Marx,
las clases sociales y la necesidad de volver a la teoría
Mariela Cambiasso (www.laizquierdadiario.es)
Las
clases sociales están ubicadas en el núcleo del pensamiento social marxista,
por eso, a 200 años del nacimiento de Marx se vuelve tan imperioso revisitar
algunos de los principales debates que tuvieron lugar en los últimos años en
relación a este concepto, con el propósito de recuperar su legado y argumentar
su vigencia para comprender las contradicciones del presente.
Mucho
se ha debatido en los últimos años sobre las tesis del fin del trabajo y de la
clase obrera [1]
(y en ese caso también del marxismo como sistema explicativo del orden social)
o, en sus versiones más optimistas, sobre la pérdida de centralidad de los
trabajadores como sujetos políticos de trasformación social y su consiguiente
reemplazo por configuraciones diversas y heterogéneas como los “nuevos
movimientos sociales” o los “trabajadores subalternos” [2].
Sin negar las profundas reconfiguraciones que ha sufrido el “mundo del trabajo”
en el marco del capitalismo contemporáneo -entre las que el sociólogo brasilero
Ricardo Antunes destaca las tendencias a: la reducción del proletariado manual,
fabril y estable; el aumento de los trabajadores en condiciones de precariedad
laboral; la feminización del trabajo; el crecimiento de los trabajadores en el
denominado “sector servicios”; y la exclusión del mercado laboral de los más
jóvenes y viejos [3]–
no hay dudas de que, tal como lo definieron Marx y Engels en El Manifiesto
Comunista, se trata de “la inmensa mayoría” de la sociedad que necesita
vender su fuerza de trabajo para subsistir.
El
triunfo del neoliberalismo y la consiguiente pérdida de derechos y de la
capacidad organizativa de los trabajadores impactó en el auge que alcanzaron
estas perspectivas teóricas y en su influencia en los debates académicos sobre
los trabajadores y sus organizaciones. Sin embargo, en el estado actual del
capitalismo, en el marco de una crisis económica que no logra superarse y en un
contexto de cuestionamiento a la hegemonía neoliberal, el regreso a Marx ha
estado en la agenda de los debates académicos y políticos. Lejos del fin del
proletariado tan citado en los años noventa, estamos ante una extensión inédita
de las condiciones que le dieron existencia como clase. En este marco,
abordamos su teoría sobre las clases sociales, los debates en el campo del
marxismo y la actualización de la discusión en base a los desafíos del
presente.
La
clase como proceso y relación en el marxismo de Marx
Abordar
el concepto de clase social en el pensamiento de Marx requiere una primera
aclaración: no es posible encontrar una definición cerrada, clasificatoria y
normativa de las clases sociales en sus escritos. El apenas empezado capítulo
LII del libro tercero de El Capital, que llevaría justamente ese título,
dejó abierto un sinnúmero de caminos interpretativos posibles si se plantea una
lectura fragmentada de su obra. Esta situación refuerza la necesidad de evitar
simplificaciones y reduccionismos, centrados en ciertos aspectos parciales (un
libro, un capítulo, un pasaje perdido), en detrimento de una lectura que busque
contemplar las múltiples determinaciones que atraviesan su concepción teórica.
Más
allá de no plantear una definición conceptual sistemática, de esas que
esperamos encontrar en los textos académicos como resultado de una
investigación desarrollada en un campo disciplinar específico, el análisis
basado en las clases sociales y sus antagonismos atraviesan toda la obra de
Marx y Engels. Ya desde la temprana investigación de Engels sobre la situación
de la clase obrera en Inglaterra, la identificación de clases sociales
antagónicas, definidas en base a intereses opuestos, se encontraba en el centro
de las preocupaciones. Allí decía:
Un
trabajo así es una condena; quita al obrero todo el tiempo disponible,
quedándole solo el necesario para comer y dormir, nada para ejercicio del
cuerpo al aire libre, para gozar de la naturaleza. Y no hablemos de la
actividad intelectual; ¡no debe degradarse a los hombres, con semejante
condena, a la condición de bestias! El obrero tiene la alternativa de someterse
al destino, de volverse un “buen obrero”, de vigilar fielmente el interés del
burgués –y entonces se embrutece–, o resistir, a fin de luchar por su humanidad
mientras le sea posible, y esto solo puede hacerlo luchando contra la burguesía [4].
