jueves, 30 de junio de 2016

El Mega-Tamayazo



Por Antonio Pérez (La Comuna-presos del franquismo)                                                       
                                                                              
En las calles españolas suena un runrún: en el escrutinio de anteayer 27 de junio se ha perpetrado un pucherazo dirigido exclusivamente a favor del PP y en contra Unidos Podemos (UP) ¿Será sólo un rumor? Los abajo firmantes –no todos podemitas o IU, ni siquiera por aproximación- creemos que es una tesis verosímil. Por tanto, analicémosla comenzando por el principio:



Dicho en general, el tongo electorero puede ser de dos tipos: micro y macro. El micro se perpetra a través de millones de pequeñas trapacerías antes y durante las votaciones. Antes de votar, chantajeando, obligando, eliminando, ocultando y cooptando a los sectores más débiles del electorado –léase, una mayoría de esclavos embrutecidos o clientes políticos y una minoría sustancial de ancianos seniles y disminuidos de toda laya-. Este micro-fraude es el que se materializa visualmente en las repugnantes fotos de monjas llevando a votar a personas decrépitas en sumo grado que, por su ostentoso e irreversible deterioro psíquico, deberían estar fuera del censo electoral –un censo donde sólo hay 96.418 personas excluidas por orden judicial-. Pero esto es el chocolate del loro puesto que existe en España un micro-fraude que ya es macro: la eliminación selectiva de los españoles que votan desde el extranjero. Aquí estamos hablando de unos dos millones de ciudadanos que no podrán votar a no ser que vivan en los distritos opulentos de algunas opulentas ciudades –de ahí lo de eliminación selectiva-. 

Además, el micro fraude se practica en los mismísimos colegios electorales. Hay centenares de testimonios de los interventores de UP que, durante la jornada del 26 junio tuvieron ocasión de comprobar cómo todos los demás partidos -con el Choe como punta de lanza agresivamente zafia-, les insultaban, humillaban y, en definitiva, saboteaban para alterar las papeletas podemitas. 

Con ser importantes, las cantidades defraudadas mediante el micro-fraude palidecen ante los millones de ignominias que perpetra su hermano mayor, el macro-fraude. El mal viene de muy lejos porque está anclado en el (inconfesado) desprecio por el sufragio universal. Por ello, conviene esbozar un breve marco panorámico:

Se debería suponer que el escrutinio de las elecciones es materia de seguridad nacional puesto que de él depende nada menos que la formación de los gobiernos. Sin embargo, por increíble que parezca, lo que es un servicio público fundamental, ¡está privatizado!

Indra, una empresa en la que el Estado detenta más de un 20% del accionariado, ha sido la beneficiada “a dedo” del escrutinio del 26.Junio.2016 –internet rebosa con los detalles de este chanchullo-. Indra está presidida por Fernando Abril-Martorell, primogénito del homónimo preboste franquista quien, ya en 1969, fue nombrado presidente ‘digital’ de la Diputación de Segovia pese a ser valenciano. Después, llegaría a ser vicepresidente del Gobierno en los primeros gobiernos de la Transacción hasta que optó por la puerta giratoria en la que enchufó y adiestró a su heredero. 

Indra ha sido acusada de fraude multitud de veces. Dirán que es previsible que los perdedores acusen de pucherazo a la empresa fiscalizadora de las elecciones: correcto. Pero no es menos correcto inferir que ningún gobierno contrataría a ninguna empresa si ésta no le garantizara que podría alterar el resultado máxima o mínimamente: también de acuerdo. Siguiendo el razonamiento, eso significaría que los gobiernos no cambiarían nunca: obvio. Y, sin embargo, los gobiernos se alternan. ¿Cómo solucionar esta paradoja? Pues simplemente recordando que Indra es un organismo cuyo único fin es obtener beneficios. Por lo tanto, si la oposición le paga a Indra un dólar más que el gobierno de turno, Indra hará ganar a la oposición y los enjuagues que haya mantenido con el gobierno se quedarán en la gaveta secreta en la que se trapichean todos estos temas de ‘seguridad nacional’.

