jueves, 7 de septiembre de 2017

DESDE EL INSTITUCIONALISMO HASTA EL “INSTITUCIONALI (CI) SMO”


(¡Volvemos a la carga!)

A.Walden

Cierto pensamiento sociológico (T. Veblen “¿Por qué la economía no es ciencia evolutiva?”) afianza su estrategia en el funcionamiento colectivo, determinado por las estructuras organizativas que encontraron en las relaciones socioeconómicas, y -por lo tanto, necesariamente de dominio- el argumentario para explicar alguna justificación renovada del Estado y su catálogo institucional, que van desde las implicadas en la coerción del castigo a las que obsequian con la extorsión del incentivo o la ceremonia mutualista del premio; representando – ambas todas - relaciones de sojuzgamiento donde el individuo es subduccionado en la potencia dominante de un corporativismo aureolado con la bendición del entusiasmo social y la ratificación del positivismo político (pienso, efectivamente, en lo que  dicen ser los pilares eternos de la esencia social, en los escudones heráldicos o en los estandartes tribales de todos los modos de teorizar la gobernanza de las naciones contemporáneas, tanto de “Estados correccionales”, como de “Estados anuentes”).
El fondo que intuyo tras la persistencia en el culto a la “INSTITUCIÓN” y su parafernalia, sea este venido  del selecto apunte historicista, o lo sea del tradicionalismo popular, lo puedo entender en primer lugar representando la forma en que las ortodoxias y las legalidades que aprehenden el poder se interiorizan de alguna forma efectista o de cierta manera moralizante en el individuo; dominado -este- de semejante modo por las élites  sobrevenidas a la sazón y consensuada esta situación por las masas reesencializadas en su más genuina condición pastoreada. “¡Ojo! con lo que nace de la necesidad,  es probable que antes de darte cuenta se haya convertido en causa de necesidad”.     
Partiendo – a pesar de ello – en la tranquilidad de identificarme con la siempre aplazada frase de que “No existirá nunca nada que no deje de ser necesario” puedo conjeturar esta apostasía dialéctica en la disidencia y en el descuido que me venga en gana, sin tener  en cuenta la coherencia de la “acción comunicativa” y su integrismo proselitista de convencimiento (relaciones de dominio, insisto); eso que tanto hace cavilar a algunos y desear apasionadamente a tantos.
El  institucionalismo se atribuye la potestad de representar todas las áreas de acción social, política, religiosa, cultural, creativa, educativa, etc. dictando los estándares en que se tienen que relacionar (relaciones de dominio, reitero) las diferencias, certezas y conflictos posibles. El pensamiento “flojo” de la intranscendencia coral se ampara -pues- en la existencia de ese corporativismo institucionalista y en su categorización correspondiente. En la institución se supone que convergerán los mejores valores que se quiere reconocer en la sociedad, resultando imponer “serse” ser el “súmmum bonum” de la epopéyica legendaria de cualquier sistema político evolucionado, contrato social contractualista, régimen caudillista o comunidad de vecinos. Aunque el encastillamiento que implica para algo o “álguienes” ser, participar o heredar el trono institucional; la incontestable homologación social que supone pertenecer al establishment religioso, político o cultural (tanto montan, montan tanto…, todos se montan) compite con la otra consideración de dominio por la que en el marco social se tiene aún mayor sensibilidad objetiva; la económica.
Tenemos así, pues, que el orden de dominio no es ya una acción directa con la estaca de unos pocos amenazando sobre otros, que sueñan con cambiar, a su vez, la relación; si no que se solemniza, se ritualiza, se democratiza con un fondo intocable escusado en la necesaria y resolutiva idea de ORGANIZACIÓN que desea personificar  la institución de turno. Ante la seguridad y el legalismo que ofrecen estos entes o entidades, el ciudadano se reconoce como ser ontológicamente geométrico y aritmético, recorrido de puro racionalismo cartesiano.    

Las filacterias y las divisas ideológicas o creenciales de tales cofradías tornan pronto códigos estatutarios para las diferentes tradiciones y apegos que con sólo ser nombradas demuestran lo incontestable de esos catecismos normativos y argumentales que guían su ideario o doctrina, generalmente simétricos y especulares.
Y siendo así, adquieren con prontitud la condición esperpéntica y paródica de un oficialismo trabado en su propio embarrancamiento que confunde organización con orden y orden con control,  derivando en lo que un amiguete ha dado en nombrar como “INSTITUCIONALI(CI)SMO”; es decir, la afectación hilarante de cualquier planteamiento bajo las premisas del delirio covachuelista de ese orden y control, encarnado en el nombre fundacional y en las generaciones de sus galoneados servidores; esta es una vinculación de por vida.
 Otra característica jocosa y cachondífera que se nota mucho es la disposición gestual de sus adeptos para potenciar el argumentario  de su  elogio;  la ceremonia constante de la “Pompa y Circunstancia” de su corte funcionarial y todo su simbolismo, que como tal representación simbolizante encuentra en la estética del poder de los símbolos y de las alegorías la verdad buscada.
  
                                                   Aviso.               
-Cuando se plasma en un texto alguna reflexión como la anterior se tiene que reconocer que  ante todo  ha sido un ejercicio para sólo uno mismo, un análisis sin el concomitante de todo lo que hay que ofrendar y respetar de aquella “acción comunicativa” y sus correlativas “relaciones de dominancia” aplicada a la construcción social.
- No es oírse lo que uno desea escuchar, no es diciéndose lo esperado el modo en que la idea remota acaba por surgir transformadora en la proximidad de la vida de uno mismo. Es la larga contemplación perspéctica de un texto, su reflexión, la tranquilidad que da alargar la idea fugaz  mucho más allá del apremio del - como digo – convencimiento y reconocimiento. Es comprobar la enorme diferencia que existe entre ser galeote amarrado a una cultura-tradición y hacer el desafío del pensamiento en la clandestinidad del furtivismo más turbador.  
También hay que entender que se comunicará algo efímero y provisional, de ahí mi contrasentido en emplear este portal, pero la necesidad de tal contradicción es lo que tiene la voluntad de la reflexión, ¡surrealismo! ¡surréalisme! ¡¡surrealismus!!

De este modo, la corrección, incluso la racionalidad irrenunciable resultan escandalizadas o defraudadas por una forma de parecer poco pragmática, entusiasta o resolutiva al modo tradicional, principalmente porque tal forma se refugia en la ataraxia de los textos de reafirmación individualista, en la autocensura pública de lo clandestino y cifrado; en fin, en formas poco compartibles, aunque muy compatibles de error y duda… Vale.       

No hay comentarios:

Publicar un comentario