De
este antagonismo inicial podemos derivar un primer elemento de la
conceptualización marxista sobre la clase social, y es que se encuentra
directamente articulada con la noción de lucha de clases. Así, lejos de
representar una categoría clasificatoria o descriptiva en términos de
jerarquías sociales fijas, pretende dar cuenta de una relación dinámica,
conflictiva y contradictoria en el seno de la sociedad capitalista [5].
La
articulación entre clase y lucha de clases fue destacada por intelectuales
marxistas contemporáneos como Daniel Bensaïd y Ellen Meiksins Wood, quienes
acentuaron, a partir de ello, la definición de las clases sociales en términos
de relaciones sociales dinámicas (y conflictivas) y procesos activos.
La
politóloga norteamericana Meiksins Wood resaltó el concepto de clase del
historiador inglés Edward. P. Thompson, de quien fuera discípula, por su
insistencia en el proceso histórico de formación de las clases sociales. En
oposición al estructuralismo de Louis Althusser, considera que la clase, lejos
de ser una categoría estática o una estructura inerte, es una relación
histórica que incluye tanto la experiencia como la conciencia [6].
Según Thompson, puede hablarse de clase:
cuando
algunos hombres, de resueltas de sus experiencias comunes (heredadas o
compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez
comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos
(y habitualmente opuestos) a los suyos [7].
Partiendo
de esta definición, Meiksins Wood se propone “extraer” del trabajo del autor
una teoría de la clase social más sistemática de la que él planteara,
atendiendo a las críticas de los teóricos marxistas que cuestionaron su escaso
tratamiento de las determinaciones objetivas en detrimento de las subjetivas [8].
En oposición a ello, enfatiza el valor de las determinaciones históricas y
sostiene que la clase puede comprenderse en la medida en que se la estudia como
una formación social y cultural, que se autoproduce a partir de un proceso
(histórico y conflictivo) en el cual los intereses comunes y la conciencia de
esos intereses resultan inmediatamente de la experimentación de situaciones
objetivas de clase.
En
oposición a las lecturas que pretenden reducir las clases sociales a
clasificaciones y esquemas de estratificación independientes de la lucha de
clases, Daniel Bensaïd también destaca que se trata de un sistema de relaciones
atravesado por antagonismos, en el marco de una configuración multideterminada [9].
En primer lugar, sostiene que es en El Capital donde es preciso buscar
una teoría de las clases sociales, aunque no sea formal ni sistemática.
Recomienda atender al movimiento que va de lo abstracto a lo concreto, del modo
de producción a la formación social, y en ese movimiento, cada uno de los
libros de El Capital aporta un nivel de determinación específico en el
marco de la teoría de las clases sociales [10].
Yendo
de lo abstracto a lo concreto, la posesión o no de los medios de producción, o
bien, la relación de explotación entre trabajo asalariado y capital, se
encuentran, según Bensaïd, en el primer nivel de abstracción, definido por la
esfera de la producción. Hay dos elementos que quedan claramente definidos ya
en este primer plano: la especificidad de las clases sociales modernas se funda
en la doble libertad de la fuerza de trabajo (el trabajador es libre de los
medios de producción y libre de vender su fuerza de trabajo); y la relación
entre el obrero como productor y el capitalista como poseedor de los medios de
producción presupone el conflicto por la división del tiempo entre trabajo
necesario y plustrabajo. En este primer nivel de determinación, el antagonismo
se sitúa en el lugar de la producción y se expresa en la lucha por el tiempo y
las condiciones de trabajo. Aunque siguiendo este método de análisis no puede
reducirse la conceptualización de clase a la relación cara a cara entre patrón
y obrero, lo cierto es que sin esta determinación tampoco es posible dar cuenta
de ella. De modo que, así entendida, esta primera determinación permite abordar
el lugar de trabajo como un espacio de antagonismo de clase, una clave de
análisis que había sido abandonada por los estudios sociales y del trabajo en
los años noventa.
