miércoles, 9 de enero de 2019

PENSAR ESPAÑA DESDE MARX, V. Atobas


Pensar España desde Marx

Por Víctor Atobas *

Vivimos tiempos convulsos. Resulta difícil saber qué demonios está sucediendo. Frente a los discursos de los partidos y los medios de comunicación, es decir frente a los análisis institucionales, propongo que apliquemos un método de pensamiento que supuestamente todos ejercitamos día a día pero que, sin embargo, no es tan usual como parece. Me refiero a la dialéctica, que hace frente a la propaganda de Podemos indagando en los límites de nuestros propios pensamientos. En anteriores ocasiones ya aplicamos ese método dialéctico. En 2016 hicimos una propuesta para el segundo congreso de Podemos (1). Posteriormente desarrollamos la crítica dialéctica para rebatir la hipótesis de que dicho partido era la vacuna contra el fascismo en España (2). Ahora toca desarrollar en un sentido más amplio el método dialéctico.


Casi el primer paso obligado en un análisis dialéctico, consiste en aceptar que el observador forma parte de la situación histórica por la que se está preguntado. No podemos evadirnos como si fuéramos pájaros; carecemos de alas, estamos limitados por nuestra época, pero eso no quiere decir que permanezcamos en una jaula. Una vez reconocida nuestra posición limitada, el siguiente paso en el análisis dialéctico es la elección de los determinantes, que son siempre económicos – aunque esta vez leídos desde la economía deseante-. De nuevo, igual que en la propuesta para el segundo congreso de Podemos, los determinantes son los mismos. Pues no se ha producido una ruptura o discontinuidad de la situación histórica desde entonces – lo que nos habría obligado a cambiarlos-. El deseo molecular sería uno de esos determinantes, por una parte, vinculado a los deseos cotidianos y a los movimientos sociales de base, y el deseo molar que corta, desplaza, traduce, reprime o se apropia de esos deseos cotidianos o íntimos, y que dota de extensión a las instituciones de dominio, sería el otro determinante. Luego tomamos ese dualismo y lo convertimos en lo Uno. La interrelación entre el deseo cotidiano y el molar o institucional es el movimiento dialéctico de la sociedad. Por tanto, el deseo cotidiano y el molar o institucional no pueden entenderse de forma separada. Mientras que el deseo cotidiano insiste y deshace el deseo molar o institucional, éste actúa como la otra cara y persiste en su extensión, desplazando y traduciendo los deseos cotidianos para dotarles de una intencionalidad funcional a los intereses del dominio. Ambos planos del deseo se encuentran en una relación dialéctica, eso es lo más importante. Y lo que es más importante aún, a saber, que esa relación es histórica.

Si queremos partir de Marx, debemos introducir dos ejes de análisis. Uno de éstos sería el análisis de la dialéctica entre las clases, que es una cuestión relacional, y que no debe interpretarse como un análisis de las clases como grupos separados. Hay marxistas mucho más formados que yo en este sentido, que están llevando a cabo dicho análisis relacional (3). Aquí nos centraremos en el otro eje, a saber, el del contenido y la forma, que  ya utilizamos en el artículo que rebatía la hipótesis de Podemos como vacuna contra el fascismo. Este eje, traducido a términos postmodernos, es el eje entre el contenido deseante – los flujos de deseo- y la forma ese deseo “sedimentado” en el plano molar o institucional.

La contradicción que debemos pensar es entre los deseos de la vida cotidiana y los deseos molares, del orden institucional, que cortan, traducen y desplazan a aquéllos. El movimiento dialéctico que señalábamos en 2016 fue precisamente cómo los deseos del 15M, que habían tendido hacia el polo revolucionario siguiendo la línea de fuga de “no nos representan”, fueron cortados y traducidos por Podemos. Dicho partido operó un código de des-traducción del sistema político del 78. Pero ese trabajo negativo, en una inversión dialéctica, se revela como en algo positivo (productivo); es decir, esa des-traducción del régimen del 78 fue a un mismo tiempo la traducción de los deseos cotidianos o íntimos del 15M.

