Capitalismo y campesinado
dos lógicas contrapuestas
Entrevista a Jerónimo Aguado //
por The Ecologist (enero 2019)
Jerónimo Aguado Martínez es campesino y
hacedor junto a otras muchas personas de la construcción de pequeñas utopías,
esas que permiten ampliar el campo de la justicia social, la libertad y la
felicidad del ser humano en un planeta que nos acoge a todos y todas desde lo
diversos que somos. Su activismo social lo ejerce principalmente en la granja
donde trabaja, enfrentándose al reto cotidiano de producir alimentos sanos para
la gente, y en diversos movimientos sociales, desde donde comparte el sueño de
que otro mundo es posible y urgentemente necesario. Esta entrevista se
publicará en un monográfico (el de enero) de The Ecologist exclusivamente
dedicado a la despoblación rural.-¿En qué medida la ganadería ecológica puede
ser una herramienta válida para luchar contra la despoblación rural? ¿Nos
puedes comentar tu caso?
-En
la coyuntura actual por la que atraviesa el medio rural, dentro del sector
primario, la ganadería es la única actividad que genera empleo y asienta
población. La ganadería ecológica, en la medida que minimiza la unidad
productiva (granjas más pequeñas) y es menos dependiente de tecnologías
foráneas, multiplica las posibilidades de activos; es decir, si somos capaces
de entender que el crecimiento siempre se hace a costa de desplazar a alguien
para ocupar el sitio de otros y otras (si mi granja crece continuamente, es
porque estoy robando el espacio para que otros y otras puedan vivir), la
ganadería ecológica es una verdadera herramienta de crear trabajo y de lucha
contra la despoblación rural. Como campesino y ganadero ecológico intento
llevar a la práctica la idea de una agricultura a pequeña escala, asociada a la
ganadería, y sostenida en una pequeña superficie que no alcanza las 15
hectáreas, cerrando ciclos productivos y minimizando (en términos energéticos y
de inputs) la dependencia externa. Priorizo la producción de alimentos para la
familia (carne, huevos, hortalizas y fruta), mantengo un rebaño de 100 ovejas
churras para la producción de cordero y engordo unos 900 pollos para apoyar la
alimentación de decenas de familias que han decidido apoyar mi compromiso
campesino, a la vez que cuidamos del territorio donde producimos. Dicha unidad
productiva desde los parámetros de la intensificación agraria es considerada
irrisoria, pues en su lógica no es posible permanecer sin crecer
ilimitadamente.
AMAYUELAS
-¿Parte de tu opción
personal está relacionada con la lucha contra la despoblación rural? ¿Cómo ha
sido tu compromiso en el proyecto de Amayuelas? ¿Qué ha significado para el
medio rural esta iniciativa?
-Amayuelas
ha sido un laboratorio de ideas y proyectos construidos a partir de otras
lógicas, muy lejanas a la del crecimiento continuo, proyectos que se pueden
multiplicar en otros muchos lugares como alternativas para asentar nuevos
pobladores y recuperar pueblos con muy baja densidad de población. Más de 25
años de mi vida se han dedicado a esta causa, y especialmente a este proyecto.
Los resultados, con todos los problemas que conllevan estas iniciativas, han
sido magníficos. Ahora, visto desde la lejanía (en estos momentos estoy fuera
del proyecto), el mero hecho de conseguir ser referente para la construcción de
proyectos similares en otros territorios… es suficiente para decir que todo el
esfuerzo realizado por un grupo de personas ha merecido la pena.
-¿Cuáles son, desde tu prisma, los
principales problemas asociados a la despoblación rural?