El
segundo nivel de determinación corresponde a la esfera de la circulación. En
este punto la tensión central se presenta entre el asalariado como vendedor de
su fuerza de trabajo y el capitalista como poseedor de capital. Aquí nuevamente
aparece el antagonismo, pero ya no por la división del tiempo de trabajo, sino
por la negociación de la fuerza de trabajo como mercancía. El conflicto se da a
nivel del mercado de trabajo y se expresa concretamente en la lucha por la
definición del salario. Esta determinación se ve atravesada por la distinción
entre trabajo productivo e improductivo, ampliamente discutida en el campo del
marxismo y más allá de él también [11].
Bensaïd aclara que esta tensión se resuelve en el tercer nivel de
determinación, que aparece tematizado en el tercer libro y corresponde a la
reproducción ampliada del capital. Allí, las primeras dos determinaciones
(parciales) de las clases se integran al movimiento de conjunto de la
competencia por la tasa de ganancia, la especialización funcional de los
capitales y la distribución del ingreso, donde interviene el Estado.
Así,
el tercer nivel de determinación se corresponde con el de las representaciones
políticas: “…en el campo específico de lo político, las relaciones de las
clases adquieren un grado de complejidad irreductible al antagonismo bipolar
que sin embargo las determina” [12], de manera que
la estructura de las clases sociales no define de un modo lineal ni mecánico
las representaciones y conflictos políticos. En este sentido, “lo político”
asume un lugar central en el marco de las determinaciones de la teoría de las
clases sociales, sin el cual no es posible abordarla en la complejidad de sus
múltiples determinaciones. De ese modo, la dimensión política deja de ser un
elemento complementario de la teoría de las clases, tal como se presenta en los
escritos histórico-políticos como El dieciocho brumario o Las luchas
de clases en Francia, sino que forma parte sustancial de su discusión
teórica.
Algunos
puntos de agenda de debate
Como
decíamos al inicio, la inexistencia de una definición sistemática sobre las
clases sociales en la obra de Marx ha dejado abierto distintos caminos
interpretativos. Aunque, las limitaciones de espacio y el alcance del artículo
impidan hacer una reposición exhaustiva, nos parece importante dejar
planteadas, al menos, algunas discusiones que el propio desarrollo de las teorías
académicas y su relación con el movimiento real de la clase obrera introducen
en la agenda de debates.
Uno
de los ejes gira en torno a la relación entre clase y conciencia de clase. Allí
puede destacarse la discusión que plantea Bensaïd con el “marxismo ortodoxo” de
Georg Lukács y la identificación del proletariado como sujeto ontológicamente
revolucionario que, según sostiene, condujo a una idealización que luego, en su
falta de correspondencia con la realidad, derivó en un completo escepticismo [13].
Estas lecturas, en las cueles la potencialidad revolucionaria de la clase
obrera deriva en una necesidad, subestimando los efectos sobre la conciencia de
las relaciones de producción y las luchas políticas, ha teñido buena parte de
las discusiones sobre la burocracia sindical y la relación entre las cúpulas y
las bases en el campo de los estudios sindicales [14].