¿Estamos señalando a Indra como la culpable técnica del pucherazo? Sin duda alguna puesto que ella monopolizó el escrutinio desde su bunker sin permitir testigo alguno. Ante tamaña acusación, saltan inmediatamente las voces horrorizadas de los buenos ciudadanos: “Eso es miserable, es falta de deportividad, es el recurso al pataleo de los perdedores, no haberos presentado a las elecciones, qué pruebas tienes, etcétera”. En nuestra defensa, una vez más hemos de retrotraernos a las raíces:

El buen ciudadano, ese pendejo incapaz de imaginarse otro mundo que no sea el mundo oficial, cree que la técnica es neutra e infalible. Pese a las evidencias en contrario, ignora que la técnica es un invento humano y como tal, vulnerable ante el error. Con igual auto-engaño, ignora que incluso los prodigios de la técnica más puntera sufren ‘inexplicables’ accidentes. Por ejemplo y no son metáforas sino hechos: satélites que chocan en la inmensidad del espacio sideral o submarinos atómicos que chocan en alta mar y no hablemos de las Fukushimas nuestras de cada día. 

Al súbdito pendejo que compra lotería porque se cree el amo del azar, se le une el ubicuo súbdito prevaricador, un listillo que conoce bien los fallos de la técnica precisamente porque los utiliza en su favor. Seguro que este espabilao utilizará la psicología barata para acusarnos de estar empantanados en la primera fase de la psicopatía; nos dirá, “Tú estás comenzando a estar majara, ya estás en la fase de negación de la realidad notoria porque sólo sabes decirte ‘esto no está ocurriendo, esto no me está pasando a mí’”. Pues bien, en efecto negar la realidad puede ser estéril y hasta conducir a la enfermedad… pero también puede ser fructífera. De hecho, en la mayoría de los casos es fructífera hasta el punto de que, si no fuera por ella, no hubiera habido cambios en la Humanidad y estaríamos por los siglos de los siglos momificados en el momento del frenazo iluminado.

En cualquier caso, es obvio que negar la realidad tiene mala prensa, prejuicio harto congruente con esa cultura occidental hegemónica que se caracteriza por la idolatría hacia el estatus quo, un culto que sólo tiene una iglesia ‘alguito’ heterodoxa: la que encubre su ortodoxia bajo la apariencia del gatopardismo.  

Si sobrevivimos a esta primera andanada, enseguida nos llegará la segunda: “Vosotros no sois demócratas, vosotros queréis destruir las instituciones, vosotros no ofrecéis ninguna alternativa porque sois unos resentidos y unos perdedores”. Frente a estas generalidades de cogollo subjetivo y, por ende, de imposible verificación, no cabe diálogo alguno. Si acaso, recordarles a esos meapilas cenicientos y adictos al cilicio que ellos son los herederos materiales e intelectuales del franquismo mientras que nosotros somos la cara humana de ese mismo erial llamado ‘España’ que ellos llevan casi un siglo convirtiendo en un abrevadero de cornúpetas y en un estercolero atiborrado de detritus franquistas y seudo-fascistas. 

Si a todo ello añadimos el marco actual de la política española, concluiremos que el pucherazo no sólo es plausible sino incluso probable. ¿O alguien en su sano juicio puede creer que un PP corrompido como ningún partido en ningún otro país europeo no va a recurrir a las malas artes para conservar sus comederos? Todo partido en el Poder experimenta una atracción insuperable hacia el delito. El PP, heredero de un Golpe de Estado –máximo ejemplo de la corrupción-, con amplia experiencia en tongos tan rematadamente burdos como el tamayazo de 2003 y corrupto hasta la médula –es decir, hasta las más altas instituciones y personalidades-, no iba a ser menos. 