¿Pero qué ocurre ahora? A finales del año 2018. La percepción diferencial es otro momento de la dialéctica; lo que ocurre ahora no tiene que ver con el polo revolucionario hacia el que tendieron las vinculaciones o catexis del deseo del 15M, sino precisamente con la contradicción en el seno de los deseos de la vida cotidiana. Es preciso aquí introducir la ambigüedad. Es posible que dialécticamente el impulso del 15M vuelva a aparecer bajo otra forma distinta, pero esa otra forma puede ser o bien revolucionaria, o bien fascista. Eso es lo que nos estamos jugando hoy en día.

En este momento debe operar la ambigüedad de la dialéctica. En cierta forma, Marx vio los problemas como soluciones; las tendencias autodestructivas del sistema, por ejemplo. Y nosotros haremos lo mismo, veremos los problemas como posibles soluciones. Pero antes debemos dar otro paso dialéctico: el paso al plano único. La descripción de la lucha de clases en España,  realizado por marxistas mucho más habilidosos que yo en eso, debería unirse entonces al análisis que realizamos de la relación entre contenido (los flujos deseantes) y forma institucionalizada o “sedimentada” de ese deseo. El paso al plano único, en dialéctica, quiere decir el paso de lo diacrónico – las descripciones de los sucesos históricos o las rupturas, fechadas temporalmente, por ejemplo las huelgas y otros conflictos de la clase trabajadora- al sincrónico, es decir a lo sistémico. Los importante es señalar el capital como mediación de nuestros deseos cotidianos. En términos marxistas, la categoría de mediación – que expresa una relación- es básicamente la mercantilización o la cosificación. Todo se convierte en mercancía.

Nuestros deseos son traducidos por el capital. Pero los deseos cotidianos y íntimos se fugan y deshacen esas traducciones del capital. Esto lo podemos comprobar en un campo que aún lo está colonizado del todo por el capital; el campo de lo estético. En las novelas encontramos los miedos y esperanzas de una época; para la crítica marxista, las novelas son síntomas de la historia. Además, a diferencia de la filosofía, la literatura no cosifica ni cierra por completo el sentido. Resulta que buena parte de la narrativa postmoderna se caracteriza por ser un síntoma del goce del consumismo. El mejor ejemplo lo encontramos en David Foster Wallace, en cuyos relatos aparecen personajes que se gratifican mediante el capital pero son incapaces de disfrutar  de la vida y se vuelven una suerte de enfermos mentales dependientes de los antidepresivos y los psiquiatras.

Por otra parte, y esto no es casualidad, en la escena narrativa están apareciendo cada vez más distopías que, sin embargo, reflejan algo muy distinto a los relatos de Wallace. Cualquiera que sea el contenido de esas obras, el impulso que subyace es el del deseo molecular. La forma de esas novelas aparece bajo su poder negativo, narrando los síntomas ocasionados por el poder destructivo del capital en el plano de las relaciones humanas y con respecto el medio ambiente. Esa forma negativa, en una inversión dialéctica, puede tornarse positiva; lo que mueve a esas obras es el deseo de escapar de la lógica del capital; fugarse y alcanzar un territorio donde nuestro deseo no sea traducido por el capital, donde no seamos obligados a competir con el Otro. En el panorama narrativo español, por ejemplo, y aunque no sea una distopía, podemos mencionar la obra de Isaac Rosa Final feliz (2018), en la que se muestra cómo el amor ha cambiado por mediación del capital; ya no amamos al Otro por lo que es, sino por lo que nos aporta.

