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miércoles, 21 de marzo de 2018

LA SAL DE LA TIERRA-FILMOTECA, A. de la Cruz



 A.de la Cruz

La película está ambientada en Nuevo México, en los años cincuenta, concretamente en 1951, cuando se produjo la huelga minera en la localidad de Silver City. La década de los cincuenta -como las anteriores y posteriores- son décadas de oscurantismo social en todos los ámbitos. México era un país saqueado por el colonialismo y utilizado por el imperialismo -lamentablemente México sigue siendo un aliado estratégico de EE. UU.-, por lo que no gozaba de ningún tipo de soberanía y de ningún tipo de bienester social.

Si alzamos miras, los años cincuenta fueron años de crisis, tan sólo hacía dos décadas del Crack del 29 y una Guerra Mundial acababa de destruir buena parte del mundo. Para más inri, el mundo quedó dividido en dos en plena Guerra Fría y tan sólo en los países del Este parecían progresar los derechos de los trabajadores.

Desgraciadamente, el desolador panorama que vivían los mineros huelguistas en la película, era el panorama común que tenía que soportar la clase trabajadora en prácticamente cualquier país capitalista en vías de desarrollo. Y más aún en esa época en la que los trabajadores no habían conquistado los derechos más básicos y fundamentales que disfrutan los trabajadores de hoy en día en la mayor parte del mundo.

Por otra parte, la película tuvo serios problemas a la hora de su estreno: sólo trece salas en todo el país se atrevieron a exhibirla, desafiando las amenazas de la IATSE (International Alliance of Theatrical Stage Employes)[4], ya que para los “americanistas puros” (capitalistas), representaba un atentado hacia los valores del “americanismo” (capitalismo). No obstante, a posteriori Danny Peary[5] afirmó que el mensaje de La sal de la tierra era "más pro-humanista que anti-americano. No hace ningún llamado a la revolución sino que reclama el fin de la explotación y de todas las formas de discriminación". ¿Quizá sea anticapitalista luchar contra la explotación y la discriminación? En cualquier caso, Herbert Biberman, como otros tantos artistas, sufrió el macarthismo por el mero hecho de ser una persona comprometido con los más débiles.



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