miércoles, 19 de abril de 2017

MUJERES EMPODERADAS: EL CALDO DE CULTIVO TRICOLOR


Puerto García

A menudo, cuando hablamos de los logros de la II República en lo que se refiere a las mujeres, hablamos o escribimos de oídas. En el primer tercio del siglo XXI, conocemos un poco mejor lo que supuso este período de la historia de nuestro país para la revolución silenciosa de la mujeres y digo silenciosa, porque siempre han sido silenciosas las revoluciones que nos llevaron a conseguir cierto espacio de derechos en distintas épocas de la historia. ¿Silenciosas o Silenciadas? ahora no sabría cómo contestarme a mí misma, supongo que muchas de las que estéis leyendo esto tampoco.
Sin embargo, el proceso cíclico de la propia historia permite que las cosas que fueron silenciadas en un momento sean ensalzadas en otros, motivo por el cuál, ahora, conocemos al menos una parte de lo que supuso “La II República” para el despertar y el despegar en la reivindicación de los derechos de las mujeres, hoy diríamos “el empoderamiento”.

Conocemos que hubo un grupo de intelectuales mujeres, en sintonía con los intelectuales hombres de la generación del 27, y aunque durante la transición regeneradora que nos vendieron no se habló mucho de ellas, podemos decir que en estos momentos están reivindicadas; me refiero a las “SIN SOMBRERO”. Un trabajo loable por parte de la autora Tània Ballò, “realizado casi como una apuesta personal”, según sus propia palabras. Por ella y por otras muchas sabemos que hubo una revolución discreta e ilusionante de la que fueron protagonistas mujeres “empoderadas”.
En la pintura destacaron Maruja Mallo y Margarita Manso, acompañadas por  ilustradoras como Marga Gil Roësset, en la literatura, Rosa Chacel y Josefina de la Torre, también Ernestina de Champourcín, en la filosofía María Zambrano, escritoras, editorialistas, museólogas fueron Concha Méndez y María Teresa León, la primera mujer española en conseguir un doctorado, en la pedagogía María de Maeztu, presidenta del “Lyceum Club Femenino” y becaria colaboradora de la “Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas” (JAE)  .
En definitiva una revolución primero silenciosa y luego silenciada, que se manifestó en el trabajo de muchas intelectuales que estuvieron: “detrás” de las políticas y “delante” de las mujeres que pudieron tenerlas como modelo. Estas mujeres hicieron de la transgresión una forma de lucha, la lucha por la “visibilización”; la de siempre, la de todas las mujeres en los albores de cualquier revolución. Ellas tuvieron que quitarse el “sombrero” por la calles de Madrid y soportar los insultos e incluso la agresión física para hacer ver al mundo, y al micro-mundo de la España de 1925 que las mujeres tenían derecho a ir sin sombrero, a transgredir los límites difusos de las costumbres y las tradiciones culturales (hoy podríamos hablar de los límites de lo políticamente correcto), para ser visibilizadas, para reclamar ese espacio de poder, de presencia, que probablemente no les daban, ni siquiera, sus más directos allegados.
Hubo mujeres que en el proceso de “empoderamiento” de estos años, fueron capaces de ponerse a construir cultura y tejer redes de solidaridad entre ellas, entre mujeres de todos los sentires y todas las ideologías, me refiero a aquellas que pusieron en marcha “Lyceum Club Femenino” el de Madrid (1926-1939) y el de Barcelona (1931-1939), centros de referencia cultural y política, de debate social y de fomento de la educación más allá de las aulas, en un país con un 71% de analfabetas niñas y hasta un 65% de analfabetas mujeres entre los 26 y 30 años. Sabemos muy poco del analfabetismo funcional, porque es muy difícil medirlo, pero no es de extrañar que a muchas, intelectuales y políticas, les quitase el sueño el que las mujeres pudiesen votar, aún a pesar de que la primera manifestación pidiendo el voto de la mujer se había convocado en 1924. De hecho, una parte de la izquierda socialista representada por Victoria Kent, se opuso a la iniciativa de los moderados conservadores del Partido Radical, representados por Clara Campoamor, en defensa del derecho al Voto de las mujeres, en octubre de 1931. 
Lo incuestionable es que mujeres de derechas y de izquierdas se sumaron a esta revolución silenciosa con un objetivo común, reivindicar su propio espacio, su voz, (la visibilización). Ellas tenían mucho que decir y aportar en estos y convulsos tiempos, una vez que se habían quitado el sombrero, sería imposible acallarlas. 