-Para abordar
con objetividad dicha problemática no debemos obviar que la agricultura, el
sector primario, en la medida que fue incorporado a una economía monetizada y
mercantilizada, dejó de cumplir la función social que le corresponde: alimentar
a los pueblos a la vez que se cuida de los territorios donde se realiza el acto
sagrado de producir la comida. Dicha estrategia, impuesta por el modelo de
economía dominante y con el beneplácito de las instituciones, ha liquidado la
diversidad de pequeños modelos de agriculturas campesinas, que verdaderamente
generaban trabajo, economías reales y mucha gente viviendo en los pueblos. En
la medida en que el modelo campesino fue desapareciendo muchos territorios
quedaron abandonados y los servicios públicos se fueron desmantelando (cierre
de escuelas, farmacias, transporte público, centros de salud, la tienda de
ultramarinos, la cantina donde la gente se encontraba tras la jornada de
trabajo, etc.) cumpliendo un efecto dominó. Pero este diagnóstico no puede
pasar por alto dos cuestiones. La primera relacionada con la PAC, política
agrícola que ha declarado la guerra al medio rural, como una de las
herramientas claves para afianzar un modelo agrícola industrial dominado por el
agronegocio y gestionado por grandes propietarios entregados a la causa del
acaparamiento de tierras y la privatización de los recursos naturales,
excluyendo a los productores y productoras con menos capacidad para competir.
La segunda, la necesidad del sistema capitalista de trasladar a millones de
personas del campo a las grandes urbes para cubrir con holgura las demandas
laborales de otros sectores productivos concentrados en las ciudades.
En definitiva, nos han expulsado del campo, de nuestros pueblos, minusvalorando y ridiculizando nuestras culturas, inculcándonos la idea de que nuestras formas de vida eran obsoletas, habían pasado a la historia…. Un etnocidio planificado y apoyado por las políticas institucionales, sin que nadie aparezca como responsable.
En definitiva, nos han expulsado del campo, de nuestros pueblos, minusvalorando y ridiculizando nuestras culturas, inculcándonos la idea de que nuestras formas de vida eran obsoletas, habían pasado a la historia…. Un etnocidio planificado y apoyado por las políticas institucionales, sin que nadie aparezca como responsable.
LA ADMINISTRACIÓN
-¿De qué manera piensas
que la Administración debería ayudar a fijar población rural en el marco de la
agricultura y la ganadería ecológicas?
-Después
de tantos años de abandono planificado se me hace difícil pensar que la
Administración esté en disposición de abordar el gran desafío de mantener un
mundo rural vivo. Pero por si pudiera producirse algún milagro me atrevo a
proponer cuatro medidas políticas urgentes para revertir el proceso imparable
de la despoblación rural.
-La
primera, restaurar los servicios públicos universales desmantelados
desde hace décadas, al aplicar desde lo público un criterio meramente
economicista a la hora de mantenerlos o no, sin tener en cuenta la dimensión
social. Facilitar el acceso a los mismos en igualdad de condiciones que en el
mundo urbano supondría un incentivo importante para aquellas personas que
desean volver al campo o quedarse en él.
-La
segunda, desburocratizar los procesos legales para la puesta en marcha
de proyectos e iniciativas agroecológicas locales (producción ecológica,
pequeñas empresas relacionadas con la transformación de la producción local,
disponiendo de un marco legal diferenciado de la gran industria
agroalimentaria.
-La
tercera, facilitar el acceso a la tierra para la incorporación de
nuevos productores y productoras, comprometidos y comprometidas en dar un uso
social a la misma, expresado en el acto de abrazarla y no agredirla. El apoyo a
la creación de bancos locales con tierras públicas, nutrido también con las de
los pequeños propietarios que abandonan la actividad (antes de que sean
acaparadas por el gran capital), junto a los miles de hectáreas que muchas
regiones disponen de tierras del común, podrían ayudar a consolidar el resurgir
de un nuevo campesinado con vocación de vivir en los pueblos.
-Y la
cuarta: se hace urgente dar un giro a la PAC, poniendo ésta al servicio
de un modelo de agricultura con agricultoras y agricultores, basado en la
agroecología y en manos de pequeñas unidades familiares, y que tenga el
compromiso social de alimentar a los pueblos y no especular con los alimentos.