Finalmente, hemos de reconocer que el pucherazo del 26 J ha estado muy bien planificado. Tenía el objetivo primario de aupar al PP más allá de lo razonable, el objetivo secundario de menoscabar a UP y el objetivo terciario de encizañar las entrañas de esa coalición. Y todos ellos le han salido más o menos bien. No nos vale el consuelo de saber que, si no hubiera contado con el Opus o Ministerio del Interior y con la Acorazada Mediática, más de un objetivo hubiera quedado cojitranco por lo que, pelillos a la mar y en definitiva: chapó. Pero recuerden esos meapilas que por sus pecados les espera el Infierno –y no estamos hablando sólo de las escatológicas Calderas de Pedro Botero-.

Resumen: en España y en el ignoto Beluchistán, el fraude electoral es técnicamente posible, históricamente abundante y políticamente útil. Hay que ser majadero para negar su posibilidad universal y hay que ser un canalla para negar que un bipartidismo intrínsecamente clientelar y corrupto como el español no haya recurrido a él. Por tanto, conseguiremos pruebas abrumadoras del delito dentro de poco o de mucho tiempo pero, mientras tanto, nos amparamos en el sentido común. Eso sí, también mientras tanto podemos felicitarnos porque el bipartidismo no haya recurrido –aun- a incrementar su consuetudinario terrorismo de Estado –por ahora-.

Mencionar todo esto es tabú aquellos partidos que aceptan a rajatabla las reglas no escritas de la partitocracia. En España, los tres partidos que alardean de sensatez y que se han auto-adjudicado el monopolio de la constitucionalidad, son quienes vulneran gustosa y sistémicamente sus propias reglas. Pero la cúpula de UP no quiere o no puede hacer lo mismo. Si tenemos en cuenta que entre esos tres partidos hay uno que presume de encarnar en exclusiva esa majadería que ellos mismos llaman “la nueva política”, hemos de concluir que el respeto a las reglas de la partitocracia es independiente tanto de la vieja como de la nueva política –el ‘novísimo’ Ciudadanos es viejo en su formalización electorera y antediluviano en su protofascismo-. Mejor dicho, que respetar escrupulosamente las normas constitucionales como hace UP y hacer de esa praxis una bandera regeneracionista, es realmente lo único nuevo que hay en la política española.

Para solucionar el problema que significa la política oficiosa –lo dice la Maestra Iglesia: que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda-, sugerimos que UP no debería auto-limitarse a ser un partido político. La mayor parte de UP nació entre déspotas ilustrados pero creció gracias a los movimientos sociales. Por ello, podemos argumentar con un ejemplo evidentemente malévolo: al igual que otros partidos han controlado a tres o cuatro sindicatos (UGT, CCOO, CSIF, etc.) hasta convertirlos en su mano izquierda (vista su decadencia, también son su mano derecha), igualmente UP debería crear un movimiento popular periférico... o, más fácil aún: no debió menoscabarlo. Ese movimiento existe todavía; UP no debería haberse independizado de la calle sino todo lo contrario. 

Cuando, mediante el soborno de los diputados socialistas Tamayo y Sáez en lo que se conoce como “el tamayazo” (mayo 2003), Esperanza Aguirre le robó la cartera a Rafael Simancas, éste debió haber dimitido aunque solo fuera por la vergüenza de que le robaran la Comunidad de Madrid a plena luz del día. Pero Simancas sólo lloró cual rey moro. Por la misma razón, ante el mega-tamayazo que supone el tongo del 26 J, hoy Pablo Iglesias y Alberto Garzón sólo pueden protestar ruidosamente… o dimitir.

NB. Los media ponen buen cuidado en evitar las cifras de la abstención. Si la mencionan, ofrecen porcentajes, nunca números absolutos. Por ello, recordaremos las cifras:
2015:     9.281.757 abstenciones
2016:     10.435.955 [1.154.198 más de abstencionistas, justo la cantidad que las encuestas daban como ascenso seguro de Unidos Podemos. Teniendo en cuenta que, días antes del 26J,  la movilización y la fidelización de los votantes de Podemos era de 9:10 –similar a la del PP- cuando en el resto de los partidos era escandalosamente menor, ¿es plausible que ese millón y pico de nuevos abstencionistas pertenezca exclusivamente a UP?; ítem más, ¿es verosímil que esos nueve de cada diez futuros votantes fidelísimos a UP se hayan abstenido finalmente?]

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