En este preciso momento es necesario volver a la dialéctica de Marx, quien veía los problemas como posibles soluciones. Cuando estamos inmersos en el análisis de la relación entre forma y contenido, deberíamos contar ya con un análisis de la dialéctica entre las clases sociales en el Estado español.  El empleo asalariado como forma de institución social está llegando a su declive histórico; esto podría parecer algo negativo, millones de personas se quedarían sin empleo y por tanto su identidad se vería fragmentada. Eso ya está sucediendo y es terrible. Pero al mismo tiempo podría convertirse en algo positivo; a saber, el cumplimiento del deseo de auto-realizarnos como personas y no como cosas destinadas a producir, consumir y ser controladas hasta la muerte, deseo que se encontraba imposibilitado por el empleo que nos quitaba el tiempo. De modo que la izquierda, si realiza una análisis diaĺéctico, debería buscar cuáles son las potencialidades de la postmodernidad. Claro que dicha labor plantea muchos problemas, pues los sindicatos y los partidos de izquierdas dependen de la identidad como trabajador. Sin embargo, en vez de quejarnos de la época que vivimos – la postmodernidad-, o apelar a la nostalgia, deberíamos entender que los problemas pueden ser las soluciones.

La tarea de la dialéctica no es ofrecer un programa ni una fórmula mágica; no trata de inventar un nuevo tipo de pensamiento, sino mostrar precisamente cuáles son los límites de éste. Pensamos los límites desde las contradicciones de nuestra época, y en este sentido la ambigüedad que introduce la dialéctica parece bastante útil a la hora de pensar. El impulso del 15M sigue latente en la sociedad, pero debemos prestar atención al hecho de que contenido está adquiriendo una forma virulenta y fascista, pues como referíamos las vinculaciones del deseo cotidiano oscilan entre el polo revolucionario y el paranoico o reaccionario, y dependen al mismo tiempo de las territorializaciones y traducciones operadas por el poder en el plano molar o institucional. Resumiendo, la ambigüedad de dicho impulso deseante significa que éste puede tender hacia la revolución o hacia el autoritarismo y el fascismo.

En la época que nos ha tocado vivir hay potencialidades tan grandes como el cumplimiento del viejo deseo de escapar del empleo asalariado y poder auto-realizarnos como personas y no como cosas. Lo que le ocurre a la izquierda española es que depende de la vieja personalidad, asociada a la modernidad, del trabajador con empleo estable que desarrolla una biografía lineal. El debate lanzado por Manolo Monereo (4) le seguía el juego a la extrema derecha en el sentido de que desplazaba los dos ejes del análisis marxista: el eje de la dialéctica de las clases, del estudio de la clase trabajadora como relación respecto a la clase burguesa, fue sustituido por Monereo por una apelación a la “clase obrera nacional” en la que la política sólo podía pensarse en términos de amigos y enemigos de esa “clase obrera nacional”; por tanto, el inmigrante aparecía como un competidor de los trabajadores españoles, un enemigo. El otro eje marxista que desplazó Monereo fue el del contenido – los flujos deseantes- y la forma. Pero cabe peguntar qué uso hace la clase trabajadora de la forma partidista. ¿Por qué el deseo del 15M era fugarse de esa forma? Eso sería preguntarnos por los límites en los que nos sitúa la representación, la mediación que nos convierte en espectadores pasivos de la política. La conclusión es que debemos pensar dialécticamente; y eso quiere decir pensar los límites de nuestro propio pensamiento. La izquierda necesita que la gente piense.





NOTAS:

1. Atobas, V (28/12/2016), Podemos: deseo y populismo, Kaos en la Red. (Enlace https://kaosenlared.net/podemos-deseo-y-populismo/ ) Nota: A pesar de que Deleuze era un filósofo no dialéctico, en ciertos momentos su pensamiento se mueve de forma dialéctica. En el artículo es posible apreciar el  método dialéctico en la relación entre el deseo molecular y el molar.
2.  Atobas, V. (7/12/2018), Entender el fascismo en España: ¿Marx o Podemos?, Kaos en la Red. (Enlace: https://kaosenlared.net/entender-el-fascismo-en-espana-marx-o-podemos/)
3. En especial mencionaremos las publicaciones Viento Sur, Sin Permiso y New Left
4. Monereo, M. (5/9/2018), ¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad, CuartoPoder. (enlace: https://www.cuartopoder.es/ideas/2018/09/05/fascismo-en-italia-decreto-dignidad/)


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