Aunque
en otro registro, podría afirmarse también que las posiciones que se enfocan en
las metamorfosis del trabajo y explican a partir de ella su pérdida de
centralidad co-mo fuente de identidad social y pertenencia de clase, parten de
una ilusión forjada en “los años dorados” del capitalismo. En este sentido
discurre la crítica de Bensaïd respecto de los planteos del fin del trabajo de
André Gorz; así como también lo observamos en las elaboraciones de los
sociólogos franceses Stéphane Beaud y Michel Pialoux, quienes construyen la
definición de clase obrera y su desvalorización en base a la excepcionalidad de
su condición durante los años ’50 y ’60 [15].
Otro
eje de discusión se plantea en torno a las lecturas que definen las clases
sociales como una ubicación estructural más que como una relación social. En
este punto aparecen los debates con las “teorías de la estratificación” y el
“marxismo de elección racional” o “marxismo analítico”, en los cuales la clase
se postula como una forma de estratificación, diferenciada según criterios
económicos, como la distribución del ingreso o el tipo de ocupación [16].
Aquí el enfoque de clase se desplaza desde las relaciones de producción al
ámbito exclusivo de la circulación, buscando responder a los requerimientos de
la investigación empírica que presiona hacia la cuantificación y la ubicación
de las clases en sistemas de clasificación que pretenden reflejar el modo
(desigual) en que se expresa la relación capital-trabajo en la vida de las
personas. De este modo, la lucha de clases adopta un papel subsidiario,
mientras que la clase asume el carácter de categoría fija e invariable (tipo
ideal) al quedar reducida a datos (dimensiones) empíricamente observables.
Podríamos
mencionar también otros puntos de agenda, pero en el fondo, más allá de los
debates particulares, lo que muestran estas discusiones es que la “condición
obrera” se configura como una problemática de actualidad, que la teoría de las
clases de Marx y Engels sigue siendo una referencia ineludible en los estudios
sociales y que, finalmente, lo que está en juego son distintos proyectos de
recreación del marxismo. Así, en un contexto de crisis de las teorías del fin
del trabajo, que supieron nutrir de argumentos al neoliberalismo pero se
mostraron incapaces de explicar el nuevo protagonismo de los trabajadores, la
revitalización de las organizaciones sindicales y los movimientos de oposición
al neoliberalismo, sostenemos la potencia explicativa de una conceptualización
de clase entendida como proceso y como relación, centrada en los antagonismos y
las luchas derivadas de las relaciones de producción y en el análisis histórico
como vía de aproximación a sus cambios, entre los cuales se destaca en la
actualidad su creciente fragmentación [17].
[1] Como
referentes de las tesis del fin del trabajo ver, Gorz, André, Adiós al
proletariado. Más allá del socialismo, El Viejo Topo, Barcelona, 1981; y
Rifkin, Jeremy, El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de
trabajo; el nacimiento de una nueva era, Paidós, Barcelona, 1996.
[2] Como
referentes de las tesis que sostienen la pérdida de centralidad de la clase
obrera ver, Bialakowsky, Alberto y Antunes, Ricardo, “La distopía en los
laberintos discursivos del capital y la nueva morfología del trabajo”, en Trabajo
y capitalismo entre siglos en Latinoamérica. El trabajo entre la perennidad y
la superfluidad, A. L. Bialakowsky, R. Partida, R. Antunes, María I. Costa
et al (comp.), Universidad de Guadalajara – ALAS, Guadalajara, Jalisco, México,
2009.
[3] Antunes,
Ricardo, ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el rol central
del mundo del trabajo, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1999.
[4] Engels,
Federico, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Buenos Aires,
Ed. Diáspora, 1974, p. 127-128.
[5] En
este mismo sentido, Marx y Engels afirmaban en El manifiesto comunista:
“Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber
simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose,
cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se
enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”. Más adelante también
agregaban: “El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha
contra la burguesía comienza con su surgimiento”. Marx, Karl, Textos selectos,
Madrid, Gredos, 2010, p. 582.
[6] Meiksins
Wood, Ellen, “La clase como proceso y como relación”, en Meiksins Wood, E. Democracia
contra capitalismo. La renovación del materialismo histórico, Siglo XXI,
México, 2000.