Es decir, se trata de invertir la relación del uso presupuestario de dicha
política, que el 80% de dicho presupuesto que acaparan el 20% de los
propietarios (no de agricultores y agricultoras) sirva para apoyar a los
campesinos y campesinas que viven en los territorios donde ejercen la
actividad, a la vez de crear líneas de apoyo a la incorporación de gente joven
a la vida campesina.
LA FAMILIA
-¿De qué manera la unión
familiar es una manera de sortear los envites de los problemas que tiene o
puede tener hoy la vida en un pueblo?
-En
las culturas campesinas la unidad familiar como entidad afectiva, vivencial y
reproductora de la vida… siempre fue una pieza clave para resistir las
adversidades que conlleva la vida en el campo (a veces en territorios duros e
inhóspitos para poder vivir en ellos trabajando la tierra y el ganado) y poder
gestionar con absoluta perfección modelos sustentables de agricultura local con
casi nulos costes energéticos. Es decir, para producir una kilocaloría de
alimentos no necesitamos consumir tres, o seis, o veinte kilocalorías de
energía, como sucede en la agricultura industrial, encubriendo los costes
reales de producción, que se cargan a las arcas públicas y a los pueblos
periféricos a los que se les roba sus recursos naturales para ponerlos al
servicio de la codicia del agronegocio. En dicho concepto de vida rural, que no
es teórico, sino eminentemente práctico, no se entiende la división del
trabajo, ni la regulación de horarios, ni la especialización en una actividad.
La acción campesina sólo es concebida como un eslabón más de la vida, por eso
siempre fue más fácil acometer dicho proyecto desde la estructura familiar, sin
olvidar la doble implicación de las mujeres campesinas, a las que muy pocas
veces se las reconoció su doble compromiso y dedicación, compatibilizando el
trabajo en el campo con los cuidados de la familia.
-¿Por qué crees que, en
general, a la Administración no le interesa demasiado atender con más interés
la vida rural?
-Creo
que la hoja de ruta definida para con el medio rural desde las políticas
públicas es conseguir cuanto antes su liquidación. El modelo de desarrollo que
apoyan no necesita de agricultores y agricultoras, ni personas que vivan en los
pueblos, salvo las necesarias para el mantenimiento y gestión de las
estructuras que den respuesta a las demandas de ocio de una sociedad que se
asfixia en las grandes urbes. Mi percepción es que los que aún vivimos en la
llamada “España vacía” somos un incordio para las instituciones públicas,
problema que es más fácil de solucionar haciéndonos desaparecer del mapa. Para
el modelo capitalista, cualquier resquicio de cultura campesina es urgente
liquidarlo: nuestras formas de vida autónoma y de relacionarnos con el entorno
que nos acoge y alimenta, sin entrar en las lógicas y dinámicas de la
mercantilización de la vida, no son aceptadas por el gran capital. El
campesinado nunca fue negocio para las multinacionales, de él había poco que
sacar. Capitalismo y campesinado son dos lógicas contrapuestas de entender la
vida y de relacionarnos con la naturaleza.
-¿Hay muchos pueblos de
menos de mil habitantes en peligro de desaparición? ¿La zona más afectada del
estado es la zona de Castilla?
-Sin
lugar a dudas, Castilla y León es uno de los territorios más abandonados del
Estado español. En comarcas como Tierra de Campos, donde yo vivo, solo
alcanzamos a vivir entre 6 y 9 habitantes por Km2., con un 20% de la población
que supera los 65 años, y con más del 90% de los pueblos por debajo de los
1.000 habitantes. La situación en términos demográficos se hace insostenible e
irreversible de no aplicar políticas públicas de choque (acceso a la tierra y a
la vivienda, recuperación de los servicios públicos universales...) que
faciliten el asentamiento de gente joven al medio rural; por supuesto, la cosa
cambiaría priorizando la agricultura y la ganadería ecológica como motor de la
economía local. Si no se activan dichas políticas en un corto plazo dejaremos
frustradas las ilusiones de todo un movimiento de gente joven que desea volver
al campo y vivir en los pueblos, a la vez de dar una solución real al problema
de la despoblación rural.