Pero hubo muchas más, algunas han pasado a la historia con más o menos suerte o más o menos gloria, estaban las mujeres, en los pequeños comités de los grupos políticos y sindicatos, diciendo que tenían derecho a su propio espacio, a su propia iniciativa, en definitiva, a meter la cuña de sus propios derechos entre las reivindicaciones. En una época en que todo el mundo hablaba de los “sus derechos”, del derecho a la tierra, al descanso, a la autodeterminación, incluso a la propiedad de los medios de producción. Un ejemplo muy conocido fue el grupo que fundó la revista  “Mujeres Libres” (1934), mujeres que llegaron al feminismo desde el sindicalismo anarquista y libertario, fueron Amparo Poch y Gascón, Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada, la Federación Mujeres Libres, en octubre de 1938 tenía más de 20.000 inscritas.
Tardíamente reivindicadas han sido mujeres como la Directora General de Prisiones Victoria Kent continuadora de la labor de Concepción Arenal. Dirigentes sindicales como Dolores Ibarruri, que con los años desempeñó un papel que parece desdibujar sus primeras contribuciones al sindicalismo. Margarita Xirgú, y su contribución a las campañas de alfabetización incluida en el proyecto de las “Misiones Pedagógicas” en 1932, hay muchas más, por supuesto.
En el primer tercio del siglo XXI, conocemos mucho de la contribución de las mujeres a “La II República”, también sabemos lo que ha costado publicar, investigar, difundir y dar a conocer esta parte de nuestra historia, incluso a veces, esto se ha hecho a costa de silenciar a otros con idéntico derecho de reconocimiento.
Lo bueno, es que hoy lo sabemos, conocemos muchas de las cosas que hicieron, cosas que enterró en el olvido un régimen cruel, especialmente cruel con las mujeres, las enterraron en vida las consecuencias de una guerra sangrienta y las enterraron en muerte los años que tardamos en desenterrarlas, en reivindicarlas, en poner al servicio de la memoria sus logros, sus luchas y su contribución a la propia República, un entierro que además tuvo otras consecuencias, el silenciamiento de lo que bullía debajo de todo este despertar, lo que llamaríamos enfáticamente “el caldo de cultivo”.
En efecto, debajo de todo el entramado, no sólo había pintoras, escultoras, poetas, artistas, sindicalistas, políticas, y científicas, las mujeres en la república fueron un cuerpo revolucionario, que surgió casi de la nada, fueron un cuerpo revolucionario como lo fueron las mujeres rusas en la revolución de octubre y las nicaragüenses de la revolución sandinista. Las mujeres de La II República Española, habían conocido un periodo de bonanza durante el desarrollo social, cultural y económico de los años 20, en nuestro caso de los años de “entre dictaduras” (Primo y Franco). En este momento de la historia, las mujeres habían salido de casa, algunas hacía los club nocturnos, pero muchas hacia los centros de formación, las universidades, las fábricas, las asociaciones sociales, y no quisieron volver. Por eso fueron “el caldo de cultivo”; para que algunas se quitaran el sombrero, otras tuvieron que ser capaces de convocar huelgas pidiendo subidas salariales. Las cigarreras convocaron varios paros, en formato de huelga de manos caídas desde 1909, el más importante por la cantidad de fábricas que se sumaron fue en 1924. Las obreras de la aguja en 1932, en esta movilización las mujeres se organizaron como parte activa en el control de los esquiroles.
Las huelgas y los conflictos en reivindicación de iguales salarios se venían sucediendo desde 1917, se habían levantado las modistas y sastras, las alpargateras, las trabajadoras del lino. Las huelgas de mujeres se sucedieron durante el periodo republicano, hasta el punto de forzar la regulación del derecho de huelga en el “Decreto de 1 de noviembre de 1934” También fueron las mujeres las protagonistas indiscutibles de las manifestaciones en protesta por las continuas subidas del pan, y así podríamos seguir relatando el marcado activismo de las mujeres en este periodo, las organizadas y las convocadas, prueba indiscutible de que este fue un proceso de concienciación sostenido, silencioso pero efectivo, fue el protagonismo de las mujeres en la guerra, aunque este es otro tema.
¿Cómo no iban a ser represaliadas?, el fascismo esgrimió contra ellas sus  mejores armas. La represión del miedo y las políticas con que usurparon sus derechos de ciudadanas.


1 comentario:

  1. Excelente tu artículo querida Puerto. Lo pasamos a Fb ya.
    Recomiendo también la lectura de Gente de Abajo de Juana Doña, que ya tiene espacio memorialista en MATADERO/Madrid y recordar a la gran Josefina Aldecoa y las maestras republicanas. Un gran abrazo.

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