[7] Thompson,
Edward P., La formación de la clase obrera en Inglaterra, Editorial
Crítica, Barcelona, p. XIV, 1989.
[8] La
autora polemiza particularmente con la interpretación que Perry Anderson
plantea en Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson.
[9] En
este sentido es interesante la distinción que plantea el autor entre las
“definiciones”, que funcionan a partir de la enumeración de criterios
particulares, y las “determinaciones”, que implican relaciones entre la parte y
el todo, el objeto y el sujeto, el ser y la esencia, y contienen el movimiento
que va de lo abstracto a lo concreto. De este modo, en el enfoque de la
determinación de conceptos adquiere un rol central la dialéctica como método.
Las determinaciones parciales son unilaterales, adquieren sentido al
articularse (jerárquicamente) en el seno de la totalidad. Ver: Bensaïd, Daniel,
Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica,
Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2013.
[10] Si
bien en esta nota vamos a concentrarnos en las relaciones de clase en el modo
de producción capitalista, es importante aclarar que la teoría de Marx no se
circunscribe a esta forma histórica, sino que permite explicar las disputas por
la extracción y apropiación del excedente y su impacto sobre la división de
clases en los distintos modos de producción. Un ejemplo donde Marx caracteriza
las relaciones de clase en las sociedades precapitalistas es en Formaciones
económicas precapitalistas. Para un análisis más profundo sobre este punto
ver la nota de Corina Luchía en este número de IdZ.
[11] En
relación a este punto es preciso retomar también la definición de Ernest
Mandel, quien interviene en la discusión argumentando el carácter reduccionista
de las posiciones que restringen el proletariado al trabajo manual: “La
característica estructural que define al proletariado en el análisis marxiano
del capitalismo es la obligación socioeconómica de vender su propia fuerza de
trabajo. Así, pues, dentro del proletariado se incluyen no solo los
trabajadores industriales manuales, sino todos los asalariados improductivos
que están sujetos a las mismas restricciones fundamentales: no propiedad de los
medios de producción; falta de acceso directo a los medios de subsistencia (…);
dinero insuficiente para comprar los medios de subsistencia sin la venta más o
menos continua de la fuerza de trabajo”. Ver Mandel, Ernest, El Capital,
cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx, Siglo XXI
editores, México, 1985, p. 128. Bajo esta esta conceptualización, entre 2005 y
2007 se llevó adelante el Programa de Investigación “Los trabajadores en la
Argentina actual (Encuesta Obrera)”, que funcionó en el marco del Instituto de
Pensamiento Socialista (IPS) “Karl Marx”. Inspirado en la metodología de la
Encuesta Obrera propuesta por Marx a los sindicatos franceses en 1871, se
realizaron alrededor de 1000 encuestas en distintas estructuras laborales industriales
y de servicios: Subterráneo de Buenos Aires, Astillero Río Santiago, IOMA,
Siderca-Campana, entre otras. Diez años después, en el marco del Seminario de
Investigación de la Carrera de Sociología de la UBA “Los trabajadores en la
Argentina posdevaluación. Recomposición social y conflictividad sindical de
2003 en adelante” que dirige Paula Varela, hemos reeditado la encuesta en el
Subte.
[13] Bensaïd,
Daniel, Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren (Les
Irreductibles), Viento del Sur, 2004.
[14] Para
profundizar sobre esta discusión ver, Varela, Paula, El gigante fragmentado.
Sindicatos, trabajadores y política durante el kirchnerismo, Buenos Aires,
Editorial Zona Abierta, 2016.
[15] Ver
Cambiasso, Mariela (2016), Repensar la condición obrera, IdZ 34
(octubre, 2016).
[16] En
esta línea de estudios pueden mencionarse los estudios clásicos de John Roemer,
Gerard Cohen y Eric Olin Wright.
[17] Sobre
este punto ver: Varela, Paula, 2016, Ob. Cit.
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