REGRESAR A LA TIERRA
-¿Qué
le dirías a alguien urbanita que quiera vivir en el campo? ¿Es peligroso
idealizar la vida rural?
-Que venga, cuanto antes mejor. Que
venga a sumarse a la propuesta de regresar a la tierra y recampesinizar muchos
de nuestros territorios casi vacíos de olmos y de almas. Que venga a poner los
pies en la tierra, sin idealizar, pero abrazando la propuesta campesina, una de
las pocas posibilidades que le queda a la Humanidad para reconducir el
descalabro ecológico y medioambiental. Que vengan, y aunque sé que se hace muy
difícil ese tránsito, que trabajen por construir puentes y vínculos afectivos y
culturales con las gentes que resistieron el envite de negarse a vivir en las
grandes ciudades. Que vengan para aprender juntos y juntas (entre los que
estamos esperando y los que deseáis venir), como una de las mejores estrategias
para construir nuevas realidades de permanencia en los pueblos. Dicho esto, no
podemos obviar el nulo apoyo institucional a este tipo de iniciativas. Los
programas de apoyo a la incorporación de nuevos agricultores y agricultoras,
que podían ser una herramienta para facilitar el tránsito de la ciudad al
campo, dejan mucho que desear, pues están concebidos como lanzadera de jóvenes
al modelo agrícola productivista, apoyando unidades productivas de gran escala.
-¿Por qué fracasan las ecoaldeas que fracasan? ¿Los problemas tienen que ver más con los egos de las personas que con el poco apoyo institucional?
-¿Por qué fracasan las ecoaldeas que fracasan? ¿Los problemas tienen que ver más con los egos de las personas que con el poco apoyo institucional?
-Sin obviar el poco apoyo
institucional a estas iniciativas, los egos personales son una barrera para
poder abordar iniciativas de carácter comunitario. Durante décadas (es la gran
aportación de la modernidad) hemos sido educados para el individualismo y la
competitividad entre seres humanos. Gestionar las relaciones humanas y todos
los inconvenientes que de ellas se derivan… no se hace fácil en muchas
experiencias, reconociendo que es una laguna que tenemos muchas de las personas
involucradas en proyectos colectivos: pagamos muy caro esta deformación. Muchas
iniciativas han fracasado por no
abordar correctamente esta debilidad.
-¿La
tecnología va a permitir que muchos profesionales vivan en zonas rurales y
desde allí trabajen con el mundo por pantalla? Si pueden hacerlo, ¿por qué no
lo hacen más y más rápidamente? ¿Da miedo vivir en el campo?
-Soy un poco escéptico en cuanto a ver
en las nuevas tecnologías la oportunidad bandera para facilitar el asentamiento
de población, sin menospreciar que todo aquello que ayude a sumar debe de ser
bienvenido. Responsabilizar por ejemplo a la brecha digital (que realmente
existe entre el mundo rural-urbano) de aminorar las posibilidades para abordar
el declive poblacional no tiene ni pies ni cabeza. A mi entender, siendo
reiterativo, sería mucho más importante para abordar el futuro, en términos de
empleos y asentamiento de población, afianzar el sector primario en manos de
pequeñas unidades productivas y de pequeñas industrias transformadoras de la
producción agrícola local. El pasado mes de septiembre en el marco de unas
jornadas sobre despoblación, celebradas en la localidad de Medina de Rioseco,
el propio consejero de empleo de la Junta de Castilla y León señaló: “En 1983
en Castilla y León teníamos 250.000 agricultores/as: hoy solo quedan 60.000. En
el mismo periodo en Castilla y León se habían creado 300.000 empleos en el
sector servicios, pero la inmensa mayoría están ubicados en las ciudades”.
Demostrado está que los proyectos alternativos (relacionados con el sector
servicios principalmente) que se nos vendieron como una manera de amortiguar el
descenso brutal de población activa en el sector primario no han conseguido el
objetivo esperado. Cualquier apuesta tecnológica que no tenga en cuenta las
necesidades de las personas y los entornos que nos acogen, se vuelve contra
nosotros y nosotras. La industrialización del campo o revolución verde,
concebida en un principio para mejorar las condiciones de vida de nuestras
gentes, es uno de los mejores ejemplos: sí, nuestros territorios están
inundados de tecnología agrícola puntera, pero cada vez con los pueblos más
vacíos. ¿Y qué hacemos en los pueblos
sin gente?
