl gran H.G. Wells en "la isla del Doctor Moreau" denunciaba la construcción totémica de la Ley (¡Es la Ley!) como ordenamiento coercitivo de una población de esclavos al servicio del poder "científico" encarnado por Moreau.
La tarea de combatir permanentemente el actual "Espíritu de las Leyes" parece de imperiosa necesidad...Y luego, claro está "la movilización permanente" y demás.