domingo, 30 de octubre de 2016

ANTIGUA CÁRCEL DE SEGOVIA: LA VICTORIA DEL OLVIDO. Acacio Puig






Concluye Galerías 4 (veinticinco intervenciones artísticas en 25 celdas de la Antigua Cárcel de Segovia) una nueva convocatoria anual expuesta desde el 9 de septiembre al 16 de octubre de este 2016.

No podemos decir que los resultados hayan sido meramente estetizantes, pero sí que las creaciones seleccionadas son solo tangentes a la asignatura  que nos escamotea desde 1936 el franquismo y desde 1978  los nuevos grandes partidos del Régimen: encarar la catástrofe  humana, cultural y material que supusieron cuarenta años de dictadura.
Existe  un simbólico común al conjunto del Movimiento Memorialista, el que se encarna en las demandas de Verdad-Justicia-Reparación, pero no es fácil encontrarlo en Galerías 4. Y no se encuentra porque no está.

Los antiguos edificios carcelarios constituyen un patrimonio de doble propiedad. Un patrimonio propiedad de los represores, que arrebataron durante décadas la vida en libertad a la mayoría mediante la dictadura, servicios de orden público del franquismo, poderes judiciales e instituciones penitenciarias, cultura nacional católica y censura, dominio sobre los cuerpos y terror. Pero existe un derecho patrimonial más importante, el encarnado por de miles de hombres y mujeres asesinados, encarcelados, torturados,  por defender los derechos esquilmados, por defender un futuro de Igualdad y Libertad para el conjunto de la ciudadanía y los pueblos de España.
Los pactos que generaron una transición a la medida de las necesidades del poder, no han hecho justicia a quienes combatieron por los derechos de todos y los edificios carcelarios de entonces  lo atestiguan:
Cárceles emblemáticas demolidas en un vano esfuerzo por enterrar la Memoria, como la de Carabanchel, arrasada por el pacto Gallardón-Rubalcaba.
Cárceles entregadas en su mejor porción a los herederos de cuerpos represivos nunca depurados, como la de Palencia, entregada a la Policía Nacional mediante acuerdo entre Cosidó-Polanco para la instauración de un fantasmagórico “archivo-museo policial”.
Cárceles “medio tono”, como la Provincial de Burgos, transformada en centro cívico Clunia pero  al menos señalizada desde 2007 por el grupo escultórico que homenajea la lucha antifranquista de mujeres y hombres, gracias al esfuerzo del  fallecido compañero Gervasio y su asociación de expresos junto a otros colectivos memorialistas del momento.
Cárceles en el frigorífico, como el  actual Archivo Provincial de Ávila, antigua cárcel de presos políticos cubierta con manto nuevo que impide saber de su pasado.
Cárceles, cárceles y cárceles…

Y también Cárceles como la Antigua de Segovia que mantiene su estructura, galerías y celdas…que acoge espectáculos de micro teatro y desde hace años, este encuentro anual de artistas. Pero cárcel que extiende la bruma sobre su historia porque nada en ella explica, señaliza, recuerda, su función como penal de presos políticos.
No es extraño que los proyectos expuestos eludan la historia reciente de nuestro país, una historia que, a pesar de las fisuras y ventanales abiertos por estudiosos y asociaciones, se mantiene a buen recaudo -en la vida, los archivos, la política y la escuela- acumulando las telarañas del olvido cuando no de la tergiversación de un régimen “post-para” franquista.

Porque pueden recrearse –como ocurre en Galerías 4- ideas genéricas en torno a  la privación de libertad, de claustrofia y  sueños de escape, el prisionero como  objeto de vigilancia, pueden  establecerse pasillos entre el manicomio y el presidio… En fin, se pueden buscar metáforas, más o menos afortunadas del encierro…pero al faltar los núcleos de la  Historia y de la Vivencia, el resultado entretiene, interesa, sorprende… pero no conmueve. Lo ahistórico en este caso participa (aún sin pretenderlo) en la aculturación del visitante.
Y son precisamente esos testimonios artísticos, ocupados en un tema y espacio muy caracterizados, los que cuando resultan tan ajenos a lo esencial nos confirman que los herederos del franquismo están –muy a nuestro pesar- ganando otra batalla en el siglo XXI: la batalla del tiempo, la batalla del olvido, la del achatamiento  de los vectores artísticos intensos, dificultando que se  impregnen de compromiso vital con el momento, con lo ocurrido. Olvido, que como grillete, sigue encadenando gran parte de  nuestro presente.  




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