RAZONES PARA PROMOCIONAR LA
AGRICULTURA CAMPESINA
Y AGROECOLÓGICA
Y AGROECOLÓGICA
-
A lo largo de la entrevista has insistido en la importancia de las agriculturas
locales y campesinas. ¿Qué razones de peso puedes darnos para demostrar que son
realmente una alternativa?
-Simplicidad, cuidadoras del entorno,
no dependencia externa, vivir con poco a partir de los recursos locales para
que otras muchas personas puedan vivir, equilibrio entre el acto de
crear-autonomía y el necesario apoyo mutuo (prácticas comunitarias) donde estás
insertado, identidad cultural y pertenencia a un territorio construido
colectivamente. Estas son algunas de las razones de ser de los modelos
campesinos, incluidas la dureza del trabajo y todos los inconvenientes que hay
que lidiar todos los días para poder vivir[1]. Por supuesto, no son el ideal de
los modelos de vida, y están muy lejos de los patrones de la sociedad
consumista a los que todo el mundo queremos llegar, pero, posiblemente, dichos
modelos sean los únicos posibles para la sostenibilidad de la casa común que
nos acoge. Pero, además, sí tengo claras dos certezas. La primera es que la
agricultura industrial es una falacia y está siendo una catástrofe para el
mundo. Desde el momento que la agricultura se concibió como un importante nicho
de negocio y de especulación financiera, el resultado no ha sido otro que un
alarmante deterioro medioambiental (suelos y aguas contaminadas, destrucción de
ecosistemas y culturas locales, pérdida de biodiversidad…) y un aumento de la
geografía del hambre, al perder la agricultura el sentido cultural y social por
la que se desarrolló: dar de comer a la gente. La agricultura campesina, con
sus prácticas productivas agroecológicas y sustentables, siempre alimentó al
mundo y solamente dejaba de hacerlo cuando a los campesinos y campesinas se les
negaba el derecho a la tierra para poder producir. Es más, la agricultura
campesina aún hoy sigue alimentando a una parte muy importante de la población
mundial; cerca del 50% de la población dependen exclusivamente de ella para
asegurar su alimentación. La segunda certeza es que la agricultura
campesina es un potencial para abordar tres de los grandes problemas a los que
se enfrenta la humanidad: la crisis alimentaria, energética y climática. Hoy
podemos afirmar que no es posible abordar el desafío de erradicar el hambre si
no se articulan políticas encaminadas a que los pueblos sean soberanos
alimentariamente, lo que conlleva sacar a la agricultura fuera de las lógicas
del mercado global (o como decimos en La Vía Campesina: ¡OMC y otros organismos
multilaterales fuera de la agricultura!) y apoyar los modelos campesinos.
También está sobradamente probado que la única agricultura sustentable en
términos energéticos y no dependiente del petróleo (¿cómo abordar el desafío de
una agricultura petrodependiente cuando éste recurso nos falte?) son las
practicadas a nivel local. Y por último, se sabe que las prácticas
agroecológicas del manejo de los suelos hacen de estos un verdadero sumidero de
gases de efecto invernadero, colaborando con ello a mitigar los efectos del
cambio climático, contrarrestando así los nefastos resultados de la agricultura
industrial, responsable del 50% de las emisiones de gases de efecto
invernadero. Para concluir, no podemos olvidar de que en la medida en que se
han destruido las agriculturas locales y campesinas los pueblos se han quedado
casi vacíos: rescatarlas supondría la mejor manera de fijar población en muchas
regiones abandonadas y recuperar el equilibrio entre población y territorios,
entre otras muchas razones, para que el ser humano se encuentre más cerca de donde
renace la vida y donde se producen los alimentos.
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